Este valsecito gaucho, o criollo en su alma campera, se ha ganado un lugar en las interpretaciones de cantores, orquestas, tanto en las típicas como en conjuntos folklóricos y sus cantantes diversos. Realmente tiene ese sabor campestre en sus vasos comunicantes y la geografía emotiva con su poso melancólico, por la diseminación de encantos y perplejidades.
Se trata precisamente de unos versos que firma Charrúa, un poeta nacido en Uruguay, aunque residió en Buenos Aires desde niño hasta el final. Se llamaba Gualberto Gregorio Márquez y gracias a sus amigos llegó a editar cuatro libros de versos suyos donde muestra su capacidad retórica, aunque no tuvo una escuela donde formarse poéticamente.
Charrúa |
Radicado con sus padres en la localidad bonaerense de General las Heras, a unos 70 kilómetros de la Capital, se dedicó tempranamente a la administración de establecimientos rurales. Pero siempre tenía tiempo para apuntar estrofas poéticas en la libreta, que luego devendrían en versos para sus libros. Se dieron a conocer varios valsecitos suyos que pasaron a formar parte del repertorio de diversos cantantes.
Alberto Hilarión Acuña, el conocido integrante del celebrado dúo Ruiz-Acuña, uno de los más celebrados de su época, conoció los versos de Charrúa y les puso música. Fue muy requerido por sus composiciones y Gardel le grabó seis temas: Los gatos Del infierno adelante y Mi suegra no me quiere. La chacarera La choyana y los tangos Colorao colorao, De salto y carta y Tenemos que abrirnos.
Presentados los autores de de este valsecito, vale la pena recordar los versos de Temblando.
el patio de su rancho acomodando.
Y aunque guapo pa’ todo me sentía
no pude hablar, y me quedé temblando.
vestido livianito, de saraza,
con el pelo volcado entre los hombros,
era una virgen que encontré en la casa.
con sus ojazos me siguió quemando,
dejó la escoba que tenía en la mano,
me quiso hablar… y se quedó temblando.
amor nacido en nuestra edad temprana
como esas flores rústicas del campo
que nacen de la noche a la mañana.
de su rancho paterno, tan sencillo
y en la corteza del ombú del patio
escrito con la punta del cuchillo.
como quien desconfía de una trampa
envolviendo recuerdos y emociones
entre las listas de mi poncho pampa.
y salí galopando a rienda suelta
con todos los recuerdos y emociones
que en las listas del poncho saqué envueltas.
el patio de su rancho acomodando,
la tarde que aunque guapo me sentía
no pude hablarla y me quedé temblando.
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