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jueves, 8 de octubre de 2015

Se marchita un clavel

Lindo tango del pianista, director y compositor José Tinelli y el poeta, periodista y escritor Manolo Ferradás Campos. No tuvo mayor trascendencia hasta que lo grabara José Basso con Floreal Ruiz, pero tiene una piccola historia que me hace recordarlo y además, me gusta como lo interpreta el Tata y ese comienzo de violines de la orquesta, que nos va poniendo en situación.

Y el recuerdo va hacia atrás porque esto lo contaba Alberto Marino sobre sus comienzos.


Aníbal Troilo y Alberto Marino
                                           
    -Mis padres y mis hermanos, todos cantaban muy bien. Los viejos eran sicilianos. sabían óperas enteras de memoria; y los domingos en la sobremesa de las grandes comidas familiares, cantaban ellos y todos cantábamos, cuando vinimos de Italia a la provincia de Salta, y más tarde en el barrio porteño de Las cañitas, entre Palermo y Belgrano.

Se llamaba Alberto Marinaro y nació en Verona. Supo enrolarse en la Academia de canto de Eduardo Bonessi, el mismo que lo pulió a Carlos Gardel y a tantos intérpretes tangueros. A los 16 años debutaría en el Cine Palermo y en Radio Mitre. Decidió optar por el alias artístico de Alberto Demare, que tenía similitud con su verdadero apellido.


                                                        


Cantó con varias orquestas, desde la de Emilio Balcarce hasta la de Emilio Orlando. Allí lo descubriría Aníbal Troilo cuando intervenían ambos conjuntos en Radio El Mundo. y el mismo Pichuco le confesaría a Horacio Ferrer su admiración por el ya consagrado como Alberto Marino.

   -Cuando lo escuché a Marino me quedé absorto con su voz. Pero hubo otra cosa: milagrosamente  encontré en su manera un dejo gratísimo del gallego Rodríguez Lesende a quien yo había querido para mi orquesta al principio. Y lo más notable era que Marino jamás lo había escuchado al gallego.

Sería Alfredo Gobbi quien lo sellaría con aquel rótulo tan justo: "La voz de oro del tango", porque realmente era un cantor distinto, vitalizante y aquel dúo que hicieron con Floreal Ruiz en la orquesta de Pichuco fue todo un impacto popular y sus grabaciones se vendían en forma increíble.


  -En la radio me conoció Pichuco, con cuya orquesta debuté antes de debutar, el 1 de diciembre de 1942, porque estaba aún ligado a la orquesta de Orlando cuando fuí a la celebración  de un aniversario del Palermo Palace, en el que actuaba Troilo. El público, sabiendo que yo ya tenía contrato para actuar con él, me obligó a subir al escenario, donde canté con la orquesta Pa'que bailen los muchachos y Mi noche triste. Y el 4 de abril de 1943, grabé mi primer disco: Tango y copas, subrayaba Marino

El tango del título se lo cantaba Marino a Floreal en los ratos libres de los ensayos con Troilo. Y le contaba que de jovencito actuaba en un café de la calle Chenaut y tenía como tango preferido y reiterado  a Se marchita un clavel. En su casa siempre se pasaban tangos de Ada Falcón y Corsini, que tenía su cuñado, y era seguidor de Charlo y Oscar Alonso. Pero nunca llegó a grabar aquel tango favorito.

                                             

El mismo que se quedó en la oreja de José Basso, que era el pianista de Troilo en aquella época y de Floreal, su compañero de rubro. Y entre los dos se compincharon para ensayarlo y finalmente grabarlo el 26 de abril de 1960. Es el tango que hoy traigo a la palestra como recuerdo de esos dos impresionantes cantores: El Tano y el Tata, que dejaron una huella imborrable. 


Y me voy también a ese primer tema que grabó Marino con Pichuco: Tango y copas, de Héctor Artola y Carlos Bahr, grabado el 5 de abril de 1943.


