Decía el legendario bailarín Petróleo en su manifiesto, sobre lo que él buscaba en la milonga, entre otras cosas:
-Yo quiero un tango danza que hable de recuerdos, que diga de tiempos, que me emborrache de emociones, que dramatice el sentir y al volcarlo en vivencias puras, que transmita estados anímicos superiores, que dicte normas elevando el mensaje a la suprema forma de expresarlo.
-Yo quiero un tango milonguero que arranque de un compás y me lleve a las figuras verdaderas donde se encuentre la raíz de la danza, cuando al verlas ejecutar, suene y las baile al mismo tiempo con el que las desarrolla. Yo busco la calidad, lo superior de lo bueno, de lo mejor, lo infinito, para poder decir como Ashton: "Detrás del movimiento, aún del más perfecto, hay un vacío, cuando no hay sentimiento"
Qué difícil nos resulta a veces transmitir a los que se inician en el tango, la sensación de "ese sentimiento" para poder bailarlo con toda intensidad, despreciando tanto firulete inútil, sin sentido y poner el corazón interpretando lo que la música nos está transmitiendo e inundándonos con su polenta mágica.
Y esto del tango de escenario y de exhibiciones produce a veces una lógica confusión de los espectadores que intentan atrapar esas figuras, que son precisamente parte de un espectáculo visual y no lo que bailamos en la pista. Por eso traigo hoy a la pareja Sebastián Arce-Mariana Montes, que tienen una formación milonguera y son grandes figuras en Rusia y varios países europeos.
Y acá juntan sus emociones a lo que está sonando en los altavoces: Una emoción, por Roberto Goyeneche con Atilio Stampone. Tango salón en Rusia.
Y ahora la Milonga criolla por Francisco Canaro con Ernesto Famá.
Y para finalizar la demostración, se mandan en San Pablo, con este valsecito: Ilusión azul. Por Alfredo De Angelis con sus cantores Carlos Dante y Julio Martel.
Si ésto no es bien milonguero, que baje Petróleo y lo vea.
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