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viernes, 11 de marzo de 2022

A mis manos

    No se trata de una de esas milongas que nos arrastran a la pista con su polenta canyenguera, pero vale la pena traerla a la página porque es una obra que vale la pena recordar y campanear, por su calidad. Tanto los versos del poeta Julio Camilloni como la música de Alfredo Gobbi, obran en favor de una página que tuvo su momento de difusión y que tuve la suerte de escuchar en vivo varias veces por la orquesta de su autor. 

   En anteriores páginas he comentado la especie de amistad que tuve con Camilloni, a quien tantas noches encontraba en el café que estaba frente a radio El Mundo. Teníamos un amigo común que fabricaba artículos de talabartería y el poeta se dedicaba precisamente a vender ese tipo de productos, y, entre ellos, los de mi amigo, que fue quien me lo presentó.

                                    

Julio Camilloni

   A partir de allí, muchas veces me invitó a su mesa a compartir un café o una bebida, mientras aguardaba que salieran los músicos de Gobbi, de la radio. Y yo que era un muchachito,  lo fui conociendo cada vez más y me agradaba muchísimo su cordialidad y su humildad, aunque en aquellos momentos sus hermosas páginas le iban creando a diario más popularidad.

   Previamente a esta milonga, Gobbi ya había llevado al disco dos páginas suyas:  Estás en mi corazón (música de Antonio Blanco) y Tu angustia y mi dolor (con Gobbi como compositor). Blanco, segundo violín durante años de Gobbi, había establecido gran societad con Camilloni y entre ambos seguirían creando temas de mucho calado.

   En el caso de A mis manos, fue el propio Gobbi quien le pidió el tema y decidió musicalizarlo, cosa que hacía en el piano. Le gustaron mucho los versos y en una oportunidad me confesó que se se sintió interpretado en muchas partes de la letra. En los muchos momentos que pasé al lado de Alfredo Gobbi, jamás me habló de su vida privada, aunque yo conocía algunos detalles, por gente del ambiente.

                                     


   Camilloni hurga en los dilemas existenciales y los transfunde simbólicamente en sus manos. Las mismas pasan a ser un mantra de la afirmación en la vida, cuando los sueños se han roto injustamente. Y puede ser el más extraño que hayamos visto, nuestro íntimo adversario: el otro. Partiendo del hálito poético y sirviéndose de la metáfora como herramienta, se sumerge en los amores en barrera y demás  congojas cotidianas. Las manos son las que entreabren las puertas del fracaso,.

Mis manos nacieron ciegas
y acunan sus locos sueños.
No saben que no se puede
tocar con ellas el cielo.
Por eso golpearon puertas
que a mis manos no se abrieron.
ella ya estaba lejana
y yo fui un mendigo ciego.

Mis manos fueron dos llamas
y solas se consumieron
porque ella fue indiferente
como una estatua de hielo.
Por eso las tengo ahora
como si fueran de yeso,
dos manos desesperadas
aferradas a un recuerdo.

   Las palabras se clavan y explotan como si fueran fuegos artificiales. El óxido de lo cotidiano se vuelca en la poesía desfeliz y avanza por el paisaje de la memoria. Así el poeta consigue atrapar con un lirismo descriptivo de percepciones, el espacio de una ausencia, destiñendo presentes y reviviendo amarguras. Lamentando que otros porvenires fueron posibles y quedaron malogrados. En su devastada memoria, las manos son la recurrencia. Como si ellas fueran las encargadas de guardar los secretos íntimos.

¡Ay, como se equivocaron
las ciegas manos que tengo!
Mis manos puse en las manos
de un amigo y tuve miedo.
No fueron manos leales,
se cumplió el presentimiento.
La vez que se hicieron puño
fueron dos puños de acero
y me golpearon el rostro
por no golpear rostro ajeno.

¡Ay, cómo se equivocaron
las ciegas manos que tengo!
Soldado del infortunio
llevo un brazalete negro.
¡Se llevaron a mi madre
y ellas no la detuvieron!
fue el error más lamentable
que mis manos cometieron...
Ayudaron a llevarla...
¡Nunca sabrán lo que han hecho!

¡Ay, cómo se equivocaron
las ciegas manos que tengo!

    Alfredo Gobbi con su orquesta y el cantor Alfredo del Río, la llevó al disco el 28 de marzo de 1955.
Hoy la volvemos a escuchar.

                               



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