Es bueno recordar este tango que lleva versos de Eduardo Souto Calvo, un gallego de Padrón, llegado con la familia y sus 13 años a la Reina del Plata, que le daría todo el ornamento para que pudiera lucirse tempranamente como poeta. Es cierto que regentó cabarets en el centro porteño, tuvo el suyo, muy lujoso ("Imperio"), frente al Obelisco, pero también desarrolló gran carrera en el ambiente teatral, donde mostró sus dotes de organizador, montando compañías que incluso realizaron giras por provincias y países vecinos.
Para esas obras de teatro concibió algunos tangos, como estaba de moda en la época, y algunos de ellos tendrían trascendencia. Su obra incluye temas de otros ritmos como pasodobles, rumbas, zambas y demás géneros, lo que muestra una ductilidad especial y adaptabilidad para su pluma poética inspirada y flirteando con la fantasía, incluso. La sentimentalidad del tango lo atrapa en la coctelera del texto.
Y así firma obras como Bésame en la boca (con José María Rizzuti) que estrenaría Ada Falcón en el Cuarto Baile de los aviadores, realizado en el Teatro Ópera, en 1926, He visto en tus ojos (1928, con Francisco Canaro), Pinturita (con Fresedo, en 1926), Corazón callate un poco (con José María Rizzuti y César Ginzo), Amar a besos (con Rizzuti, 1926) y otras.
Hoy nos detenemos en Arrabalero, un tango que tuvo gran pegada, y es de los más exitosos de Fresedo. Lo grabó por primera vez en 1927, en forma instrumental y lo seguiría llevando al disco a lo largo de su exitosa carrera. En 1939 también instrumental y en 1959 con la voz de Blanca Mooney. Entre la grabación de Juan Maglio y la de Emilio Balcarce con la Escuela del tango, hay 26 registros del tema.
La música de Fresedo es muy llegadora, incluso para bailarla. Pero son destacables también los versos de Calvo que en este caso usa una poética lunfarda, contrastante con el estilo fresediano. Y sin embargo encajan muy bien y le dan un tinte especial, que cuadran con la sentimentalidad del tango. Lo curioso es que, chocando con el título, el personaje del relato es una mujer.
que en el suburbio pasó la vida;
soy la percanta que fue querida
de aquel malevo que la amuró.
Soy el orgullo del barrio entero,
tengo una efe que es mi ilusión,
pues soy criolla, soy milonguera,
quiero a mi hombre en de corazón.
del arrabal porteño,
lo conocí en un sueño,
le di mi corazón.
Supe que era malevo,
lo quise con locura,
sufrí por su ventura
con santa devoción.
Ahora, aunque me faje,
purrete arrabalero,
ya sabe que lo quiero
con toda mi ilusión,
y que soy toda suya,
que suyo es mi cariño,
que nuestro será el niño
obra del metejón.
arrabalero de Puente Alsina;
se juega entero por esa mina
porque la sabe de corazón.
Pero si un día llega a engañarme
como hacen otros con sus mujeres,
esta percanta que ríe y canta
llorará sangre por su traición.
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