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viernes, 17 de abril de 2015

Silbando

Este es uno de los grandes temas que atesora la enciclopedia tanguera. Un tema escrito por Don José González Castillo, con música de su hijo Cátulo y Sebastián Piana. O sea, tres cracks. Un tango que sigue desfiando indemne el paso del tiempo porque encierra toda una gran belleza en su música y su letra. Por si le faltaba algo, Carlos Gardel, que lo grabó en 1925 con las guitarras de Ricardo y Barbier y en 1930 (Aguilar-Barbieri-Riverol), le agregó ese sonido tan porteño del silbido.

Hay infinidad de versiones de este hermoso tango que estrenó Azucena Maizani en 1925 en el Teatro San Martín, bajo la dirección de José González Castillo, precisamente. Éste fué todo un referente en la letra de los tangos, y en su evolución, porque le introdujo una literatura nueva, y algunas metáforas que abrirían camino a la futura llegada de los nuevos poetas. Ya había hecho con Piana Sobre el pucho, un tango para participar en un concurso de cigarrillos y los versos de Silbando siguieron marcando su camino de escritor, periodista, sainetero y hombre clave en el grupo de Boedo.

                                       


Su hijo Cátulo, violinista y futuro gran referente de las letras de tango a partir de la muerte de su padre, llegó un día a casa de Piana y le propuso: "Vamos a hacer este tango para que lo estrene Azucena. Yo hice la primera y vos hacé la segunda. La letra es de mi padre". Con la diligencia que aplicaba Piana para cumplir sus compromisos, o "hacer los mandados", como solíamos decir, Piana hizo la música de la segunda parte, esa que comienza: "...Y desde el fondo del Dock...".

Azucena lo estrenaría en el Teatro San Martín, en la compañía de Héctor y Camila Quiroga, junto con otro tango de González Castillo y su hijo: Organito de la tarde, metiendo dos golazos de media cancha.  Era la época en que Cátulo sólo se dedicaba a escribir la música por respeto a su querido viejo. Y no era manco tampoco en este rubro...

                                                    
Cátulo -20 año-s con su padre en París

El tango es de una belleza total, que refleja esa zona de Barracas al Sud, lugar de barracas, de fondines, el Riachuelo separando a ambas márgenes pero unidas por el viejo puente. Zona de comités conservadores, de tangueros, rufianes, inmigrantes, marineros, cantinas...

Hoy lo tengo metido en la oreja y en el cuore, y justo lo estaba escuchando en esta versión que  toca Aníbal Troilo con su cuarteto y Cátulo Castillo se manda un recitado precioso, muy a tono con el tema de marras y el fueye de Pichuco.

                                                   
Cuatro grosos: Cátulo, Manzi, Piana y Maffia


Y traigo esta versión maravillosa de Edmundo Rivero que parece sostenerlo en la punta de la boca, como si fuera a silbarlo, al igual que Carlitos Gardel, el que siempre se inventaba y patentaba  algo con su desparpajo artístico genial. Lo acompaña la orquesta del bandoneonista Mario Demarco.

Cátulo y Pichuco
Muy llegadora y emocional.

De orejitas paradas, como Yatasto cuando llegaba al disco primero por varios cuerpos.







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