A los negros se les ha negado su presencia en el invento, aunque fueron ellos los que pergeñaron esta danza e incluso participaron en la creación de la música a través de intérpretes como los Posadas, Sebastián Ramos Mejía, Plácido Simoni Alfrado, Harold Philips, o el mismo Leopoldo Thompson, que eran descendientes de esclavos. Por eso creo que vale la pena traer al Blog esta nota que apareció en 1926 y que describe, a su modo, y seguramente con muchos errores, aquellos comienzos del tango.
La verdad es que algo debe existir dentro del tango. Todos los bailes
nuevos se imponen. Triunfan. Y ¡adiós! El viento se los lleva... Sólo el tango
va quedando, haciendo dibujos en la alfombra como las mariposas de la primavera
que, según Fabre, viven muchos inviernos...
El tango, por consiguiente, como elemento de la vida humana, provee a los
sabios de argumentaciones filosóficas. El primero en dar la voz de alarma ha
sido el maestro de baile don Juan E. de Chlkoff, el cual, hace un año, expuso
por radiotelefonía sus impresiones sobre el tango.
-El tango -dijo, más o menos- es el padre, la madre y el hijo de todos los
bailes modernos. Hay en él tantas armonías, tantas figuras y tanto corazón, que
el fox-trot, los blues y el charleston, no son más que préstamos del tango. A
través de todas las danzas modernas, un profesor de estética puede ver
fácilmente, como con rayos Roentgen, que el tango argentino es el esqueleto de
esas danzas. Vale decir: siempre el tango, vestido a la yanqui, a la inglesa, a
la rue de la Paix. Siempre el mismo tango con diferentes apellidos.
Muchos preguntarán:
-Pero, en efecto, el tango ¿es argentino?
Parece que la música vino con los candombes en los buques negreros que
llegaron del Congo. Pero el tango, como danza, se improvisó en América -en el
viejo Buenos Aires virreinal-, cuyos negros, al son del tamboril, daban saltos
y hacían dengues, esguinces y ademanes, sin pretensiones de bailar, pero...
bailando.
Consultado Chlkoff, nos ha dicho: -He escuchado una versión que me parece
la más acertada. Atribuye los comienzos del tango a las danzas de la
servidumbre colonial durante el virreinato. La gente de color se congregaba en
bulliciosos festivales. En ellos se bebía y se cantaba sin moderación. Cuando
la alegría de la fiesta llegaba al paroxismo, los concurrentes, inspirados por
el alcohol, ¡mprovisaban al ritmo del tambor africano, una danza lúbrica y
desordenada, en la que los pies de los danzarines trataban de seguir el ritmo
sincopado de la música negra.
- ¿Y el nombre de tango?
-Parece que no es africano. Nació en Buenos Aires, en el famoso
"barrio del tambor", de que habla Wilde. Me atrevo a afirmar que su
nombre es palabra castellana, derivada del latín: tángere. No seria raro,
entonces, que algún predicador de los que en aquella época salpicaban de
latinajos sus discursos, y fundado en que esta era la única danza en la ciial
las parejas se enlazaban, le hubiese llamado la danza del tocamiento, esto es,
tango, de tárigere, tocar.
La explicación no es desacertada. El tango refinado y culto se introdujo en
los salones, y, sin perder su gracia, se capto las simpatía de las madres
modernas. De las antiguas ¡no se diga!
-¿El tango? íqué inmoralidad!
El delito más grave de que se acusa a Manuelita Rosas es el de su presencia
en los candombes, viendo bailar el tango de los negros. En el libro de Carlos
lbarguren vemos a la pobre muchacha presenciando, por orden de su padre, cómo
las parejas de negros se derretían en el tango. Ella iba obligada por la
política paterna. El tirano necesitaba que los negros de Buenos Aires -el
treinta por ciento de la población- creyeran en su afecto protector. Los
halagaba enviándoles a lo que más amaba: a su hija... Y cuéntase que la misma
Manuelita, para no desairar a la negrada, bailó también con ellos el tango
primitivo.
No se equivocaba el gran Restaurador. He aquí lo que José Antonio Wilde nos
dice:
"Los negros llegaron a tener su... página negra, Vino el tiempo de
Rosas, que todo lo desquició... En el sistema de espionaje establecido por el
tirano, entraron los negros a prestarle un importante servicio, delatando a
varias familias y acusándolas de salvajes unitarios. Las negras se hicieron
altaneras e insolentes, y las señoras llegaron a temerlas tanto como a la
Mazorca." (Pág. 140.)
El tango, pues, contribuyó a las luchas de la tiranía. Después, salió de
los candómbes para entronizarse en el viejo barrio de San Telmo, donde estaban
los Mataderos. Más tarde, pasó a la Boca de¡ Riachuelo, donde el acordeón
genovés v la guitarra, introdujeron en la danza criolla un sentimiento más
culto de la armonía, sin que el baile perdiera su gracia voluptuosa. Luego, el
bandoneón perfeccionó sus movimientos, dándole más ensueño y purificándolo de
procacidad. Apareció entonces, el primer tango escrito, que se llamó "Bartolo",
y de allí saltó al escenario de los teatros nacionales, donde Ezequiel Soria
hizo que lo bailaran artistas españoles como Enrique Gil, Félix Mesa, Ángeles
Montilla, Julio Ruiz... Así el tango se embarcó para Europa v, impuso en los
teatros de Cádiz, de Sevilla, de Barcelona y de Madrid... Surgió la "Bella
Otero" y lo llevó a París, donde Liana de Pougy se enamoró de su ritmo, lo
difundió como una danza bárbara entre sus canciones parisienses, y, enseguida,
Mistinguett lo canonizó junto con la machicha brasileña.
Tal es la historia de nuestro lindo tango. Pero, como no hay historia sin
filosofía, he aquí que el baile nacional tiene la suya.
-El baile -ha dicho Bergson- es , la ley filosófica del movimiento. Tiene
entre los sexos la misma importancia de la palabra. A veces, un giro de tango
habla más al alma de una mujer que diez tomos de Shakespeare.
Esta opinión del elegante filósofo de la Sorbona es aprobada por el propio
filósofo Chikoff, que afirma: -El tango en los salones ha traído como consecuencia
una vinculación social que no existía antiguamente cuando el minué federal, tan
hermoso y tan místico, mantenía a los hombres y a las mujeres separados por una
frialdad que daba a las reuniones sociales la tristeza alegre de los velorios
de angelitos.
El tango aristocrático, artístico, que permite hacer frases armoniosas con
los pies, extingue el miedo que la mujer suele inspirar al hombre.
Esta es la verdad. El hombre, que se cree tan audaz, tan agresivo, tan
valiente con las mujeres, se s¡ente tan poca cosa frente a ellas, que sólo el
tango le recuerda que es el Dominador.
El baile -ha dicho no sé quién- es:
A los quince años, una necesidad orgánica.
A los veinticinco años una necesidad moral.
A los cuarenta años, una necesidad social.
A los cincuenta años, una necesidad filosófica.
A los sesenta años, ya no es necesidad.
En cuanto al tango, siempre seguirá viviendo en los salones haciendo
dibujos en el aire, como las mariposas. Es inútil que otras danzas queran
eclipsar su predominio. Tango viene de tángere; de noli me tángere, "no me
toquéis".
El tango parece, pues, que dijera eso mismo: -"nol¡ me tángere"-,
traducido a la lengua argentina: -¡Nadie me pisa el poncho!
Colaboración: NICOLÁS STRANJER
Artículo publicado en la Revista CLUB DE TANGO Nro.48 Marzo-Abril
2001
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