Este valsecito de Enrique Cadícamo y Julio César Sanders, busca revivir aquellas serenatas al pie de la ventana de la novia, como se estilaba en los barrios porteños. Ambos autores vivieron en el mismo barrio de Flores donde se conocieron y compartieron aquella bohemia jovial que alargaba la noche en las calles y los cafés. Luego se verían muchas veces en el centro de la ciudad porteña, donde Cadícamo ya había sacado chapa de grande del tango.
Es un tema que renace cada tanto y que volvió con una fuerza inusitada a las milongas de Buenos Aires para trasladarse con la misma alegría contagiante a Europa y Estados Unidos en la fiebre renacedora de la danza. En esta ocasión fue el pianista uruguayo, Miguel Ángel Villasboas, quien embocó en 1999, una adaptación al estilo del cuarteto Roberto Firpo, alargando las secuencias y que le permitía a los bailarines exhibir su destreza con los valsecitos, alegrando las pistas.
Y así, este vals porteño que nace en 1934, cobra nueva vida desde aquella grabación de Charlo con guitarras en 1935. Ese mismo año, logra también muy buena versión Francisco Lomuto con su orquesta y el cantor Fernando Díaz. Dos años más tarde lo toca Aieta en el filme Los locos del cuarto piso y Alberto Castillo, en la cumbre de su popularidad lo lleva al canto y el silbo de los porteños grabándolo, en 1943 acompañado por la orquesta que dirigía Emilio Balcarce. Y otro nuevo peldaño de fama lo escala con el mismo Alberto Castillo cantándoselo a la amada (María Concepción César) en la película La barra de la esquina, que tuvo un tirón enorme.
Muchachos, hoy que es noche clara y estival
invito a todos, la barriada a recorrer
hay mucha luna y es que la luna de arrabal
nos acompaña por las calles como ayer.
Es medianoche, ella duerme y su balcón
entornado me espera que llegue,
junto al gemir del diapasón
yo quiero alzar, sentimental,
la serenata de mi amigo, el corazón...
Esa ceremonia que hemos tenido la suerte de presenciar varias veces con Paquito, el fueye del barrio, los guitarreros y el cantor de melena engominada, al pie de alguna ventana, está maravillosamente descripta por la pluma de Cadícamo. El pianista Julio César Sanders, eterno bohemio de la calle Corrientes, pianista que llegó al gran éxito con Adiós muchachos, que le permitiría juntar mucho dinero y viajar varias veces a Europa; le encajó la música justita y el valsecito sigue vivito y coleando, aunque él falleciera tempranamente con apenas 45 años.
Y entonces al oír, la introducción
del valsecito criollo y pasional,
dormida su belleza angelical
nombrandomé, despertará...
Su pecho de emoción ha de latir
sus ojos de otro azul se vestirán,
y se pondrá la noche
sus galas embrujadas
y tú, mi dulce amada, temblarás...
Sencillo pero llegador. Mi amigo Abel, desde San Pedro, provincia de Buenos Aires, me recordaba días pasados la grabación de Hugo del Carril que también engalana la nómina de los que cantaron este valsecito porteño serenatero. Pero, además, lo hizo acompañado por tres próceres del tango, para dejarnos un disco único, especial. Ciriaco Ortiz en el fueye, Joaquín Mora en el piano y Cayetano Puglisi en el violín. Pavaditas... La gola de Hugo hace el resto, porque él también cantó serenatas con su compinche Floreal Ruiz por esas calles de Flores.
Hoy, yo también amanecí serenatero y envolviéndome en recuerdos, me mando con esta versión de Hugo del Carril y la de Lomuto con Fernando Díaz, del 27 de Diciembre de 1935, que está muy lograda.
Muchachos vamos que la luna quiere oír
la serenata pintoresca de arrabal,
la noche es tibia, duerme el barrio y es zafir
el cielo lleno de estrellitas de cristal.
Qué lindo!
Luna de arrabal - Hugo del Carril
170- Luna de arrabal - F.Lomuto-F.Díaz
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