Se trata de un tango que no ha tenido trascendencia, es uno más dentro de la impresionante maleza tanguera. En esa abundancia de temas que nos han dejado para la posteridad permanente, es normal que haya muchas páginas oscurecidas y que merecerían salir a la luz. Y conste que no me gusta presumir de "descubridor", porque en el tango está todo descubierto. Sobre todo si hablamos de la discográfica bailable, algo que me ocupa permanentemente.
En este último aspecto, ya sabemos que hay muchos discjockeys recién llegados al tango que presumen de descubrir páginas pocos conocidas (para ellos, claro) y nos los enchufan en la milonga, cuando dentro del género hay temas para escuchar, temas para bailar y otros que no han logrado prender en ninguna de las dos opciones y por eso sólo son descubiertos por algunos aprendices que llegaron tarde.
Lo vi en tus ojos es un tango que tiene algo que lo hace muy atractivo, tanto para escucharlo como para bailarlo. Lo curioso del caso es que sus autores, tanto el letrista Ángel Luis Colombini como el compositor Emilio Pistocchi, no aparecen en las guías tangueras. Este último, incluso tiene algunas páginas más en su haber y pese a ello es un desconocido para el público y la gente de tango.
Por eso me llama aún más la atención este tema tan bien logrado por la Típica Víctor y el cantor Alberto Carol, quien tampoco tiene un curriculum destacable, aunque militó en la orquesta de Alberto Mancione y grabó 6 temas con la Victor. Son detalles que suman para que nos detengamos en esta página que suelo pasar en la milonga, con los parabienes de los bailarines.
Los versos de Colombini reflejan el final de la relación amorosa que él ya descubre en la mirada de ella. A partir de ahí, las palabras de la mujer completan el panorama sombrío, la desesperanza de él, con el desenlace que lo sumerge en una mezcla de rabia y de aceptación de la realidad. La potencia del paisaje suena común, pero ayudado por la música nos va sumergiendo paulaltinamente en el drama del final.
aquella noche,
el hastío despiadado
se cruzó como un ladrón.
Tus palabras
como puntas de alfileres,
se clavaron en mi alma
sacudiéndome de horror.
Hoy, en torno nuestro
todo es frío.
Sombras
de una cruel desesperanza.
Cual un naipe
arrojado con confianza,
en el truco de tu vida
está la incomprensión.
Yo,
creí posible tu amor,
en la noche de mi penar.
Hoy,
repito aquella oración,
que por ti, supe musitar.
No, no la maldigo señor,
fue la vida que la hizo así.
¡oh!, Jamás será para mí.
Me dirás adiós, sin amargura
marioneta sin destino, sin ventura,
no busquemos al culpable
de la vida o tu dolor.
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