Ya he hablado del Armando Juan Tagini en estas páginas, destacando su gran cualidad poética en la escritura de tangos que tuvieron mucha trascendencia en el eco popular y en la interpretación de orquestas y cantores, desde que Carlos Gardel le grabara sus temas: Gloria y La gayola, el 20 de agosto de 1927. Con estos dos sucesos se fue truncando su carrera de cantor, y pasó a ser autor de numerosos tangos junto a diversos compositores. La mayoría de esos temas rubricaron el éxito inicial de sus pinturas tangueras.
Y si hoy me concentro en el que compuso con Humberto Canaro, es porque difícilmente pueda encontrarse otro letrista tanguero que con apenas 21 años de edad lograse dos sucesos tan fuertes como los que le llevara al disco Gardel. Y que fueron el inicio de una pluma que seguirá describiendo historias que cobrarán forma en la sociedad y se instalarán en atriles tangueros.
Gloria es una especie de revancha femenina, aunque esté escrita por un varón. Hay infinidad de tangos que hablan de la traición de la mujer y que se han popularizado. Parece que fuera algo muy común si nos atenemos a tantas páginas que tuvieron y tienen repercusión popular a través de orquestas y cantores que popularizaron el tema de la hembra que engaña al varón y lo hunde en la tristeza y desesperación.
Las pasiones son casi todas vicariasy están perfectamente organizadas como espectáculo. En el halo fantasmal y perenne de la vida hay muchos/as que huyen del agotamiento del amor físico y de permanecer marcotizados en una paisaje mental. Al final, todas las cosas encuentran su propia forma, incluso las sublevaciones. Todo acaba cayendo en los tópicos de la vida.
En el caso de este tango se trata del "Señor" de muy buena situación económica, que intenta seducir a la humilde muchacha proponiéndole un mundo lleno de cosas de valor. O sea: quiere "comprarla" con dinero. Y en su respuesta, ella muestra su capacidad para valorar el amor que siente por el joven que es su novio y rechaza todas las ofertas lujosas del comprador de amores fáciles.
pero a mí no me vas a engrupir
con tus frases de mentido amor...
Perdés tiempo... Ya podés seguir...
Desde el pique, viejo, te juné
la intención de quererme comprar,
pero soy de buen pedigrée:
a otra puerta andá a golpear.
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