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jueves, 21 de agosto de 2014

Milongueando que es gerundio

Estoy con medio pie en la playa y preparándome para mandarme unas mergulhidas en el Mediterráneo. Pero, mientras voy armando la mochila escucho tangos de rompe y raja, unos valsecitos que me hacen derretir el cuore y unas milongas que me llevan a los saltos por la casa. Además pienso en mi Milonga a la que retorno el mes próximo y voy aceitando las tabas con esta música maravillosa.

Héctor Marcó lo pintó muy bien en su tango, que musicalizó Carlos Di Sarli:

Porteño y bailarín, me hiciste tango, como soy:
romántico y dulzón... 

                                          


Y bailándolo por la orquesta del maestro de Bahía Blanca, miel sobre hojuelas. Curiosamente no estuvo en el repertorio de otras orquestas importantes, pero hizo historia y se sigue bailando a tutiplén en las pistas de todo el mundo. Además Marcó, pese a que cantaba y escribía, no era milonguero, y sin embargo lo describe muy bien::

Me inspira tu violín, me arrastra el alma de tu compás,
me arrulla el bandoneón...

Aunque yo para bailar voy siempre a ritmo con el piano, y el de Di Sarli te lleva deslizándote por la pista con una suavidad tremenda y un goce interno maravilloso. Orquestas como la suya fueron las que pusieron al tango en el gran escenario universal de la historia.

Porque, pese a que el tango sea porteño por excelencia y Buenos Aires tenga las mejores milongas del mundo, afortunadamente, hoy día, se lo baila en infinidad de países y en algunos de ellos, en forma increíblemente ajustada a los cánones.

Michelle y Murat
                                   

El tango ha sacado carta de ciudadanía universal y en las milongas porteñas se puede bailar con hombres y mujeres de distintas procedencias. En Marzo último, en Buenos Aires, entre otras, bailé maravillosamente con una alemana, una francesa y especialmente con una japonesa en Grisel, con la cual me parecía estar flotando entre las nubes. Claro que también con muchas milongueras locales que llevan la marca en el orillo y me hicieron disfrutar de lo lindo.

                                                       


Para demostrar hasta dónde ha llegado el tango, bastaría con ver a esta pareja integrada por el turco Murat Erdemsel y la hawaïana Michelle, que son un lujo para el espectador. Ya han visitado estas páginas en otras oportunidades pero verlos moverse con tanta elegancia y sentimiento, me produce un gran placer. Acá los traigo, bailando este año, en Zagreb, el valsecito de Eugenio Carrere y Hermes Peressini: Sin rumbo fijo, que canta Ángel Vargas, con la Orquesta Típica Victor. Belleza.



Efectivamente, el tango no tiene fronteras y hoy día se puede bailar en todos los continentes, incluso con algunas orquestas locales. Siempre usarán el molde de los grandes conjuntos argentinos que hicieron historia y diseñaron las coordenadas del tango bailable y hermoseado para escuchar, incluso.

Y para confirmar el auge y exaltación de esta música danzable, también retorno al ejemplo de la pareja norteamericana integrada por Nick Jones y Diana Cruz, que se sacan de la manga piruetas de todo tipo, aprovechando su capacidad y dominio escénico y musical. Además Nick usufructúa al mango, el arsenal dancístico que ha cultivado Diana y un físico que parece ser de goma por los movimientos y despliegues insólitos que realiza con su cuerpo, aupada por Nick y su sapiencia musical.  En este caso bailan el tango de Scarpino y Caldarella: Seguime si podés por la orquesta de Francisco Canaro.

                                                         

Pero Argentina tiene muy buenos maestros de la pista, con un gran bagaje de conocimientos tangueros, además, cosa muy importante que ayuda a meterse en el cuore todo lo que palpita detrás de cada tema. La interpretación, los arreglos, los solos, cantores, músicos y sabores de las distintas épocas. En ese sentido, mi querido amigo Miguel Ángel Zotto es un avanzado, un gran experto que aúna experiencia, sabiduría, porteñidad y organización de espectáculos con los cuales ha dado la vuelta al mundo envuelto en grandes aplusos y críticas maravillosas.