                                          

martes, 6 de octubre de 2015

El pescante

Este tango de Homero Manzi y Sebastián Piana, pinta como pocos aquella Buenos Aires de calles empedradas por las cuales circulaban infinidad de carros con sus cargas destinadas al comercio: El papero ("¡Llegó la papaaaa nuevaaa!"), el lechero con su carrito fileteado, los de la Panificación... Época de corralones para alojar a los nobles matungos, de herrerías en los barrios para cambiar las herraduras de los cuadrúpedos. El Pescante se identifica con otros del mismo tenor como El carrerito, de Vaccarezza y De los Hoyos o Mano blanca, del mismo Manzi con música de Arturo De Bassi.

Homero Manzi (Manzione) bajó de su Santiago del Estero natal) y fue alojado para el estudio en el Colegio Luppi de Pompeya. Barrio de andurriales, de zanjas, de ranas, con potreros donde corrían los niños detrás de una pelota, el pitido del tren estremecía los patios abiertos de las casitas con malvones enlatados, y los olorosos jazmines del país que le daban aroma y color al humilde vecindario.

                                           



Por las noches se escuchaba chairar a las guitarras, en serenatas y en payadas interminables. Los cardales que bordeaban las vías del ferrocarril, crecían como si la pampa se hubiera estancado en los comienzos de la Gran Aldea. Existían antiguas pulperías en las que solían detenerse los hombres de a caballo que llegaban de Mataderos, esquivando los charcos y lagunitas que se formaban en el camino.

En una genial descripción de aquella zona alejada del centro, el propio Manzi la pintaba así:

   -Desde la barranca de Boedo hacia el sur, se presentían Pompeya y Puente Alsina, con sus porrones, sus chimeneas y sus inundaciones; y hacia el norte, el último pedazo de Almagro, escenario de José Bettinotti, el pequeño muchacho zapatero, que inventó, vaya a saberse cómo, la primera canción de Buenos Aires. Y al otro lado, Cochabamba arriba, las calles anchas y los árboles verdes y hasta retazos de alfalfares y quintas misteriosas.

   -Y por San Juan, ganando el río, San Cristóbal bravo lleno de mostradores y de escudos de comité y de canchas de taba y de pedanas a cuchillo. Y a los cuatro rumbos, casas sin salas y corredores profundos y huecos sembrados de vidrio y latas y de hombres traídos por los mares y mujeres con pañuelos atados a la cabeza y muchachos argentinos que estaban fundando, sin saberlo, al hijo nuevo de la patria vieja.

   -Boedo era algo así como un paso pesado que diera Puente Alsina para llegar al centro, como también el tránsito obligado de las gentes del centro cuando querían acercar el alma al Riachuelo.

                                           
Cátulo Castillo, Homero Manzi, Sebastián Piana y Pedro Maffia


Homero Manzi cantó como nadie el paso irremediable del tiempo, en versos convertidos en páginas maravillosas, y que descubrieron el sur perdido  de los porteños que nunca fueron merecedores de la atención de intendentes y concejales municipales. Ellos sólo mimaron al centro y el Barrio Norte. Temas metafísicos e íntimos como Barrio de tango, Cornetín, Valsecito de antes, Nobleza de arrabal,  Milonga de Puente Alsina, Arrabal, El último organito, Esquinas porteñas, Mano blanca, Romance de barrio y la inmortal e hímnica Sur, que hiciera con Troilo y nos sigue emocionando, son apenas brochazos maravillosos de su pluma  homenajeando al barrio que lo acogió. Son paisajes que brotan en el recuerdo como fotografías desteñidas por el paso del tiempo. Pero la paleta lírica de Homero las devuelve indemnes, hermoseadas y llenas de nostalgia

                                       
Homero Manzi


Curiosamente, en un reportaje lejano (Manzi vivió solo 46 años), cuando le dieron un a elegir un tema entre su vasta producción, dudó, y al final dijo algo así.

