Desde que estamos confinados por la pandemia que azota al mundo entero, con los amigos y amigas de la milonga no dejamos de lamentarnos por tanto infortunio colectivo. De paso recordamos las noches en que le dábamos gusto al cuerpo y al cuore, bailando al compás de las grandes orquestas típicas que hoy son leyenda en tantos lugares. A ello hay que agregar la ilusión de seleccionar los temas de cada noche, ese preámbulo donde se va formateando la milonga.
Y el tango del título es una recurrencia, una cita casi obligada en esos refugios de muchachos y muchachas, hombres y mujeres que aman el tango y el baile. Porque sí, es el llamado permanente al cabeceo del caballero, al sí de la dama y al abrazo inmediato que servirá para el inicio de la ronda. En ese despliegue inmediato la música será el faro que iluminará a los navegantes de la pista.
Por eso, Enrique Cadícamo que vivió tanto la noche, escribió estos versos para Pichuco en 1942. Ya le había aportados dos temas suyos a esa orquesta que venía pidiendo paso entre las grandes: la milonga Mano brava y El cuarteador. Pichuco vio enseguida como saltaban las chispas de su imaginación ante esas imágenes que desfilaban cada noche ante sus sus ojos y su fueye. Y la música le brotó casi de inmediato por esa prosa impulsora. La atmósfera de la milonga. El contagio rápido y el tango que fue un exitazo desde aquella noche que lo estrenara con su orquesta y Fiorentino en el Tibidabo..
¡La vida es una milonga!
Bailen todos, compañeros,
Bailen todos, compañeros,
Entre el lento ir y venir
Y ella baila en otros brazos,
Quien por celos va sufriendo
Pa' que bailen los muchachos
¡La vida es una milonga!
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