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miércoles, 3 de noviembre de 2021

Los músicos figurantes

    Al llegar el micrófono eléctrico, a mediados de la década del veinte, se fue extinguiendo la extraña profesión de músico figurante, en el tango. Estos personajes, denominados así, se limitaban a hacer bulto en los conjuntos, simulando tañer un instrumento que apenas dominaban. En el caso de los violinistas, empuñaban el mismo y frotaban las cuerdas con un arco de cerdas sin pez, para que no emitiesen ningún sonido.

   A los bandoneonistas que sólo ocupaban el sitio, le soltaban los tornillos de las cajas armónicas. Del fueye sólo emergía entonces un fatigoso jadeo, debido al aire que entraba y salía al abrir o cerrar el bandoneón. Esa respiración era tapada por el ruido de los que tocaban de verdad. En las Fiestas de los Carnavales, era cuando más figurantes encontraban trabajo en las orquestas porque la cantidad de músicos en el escenario era una rèclame importante.

                                


   Al no haber amplificación -los cantores usaban un megáfono-, o era precaria, había que evitar que el ruido de la gente colapsase a los sonidos que emitían los instrumentos de la orquesta. Anunciaban, por ejemplo, veinte bandoneones, y como mínimo, la mitad eran truchos. Algunos estaban como los extras del cine, pero otros eran músicos principiantes que querían llegar.

   En el caso de estos últimos estaba, por ejemplo, uno de los hermanos Malerba. Se trataba de Ricardo, que en el año 1929 integró la orquesta del jovencito Cátulo Castillo, quien a sus veintitrés años, viajó a España para actuar en la exposición de Sevilla.  En la orquesta también estaban Alfredo y Carlos Malerba (fallecería en Bilbao y sería enterrado allí), Miguel Caló, Alberto Cima y el cantor Roberto Maida. Realizarían una gira por países vecinos con muy buenos resultados.

   Ricardo Malerba fingía tocar el bandoneón y terminaría aprendiéndolo y formaría una orquesta de muy agradable ritmo bailable. Gracias también a su concuñado, Dante Smurra, que no sólo tocaba el piano en la formación, sino que hacía los arreglos y le daba el tono musical, muy grato para escuchar y aceptado por los bailarines. Recuerdo cuando traje a Madrid los primeros cds de tango, y entre ellos uno de Ricardo Malerba. Lo pasaba en la milonga, sorprendió y gustó mucho. 

   Oscar Zucchi, el gran historiador de los bandoneonistas, menciona el caso del violinista Juan Pecci, que integró la orquesta de  Eduardo Bianco en Europa, ocupando un lugar en la fila de fueyes. Allí recibiría lecciones de Héctor María Artola y terminaría aprendiendo a tañer el instrumento. O Luis Zinkes, que estudió el violín y luego haría de figurante en el conjunto de Francisco Lomuto. 

                                          

Juan Pecci entre Batistella y Gardel, en Niza

   Zinkes estaría en dicha orquesta junto a renombrados bandoneonistas como Daniel Sardina Álvarez, Américo Figola (Figazza), Haroldo Ferrero y Jorge Argentino Fernández. A Zinkes le denominaban Cuchara, y finalmente sería  no sólo un fueye muy respetable, sino incluso hasta estribillista, grabando a dúo dos temas con Jorge Omar: La conga Para Vigo me voy  y la ranchera Argentina.  

   Franciso Lauro, conocido en el medio como El tano, dirigía desde el bandoneón su propia  orquesta: "Los mendocinos", que tenía bastante trabajo, en tanto que su pericia con el instrumento era muy escasa. En sus filas debutarían músicos como Juan Sánchez Gorio, Alfredo De Angelis y Astor Piazzolla. Zucchi nos recuerda que una noche en que simulaba tocar los solos -siendo Sánchez Gorio quien realmente los hacía- no podía imaginar que Astor le había aflojado los tornillos del bandoneón. En ese trance, todos los músicos silenciaron sus instrumentos y sólo se escuchó el flato del fueye del Tano que se los quería comer...


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