sábado, 6 de febrero de 2021

Pa'que bailen los muchachos

   Desde que estamos confinados  por la pandemia que azota al mundo entero, con los amigos y amigas de la milonga no dejamos de lamentarnos por tanto infortunio colectivo. De paso recordamos  las noches en que le dábamos gusto al cuerpo y al cuore, bailando al compás de las grandes orquestas típicas que hoy son leyenda en tantos lugares. A ello hay que agregar  la ilusión de seleccionar los temas de cada noche, ese preámbulo donde se va formateando la milonga.

                                     



     Y el tango del título es una recurrencia, una cita casi obligada en esos refugios de muchachos y muchachas, hombres y mujeres que aman el tango y el baile. Porque sí, es el llamado permanente al cabeceo del caballero, al sí de la dama y al abrazo inmediato que servirá para el inicio de la ronda. En ese despliegue inmediato la música será el faro que iluminará a los navegantes de la pista.

   Por eso, Enrique Cadícamo que vivió tanto la noche, escribió estos versos para Pichuco en 1942. Ya le había aportados dos temas suyos a esa orquesta que venía pidiendo paso entre las grandes: la milonga Mano brava y El cuarteador. Pichuco vio enseguida como saltaban las chispas de su imaginación ante esas imágenes que desfilaban cada noche ante sus sus ojos y su fueye. Y la música le brotó casi de inmediato por esa prosa impulsora. La atmósfera de la milonga. El contagio rápido y el tango que fue un exitazo desde aquella noche que lo estrenara con su orquesta y Fiorentino en el Tibidabo..

Pa' que bailen los muchachos
via' tocarte, bandoneón.
¡La vida es una milonga!
Bailen todos, compañeros,
porque el baile es un abrazo:
Bailen todos, compañeros, 
que este tango lleva el paso.
Entre el lento ir y venir
del tango va
la frase dulce.
Y ella baila en otros brazos, 
prendida, 
rendida, 
por otro amor.
 
   Escenas de la milonga que Cadícamo refleja con su paleta y pintoresquismo habituales. La música que le inyecta Pichuco le da la polenta definitiva y casi ochenta años más tarde sigue siendo un timbrazo que nos convoca de inmediato a la pista. Porque los versos y la música con sus conexiones emocionales son como un cordón umbilical para los milongueros. 
 
                                        

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 No te quejes, bandoneón,
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Que me duele el corazón.
Quien por celos va sufriendo 
su cariño va diciendo.
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No te quejes, bandoneón,
que esta noche toco yo.
Pa' que bailen los muchachos
hoy te toco, bandoneón.
¡La vida es una milonga!
 
   Sí, es como un llamado pa'que bailen los muchachos y las muchachas, los milongueros y milongueras que cada día, cuando soplan vientos favorables, inundan las pistas donde el tango es un surtidor de energía para nuestros cuores.  Y esa maravillosa versión de Troilo con Fiorentino, grabada el 16 de abril de 1942, representa todo un símbolo alegórico que nos motivará hasta el final. 

                                



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