Enrique Cadícamo fue y es toda una gran leyenda del tango. La cantidad de temas exitosos creados por este poeta que también musicalizaba gran parte de su obra, posiblemente no tenga parangón, en cuanto a la enumeración de títulos que poblaron los pentagramas de orquestas típicas y cantantes de ambos sexos. Quizás con el ejemplo de Carlos Gardel, que le grabó 23 temas, nada menos, ya tendríamos una idea de su dimensión autoral.
Su paleta poética retrató los conventillos, las épocas grises y las luminosas. La calle Corrientes cuando estaba colmada de escenarios tangueros y milongueros. Y lo más notable es que, prácticamente, siempre acertó con sus creaciones. Desde la antaña guardia vieja a las renovadas formaciones, recurrieron a sus versos musicales y porteñazos para nutrir su repertorio.
Ángel DÁgostino y Enrique Cadícamo tomando un café |
Ángel D'Agostino, por ejemplo, que era muy amigo suyo y vivían cerca el uno del otro, le grabó nada menos que veinte temas, que por lo general tuvieron mucho eco, y siguen sonando en las milongas de tantas partes. Entre ambos compusieron cuatro de esas veinte piezas y una de ellas se mantiene firme en la elección de los disc jockeys de todo el mundo, y es la que traigo en este recuerdo.
El Café Domínguez era uno de los tantos rincones que reunían a los porteños por la tarde o en las alargadas noches que los acoplaba para escuchar a las orquestas en vivo. Este recinto estaba ubicado en la Calle Corrientes y Paraná y tuvo la particularidad de ser el primero en estar abierto las 24 horas. Allí se instaló la primera máquina express de café. Celedonio Flores lo nombra en su poema Tristezas.
Cadícamo, en su "Viento que lleva y trae", le dedica el verso que años más tarde se convertirá en tango: Café Domínguez. Un tango de gran pegada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario