Translate

sábado, 25 de febrero de 2023

¿Quién será?

    Después de una noche de milonga, siempre te quedan cosas en el cuore y en el bocho. Algunos temas musicales, cosas que pasaron durante la velada, conversas con amigos, bromas, y sobre todo esos temas que bailaste con alguien que enlazó, junto contigo, la dupla soñada. Nos pasó y nos pasa a todos, porque en la milonga se vive una temperatura emocional muy especial y se disfruta al mango. 

    Los milongueros nos sumergimos en el baile del tango con profundidad y sobre todo sentimiento. Cada orquesta, cada tema, nos envía determinadas señales particulares. La milonga nos da rienda suelta y es otra cosa. Y el valsecito es el disfrute feliz, los giros elegantes, la sonrisa plena. Aún perteneciendo al mismo género tanguero, es como el recreo en el Colegio, cuando éramos niños.

  

                                    

    La vehemencia del instinto, la entrega total. Esa dialéctica acción-reacción en la atmósfera emotiva.  Siempre en busca de la espiral perfecta y la traducción de música y poesía en combinados pasos de baile, como interpretación lúdica, festiva y también emotiva, embriagante. Una forma abierta a la vida  con energía e intensidad. Pero con mucho sentimiento.

   Por eso creo que hoy debo traer a esta página uno de los tantos valsecitos que hicieron historia y siguen iluminando las veladas milongueras. No hay más que ver los movimientos nerviosos de ellos y ellas buscándose para salir a bailar la tanda de estos valses, cuando suenan en el recinto. Es difícil contener los pies y el espíritu en ese momento, y los movimientos muestran las ansias mediáticas...

   Hay infinidad de piezas de este tipo en los álbumes tangueros y escojo uno de los que bailamos anoche. Lo creó Luis Rubistein -letra y música-  en 1940 y ue grabado por Roberto Firpo, cantando Alberto Diale. También lo llevó al disco Ignacio Corsini con guitarras,  y Amanda Ledesma lo canta en la película "De México llegó el amor". Edgardo Donato con su orquesta y el cantor Horacio Lagos le dio vuelo un año más tarde. 

                                    

Luis Rubistein

   Luis Rubistein pinta en los versos el encuentro de una noche en el baile con una muchacha que llevaba mascarilla porque estaban en carnaval, evidentemente. ¿Y a quién no le sucedió algo parecido alguna vez en la milonga.?

La noche que en el baile
tus ojos brujos se me clavaron,
algo sentí en el alma
y amores nuevos me acariciaron.
Con tu antifaz cubrías
tus ojos que reían,
luego quedé muy triste
cuando te fuiste
sin un adiós.

   Y la historia continúa mostrando la tristeza que choca con la alegría de la música. Porque el personaje no logra descubrir la identidad de la dueña de esos ojos que le dejaron un recuerdo intenso y duradero. Lo que más lo tortura es la ilusión que le produjo ese encuentro fugaz, la mirada que lo cautivó  y la desaparición de quien despertó sus ansias amorosas. Y sueña con el reencuentro...

Quién será, quién será,
me pregunto sin cesar,
ilusión que te perdiste
y que un día volverá.
Quién será, quién será
donde estás, mi corazón,
que te busco entre las sombras
y te llevo en mi canción.
 
No sé por qué los vientos
me traen siempre nostalgia y pena,
voces como lamentos,
murmullos tristes
como la quena.
Por tu recuerdo vivo
con tu recuerdo muero,
y en medio de esta angustia
¡mi amor te espera, porque vendrás!

   Escuchamos la versión de Edgardo Donato con su cantor Horacio Lagos, que lo llevaron al disco el 13 de octubre de 1941.

                                




No hay comentarios:

Publicar un comentario