Se puede decir que fue el creador de los cantores que entran en la categoría de voces fresedianas. A tal punto que influyó notablemente en el acento de sus sucesores. Esa forma de entonación que cuadraba con los cánones musicales impuestos por el director del barrio de La Paternal.
Por aquella época cantaban apenas los estribillos y en muchos casos no aparecían en los créditos del disco. Se les llamaba estribillistas precisamente por esa costumbre instaurada a fines de los años veinte. Como si no se quisiese que interfirieran en el sonido de la orquesta, que tocaba para los bailarines. Y Fresedo lo hacía por entonces para los niños bien de la haute societé porteña.
Por este motivo, Ray fue siempre el preferido entre los muchos vocalistas que fueron pasando por su orquesta, respetando siempre ese tono que había marcado el muchacho de San Cristóbal. A los 19 años ya estaba instalado en el micrófono del conjunto de Fresedo, del cual se iría y retornaría en dos oportunidades, buscando un techo propio que nunca alcanzó fuera de esa orquesta.
Osvaldo Fresedo al frente de su gran orquesta. Roberto Ray está detrás suyo a su izq. 1933. |
Había arrancado cantando con Francisco Canaro, durante las actuaciones del conjunto de Pirincho en el cabaret Chantecler, e ingresa en la formación de Fresedo reemplazando a Ernesto Famá, en 1931.
Este director comprendió de inmediato el alcance que podía tener Ray (apellido achicado a petición del director que lo veía más llamativo) por su impecable dicción, su voz de tenor contenido y adaptado para siempre a la orquesta. De hecho creó páginas impecables y de enorme resonancia en el tiempo: Aromas, Sollozos, Vida mía, Como aquella princesa, que demuestran cabalmente el sutil ensamble entre la poesía y la música, la orquesta y la voz.
Se puede decir sin exageraciones, que Ray colaboró fundamentalmente en la importancia del cantor de tango dentro de las orquestas típicas y ayudó a la formación de Fresedo a consolidarse como una de las preferidas por el público. De ahí la larga permanencia de este cantor en el gusto del público y en el micrófono de la gran orquesta del fueye de La Paternal.
Así como uno no puede imaginar a Ángel Vargas sin el piano de D'Agostino a su lado, o a Fiore sin Troilo, ni a Julio Martel fuera de De Angelis, tampoco podemos representarlo en otra formación a este caballero del tango que regresó en 1948 a la orquesta que había abandonado en 1939.
Para Carlos Di Sarli era el paradigma de lo que quería para su orquesta y de no mediar el felicísimo descubrimiento del pibe Roberto Rufino, ya había tendido los cables para llevarlo a su formación.
Murió joven, con cuarenta y ocho años y su desaparición no ocupó titulares destacados en los medios, pero sí en el corazón de los tangueros, especialmente en la legión de seguidores del maestro que vestía de smoking para darle al tango la jerarquía que según él, merecía tener.
Roberto Ray nos acompaña con Osvaldo Fresedo en este sábado de mayo, con dos hermosas creaciones. Ojos muertos (llamado también Ojos tristes), de Rafael Iriarte (Rafael Yorio) y Alfredo Navarrine, grabado en 1938.Y el tango Vuelves, de Virgilio San Clemente y Maruja Pacheco Huergo (los creadores de El adiós) registrado en 1939.
Ojos muertos - Fresedo-Ray
Vuelves - Fresedo-Ray
excelente cantorazo, es imposible admitirlo en otra orquesta,no creo que termino que pueda darle la talla que Roberto ray merece en esta arena tanguista,felicito a quien hace este comentario tan acertado por cierto.
ResponderEliminarRay: es el año 2015, casi el año 2016, y día a día se suman los que te descubren como lo que sos, uno de los más grandes. Gracias, estés donde estés
ResponderEliminarQue voz perfecta.
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