Entre ambos compusieron páginas como Carmín, El último farol, La última curda, Desencuentro, A Homero, La retrechera, Vals del carnaval, Milonga de La Parda, Fujiyama, María, Una canción, La cantina, Milonga del Mayoral, Patio mío, Testamento tanguero, Y a mí qué, además del valsecito que hoy traigo y que recuerda aquellas serenatas en las que incluso Pichuco participó alguna vez, cuando era un adolescente que acompañaba al cantor del barrio para homenajear a la novia de un amigo.
Cátulo las vivió en su barrio natal de Boedo y las dibuja, devolviéndonos el pasado, en su modo sentimental, la atmósfera impregnada de sentimientos amorosos, aromada de porteñidad, en una feliz conjunción de forma y fondo. Un canto a la tradición. Perfila y recuerda un escenario en el que la emoción domina y contagia. Porque resume la esencia de cómo se vivían ciertas cosas en los barrios.
Yo te traigo de vuelta muchacha
la feliz serenata perdida,
y en el vals que el ayer deshilacha
la luna borracha, camina dormida.
A los dos el dolor nos amarra
con el mismo cansancio dulzón,
palpitando en aquella guitarra,
la dulce cigarra de tu corazón.
Alberto Castillo, en su gran momento de
esplendor artístico, popularizó el vals
de Sandalio Gómez y Teófilo Ibáñez: La vieja serenata, que bucea precisamente
en el mismo tema que años más tarde idearon Cátulo y Pichuco. Pero los versos
del hijo de González Castillo tienen ese gusto artesanal por el detalle y
regresan a los lugares de su juventud con un estilo que borda las imágenes y
los recuerdos.
Cátulo y Pichuco |
Hoy ha vuelto, ya ves y a su modo
te despierta, cantando en sigilo,
las tristezas que doblan el codo
nos dicen que todo descansa tranquilo.
Asomate, no seas ingrata,
que la serenata
te llama al balcón.
Y entonces, sí, el don de la anacronía se
desplaza en una órbita que parece flotar en el terrritorio de los afectos y se
pierde en los dominios del tiempo. La juventud en su inmensa aventura, los
grisados de la noche y el humus poético hacen las veces de exordio y se funden
en el poema de Cátulo. La serenata
sobrevive melancólicamente al naufragio de los amores perdidos.
Serenata del barrio
perdido
con sus ecos de
esquina lejana,
hoy que sabes que
todo está herido
tu mano ha corrido
la vieja persiana.
Asomate otra vez
como entonces
y encendele la luz
del quinqué,
porque quiere decir
con sus voces
muchacha no llores,
no tienes porqué.
Además de ponerle música, Aníbal Troilo lo grabó con su
orquesta y los cantores Raúl Berón y Jorge Casal, en 1953. Y así lo traemos
para iluminar esos versos.
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Hermoso vals, que disfruto bailando en algunas milongas y no se canta en la actualidad.
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