  -Es muy difícil tener un hijo preferido. Muchas de mis obras me dieron satisfacciones grandes. Escucharlas por voces maravillosas, e incluso por grandes orquestas, no tiene precio. Pero, qué sé yo,  mi corazón tiene una relación con El Pescante que me deja como un poso especial. Sí, es un tango que expresa mis sentimientos y encontró la música ideal, en la creación de Piana. El Pescante significó mucho en mi paso por el tango. Una especie de mojón definitivo.

Marca como una señal entre el pasado que se esfumaba y el presente que asomaba en el horizonte..

Yunta oscura trotando en la noche.
Latigazo de alarde burlón.
Compadreando de gris sobre el coche
por las piedras de Constitución.
En la zurda amarrada la rienda,
amansó al colorao redomón.
Y como él , se amansaron cien prendas
bajo el freno de su pretensión.

                                                 
 

Obtendría el segundo puesto en el concurso organizado en el Teatro Sarmiento, en 1934, en el sainete La canción de los barrios, de Canaro e Ivo Pelay, cantado por Ernesto Famá. Éste lo grabaría el 7 de junio de ese año con la orquesta de Francisco Canaro, como lo haría inmediatamente Ada Falcón con la misma formación. Luego lo registrarían numerosos intérpretes y de entre todas esas grabaciones escojo la de Lucio Demare con la voz de Raúl Berón que fue llevada al disco el 11de febrero de 1943.  Y la de Roberto Goyeneche acompañado por la orquesta de Armando Pontier, de septiembre de 1968.

04- El pescante - Lucio Demare-Raúl Berón

05- El pescante - Roberto Goyeneche con Armando Pontier

sábado, 3 de octubre de 2015

Yo soy el tango

Hoy estamos de cumpleaños en BIEN MILONGA, el bailongo que realizamos todos los sábados y martes en la CASA DE ARAGÓN de Madrid, a partir de las 21 horas. Y con la experiencia que dan los años, sabemos calentar las gambas seleccionando una música de prima, de esas que te llevan a la pista sin paradas intermedias, porque tiene una polenta bárbara y es super milonguera. Tal cual
cantaba el tano Fiore los versos de Homero Expósito:

Soy
el tango milongón                                                 
nacido en los suburbios
malevos y turbios.
Hoy,
que estoy en el salón,
me saben amansado,
dulzón y cansado.
Pa'qué creer,
pa'qué mentir
que estoy cambiado,
si soy el mismo de ayer.

¿Te das cuen? Más clarito echale agua. El tango arrancó malevo, lo quiseron disfrazar algunas veces, anche en estos tiempos recientes con lo del neo tango, pero cuando enchufás un gotán, una milonga o un valsecito del treinta o cuarenta, se disipó la niebla en el acto. Esas grabaciones no tienen contra y son la gasolina de los milongueros, en Parque Patricios, en la China, Roma o Nueva York, ¿viste?

                                         


Escuchen mi compás

¿No ven que soy gotán?

Y está clarete que lo vemos y lo disfrutamos. Y para quien no lo advierta o sea sordo de oreja, de cuore o de remos, me voy a dar una vueltita por el ancho mundo y así les canto mejor la quiniela.

Por ejemplo, me paso por la milonga Porteño y bailarín, de la calle San José, en Buenos Aires, donde Marcela Monzón y Edgardo Balatti se exhiben con Pájaro ciego por Aníbal Troilo y Fiorentino, con una leve intervención de Amadeo Mandarino.

                                          

Cazo la valija virtual y vuelo a Taipei, en China,  para ver a I-fan Wu y Agustín Chu, bailando el tango Una fija por la orquesta de Don Carlos Di Sarli.

                                     

Doy un salto lungo hasta Montpellier en Francia, y ahí los encuentro bailando a La Pluma Haris y Malika. En este caso se trata de un valsecito: Lejos de ti, por la orquesta de Rodolfo Biagi y el cantor Teófilo Ibáñez.


