Esto decía Homero Manzi allá por el año 1942, explicando su fórmula para escribir esos tangos y milongas que nunca se apagarán, por todo lo que encierran en ellos. Y apunta sobre el primer tango que firmó con Aníbal Troilo, como preámbulo del luego maravilloso Sur:
Los temas de mis canciones son siempre recuerdos personales. Me resulta difícil escribir fantasiosamente. No tengo ese don. Había un recuerdo, un aspecto de mi vida, un paisaje, que hasta hoy no había podido abordar. Lo termino de hacer en Barrio de tango. Y quiero adelantar una explicación:
Desde los trece a los dieciseis años viví -como alumno pupilo- en el Colegio Luppi, ubicado en el corazón de Nueva Pompeya: Esquiú y Centenera. La elegante casa del Colegio -que sin duda recordarán los habitantes del barrio, pues no hace mucho que ha desaparecido- se alzaba, materialmente, entre pantanos, baldíos, bajos, terraplenes y montañas de basura o desperdicio industrial.
Ese paisaje de montones de hojalata, cercos de cina cina, casuchas de madera, lagunas oscuras, veredones desparejos, terraplenes cercanos, trenes cruzando las tardes, faroles rojos y señales verdes, tenía su poesía. Tal vez entonces no la comprendí aunque la sintiéramos quienes robábamos pantalones largos a los mayores para poder recorrer el misterio de las noches y los almacenes con exagerado y falso gesto de segura hombría. Pero hoy, a través de la evocación, puedo reconstruir sentimentalmente aquel barrio que se dormía al costado del terraplén para cantarlo con voz de tango y pulso de nostalgia.
Al Colegio Luppi, clavado entre zanjones y rodeado de sapos; a sus muchachos que nunca he vuelto a ver; a la calle Esquiú... a Centenera... a la gente que habitaba en sus casas pequeñas; al terraplén que detenía las inundaciones; a la cancha de fútbol que se nos llenaba de agua vuelta a vuelta; al tren que silbaba melancólicamente; y a ella... que murió de tan pálida... dedico este recuerdo... Barrio de tango.
"Nunca más tendrá el viejo barrio de Pompeya un narrador más sincero ni más profundo", diría Julián Centeya. Y sus palabras reflejan la admiración que merecen páginas como como la citada por Manzi y Sur, ese monumento al tango, ambos musicalizados magistralmente por Aníbal Troilo y llevados al disco con Fiorentino y Edmundo Rivero respectivamente.
Pichuco ya había grabado temas de Manzi como: Malena, Papá Baltasar, y Fueye, cuando el poeta le acerca los versos de Barrio de tango. Ese ramalazo de nostalgias, la pintura llena de sentimiento por aquellos paisajes, el Colegio que ocupaba toda una especie de manzana triangular en semejantes andurriales, los convoyes de carga que circulaban por los rieles vecinos, la inundación..., todo eso lo emocionó a Troilo, que le pondría música en una velada iluminada con su fueye.
Se nota en los versos entrañables de Homero, que muchas ilusiones juveniles, el descubrimiento de la temática del tango envuelta en aquellas calles, son la esencia misma del género, porque la noche, el decorado, los boliches, permanecerían para siempre en sus retinas y en su espíritu poético. Son la válvula emotiva, sentimental que abre camino en el poema. La misma pobreza y el espíritu de sus gentes, todo reverbera en su mente cuando escribe estos versos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario