La historia del tango, fuera de los límites
de Buenos Aires, se nutre de no pocas invenciones: todavía las fábulas
del cabaret El Garrón de París exageran fintas imposibles de bailarines
también imposibles. La curiosa línea del destino, en los últimos años,
ha propuesto para ese mismo tango otro puerto de fábulas: Japón, como si
fuera una esquina cercana y no un país remoto separado del nuestro por
océanos, casas de té y samurais. Un médico argentino, Luis Alposta,
especialista en gerontología, ha resuelto volcar en un libro la historia
del tango, a partir del primer eslabón, en el país de los cerezos.
Alposta tiene cuarenta y tres años y es desde hace más de diez, miembro
de la Academia Argentina del Lunfardo. Varios de sus tangos, compuestos a
lo largo de estos años — "Poema cero", "El jubilado", fueron
musicalizados y cantados por Edmundo Rivero, a quien lo une una gran
amistad.
Vínculo que también lo unió con otros porteños afines a la
noche y al tango: Barquina y Julián Centeya. Un libro de cuentos
—"Trece historias a muerte para leer de un saque" — , y varios de
estudios y ensayos como "Los bailes del internado" o el próximo a
aparecer "Geografía íntima de Villa Urquiza", revelan la inclinación
porteña de este médico que confiesa: "a los trece años escribía poemas y
los recitaba en el programa 'Juancho' que se difundía por la
desaparecida Radio Libertad. A los catorce le entregué a Francisco
Canaro un tango dedicado a mi barrio, Villa Urquiza. A los diecisiete,
estudiaba mi carrera de medicina noche a noche en las mesas de los cafés
hasta la madrugada y dormía de día. Hace unos años, como médico del
equipo de fútbol amateur de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, conocí
Japón. Aquí empezó la otra historia, la que voy a contar en un libro que
se editará en Tokio y que habla de cosas y hechos que casi nadie sabe o
divulgó".
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El Barón Tsunami Megata |
Fue en París donde nace la puntada inicial de este
entretejido enmarañado y confuso de cómo llegó el tango al Japón. Fue en
París y muy probablemente por los años veinte. "Había un barón, Tsunami
Megata, que decidió operarse de una afección de la piel y viajó para
eso a París, dice Alposta. Pero, Megata en vez de operarse se entretuvo
en los cabarets, descubrió su afición por el tango y adquirió fama entre
los asistentes. Una descripción formal del barón —continúa Alposta — ,
lo mostraría así: delgado, de modales aristocráticos y elegancia
atractiva, culto, deportista (conducía aviones y llevó a Japón la
primera motocicleta Harley Davidson) y sobre todo, dueño de una gracia
viril para bailar el tango."
Para algunos, sin embargo, la difusión del
tango en Oriente se debe a que unos viajeros hicieron conocer allá
grabaciones primitivas de Greco y Juan Maglio Pacho. Para Alposta, el
barón Megata, después de seis años de impenitente vida noctívaga, se fue
con su destreza de bailarín a Tokio y creó allí una singular academia
donde se enseñaba gratis a bailar. Es el año 1926. En París seguían tocando las orquestas de
Pizarro y Bianco-Bachicha, con las cuales había bailado el barón
japonés. "Era una especie de Jorge Newbery oriental. Cuando llegó a
Tokio llevando los primeros discos de tango grabados en Francia, Megata,
sin saberlo,estaba produciendo la apertura de un mercado, que al cabo
de todos estos años ha colocado al Japón como el primer consumidor de
nuestra música popular" reflexiona Alposta.
Lo de Megata es lo que puede probarse, lo que está escrito
en revistas de Japón y lo que todavía confirman testigos y discípulos
del desaparecido barón. Por entonces, a los japoneses les quedaba una
duda: la de que el tango era de origen francés y acentuaba la difusión
de ese error la impresión de los discos en Francia. Por eso no fue de
extrañar que hacia 1930 se formase en Tokio la primera orquesta de
tangos compuesta por músicos japoneses y dirigida por un eximio celtista
y que esa orquesta llevara este nombre: "La Montparnase tango band".
Pero un hecho curioso, un error de envío, cambió el curso de la
historia. Según las investigaciones de Alposta, el productor Juan Mori
mandó pedir a la Argentina grabaciones orquestales de tango y con las
cajas, por error o por viveza (vaya a saberse), recibió varios discos
cantados. Uno de ellos era el de Rosita Quiroga, otro era de Andrés
Chazarreta, que fue el primer paso del folklore nativo en esas
latitudes. Junto al ingreso del tango cantado, en el disco, aparece
paralelamente otro suceso en el cine: se estrena la película "Luces de
Buenos Aires" interpretada por Carlos Gardel y Sofía Bozán.