                                          
Y me voy a preparar el escabio para el cumpleaños de BIEN MILONGA, esta noche en Casa de Aragón.

Au revoir!




jueves, 1 de octubre de 2015

Tema otoñal

La estación que sucede al verano y antecede al invierno, es seguramente, la más parejita y linda de Madrid. Como estamos a 600 metros de altura sobre el nivel del mar, el solcito que tenemos en estos meses calienta la osamenta y es lindo  pasarla "campaneando un cacho'e sol en la vedera..."

Pero también son días para encontrar algo que nos renueve las emociones y prestemos más atención a muchas cosas que nos pasan, que nos rodean, como la naturaleza y la música, que  son inspiradoras y fecundas. Desde mi ventanita florida veo los árboles y el verde del parque vecino, mientras escucho música y escribo. Todo eso me sirve para recrear ese archivo incrustado, aquellos paisajes del alma, que decía Unamuno, sumergiéndome en reverberaciones melancólicas, quizás.

                                           
Enrique Mario Francini y Aníbal Troilo


Como las imágenes efímeras que titilan en la pantalla del ordenata, mi cabeza y mi cuore viajan con esta música que escucho en la manaña luminosa, Sin nubes en el horizonte. Y me estoy acordando de Enrique Mario Francini y sus viajes emocionales con el violín. Un músico maravilloso y sencillo como hombre de pueblo, al que vi tantas veces, incluso pasando un momento dramático cuando subió al palco que esperaba aquel regreso tan esperado de Juan Domingo Perón en el tinglado preparado cerca del aeropuerto de Ezeiza, junto a otros integrantes de la orquesta del Teatro Colón..

De repente comenzó un tiroteo brutal y los músicos debieron tirarse de bruces al piso del palco para evitar las balas. Yo estaba con dos compañeros periodistas, parapetado contra la pared del mismo y lo veía a Francini abrazado a su violín y no podía creerlo, ni entendíamos nada de la que estaba pasando. Y el otro tema tremendo, fue su minuto final en el escenario de Caño 14.

Se organizó un Festival en homenaje a Pichuco -fallecido tres años antes, el domingo 27 de agosto de 1978, al que acudía Zita, la compañera de Troilo. El gordo Francini -para muchos el mejor violinista de la historia del tango-, estaba algo mal de salud pero decidió acudir y Chupita Stamponi que hacía dúo con su amigo de toda la vida, pidió tocar en primer término para que Enrique pudiera irse a descansar.

                                                 
Enrique Mario Francini y Héctor Chupita Stamponi


Los presentó Ana María Micheli, arrancaron con La casita de mis viejos y siguieron con Mi noche triste. Estaban tocando Nostalgias entre grandes aplausos, cuando de repente Francini cae al suelo como impactado por un rayo. Lo atendieron de inmediato los doctores Matera y Márquez, mientras él agonizante preguntaba por su violín, pero ahí se quedó para siempre el querido Gordo Francini.

                                         
Enrique Francini, Alfredo Gobbi y Hugo Baralis, tocan en la orquesta de Troilo

Yo tenía un recuerdo suyo mucho más amable y gracioso, que sucedió en ese mismo mítico local. Era una velada que ya se acababa, quedaban los últimos amigos, saturados de noche, compinches de Pichuco, tangueros de alma. Afuera, en la calle estaba destemplado, frío, ventoso, y entonces Troilo le dijo a Francini:

-Subí y tocate un par de temas con toda tu polenta, para cerrar...

El Gordo desenfundó su violín, subió al escenario con Pichuco y éste les anunció a los fanas que aguantaban hasta el final:

- Bueno ahora el maestro Enrique Francini nos va a deleitar con su gran clase, en un par de temas, y después...¡nos vamos todos a la mierda..! 

Cosas de Pichuco. Lo hizo en la intimidad silenciosa de la noche y porque en ese momento no quedaban damas, con las cuales era sumamente respetuoso.


Francini no compuso demasiados temas pero dejó páginas de grueso calibre. Y de entre ese manojo de creaciones suyas, hoy me vine con su Tema otoñal. Ha sido grabado por su propia orquesta y por diversos intérpretes como Ástor Piazzolla, Aníbal Troilo, Francini-Pontier, Hugo Baralis, Fernando Romano y muchos otros. Aníbal Troilo le registró con su orquesta el 20 de septiembre de 1967 y vale la pena destacar que Pichuco invitó a Francini a esa grabación y lo hizo intervenir con sus maravillosos solos de violín.

Es la que escuchamos acá con tremenda nostalgia.

Tema otoñal - Aníbal Troilo







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martes, 29 de septiembre de 2015

José Canet

Además de ser un excelente ejecutante de guitarra y talentoso acompañante de numerosos cantantes (Alberto Gómez, Jorge Vidal, Nelly Omar, Oscar Alonso, Gloria Díaz y muchos otros), con su conjunto de guitarras, también fue un inspiradísimo compositor y letrista. Muchas de sus creaciones perviven en la memoria colectiva de las viejas generaciones y las actuales, que las bailan en la milonga.

Porque tangos suyos como Hoy al recordarla, por ejemplo, que encontró magníficos intérpretes en Julio Martel con la orquesta de De Angelis, Jorge Durán con Di Sarli o Alberto Morán con Pugliese, directamente, es de los que me acarician el cuore. Se trata sólo de un ejemplo, pero a mí esas versiones me dejan un poso de nostalgia interminable. El valsecito Me besó y se fué (hermosura de Tanturi-Campos); el tango Serpentina de esperanza (gran creación de D'Agostino-Vargas); Y dicen que no te quiero (maravilla de Floreal Ruiz con Troilo); De seis a siete (Caló-Iriarte o Tanturi-Campos), Los cosos de al lao (Troilo-Casal o Francini-Pontier-Florio); Julián Centeya (La milonga que grabó Di Sarli con Podestá); Si tu quisieras (Di Sarli-Rufino o Caló-Podestá), son muestras decisivas de su capacidad para componer y, en su gran mayoría, también escribir los versos.

                                               
José Canet acompañando a Alberto Gómez


La qúimica de las calles, sus pequeñas historias, y el modo de llevar esas historias mínimas al pentagrama, teñidas de sentimentalismo, más la polifonía imaginativa que las convierte en canciones duraderas, lo conforman como un gran hombre de tango, que merece un reconocimiento a la altura de sus méritos. Y, por supuesto, sumarlo a su calidad de músico, reconocido por los hombres del tango y todos aquellos vocalistas que supo acompañar, incluso en largas giras por toda América, como el caso de Alberto Gómez o la gran Nelly Omar.

                                     

Lo ví pasar muchas veces con su guitarra enfundada, y su pinta, por la esquina de Lavalle y Esmeralda. Allí comenzaba mi periplo nochero cuando rozaba la veintena de años. Me encontraba seguido con el Negro Hugo Díaz que tocaba en la Confitería Trocadero y previamente paraba en el Bar Suárez de la citada esquina. Chamuyaba mucho con El Negro y me reía como loco con sus chistes santiagueños. A veces se paraba un ratito Pedro Laurenz con su fueye rumbo al trabajo diario y también se quedó en alguna ocasión compartiendo un trago con nosotros José Canet, pispeando el reloj de su muñeca, por si acaso...

En uno de esos salteados encuentros, yo le hablaba de sus tangos y lo que me provocaban como milonguero. Y en la cita, me recordó que La abandoné y no sabía la escribió en Chile, en 1943, donde se hallaba secundando a Alberto Gómez, y el corazón chirriaba por los recuerdos.

