Y a propósito de este homenaje a la mujer, traigo al blog esta nota sobre la mítica bandoneonista Paquita Bernardo, fallecida tempranamente y escrita y publicada por otra dama: Mónica López Ocón en el periódico: Tiempo argentino.
La primera mujer que se
atrevió a abrir y cerrar las piernas en público para tocar el bandoneón
A todas las
luchas reivindicatorias, las mujeres agregan una que es exclusiva del género
femenino: la lucha por la conquista del propio cuerpo. Si en pleno siglo XXI en
la Argentina no les es posible decidir sobre el destino de un embarazo no
deseado aunque sean quienes llevan el hijo en el vientre, a comienzos del siglo
XX tampoco podían decidir sobre cosas aparentemente tan nimias como la elección
de un instrumento musical. Para las señoritas de “buena familia” la guitarra y
el piano eran los instrumentos por antonomasia.
Pero a
Francisca "Paquita" Bernardo se le ocurrió tocar el bandoneón, un
“instrumento de hombres” para interpretar un género que nació también con la
marca de la masculinidad, el tango. Elegir el bandoneón era realmente un gran
desafío porque implicaba hacer en público algo que jamás haría una mujer
“decente”: abrir y cerrar las piernas sobre el escenario. Una verdadera
desfachatez. El padre de Paquita, José María, de origen andaluz, se negaba
terminantemente a que su hija se dedicara al bandoneón por el "qué
dirán". Su madre, también de origen español, María Giménez, tenía otras
razones para negarse: temía que su hija fuera castigada por su conducta
impropia y le tiraran piedras cuando se presentara en público. Confesarles su
vocación a sus padres no fue fácil para Paquita. Se trató casi de la confesión
de un pecado en el confesionario de una familia bien constituida. Tan difícil
fue dar aquel paso que necesitó de la complicidad de sus hermanos para darlo.
Nacida con el siglo y muerta cuando le
faltaban pocos días para cumplir 25 años, su breve vida le bastó para alcanzar
su sueño, tocar el bandoneón, fundar una orquesta de tango y componer. Pero
lograr todo eso no le resultó fácil. Según lo refiere Diego A. Del Pino en
Paquita Bernardo. La primera mujer bandoneonista (Ediciones BP), al conocerse
la decisión de Paquita, se acercaron varios amigos de su padre. “Allí estaban
Fernando Dubini, dueño de una herrería no lejos del barrio y Alejandro Pérez
(…). También el andaluz don Nicolás, dueños de una peluquería de Villa Crespo,
en Serrano al 300 a la que acudía el notable vecino Leopoldo Marechal. (…) Al
enterarse de la pretensión de la hija de su buen amigo no pudo evitar decirle:
´Niña, eso está muy feo…¡Pero muy feo! (…) Otro amigo comentó: ´Además,
tendrías que tocar por las noches y usar pantalones´.”
Pero a
Paquita Bernardo no lograron disuadirla ni la oposición de la familia ni los
prejuicios de los vecinos. Quizá presintiendo que su vida sería muy corta se
dedicó por entero a realizar su vocación. Había tomado la decisión y no estaba
dispuesta a dar un paso atrás. No sólo rechazó el delantal de cocina que en su
casa era una tradición pasar a la hermana menor cuando ya tenía edad para
cocinar, sino que rechazó también una propuesta de casamiento porque, según le
dijo a su pretendiente, ella ya estaba casada con el bandoneón.
Apenas comenzaba la adolescencia cuando les
pidió a sus padres que la enviaran a un conservatorio a aprender música. Allí
recibió, además de las clases, la influencia de uno de sus compañeros, José
Servidio, quien sería el autor del famoso tango El bulín de la calle Ayacucho.
Posiblemente él haya tenido mucho que ver en el hecho de que Paquita se dejara
seducir por la música porteña por antonomasia y por su instrumento emblemático,
el bandoneón.
Paralelamente
a sus estudios oficiales, la niña rebelde comenzó a practicar en secreto el
instrumento prohibido con el método que creara en 1915 Arturo Berro. Recibió
más tarde lecciones de Garci y de otro bandoneonista conocido en el medio como
“Chumbita”. Luego de haberles confesado a sus padres su gran pecado, entre 1917
y 1919 se dedicó a presentarse en su barrio a cuanto bautismo, cumpleaños,
casamiento o fiesta familiar fuera invitada una vez que comenzó a afianzarse su
fama de ser una buena “música”.
Jamás
utilizó pantalones para atenuar los "poco recatados" movimientos de piernas que le exigía el
bandoneón. Sí, en cambio, usó camisa y, en ocasiones, corbata. Su fama comenzó a crecer en forma
vertiginoso. Tocó en diversos cafés hasta recalar en el famoso café Domínguez.
Para ese entonces ya se la llamaba “La flor de Villa Crespo” y, ocupadas las
mesas del famoso café, sus seguidores se amontonaban en la calle para poder
escucharla. Pedro Maffia, que tenía su misma edad, en ocasiones la aconsejó
respecto del bandoneón, instrumento en que él se convirtió en un innovador.
Muy pronto
fundó la Orquesta Paquita, un sexteto cuyo pianista era nada menos que Osvaldo
Pugliese, quien por entonces tera apenas un adolescente. La fama de Paquita,
que también se presentaba en hospitales y otras instituciones, fue proporcional
al prejuicio de la época respecto de las actividades que eran propias de
mujeres. Puede decirse que se convirtió en un verdadero fenómeno y que su
calidad como intérprete y compositora terminó por imponerse a los estrechos
esquemas mentales de la sociedad machista, mucho más machista entonces que hoy,
aunque los prejuicios no se hayan acabado.
En un documental sobre su vida cuya autoría
pertenece a G. Zitzer, C. Miranda. M. Sayago. R. Gurevich, una sobrina de
Paquita, Beatriz, cuenta: “En el 18 formó su propia orquesta, pero tocaba
también en las fiestas patronales y en los patios de las casas. Luego debutó en
el Bar Domínguez con el sexteto Orquesta Paquita que ya integraba el maestro
Osvaldo Pugliese que tenía 16 años cuando integró la orquesta de ella. Fue la
primera mujer que se atrevió a cortarse el pelo porque en esa época las mujeres
lo usaban largo. Además, se puso camisa y corbata. En esa época las mujeres
eran amas de casa. En 1910, con la situación del país, era muy raro que una
mujer estudiara. Estudiaban muy pocas. Ella siempre estaba acompañada por mi
tío porque en esa época que una mujer saliera a tocar a la noche en los bares
no era común. Por eso iba con el hermano. No la dejaba ni a sol ni a sombra. Mi
tío Arturo era como el manager de ahora, así que sola no estaba. Pugliese era
del barrio de Villa Crespo y empezó con ella. En 1921 estrenó en el bar
Domínguez su primer tango, "Floreal” que fue cantado nada menos que por Carlos
Gardel".
Paquita
compuso varios tangos –Cachito fue muy famoso en su época- algún vals y dos
pasodobles, en total unas catorce piezas. En el mismo documental, Hugo Tornese
cuenta una anécdota que da la dimensión que la primera mujer bandoneonista
ocupó en su época. “Paquita –relata- participa de un concurso de tango en el
que le piden que toque Soñando. No se podían repetir los temas porque estaba
prohibido, pero al público le gustó tanto que aplaudió a rabiar y pidió que se
vuelva a tocar. El director se negó porque no era lo que estaba establecido.
Interviene entonces Carlos Gardel diciéndole: ´Maestro, el público es el que
manda. Entienda que Paquita es una mujer y es la única que ha sabido dominar al
taura del bandoneón´. Esto marca el respeto y la admiración de Carlos Gardel
por Paquita Bernardo y el talento de esa jovencita.”
El 14 de abril de 1925, la tuberculosis la
venció. El último disco que se conservaba de ella, según lo relata su sobrina,
se rompió accidentalmente en la década del 60. En 2013 en Villa Crespo, su
barrio, se pintó un mural que la recuerda. Como dice su sobrina, fue una
verdadera transgresora en una época en que las mujeres no eran dueñas siquiera
de abrir y cerrar las piernas en público para tocar un instrumento prohibido
para el género femenino, el bandoneón.
Luego de ella surgieron otras mujeres
bandoneonistas como Nélida Federico, Eva Méndez o Carla Algeri por citar sólo
unos pocos ejemplos. Sin embargo, el “fuelle” sigue siendo un instrumento
prioritariamente masculino como si a casi un siglo de la muerte de Paquita
Bernardo, el bandoneón no se hubiera liberado del todo de su estigma machista.
Mónica López Ocón
N. de la R.- Como dato agregado cabe acotar que Carlos Gardel grabó dos temas de Paquita: El tango La enmascarada, que lleva letra de Francisco García Jiménez, en 1924, con sus guitarristas Ricardo y Barbieri, y en 1925, Soñando, con versos de Eugenio Cárdenas, acompañado por los mismos.
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