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Ranko Fujisawa y Troilo |
El tango va difundiéndose, el entusiasmo se multiplica y
en 1936 se forma la primera orquesta al estilo argentino dirigida por un
eximio bandoneonista, Kitutaro Kakashi. Por esa época la Víctor y la
Columbia editan en Tokio álbumes de tangos con agrupaciones y cantantes
argentinos utilizando, claro, matrices traídas de Buenos Aires. En 1943
llega la guerra. Al prohibirse la difusión de la música norteamericana,
el tango acentúa su difusión y popularidad durante el conflicto. Y al
final de la guerra dos tangos interpretados por la orquesta de Aníbal
Troilo, Patético y Una lágrima tuya, causan sensación entre los
japoneses y se convierten en un éxito. "A partir de aquí, relata
Alposta, comienzan a surgir las tanguerías, muchas de las cuales existen
hoy, como Chiqué o La Candelaria donde recientemente estuviera el
Presidente Videla durante su visita a Japón.
Fueron famosas las tanguerías Canaro, El Llorón, Felicia,
etc. Y famoso también el tango Adiós Pampa Mía que cuando se conoció en
Tokio hacia 1946, hizo llorar al empresario Tadao Takahashi un
apasionado del tango. El registro era de Aníbal Troilo y cantaban a dúo
Edmundo Rivero y Alberto Marino." Enseguida el entusiasmo generó la
formación, esta vez, de la orquesta de tangos más calificada de Japón:
la que dirige el bandoneonista Hayakawa, el esposo de la cantante Ranko
Fujisawa, conocida por su actuación en Buenos Aires años después. Fue
recién en 1954, con la apertura de la importación de bandoneones
alemanes Doble A, los más cotizados, que en Japón se acentuó la
inclinación por tocar ese instrumento, tan popular entre nosotros.
"Y es la época de un hecho trascendente — continúa Alposta
—. Llega a Tokio la primera orquesta argentina, en vivo y en directo:
la de Juan Canaro, no Francisco sino su hermano. Lleva como cantantes a
María de la Fuente y Héctor Insúa y a una pareja de bailarines, los
hermanos Lo Bello. El recibimiento que les hicieron fue excepcional. Las
crónicas hablan de que los integrantes de la orquesta paseaban por las
calles aledañas a las salas donde actuaban en coches descubiertos, bajo
una lluvia de papelitos de colores. Nuevamente Takahashi, el empresario
apasionado del tango, fue el encargado de presentar al conjunto en un
teatro repleto hasta lo incalculable." A partir de aquí la historia
contemporánea no tiene grietas: decenas de orquestas e intérpretes
visitaron Japón. Hay nombres, como el de la cantante Graciela Susana,
quien desde hace diez años se ha convertido en el máximo boom de nuestra
música allá; ha llegado — dicen— a vender más discos que los Beatles.
Aparecen otros cultores del tango en Tokio, estudiosos,
hombres de empresa como Yoyi Kanematzu, licenciado en letras y
propietario de la más importante empresa de cosmética de esa ciudad. O
Yoshio Nakanishi, quien junto a aquél funda la revista mensual de música
indoamericana donde se da preeminencia al tango. La tirada de esta
revista se calcula en veinte mil ejemplares. El caso de Kanematzu
también llamó la atención de Alposta: obligado anfitrión de cuanta
orquesta o intérprete visita Japón, este empresario organiza
invariablemente un asado "a la argentina" en su casa, lo que teniendo en
cuenta el costo de la carne en Japón, supone un homenaje desusado.
Además, Kanematzu, sabe trescientos tangos de memoria y los canta y los
traduce. Y fue él — informa Alposta— el cicerone e intérprete de Borges
en Japón durante su visita de hace dos años, de la que se recuerdan dos
insignificantes detalles que pintan al escritor: no habló mal de Gardel
sabiendo que para los japoneses es un ídolo y pidió que no lo llamasen
Jorge sino Luis, ya que en japonés suena mejor.
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La orquesta de Osvaldo Pugliese en Japón |
La labor del médico
argentino no cesa: un día descubrió la existencia de un raro taxímetro
pintado de celeste y blanco y con una inscripción en la luneta de atrás
que dice: "Noches de Buenos Aires". El conductor es japonés, tiene una
colección de más de doscientos cassettes de tango que va alternando
durante los viajes. En algunas casas de tangueros, sobre el televisor
más moderno, aparece el retrato de Carlos Gardel con su infaltable
sonrisa. Cuando actúan allá Horacio Salgán, Osvaldo Pugliese o José
Basso, asisten a veces hasta tres mil personas por función. "No nos
olvidemos — dice— que hay por lo menos dos o tres millones de personas a
las que les gusta el tango. Aunque debo reconocer que los más
entusiastas son en general los de más edad, rara vez los muy jóvenes."
Mientras tanto, Ranko Fujisawa se ha retirado. Un libro de
memorias circula entre los fanáticos: "Una extranjera en el tango",
escrito por ella, donde cuenta sus experiencias con nuestra música y su
paso del canto lírico al popular. Las peñas organizan reuniones donde
hay bandoneones, cantores espontáneos, bebedores de sake y de whisky
caliente y bailarines que pretenden emular al célebre Megata.
Y ante la pregunta elemental de por qué, finalmente, gusta
tanto el tango en Japón, Alposta, abandonando su carril de estudioso
cede ante lo emotivo y dice: "porque como me dijo una vez Yoyi
Kanematzu: no hay que dar tantas vueltas, les gusta, porque es una
música que se mete en el corazón".
Orlando Barone (Mágicas Ruinas)
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