                                 

   -Cuando uno se encuentra lejos del pago, a veces se tiene una sensación de vacío, de melancolía y de abandono - decía haciendo un gesto significativo-. Y bueno escribir, componer, es como un acto de contrición... Y más de lo mismo me sucedió con Tarde, que la escribí en Caracas en el año 47. Hay muchos momentos en que  uno se da cuenta que no hay nada más paralizante que el olvido. Como en esos viajes largos la cabeza da muchas vueltas, los recuerdos se aparecen con todo su peso sentimental y claro, también sirven como fuente de inspiración.

Lo dije antes, esos temas me llegan con hondura, porque todos arrastramos esas sombras que pareciera que las hemos dejado en el camino y de repente reviven en un viaje, en el pre sueño, en una charleta insignifcante o tomando un café al bardo. Admiro a este hombre del barrio de La Paternal, que no solamente  supo destacar como músico y compositor, sino que logró encajar unos versos que destilan porteñismo, deschave, y fueron piezas importantes en las partituras de las grandes orquestas del cuarenta.

                                    

Por eso escucho una y otra vez con emoción estas grabaciones. Por ejemplo: La abandoné y no sabía por Osvaldo Pugliese, su orquesta y Roberto Chanel, grabado el 20 de julio de 1944 (genial). Y Tarde, por Miguel Montero con la orquesta de Francisco Lomuto, registrado el 27 de octubre de 1950.

Osvaldo Pugliese - La abandoné y no sabía (R.Chanel)

300- Tarde- Francisco Lomuto-Miguel Montero

sábado, 26 de septiembre de 2015

Amor y tango

Esta noche tengo BIEN MILONGA y estoy armando la música que bailaremos en la pista de la Casa de Aragón, de Madrid. Una música que me remite a tantísimas milongas que he recorrido en mi vida y que las sintetizo en los martes y sábados que disfrutamos a rolete, en esta Casa a partir de las 21 horas. Le han dedicado muchos tangos, milongas y valsecitos a todo lo que sucede durante el baile, la pasión que se pone en el mismo y, a veces, hasta ese romance que dejará una huella profunda en la pareja, tocada por la varita mágica del amor. Ese gran poeta tanguero que fué Carlos Bahr lo sintetizaba así en el tango del título.

El tiempo pasa de largo
cuando te abrazo en un tango,
y estoy muriendo de antojos
por besarte en esos ojos
que al mirar me están quemando.
El tiempo pasa de largo
cuando te abrazo en un tango,
mientras se quiebra la voz de la orquesta
que dice de tango y amor.


                                                 

¿Y quien no vivió alguna vez este trance, si bailar el tango es una pasión íntima, un diálogo de cuerpos enredados que hablan con los brazos, los pechos, los pies...el alma!

Normalmente uno va disfrutar con el compañero o compañera ocasional, y el sentimiento que ponemos al interpretar la música puede provocar una emoción interna muy fuerte, aunque no tengamos la menor intención de buscar el affaire amoroso. Es el tango que nos une con su enorme atracción y la sensualidad del abrazo y el baile. Los milongueros sabemos diferenciar los sentimientos de las emociones.

Y para ver qué se siente por el ancho mundo al bailar el tango, la milonga o el valsecito, me hago la tournée de los sábados matinales, viendo cómo las gastan por ahí. Y arranco en el festival de Toronto (Canadá) con la pareja Javier Antar-Kara Wenham, bailando el tango Gloria, por Donato Racciatti, cantando Nina Miranda.





Y como tengo ganas de pasarme por Buenos Aires, me voy a Villa Urquiza, y en el Club Sunderland vemos a la yunta formada por Alejandro Hermida y Paola Tacchetti, que se mandan con la Milonga de los fortines, por la Típica Víctor y el cantor Mariano Balcarce.

                                    

Y ya me vengo cerquita de casa, a Zaragoza, para ver a Sebastián Arce y Mariana Montes -bella pareja-, bailando el valsecito Ilusión azul, por Alfredo De Angelis y Carlos Dante en el canto.

