En una de mis visitas a la cárcel de Devoto, donde estaba encerrado mi padre, me había dicho papá:
-Be... andá a COMAR (Corporación Musical Argentina) a ver si hay algunos mangos para cobrar...
-Si, papá.
-Andá lo antes posible.
Y fui al día siguiente. Hacía mucho frío. Tenía puesto un tapado negro abotonado, con cuello palomita, mangas dolman, con bolsillos a los costados inclinados, y terminaba con vuelo. Entro. Voy a la ventanilla y hay que formar fila. Estoy parada detrás de un señor sumamente elegante vestido con ropa de color marrón, todo haciendo juego, del sombrero a los pies. de una elegancia y gusto pocas veces vistos. Tenía sus guantes en el bolsillo derecho del sobretodo. Noté que estaba cobrando. Esperé poco tiempo más y el hombre se retira hacia un lado. Me acerco a la ventanilla y le digo al empleado.
Osvaldo Pugliese y su hija Beba |
-Señor, buenas tardes, vengo a cobrar las liquidaciones del maestro Osvaldo Pugliese.
Me mira con atención y me dice:
-Enseguida me fijo...
Tardaba y yo me palpitaba ya la respuesta. Se acerca y con auténtica tristeza responde:
-No hay nada, señorita.
-Bueno -le dije- muchas gracias, señor.
Aquel hombre que había estado delante de mí escuchaba la conversación sin yo darme cuenta. Me voy hacia la salida y él me alcanza y pregunta:
-¿Vos sos Beba, la hija de Osvaldo?
- Sí
...pero yo no lo conocía. Aparte de ello, tanto papá como mamá me instruían permanentemente:
-No te pares con nadie, cuidate, hay mucha represión"... etcétera...
Lo miro y expresa:
-No quiero que te ofendas, ni te sientas molesta por lo voy a preguntarte -y realmente lo expresaba con delicadeza-. Sé de la situación angustiosa que están padeciendo en tu casa, el dolor que sienten, lo ingrato que es todo esto. Quisiera saber, en forma confidencial, qué necesitan Osvaldo, vos, tu mamá...
Respondo sumamente agradecida:
-Nada... nada...
Y muy tímidamente concluyo:
-...muchas gracias, señor. -aunque nos faltaban muchas cosas. Pero él no me creyó.
-Escuchame, yo sé que la situación es muy difícil para ustedes. Te dejo mi número de teléfono y mi dirección. Lo que precisen, lo que les haga falta, me lo dicen. Prometémelo...
-Sí señor...
le respondí reiterando
-Muchas gracias señor....
Nos estrechamos las manos y nos saludamos para despedirnos. Mientras iba caminando lentamente, sin sentir el frío que hacía, y bajo el peso oprimente de tantas angustias contenidas, yo no podía parar de llorar. Al rato, calmada, respiré muy profundamente y me dije:
-¡Por fin alguien del ambiente que se acerca para enterarse qué nos pasa!
Mi agradecimiento más allá del tiempo transcurrido para el señor Alberto Echagüe. Cada vez que pienso en aquella mañana, el recuerdo me emociona. Y así será hasta el final de mi vida.
(De su libro: OSVALDO PUGLIESE - Testimonios de una vida)
Son las 3,46 am del miércoles 22/09/21/ y lagrimeando como un niño a mis 77años. Esto lo recibi de mí hermano dela vida Héctor Alberto del campo de Rawson (Chacabuco)
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