Una orquesta referencial del género que evolucionaría constantemente y en su metamorfosis alcanzaría peldaños por su exhuberante creatividad, la entrega, el estudio y el papel que jugaron sus músicos en los arreglos, en la composición y la trama colectiva. Tuvo una barra de seguidores impresionante que entraba en las milongas y salía de las mismas al grito de:
-¡Ese, ese, ese.... la barra de Pugliese!
Natalio Etchegaray, el escribano, que fue gran admirador y amigo de Pugliese (éste le dedicó su tango Protocoleando), respondía así a una pregunta sobre ¿por qué creía que Pugliese era uno de los más grandes?
-Bueno, porque fue uno de esos creadores en serio. Uno ve ahora la paloma de Picasso y supone que cualquiera la puede hacer, pero no es así. Él fue un músico muy original. Vivió y mamó el tango desde su origen y tuvo que decir algo distinto. Y lo dijo en 1924 con Recuerdo. Y luego al crear su orquesta, la que se vislumbra en 1937 y debuta en 1939. Y también en 1945 al hacer conocer sus obras extraordinarias: La yumba, Negracha y Malandraca, tres pivotes sobre los que se desarrollará el futuro del tango.
A partir de un decarismo inicial, que es lógico porque todo el mundo se basa en algo, él avanza con mucha simplicidad hacia una forma más compleja, donde los instrumentos de la orquesta tocan de distinta manera, marcando cada grupo de instrumentos de modo diferente. Parece mentira, pero los bajos y el piano están haciendo una cosa, y los bandoneones y los violines otra. Y eso se nota porque los músicos no lo podían hacer si él no se los explicaba. Fue un creador que se adelantó a su tiempo, que innovó siempre. Y luego un hombre de muchos principios en su profesión y su vida, de una integridad total.
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