                                          

viernes, 25 de septiembre de 2015

Melancólico

Estoy escuchando este hermoso tango de Julián Plaza, interpretado por la orquesta de Aníbal Troilo, y me encaja perfectamente con este comienzo otoñal en Madrid, que es una estación propicia a la melanco y a los recuerdos. Y de paso recorro un poco todos aquellos temas suyos que le grabara Pichuco y que fueron una bocanada de aire fresco en una época en que el género languidecía.

Pianista-bandoneonista, nacido y criado en La Pampa, su forma de ser y de componer reflejan un poco el espíritu sobrio, introvertido de los habitantes de esa pampa interminable. Estudió con Félix Lipesker y Julián Bautista, instalado en la Buenos Aires tanguera del cuarenta y con apenas 15 años ya formaba en la fila de bandoneones de Edgardo Donato.

                                             


Su trayectoria pasa por las orquestas de Miguel Caló, Antonio Rodio, Carlos Di Sarli e incluso media su incorporación a la orquesta de Eduardo Bianco y una larga gira por Europa y Medio Oriente. Estaría en el conjunto de Atilio Stampone y desde 1959, en el de Osvaldo Pugliese donde consolidó su papel de ejecutante, compositor y arreglador.

Julián Plaza, tercero por la derecha, cuando estaba en la orquesta de Miguel Caló

Troilo, que tiene muy buena oreja, lo llama para pedirle un arreglo y a partir de ese momento no sólo incorporará los tangos y milongas que Plaza iba tejiendo sino, acude una y otra vez a sus arreglos.
Recordaba el mismo Julián hablando con Del Priore, aquella primera invitación de Pichuco.

   -Recuerdo que fue para el tango Aguantate Casimiro cantado por Goyeneche. Después me pidió que escribiera Danzarín. Yo era hincha de Troilo y estaba muy nervioso porque no sabía cómo íbamos a encarar el arreglo. A Pichuco le gustaba trabajar en su casa. Él iba enhebrando los arreglos con su bandoneón. Bueno, la cuestión es que cuando nos juntamos, todo salió distinto de cómo lo había planteado (...).

   -Troilo empezó por la parte más importante que es la parte melódica. No me costó mucho acomodarme. Yo desde chico lo imitaba porque llevaba el estilo Troilo en mi corazón.  Troilo era un hombre que daba pocas indicaciones. Siempre tuve al lado gente que era troileana. Antes de trabajar conmigo le habían hecho arreglos Ástor Piazzolla, Argentino Galván, Héctor Artola, gente de la misma línea.


  -Troilo tenía mucha influencia sobre los músicos. En fin... después de ciertas indicaciones, hice el arreglo, le gustó y lo estrenó En Radio El Mundo. Troilo me grabó nueve obras. Coincidentemente, a Piazzolla también. Trabajar con Troilo me abrió la puerta a otros músicos. Tuve la suerte que incorpora prácticamente en todas sus presentaciones Danzarín y Nocturna. Esto me dió a mí, como compositor,  la posibilidad de que esas piezas pasaran a ser obligadas de muchos conjuntos.

   -Al trabajar como arreglador yo pensaba una cosa: este compás va así, esta nota va asá...pero Troilo si veía algo lo cambiaba, y nunca se equivocaba, tenía una gran visión del balance total, del equilibrio de la orquesta. Y él era así, con todos, así fuese Plaza, Piazzolla, Galván o quien fuese. Todos pasamos por la borratina y siempre lo hacía con una razón justificada.

                                   


Lo cierto es que Julián Plaza hizo numerosos arreglos para Pichuco que le grabaría además tangos tan hermosos como Danzarín, Nostálgico, Color Tango, o las milongas Nocturna, Morena, Milontango y Payadora.

El tema de hoy -Melancólico-,  lo grabaría Pichuco dos veces: el 18 de agosto de 1961 para el LP Troilo For export, y el 25 de abril de 1963, ambos con arreglo de Plaza. Éste último es el que adjunto.

Una belleza.

153 - Melancólico - Aníbal Troilo