De veras que hace un frío de tiritar: el inviernazo del 37 se ha venido con todo en Buenos Aires.
-Siete grados, dijo la radio. El debut va a ser como en familia: ¡todo en contra, che!
-No lo creo así. Por de pronto, la casa tiene su clientela. ¡Y los amigos no van a fallar! Digo yo...
La orquesta de Troilo el día de su debut |
Son casi las once de la noche. Bien metidos en sus sobretodos, esos muchachos -ya se han comido un bife por ahí- sorben su cafecito caliente en el bar de Corrientes y Maipú.
-Estuviste en los ensayos?
-No. pero tienen que andar bien: son buenos músicos todos.
-La única lástima, repito, es el momento. Pero mejor que suene la orquesta, ¿te creés vos que va a haber una grabadora que lo lleve? Digo la verdad: hasta la radio lo veo difícil para el Gordo.
-No es para tanto. Por lo menos, y durante algún tiempo tendrás esto del cabaret. Después se verá.
-Y en una de esas se enganchan en el Nacional o en el Germinal. Mirá. ¿quién te dice que, justamente, por salir con todo el viento en contra, no den el campanazo?
-Ojalá. Pero hay un problema, viejo: ya sabemos lo que es el Gordo con el bandoneón: un fenómeno. Ahora: eso lo valoramos nosotros. Quiero decir: vos que sos músico, aquél que está en el ambiente y éste que no se pierde una donde hay un tango bien tocado. ¿Y los demás?
-No te falta razón. Pero yo sostengo mi palpite.
El del palpite es flaco, sonriente, moreno, pero moreno retinto. Muchos años después -veinte-, cuando esta noche sea ya un recuerdo muy grato por cierto, y él se haya exiliado de Buenos Aires por voluntad propia, me escribirá desde Colombia:
-Cómo podría decírselo? Para mí... para mí el Tango ¡es como una segunda naturaleza!
Claro que sí: eso mismo, una dimensión del alma es el Tango para Joaquín. El Negro Mora.
Para este morochazo de treinta años, graduado en piano del Conservatorio Santa Cecilia, intuitivo del bandoneón, que ha peregrinado como acompañante de la Maizani por España y es -en la unánime opinión de toda la gente que está en la cosa- uno de los mayores talentos melódicos que ha dado Buenos Aires. Yo soy aquel muchacho. Frío, Divina, En las sombras; Esclavo, son los temas suyos que lo ponen a la altura de un Cobián, en esa manera de sentir el Tango que comparte, tan de cerca, con Demare, con Pichuco, con Gobbi. Actualmente le dirige la música a Hugo del Carril. Hace un par de años condujo un buen trío -a la manera de Irusta, Fugazot, Demare -con los vocalistas Héctor Morel y Antonio Rodríguez Lesende.
Lo que es una pena, es que no haya podido arreglar Pichuco para traerlo al gallego Lesende a su orquesta. Para mí, creo que también para el Gordo -Ciriaco opina lo mismo- es el mejor chansonier.
-La idea era esa. pero Lesende trabaja muy bien en Lucerna. Y no nos vamos a engañar, querido: esto es una aventura. de todos modos Fiore va a caminar bien: sabe lo que canta. ¿Vamos?
-Vamos.
Pagan, se levantan, Y con el Negro Joaquín a la cabeza, el grupo cruza desde el bar hasta el cabaret que está efrente, en la vereda Este de Maipú entre Corrientes y Sarmiento. Al entrar, un letrero que suscita risitas: Esta es la boite Marabú, / la boite de más alto rango, / donde Pichuco y su orquesta / le harán bailar buenos tangos.
Poco después, la barra de Mora ya instalada en una mesa, atiende a las palabras de presentación, el Gordo marca dos y sus sitete músicos, de irreprochable smoking, mandan el opus uno: Tinta verde, de Agustín Bardi. Sobre el aplauso cerrado, Francisco Fiorentino que se acomoda ante el micrófono y da la segunda: El carrerito, de De los Hoyos y Vaccarezza.
-Es la gran pegada muchachos, Pichuco y Fiore ponen el número. Aquí hay orquesta para rato.
Joaquín Mora, sacudiendo sus manotas, ratifica su palpite, ya compartido por los demás amigos de la mesa: José María Catunga Contursi, Roberto Miró, Andrés Falgás y Luisito Sierra.
Ocurre la noche del 1º de Julio de 1937.
(De El Libro del Tango, - Horacio Ferrer)
(Escuchamos por Troilo-Fiore, la grabación inédita , del tango de Gardel-Le Pera-Battistella: Melodía de arrabal.)
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