Y si se trata de orquestas de tango de los cuarenta, ese pasado se ilumina para traernos la magia y la sabiduría de grandes músicos cuyo talento seminal y generosidad artística forjaron las bases de nuestro género ciudadano.
Julián Hasse |
Desgrabar tangos es desandar los pasos de una compleja operación
combinatoria de la que sólo conocemos el resultado.
Ese resultado sonoro, registro de escasa calidad en muchos casos, que
servirá de único mapa en nuestra sinuosa pero enriquecedora empresa.
Sería muy ilustrativo describir los pasos que usualmente se necesitaron
para concebir un registro orquestal, de modo que entendamos la ingeniería
artesanal que será necesaria para volver a poner en papel lo que se ha
almacenado en vinilo.
La música empieza siempre en el oído interno, es decir en el cerebro del
músico.
A partir de allí los dedos sirven de puente para garabatear ideas sobre
algún instrumento, que luego se cristalizarán en una obra definida.
Esa obra requerirá de un arreglador (en algunos casos el mismo autor) que
pueda definir secciones y transformaciones (de allí el "arreglo" ) y
decidir qué instrumentos participarán en cada sección (orquestación).
Cuando todas esas notas han sido puestas en un plano maestro llamado
"partitura" deberemos solicitar la asistencia de un "copista"
que pueda extraer las partes para cada instrumento (particellas).
Cuando cada músico posea su parte se procederá a ensayar y luego de horas
de definir y acordar intenciones, fraseos, tempi, dinámicas y otras variantes,
llegará la grabación.
Como vemos, todo este proceso empezó en el oído y es allí donde empezaremos
para recorrer el camino inverso.
Desgrabar música implica entender qué nota se está tocando, cuándo ocurre y
quién lo hace.
Y por si todo esto fuera poco queda un elemento adicional que escapa a la
notación musical: el estilo.
Esto significa que además de escribir todo lo que está ocurriendo debemos
comprender cuáles son los elementos que configuran el estilo de esa orquesta:
un marcatto tocado por la orquesta de Caló, De Angelis o D'Agostino se codifica
igual, pero suena diametralmente distinto.
Cuando fui convocado por Gabriel Soria y Cecilia Orrillo para la tarea de
transcribir las grabaciones originales del espectáculo "Cantores de
típica", recordé los comienzos de mi curiosidad por entender cuáles eran
los materiales armónico-melódicos de las orquestaciones que escuchaba.
Descubrir con decepción que de esas músicas no quedaban registros impresos fue
el disparador de una obsesiva carrera que me ha llevado a desgrabar más de 600
orquestaciones que ahora forman parte nuevamente del repertorio de decenas de
orquestas y ensambles de todo el mundo.
Todo está allí: en el papel. Los exquisitos solos a dos manos octavados de
De Angelis, los pasajes y variaciones de la fila de Tanturi, las cuerdas que se
prenden a las voces de Ribó, Godoy, Martel, Podestá y Cané, resonando en la
memoria.
Transcribir música es emprender un viaje al pasado. Pasen y escuchen.
Todo está allí: en el papel.
Julián Hasse
Agosto de 2009
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