Cada cierto tiempo el tango
necesita un toque de chapa y pintura para engordar el repertorio,
ponerse al día, conquistar nuevos públicos y mantener su vigencia.
Heterogénea levadura de todos los pueblos del mundo, María Isolina Godard, María Luisa Carnelli o Maruja Pacheco Huergo fueron pioneras en hollar el territorio macho de la canción porteña.
Otras minas se animaron a oficiar de palomas mensajeras y detrás de la talentosa Eladia Blázquez
y su polenta, se arracima un tendal femenino que, abandonando moldes
estereotipados, dibujan los nuevos modismos que pueblan la ciudad y su
topografía extraña. Estas poetas y compositoras transitan las
oscurecidas calles que un día fueron luminosas y arboladas y extraen de
ellas los sonidos nuevos, los versos que desentrañan las historias
secretas, íntimas, de ese territorio intrínsecamente porteño.
Algunas vienen de otras experiencias musicales, distintas vivencias, como la mendocina Carmen Guzmán,
cantante, autora, compositora y guitarrista de alta escuela. Hija de
músicos y cantores comenzó a estudiar desde los 7 años, se animó a
participar en conciertos de música clásica siendo una niña de 8 y a los
14 ya estaba diplomada de profesora.
Nacida en la tierra del sol,
la nieve y el buen vinacho, aprendió de su hermano (compositor, músico y
cantor con Los Trovadores de Cuyo) los rudimentos del acompañamiento,
antes que éste falleciese prematuramente, y comenzó su romance con el
tango en 1944, participando de un concurso. En el 50 gana por primera
vez un premio como compositora con su tango “Y ya no estás”,
consiguiendo un contrato de 6 meses en radio.
Como las generosas
acequias que riegan su ciudad, Mendoza inundó el país de copleros,
cantores, folcloristas, músicos y poetas. Ya habían conquistado la
siempre reacia Buenos Aires, gente como La Tropilla de Huachi Pampa, Antonio Tormo, Félix Palorma, Alfredo Pelaia, Montbrum Ocampo, como ahora lo hacen Carmen Guzmán, Tito Francia, Tilín Orozco, Fernando Barrientos, Tuti Vega, Gabriel Correa o el fueye Rodolfo Zanetti.
|
Guarany, El Chúcaro, Rivero, Carmen, Mercedes Sosa, Piero y Victor Heredia |
En
1963 se lanzó desde esa provincia el Manifiesto del Nuevo Cancionero,
originado en una carta de Mercedes Sosa y su esposo Oscar Matus a Armando Tejada Gómez.
Decía que: «El Nuevo Cancionero intenta buscar en la riqueza creadora
de los autores e intérpretes argentinos, la integración de la música
popular en la diversidad de las expresiones regionales del país. Es así
como se propone depurar de convencionalismos y tabúes tradicionalistas
el patrimonio musical, tanto de origen folclórico como típico popular».
Quienes
adhirieron desde todo el país fueron entonces denostados y hasta
combatidos acusándolos de comunistas o peronistas, aunque los firmantes
se expresaban solamente en términos estéticos. Los músicos cuyanos
tenían una formación musical poco frecuente. Nunca perdieron de vista la
identidad rítmica, y no sólo no se alejaron del paisaje, sino que
pusieron en él al hombre, con sus trabajos y sus sueños, afirmados en
poetas como Tejada Gómez o músicos como Tito Francia
entre otros, el manifiesto circuló por toda América y el mismo Silvio
Rodríguez afirma que la Nueva Trova cubana se inspiró en la movida
mendocina.
Vale la pena recordar a Tejada Gómez que compuso
canciones con Carmen, quien graba su primer disco para Philips, en 1958 y
se radica en Buenos Aires, tres años después. Casada con otro brillante
músico, Pedro Belisario Pérez
—ya fallecido—, comparten el amor e infinidad de composiciones creadas
en sociedad, con el lifting que imponen la modernidad y el talento de
ambos en un anclaje estético. Actuará al lado de grandes como Aníbal Troilo, Roberto Goyeneche, Enrique Francini, Mercedes Simone, Astor Piazzolla, Lucio Demare,
en un local de Cangallo y Libertad. «Aquella etapa era hermosa.
