Fiore había comenzado como bandoneonista en un cuarteto con su hermano Vicente, en 1925. Se llamaba: Típica Fiorentino. Vicente dirigía y tocaba el violín, el Negro Plácido Simone Alfaro estaba al piano, Joaquín Mora (otro negro genial) y Francisco Fiorentino eran los bandoneonistas. Este último había tomado clases con Minotto. Incluso cantó con ellos en el café Germinal, Oscar Alonso.
Así se iría entreverando Fiore en diversos conjuntos como los de Francisco Canaro, Juan D'Arienzo, Juan Carlos Cobián, Julio Pollero, Pedro Maffia, Roberto Zerrillo. Alternaría como bandoneonista y cantor, pero si uno escucha algunos registros suyos de aquella época anterior a Troilo, jamás entendería la explosión que tuvo en la orquesta de Pichuco. En esos años los cantores eran estribillistas, o sea, sólo cantaban una parte del tema y primaba la parte instrumental. La mano del Gordo con los cantores comenzaba a vislumbrarse en su debut como director.
Fiorentino estaba trabajando en el Tabaris con Canaro, se conocían y tenía amistad con Troilo, y como el contrato que le ofrecieron a éste en el Marabú era por un par de meses, el flamante director pensó en él como solución de emergencia. La fecha del debut se le venía encima y llegaron a un acuerdo, sin imaginar que la cosa terminaría en un éxito de campanillas. Fiore tenía 32 años , entonces, y el Gordo 23. Su primer trabajo fue con el tango de Piana y González Castillo "Sobre el pucho" y la conexión comenzó a rendir frutos.
Ciertamente, Fiorentino tenía problemas en la pronunciación, al gordo no le terminaba de conformar por ese motivo. Ensayaban repetidas veces, Fiore se tragaba algunas letras pero sostenía la melodía de la orquesta y disimulaba muy bien las fallas con su estilo y sentido del ritmo. A esto último le ayudaba mucho su dominio del fueye. A veces en la reiteración de algún tema, mordisqueaba el pañuelo que llevaba en el ojal, con visible nerviosismo, y volvían a ensayar el mismo tema una y otra vez, hasta que cuadraba.
La primera orquesta de An´ñibal Troilo |
Su dicción confusa provocaba algunos roces, tenía voz de escaso caudal pero muy emotiva, surgía del sentimiento, y la musicalidad de la misma se prestaba maravillosamente para el ritmo tan entrador de aquella orquesta. Con Orlando Goñi al piano, marcando el ritmo, el contrabajo guía de Kicho Díaz y el fueye de Pichuco iluminando todo, Fiore parecía un instrumento más, pegado a ellos en su ritmo vibrante y volando en ese tono milonguero que nos sigue iluminando en la pista, gracias a los 71 registros que quedaron con la presencia de aquel pianista genial.
Fiorentino le agregó una perla más a su notable función dentro de la primera formación de Pichuco. Había sido aprendiz de sastre y fue el artífice de la vestimenta de los integrantes de la orquesta. El propio Troilo lo reconocería sin ambages, públicamente: "Fiorentino nos enseñó a vestirnos bien jaileifes para presentarnos ante el público y eso se lo reconoceré siempre". Además cabría agregar que fue una especie de arquetipo del cantor de orquesta.
Estaría seis años con Troilo, ya había ingresado Alberto Marino, con quien formaría una dupla muy recordada. Pichuco entendió que Fiore había cumplido su ciclo y con mucho pesar le comunicó su baja. Dejó 60 registros inolvidables con Troilo que hoy son energía gravitante, el climax perfecto para los bailarines. Cualquiera de ellos: Te aconsejo que me olvides, Yo soy el tango, Garúa, Malena, En esta tarde gris, Corazón no le hagas caso, Pa'que bailen los muchachos... nos llevan de la mano por la pista, con un pinchazo emocional que nos estimula.
Pichuco feliz con sus dos cantores: Fiorentino y Alberto Marino |
Fiore no volvió a ser el de Troilo. Ni antes ni después cuando tuvo su propia orquesta acompañante, dirigidas por Piazzolla y luego por Spitalnik. Pasó por distintas formaciones pero aquella magia de la dupla Troilo-Fiore sólo pervive en los discos, certificando que Pichuco tenía un talento único-especial para seleccionar y guiar a sus cantores. La historia lo iría demostrando año a año, en un trabajado concepto estético, con la propia evolución orquestal. Las grandes voces del tango desfilarían por su conjunto y dejarían un tendal de grabaciones que son un legado invalorable. Luego escribirían su propia historia como solistas.
Pero ¡ojo!, como milonguero siempre me quedaré con el Troilo de Orlando Goñi. el Troilo de Fiore. Aquel resplandor rítmico-bailable que nos estimula e ilumina en la pista. Y conste que fui hincha de Pichuco hasta el último día de su orquesta. Pero esta magia rítmica-vocal no tiene precio, es maravillosa.
Escuchá a Fiore con Troilo en esta grabación del 4 de marzo de 1941: Toda mi vida, tango de José María Contursi y Pichuco.
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