Frecuenta por las noches la Cortada de Carabelas, todavía centro nochero tradicional, donde yo lo encontraba a menudo. hablábamos mucho y me contó como ensayaba Gardel cuando actuaba en París. Nadie ignora que Mateo grabó como acompañante del gran cantor, tocando el piano, precisamente en algunos registros discográficos efectuados en Francia.
El cantor estudiaba minuciosamente la melodía con Mateo en el piano, sin intervención de los guitarristas, hasta que se declaraba satisfecho de su dominio melódico de la obra en cuestión. Hasta entonces no intentaba prácticamente ningún efecto expresivo y se subordinaba incluso al "tempo" normal de la pieza., tal como estaba escrita.
Recién después, con los guitarristas, además de convenir las variantes del acompañamiento, decidía los elementos expresivos que caracterizarían su interpretación. Y allí incluía asimismo las palabras y los momentos en que iba a dejar sin pronunciar una "s" o una "c", que eran, por lo mismo, producto de su elección y deliberación.
Desde luego, también lo eran los agregados que -especialmente en los tangos festivos- hacía dialogando con los guitarristas o incorporando partes recitadas de su propia cosecha, a veces creando lo que en el teatro se llama "tipos", extraídos de sus dotes de observador de aquellos personajes callejeros que lo lo habían impresionado, cuando no de amigos y conocidos suyos.
Aunque no haya motivo alguno para desconfiar de esos informes de Mateo, cuando me dijo lo ratificó Manuel Pizarro.
Carlos Gardel ensayando en Francia con Juan Cruz Mateo al piano. |
El pianista y compositor catalán José Sentís me explicaría la técnica laboriosa que Gardel utilizaba para realizar sus canciones: ensayaba primero la melodía lisa y llana, y después iba añadiendo los elementos expresivos, de sabor, de sus interpretaciones. Estos dos elementos demuestran inequívocamente que la creación de Gardel era un producto consciente y deliberado de su voluntad. Podríamos decir, recordando a Worringer (y a Alois Riegl, que lo precedió en su utilización de ese concepto), de su "voluntad de forma".
Su genio se aplicaba a la observación, asimilación, la reflexión y la elaboración; no al libre cauce de una intuición pura e irracional. Su discurso no fue entonces el resultado de una fatalidad histórica por lo cual un muchacho de barrio, con condiciones vocales, cantó lo que encontraba a su disposición. Contrariamente a esa noción más o menos acatada, que registran casi siempre los numerosos trabajos dedicados al gran cantor, se trató en su caso de una situación histórica lucidamente comprendida, sagazmente interpretada y asumida, con todos sus componentes, expresada a través de una creación propia, con significaciones coherentes y que guardaban continuidad.
(Edmundo Eichelbaum- El Discurso gardeliano)
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