Recuerdo que Piazzolla me decía: «Che negra, traé la guitarra y cantame
una milonga...». Con Osvaldo Berlingieri grabaría su tema “Porque vas a venir”, que tiene letra de Mandy (Amanda Velazco).
Ya
no subsiste aquel sustrato bohemio aniquilado por la globalización
materialista y el mensaje trasmite otras realidades. Su creación de la
milonga reviste aromas de la pampa agreste y el compás del adoquinado
bacheado por el tiempo. Un paisaje distinto al de Homero Manzi, Enrique Cadícamo o Sebastián Piana,
pero el sentimiento es uno. Carmen maneja un repertorio de llamativa
nobleza genérica, con el delicado y módico acompañamiento de la guitarra
y su sincopación musical y su voz poblada de melancolías, trasmiten
cabalmente los matices de la canción criolla, especialmente la milonga,
con pudor y delicadeza remarcables.
En 1985, con “Siga cantando nomás”,
ganó el primer premio del «Certamen Gardel de la canción», con motivo
del 50° aniversario del fallecimiento del Zorzal. El jurado lo
integraban: Héctor Stamponi, Oscar Cardozo Ocampo y Homero Expósito. La letra es de Héctor Negro. Las composiciones de Carmen son materia de estudio en cátedras de guitarra. Susana Rinaldi paseó sus temas por el mundo, como la festejadísima “De Buenos Aires morena”.
Precisamente, La Tana la define cabalmente: «Esta maestra, compositora,
cantora, digo, esta artista, le permite a la canción toda nivelar para
arriba su importancia y razón de ser...»
Siempre rodeada de poetas luminosos como el citado Negro (firmó más de 20 temas con él), Tejada Gómez, Cardozo Ocampo, Alberto Oviedo, Mandy (Amanda Velazco), Hamlet Lima Quintana, Mario Clavell, Teresa Parodi, Raimundo Rosales o María del Mar Estrella ha construido en el pentagrama una fecunda iconografía que pauta rítmicamente temas como: “Harina y pan”, “Patente de aprendiz”, “La magia de la lluvia”, “Cuatro pasos” (letra suya), “Milonga por tantas cosas”, “Decime cómo está”, “Palabras finales” (con Mirian Penela), “Milonga de andar con alas”, “Andar de a pie”, “Cuando uno canta”, “Los artistas”, “Soy de un lugar”, “Porque vas a venir”, escorándose hacia la alegoría y redondeando una trayectoria ejemplar de casi 60 años.
En 1993 ganó el concurso “Homenaje a Yupanqui” con su milonga “Guitarra desolada”, que lleva letra de Julio Fontana. Y sigue allí con su guitarra goteando un tiempo de prisas y angustias, suavizando con sus canciones la deteriorada calidad de vida, recreando un hábitat, emparentando lo culto y lo popular en la textura de su melopea musical. Por algo Eladia Blázquez dice de ella: «Compositora exquisita, dúctil intérprete, excelente instrumentista de la guitarra, a la que domina como muy pocas mujeres han logrado hacerlo».
Agrimensora lúcida de ese enorme campo que es el canto popular sigue gestando en su guitarra y el pentagrama nuevos hijos musicales, sin renunciar a los ideales que la plantaron en Buenos Aires, con la esperanza viva y alerta, y con una ética profesional irreprochable.
Sabe que los instrumentos no tienen límite y continúa estudiando a diario para poder construir esas juglarías mágicas que brotan de su encordado. Pese a todo sigue siendo una gran desconocida. Otra vez la injusticia del destino hará quizás que su obra cobre todo el valor que tiene recién cuando ingrese al panteón de los queridos nombres por los que la muerte pasó su dedo.
(Nota mía publicada en la revista "Gilda. Mujeres del tango". Madrid. Diciembre 2003, y en TODO TANGO. Carmen Guzmán falleció en 2012, justo cuando habíamos quedado en encontrarnos un mes más tarde en su casa de la calle Yatay, en Buenos Aires.)
La podemos escuchar cantando una celebrada milonga suya, "De Buenos Aires morena", junto a grandes figuras de la canción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario