Tardó un poco la Real Academia Española en hacer un lugarcito en su diccionario a la palabra bandoneón. Finalmente, en la edición de 1992 -la vigésima primera-, registró "Bandoneón. (Del al. Bandoneon, del nombre de su inventor, H. Band, en el s. XIX) forma hexagonal y escala cromática, muy popular en la Argentina".
Si bien la voz Bandoneón existe en alemán, los diccionarios de ese idioma le mezquinan espacio. En 1932 no la había recogido aún el "Diccionario de la lengua española y alemana", de Slaby y Grossman. No es para asombrarse. Más asombrosamente, en todo caso, la ignora también la tercera edición de esa obra, "totalmente revisada y muy ampliada por José Manuel Banzo y Sáenz de Miera", publicada en Barcelona, por la editorial Herder, en 1977 (¡La pucha, dos años después de la muerte de Troilo!).
Tampoco veo la palabra Bandoneón en el "Diccionario de la Música", de Della Corte y Gatti (Buenos Aires, 1949), donde sí hay generosas referencias sobre el acordeón; ni siquiera en el "Apéndice Música y Músicos de América", compuesto para esa misma obra por Néstor R. Ortiz Oderigo.
La palabra bandoneón se creó, al parecer, sobre el modelo de Akkordeon. Éste sería, según los filólogos, el nombre dado a ese instrumento por su inventor alemán: se trataría del sufijo eon, sumado al apellido del creador, Heinrich Band. Se non e vero e ben trovato.
Ignoro cómo se llamó al bandoneón cuando arribó a estas playas. Sin duda, los no iniciados lo tomaron por un acordeón especial. Un personaje de "El bandoneón", ilustrativo sainete de José Antonio Saldías estrenado en el teatro Nacional el 6 de agosto de 1926, dice, en un parlamento conmovedor:
-Entonce yo he pensado que l'acordeone era l'instrumento popolare de la melonga, Cuando hay salido el tango, El Choclo, Lo Indrerriane, La Catrera, yo seguía tocando l'acordeone. Un día vino un petize, chinite, col pelo duro, la cara hecha a trompecone. Traía n'acordeone cuadrado, pe la madona. Hacía lo bajo come si foese Dío mismo.
Tampoco he tenido ocasión ni tiempo de establecer cuándo aparece escrita por primera vez la palabra bandoneón. En todo caso, la confusión con bandoleón, bandolión, mandoleón, mandolión se prolongó durante mucho tiempo entre la gente de pocas letras y también entre la abundante en ellas. Un aviso de la casa Tagini, publicado en 1913, anunciaba: "Solo de bandoleón de concierto. Director Prof. Juan Maglio".
En 1916, Yacaré, en sus "Versos rantifusos", escribía bandolión. Y un hombre de vastas letras, Fernando Ortiz Echagüe, corresponsal del diario La Nación en Europa, de óptimo estilo, buen cronista de aquellas veladas de El Garrón cuando tallaba allí Manuel Pizarro, le roi du tango, escribió también, más de una vez, bandoleón. Por ejemplo: "En esos espacios que deja el aire el bandoleón cuando toma aliento para otra melodía -relámpagos de silencio en la tempestad de la música- llegaban a mis oídos retazos de la conversación de mis vecinos".
La variante mandolión puede encontrarse en la partitura de "Viejo rincón", el bellísimo tango de Roberto Lino Cayol y Raúl de los Hoyos: "¡Oh! Callejón de turbios caferatas que fueron taitas del "mandolión". De la transformación de de la b en m, nada medianamente confiable soy capaz de decir. Agrego, sin embargo: de la forma bandoleón parece derivar bandola, afectivo corriente entre tanguistas, exaltado por Cadícamo a categoría poética em su "Apología tanguera": "Tango triste que se estira / en un bandola insinuante / y que sale agonizante / mientras se baila y se aspira"
Como nadie ignora, por metonimia (la parte por el todo) al bandoneón se le llama fueye, nombre dado por Manzi a unos versos muy bellos, convertidos en tango por el genio creador de Charlo (Oscar Zucchi ha escrito páginas memorables sobre este tango, y aún podría agregar muchas otras, porque le sobra resto). Esta metáfora dio el adjetivo fueyero, y ha tenido amplia cogida en la más empinada literatura.
Anselmo Aieta |
Véase: "Un rápido quemarse de tus alas, allá, en el cabaret sin gloria que a medianoche da tumbos de borrachos al son de fuelles y violines más negros que la pena" (Leopoldo Marechal, "Adán Buenos Aires", 1948); "Y ese Bar y Billares, saliendo a la vereda donde una vez Aieta sacó viruta al fueye" (Raúl González Tuñón, "La veleta y la antena", 1969). sin embargo, el viejo significado lunfardo de fueye es "pulmón". La acepción musical parece más bien una creación literaria.
La otra metáfora es oruga. No sé si la inventó Discéplo en su tango "Alma de bandoneón": "Sos una oruga que quiso ser mariposa antes de morir". En lunfardo, oruga significa "cochero" (deformación del castellano auriga). No importa: Discépolo cultivaba una poesía escenográfica.
José Gobello
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