El alemancito se sentó en el patio de su
conventillo, para llorar en manga de camisa, sobre las notas largas de su
"Bandoneón", un dramita de inmigración, de ausencia y de distancia. Y
sin quererlo, las notas litúrgicas de su fueye, desangradas en la desolación de
los patios porteños, repercutieron en el corazón de las costureritas
sentimentales y temblaron en los dedos ligeros de las barras, como si hubieran
nacido para repicar compadronamente sobre el doble teclado de aquel lindo
aparato.
Dicen que un día, Domingo Faustino Sarmiento
trajo de Italia una yunta de pajaritos grises, y al poco tiempo Buenos Aires
era una jaula de gorriones. Asi también un día el arrabal se pobló de
bandoneones.
Buenos Aires se le entregó, a condición de que
primero, se le entregara el "bandoneón". Y así fue que empezó a
rezongar como si llevara adentro el alma atormentada de un garabito. Y se
emocionó en la noche de las cortadas, como si hubiera nacido a la luz de un
farol, y compadreó en el alarde de una serpentina, como si en él chiflaran los
gorjeos de las patotas. Y entonces, ya no fué más bandoneón. En el registro
civil de los almacenes, lo bautizaron mandoneón, y para ser más chorro y más
porteño, le acomodaron un mote de prontuario; "alias", Fueye.
Homero Manzi |
Y en los barrios de Buenos Aires, aparecieron las
manos que habrían de estirarlo como nadie. Vicente Greco, Pacho, el ruso
Antonio, Pepín, Santa Cruz, Chiappe y el pibe de oro, ese pibe que a los doce
años con un par de brazos que apenas podían abrazarlo, sacó al fueye sonidos
secretos, dulzuras desconocidas, armonías inéditas: Pedro Maffia. Luego vendrán
otros, y luego también serán superados,para nuestro bien.
El bandoneón es un alma que tomó forma de gusano
a fuerza de arrastrarse detrás de un amor imposible. Cuando estaba por morirse
de pena en una esquina olvidada del mundo, las caricias de las manos criollas,
lo ayudaron a sufrir su congoja. Al hambre de su pena solitaria, el tango le
entregó el pan de una amistad derecha y compañera. El suburbio lo emborrachó en
sus copas para hacerlo olvidar. Los compadritos lo llevaron a sus fiestas para
ahuyentarle los recuerdos malos. Y Juan de Dios Filiberto, que tiene algo de
fueye en su arrugada silueta, le compuso un himno de homenaje: "Quejas de
Bandoneón"
El bandoneón es un órgano de Iglesia con alma
requintada, que siguiendo la estrella rea de su destino, se escapó de una
catedral disfrazado de fueye, para poder ambular por la noche de la calle
Corrientes. Por eso desde que él se entreveró en el tango, las milongas
adquirieron una solemnidad religiosa, y por eso cuando sus hermanos recogen los
sonidos y talla solo el bandoneón, la canción de los barrios parece un misal
taura. Y por eso también, Pascual Contursi, poeta de suburbios, le rezó un
Padre Nuestro: "Bandoneón Arrabalero".
Pedro Maffia |
Enrique Santos Discépolo, se ha ganado el título
de inspector honorario de las emociones de Buenos Aires. Envuelto en un mínimun
de materia, recorrió las calles o se sentó a tomar un café, dispuesto a
requisar cuanta emoción circulara sin patente.
Nervioso, flaco, afiebrado, pura nariz y talento,
de pronto ha encontrado algo que buscaba; una canción, un grito, un gesto; se
lo pone debajo del brazo y en su casa lo hace bailar sobre el piano, para
inspirar las teclas. Es el drama que un borracho olvidó sobre una mesa o un lío
que descubrió por la rendija de una persiana. Una noche oscura, al cruzar una
calle del suburbio, Discépolo tropezó con el alma del bandoneón que se había
escapado de la caja; entonces hizo un tango: "Alma de Bandoneón".
Pedro Maffia, inició su vida en el piano. Pero
aquel armatoste era demasiado grande para la honda humildad de su espíritu. Sus
dedos ligeritos resbalaban inútiles sobre la dentadura del teclado. Es que Maffia,
necesitaba un instrumento más pequeño, para hacerlo llorar de emoción en el
temblor de una caricia. Un instrumento que lo pudiera tener entre los brazos,
para llevarlo más cerca del corazón. Tal vez por ello eligió el bandoneón. Y
por ello también, cuando aún era un pibe, ya sabía pasearlo como nadie por los
carcomidos tinglados de los cafés de Buenos Aires, entre el humo de la
admiración. Ese instrumento se le adentró tanto en su cariño, que al ejecutarlo
era como si estrujara un pedazo de su alma.
Cuando un instrumento se ha moldeado de tal forma
al perfil filosófico de una ciudad, solo cabe hacerlo nuestro definitivamente,
para que en sus días futuros, pase de una mano a otra, como entrando en cada
casa a hacerse amigo y maestro a la vez. Las esperanzas que se derramaron en
él, dieron nacimiento a más hermanos.
Quizás alguien piense que no encaja en el
desequilibrio del modernismo, porque tiene cara de viejo y está vestido de
negro, que es su manera de pasar desapercibido. Si algún día sus hermanos
fueran a dejar de ver nacer nuevos bandoneones de las manos de sus creadores,
un día se terminará de hacer, el último bandoneón. Lo demás va a ser historia,
y cada uno de ellos, aferrándose a las manos de quienes lo acarician, pedirán
que ésta patria que los cobijó, sepa que no puede repartirse en versos si no
hay quién aprenda a darle vida en aires porteños.
Haceme dos cajas
con punta en ochava,
que puestas de
frente, aferren los pliegues
y encierren el aire
para mi pulmón.
Que asomen mis
teclas con mueca sonriente,
y que al
apretarlas, un peine de bronce,
libere los flecos
de mi propia voz.
Que un muchacho
loco me aprenda en sus dedos
y que de sus manos
nazca una emoción.
Y en mi frente
negra, que se frunza el ceño
de la filigrana de
un fileteador.
Que mi nacarada
suerte peregrina,
sepa que las manos
que mi fueye estira,
dejan por sentada
mi ciudadanía,
en cada latido de
mi corazón
Si alguien inventó un día esa jaula de pájaros..!
¿Qué otra alma sensible podrá volver a adivinar sus secretos para envolverla en
el fervor de aquel primer encuentro..?
HOMERO MANZI
La historia, que debería ser nuestra historia,
esa a la que se ajustan las descripciones de los vencedores, es la que nació en
Alemania y se escribió en Argentina antes de 1900. Y los argentinos hemos
vencido sobre el destino de un instrumento sentenciado a morirse de sueño. Y
porque ya llegó al tinglado de los más famosos escenarios del mundo y es
escuchado con respeto, se abre ante nosotros el verdadero dilema. Lo que antes
era el tesoro de un país, hoy es la búsqueda desenfrenada del resto del mundo
por conseguir los mejores exponentes de lo que nos dio ese sabor sentimental.
Y los bandoneones salen gota a gota del país, sin
pasaje de regreso.
Cada día son menos los que nos quedan, cada día
son menos los mejores instrumentos, que tendrían que ser nuestro mejor orgullo.
Cada vez que me entero que en el exterior se
vende un bandoneón traído por un tanguero que quiere hacerse de unos pesos, se
arruga dentro de mi pecho este pequeño fueye que nos dejó su apariencia de
juguete navideño, que se resiste a pensar que vamos entregando la ilusión que
nos dejó alguno de esos tres Reyes Magos. Se van vendiendo uno a uno, y ya
quedan los imprescindibles para continuar la tradición.
Que su voz no se pierda en los vientos de otros
cielos. Que la ausencia de su voz no nos resulte un ausente más entre tantas
presencias que damos por perdidas. A ver, argentinos...no vendamos también el
alma..!
¡Este es un bien, no renovable..!
ACHO MANZI
Decir o tratar de encontrar al mejor fuelle, creo que es tarea
ResponderEliminarimposible.. fueron tantos...! y todos con diferente estilo..
Piazzolla, Di Filipo, Troilo, Minotto, Pontier,Laurenz,Federico,
Rios, el fuelle de Gobbi, Ruggero, y tal vez algunos mas que
no vienen a mi "mate"....Perdon....