                                   


Desde hace unos años baila con su esposa y madre de las gemelas, que son el fruto de esta relación amorosa. En la pista se entienden a la perfección y Miguel le ha transmitido a Daiana todo el secreto del tango, sus adentros, los yeites. Y ella que venía del baile clásico ha ido escalando hacia el corazón del tango y ahora lo bailan y se entienden disfrutando de maravilla en cada actuación.

En este caso los vemos en un Festival en Amsterdam, el año pasado bailando la milonga de Graciano De Leone. Reliquias porteñas, acompañados por una orquesta. Dos cracks.

                                 

Porteño y bailarín, me hiciste tango, como soy,
romántico y dulzón...


                                                                                   


miércoles, 20 de agosto de 2014

Troilo en Brasil

Fue sorprendente porque a Troilo no le gustaba nada viajar, y aunque no le tenía tanto miedo al avión como D'Arienzo, tampoco le atraía la idea de andar por otros países, lejos de su radio de acción: el centro porteño. Sin embargo estuvo en Brasil, contratado con toda su orquesta y rodeado de grandes expectativas.

Fue a fines de 1951, y el viaje ha sido revivido por el el celebrado hombre de tango, Gabriel Soria, que incluso realizó el trayecto en avión a San Pablo y luego  en el barco turístico con tutti i fiocchi, a puro tango, saliendo del puerto de Santos. Durante los festejos realizados este año en Buenos Aires por el Centenario del nacimiento de Pichuco, Soria reprodujo en su totalidad el concierto que la orquesta realizara en San Pablo.

                                                


La orquesta de Aníbal Troilo estaba integrada entonces por Pichuco, Domingo Mattio, Eduardo Marino, Fernando Tell y Alberto García en bandoneones; Juan Alzina, David Díaz, Nicolás Alberó y Reinaldo Nichele en los violines; Cayetano Giana: viola; Alfredo Citro: cello; Carlos Figari  al piano y Enrique Kicho Díaz en contrabajo. Los cantores eran Raúl Berón y Jorge Casal.

La presentación fue el 23 de Noviembre de 1951 en el Teatro Braz Bandeirantes y la transmitió en directo Radio Bandeirantes. También actuarían en el Teatro-Auditorio de la propia Radio Bandeirantes. Troilo tenía mucho prestigio en Brasil y para ese evento preparó un regalito destinado al público paulista. La orquesta tocó el baión Delicado, un tema de Waldir Azevedo que también en Buenos Aires estaba de moda. Y la canción Copacabana, de Alberto Ribeiro y João de Barro,  en tiempo de tango, cantada por Jorge Casal.


También actuaría Pichuco en los famosos carnavales de Rio de Janeiro,compartiendo escenario con la famosa jazz del trombonista norteamericano Tommy Dorsey, contratados por la boite Night and Day, donde se celebraban los grandes espectáculos de Carlos Machado, que tuve la suerte de ver años después, cuando estuve una temporada viviendo en Rio de Janeiro.

Al respecto, me contaba mi buen amigo Marcelo Guaita, que, cuando la orquesta de Pichuco arribó a Rio de Janeiro para actuar en esa boite, al llegar al hotel advirtieron que faltaba la bolsa con el calzado que usaban los integrantes de la orquesta en las distintas funciones. Tuvieron que salir a comprar de urgencia zapatos para todos y subir con ellos al escenario. Y Raúl Berón decía que "caminaban como marcianos" con esos zapatos nuevos, que, por entonces, no tenían la misma calidad que los argentinos. Además Troilo se los hacía a medida.

                                                     


Y después de la anécdota, nos quedamos con un par de temas que interpretaron en esos dos sitios. Arranco con el tango de Ástor Piazzolla, Prepárense, grabado el 21 de marzo de 1951, cuyo arreglo le pertenece al propio autor. Y sigo con el vals Un momento, de Héctor Stamponi, cantando Raúl Berón, grabado ese mismo año.

093- Prepárense - Aníbal Troilo

21- Un momento - Troilo-Berón

martes, 19 de agosto de 2014

TA-BA-RIS

Fue el gran cabaret por excelencia, de todos los que hubo en la Buenos Aires que buscaba ser la París de Sudamérica. Estaba ubicado en la calle Corrientes 831, en el mismo lugar del que había sido hasta entonces el Maipú Pigall, y fue inaugurado con todos los faroles, el  7 de julio de 1924.

Su dueño era Andrés Trillas, un francés absolutamente aporteñado, y nacionalizado argentino, que llegó al país con 14 años, en el año 1915, sin tener oficio alguno. A los 16 se conchabó como camarero en el Royal Pigall, y terminó fungiendo  de gerente cuando todavía no había alcanzado la mayoría de edad. Posteriormente tuvo el mismo cargo en el Armenonville, con una remuneración mensual de 1.900 pesos, y contaba años más tarde el propio Trillas:

- En 1920 mi sueldo era mayor que el del Presidente de la República. En 1925 ya era millonario.

Era la época en que los niños bien de la clase alta tiraban manteca al techo y tomaban champán francés, pero el tango consiguió hacer pata ancha en el lujoso cabaret que llegó a alojar a unas quinientas personas. Por su escenario pasaron artistas de gran tirón internacional como la esbeltísima negra Josephine Baker, la Mistinguette de las piernas maravillosas, la orquesta de Ray Ventura, Sara Rivera, la mujer araña, Lucienne Boyer, Celia Gámez,  y otras celebridades.

Con motivo del ensanche de la calle Corrientes, al transformarse en Avenida, en 1937,  el arquitecto Rafael Sanmartino, modificó totalmente la estructura y fachada del TA-BA-RIS, dándole un aire estético modernista, de líneas sobrias, con columnas de influencia art decó, en su fachada vidriada. La pista de baile se elevaba y se convertía en prolongación del escenario entre las mesas, para unos 550 comensales. Tenía tres pisos de palcos con alfombras que no hacen ruido y mesa puesta al amor,  amén de espesas cortinas que brindaban absoluta intimidad, para aquellos que buscaban encontrarse con las escogidas cocottes del cabaret. Algunas de ellas hablaban varios idiomas, incluso, por los turistas. Fue la primer casa de este tipo, de Buenos Aires en tener aire acondicionado. La cubertería era toda de plata. El cheff de cocina ganaba lo mismo que un diputado.

                                   
El TA BA RIS en 1937, remodelado

 Entre las personalidades que pasaron por el lujoso cabaret estuvieron Eduardo Windsor, Príncipe de Gales -que era un entusiasta bailarín de tango-,  el Maharajá de Kapurthala con sus esposas, Aristóteles Onassis y sus amigos, Orson Welles, Walt Disney, Federico García Lorca, Witold Malcuzinsky, Luigi Pirandello, Louis Jouvet,  Maurice Chevalier. Alí Khan , el Conde Ciano, el príncipe Bernardo de Holanda, Jacinto Benavente, Leopoldo Stokowski, María Félix, Errol Flynn, Vittorio de Sica, Ruggero Ruggeri y varios artistas y estrellas famosas.

                                          
Josephine Baker "La Diosa de ébano"

En el programa del TA-BA-RIS podía leerse, en español, francés e inglés: "Tres condiciones esenciales son las que lo distinguen: la calidad de su concurrencia, el alto nivel artístico de sus atracciones teatrales, y la bondad de su cocina. reunir a los amigos a comer en el Ta-Ba-Ris, supone: ofrecerles la perspectiva de pasar una velada alegre y entretenida; y la más absoluta seguridad de hallarse en un ambiente de sociabilidad y compostura jamás alcanzado por establecimientos similares de la Capital.
 Dos grandes y numerosas orquestas amenizan sus reuniones: una Típica criolla y otra de "jazz", cuyos repertorios musicales son siempre renovados y de actualidad."

                                                     


Allí reinaba la orquesta de Francisco Canaro y curiosamente en la jazz de Eleuterio Iribarren estaba sentado al piano un adolescente llamado Lucio Demare, que había arrancado para clásico. Era primo de Luis Riccardi, en ese momento pianista de Canaro. Demare había decidido intentar ganarse un lugar en el tango y mediante la intercesión de Riccardi logró hablar con Pirincho:"Me gustaría tocar en su orquesta...". Canaro lo relojeó y su respuesta fue terminante: "El tango hay que sentirlo, no basta con saber música...".

                                       

Pero poco días después, el mismo Canaro lo encaró a Lucio:  "¿Sigue dispuesto a tocar conmigo? Tengo que mandar una orquesta a Europa, y si acepta, lo haré preparar por Minotto". Con toda la ilusión por el reto, Demare, luego de las respectivas actuaciones, en las madrugadas, se puso a captar los yeites del tango de la mano del gran bandoneonista oriental. Hasta que llegó el día de la partida con esa  orquesta que formó Pirincho para actuar en el Dancing Florida de París. Juan Canaro, Rafael Canaro, Miguel Orlando, Mochila González, Agesilao Ferrazzano, Domingo Demare (violinista, padre de Lucio), y el propio Lucio Demare.

                                     
Andrés Trillas en el cierre de Ta-ba-ris


En 1961, como consecuencia de una seria crisis económica ("Los ingresos se los llevan los artistas y el personal" -que llegaba a 120 personas), anunció Andrés Trillas la noche del 31 de diciembre de 1961, ante numerosos periodistas y transmitido por radio, el cierre del famoso Cabaret. Se iba con él un pedazo importante de la pretendida grandeur porteña, aunque seguiría existiendo el sitio, con distintos fines regentado por sucesivos empresarios. "Había que cerrar con todos los honores -explicaba Trillas- y así lo hemos hecho. Con mucho dolor también".


En el TA-BA-RIS Canaro supo desglosar sus orquestas, como acostumbró cuando se subió al carro del éxito, manejando siempre las riendas. Por eso en este cabaret tocaron también las orquestas dirigidas por su hermano Juan o por el citado Minotto Di Cicco. De este último escuchamos dos temas. Hoy ya no puede ser, de M. Nastra.  Y Barra canyengue, de Rafael Campos, que canta Jorge Omar. Y recordamos aquellos años de grandes cabarutes porteños.

13- Hoy ya no puede ser - Orquesta Minotto

14- Barra canyengue - Minotto-Jorge Omar

















lunes, 18 de agosto de 2014

Aves del mismo plumaje

Con este título tan significativo, se metieron en una sala de grabación el pianista, director y compositor Carlos García y el bandoneonista Osvaldo Marinero Montes, para rescatar entre ambos antiguas piezas tangueras, que a juicio del fueye rosarino, "estaban hechas a vuelapluma, sin mayores alardes". Pero, claro, habían dejado un poso importante en la historia.

El sintagma del título se le ocurrió a una persona que veía a los músicos de la Orquesta de Tango de la Ciudad de Buenos Aires, uno de cuyos directores era precisamente Carlos García, al ver que se reunían los mediodías posteriores a un concierto, en el restaurante Chiquilín de Sarmiento y Montevideo. Y allí analizaban lo que habían hecho, hablaban de tango y prolongaban la sobremesa.

                           


El resto es fácil deducirlo. A Carlos García le gustaba la forma en que Montes sentía el tango. Y a éste le impresionaba el sonido que Carlos expresaba en el teclado del piano. Ambos tenían una historia lunga en la música popular, pero lo de Carlos García venía de muy lejos. Había sido nada menos que pianista de la orquesta de Roberto Firpo, que en su momento era la orquesta más cotizada.

Eso ocurrió entre 1932 y 1938, pero increíblemente también tocó en la orquesta de Jazz de los Hawaian Serenaders y durante unos cuantos años fue pianista del dúo folklórico Martínez-Ledesma. También acompañó a Mercedes Simone, a Antonio Tormo y a una pila de cantores. Un tipo muy querido en el ambiente, vanguardista en su momento, y a quien le hice un sentido obituario en el Diario El País del España, a su fallecimiento en el año 2006. También le dediqué una página en el Blog al marinero Montes que se nos fué hace poco y era otra persona de ésas con la cual es fácil entramarse en un chamuyo y conocer infinidad de anécdotas vividas en este ambiente que nos une.

                                        
García y Montes "a la parrilla"

Cuando pasaron a almorzar en el Restaurante Pepito, de Montevideo y Corrientes, al que acudo con amigos tangueros como el cantor Roberto Mancini y otros, en cada visita a Buenos Aires, fue la propia gente del restaurante y los gomías de la orquesta quienes impulsaron a García y Montes a grabar una serie de temas. Porque allí, Carlos al piano y el marinero Osvaldo con su fueye,  tocaban aquellas joyitas del pasado, a la parrilla, sin ensayo, después del manduque y los muchachos aplaudían con gusto,  como si fuese un concierto. Esto ocurría allá por el año 2000. Y precisamente la imagen en la que estoy con el título de este Blog, en la cabecera,  fue sacada en Pepito.

                                         
Finalmente decidieron grabar así, a pura repentización, en los estudios de Lito Nebbia, con la dirección artística de Nélida Rouchetto, catorce temas. Como a Carlos gustaba acompañar, la cosa le resultaba fácil porque el estilo sencillo y entrador de Montes le venía muy bien, lo motivaba. Además García quería hacerlo lento, entrañable, saboreando los temas. No buscaron explotarlo comercialmente, simplemente era un regalo para los integrantes de la barra, aunque un grupo japonés, tan rápidos siempre para estas cosas, encargaron y compraron mil placas.

A mí me encanta el resultado de esos temas tocados a la parrilla y en tren de elegir un par de los temas de este CD, escojo El flete, de Vicente Greco y Ensueños, de Luis Brighenti.

Y ustedes escuchen estas dos paponias de dos troesmas, que son regalitos a la parrilla.

11- El flete - Carlos García y Osvaldo Montes

06- Ensueño - Carlos García y Osvaldo Montes



domingo, 17 de agosto de 2014

Gustavo y Giselle

Hoy me levanté muy milonguero, y compartiendo los matecitos y las medialunas, estuve escuchando un rato a Di Sarli y  a D'Arienzo. Las piernas se movían solas debajo del escritorio y me hacía el bocho como si estuviera bailando en el salón, con una pareja bien acoplada.

Entonces me puse a observar a varias de las parejas destacadas y vi unas cuantas exhibiciones de la dupla Gustavo Naveira-Giselle Anne, que se pasan el año girando por el globo terráqueo. Dando clases y mostrando su arte, sumamente reconocido en los sitios donde el tango ha sacado carta de ciudadanía, porque cada vez lo baila más gente. Y sobre todo los jóvenes.

                         


A Gustavo lo señalan como exponente del tango nuevo, un eufemismo que en realidad esconde con ese aditamento: nuevo,  a la palabra mágica Tango. Algo, a veces señalado como pretendidamente revolucionario, distinto. Pero lo veo bailar a Naveira, con su pareja, y para mí es todo un clásico. Elegante, caminador de la pista, rítmico, ha logrado un gran entendimiento con Giselle, pero no se sale de las coordenadas que marcan al tango bien bailado.

Aunque es cierto lo que afirma y en ese sentido él es uno de los abanderados.

- La evolución es algo que se da inevitablemente y no se le puede poner límites. El tango que nos gusta,  es el tango que mantiene la esencia de lo tradicional. Nosotros no podemos despegarnos de eso y no queremos hacerlo, obviamente, pero lógicamente hay un avance muy grande. 


                                      

Yo entiendo la evolución con el paso del tiempo. Los futbolistas de hoy juegan con zapatos de fútbol que pesan 100 gramos. Los de los años cuarenta pesaban 3 kilos y si llovía, el doble. Y del balón, ni hablemos. Cabeceabas con la pelota mojada y te quedaba zumbando el balero durante un rato largo.Y esas mejoras se pueden aplicar en todos los órdenes. Antes no había videos ni filmes sobre el baile del tango, que te ayudan a ver defectos, posturas y demás. Y a cuanto bailarín o bailarina se te ocurra. En esto se ha avanzado notablemente. Pero de aquellos úteros fundacionales viene todo y caminamos, bailamos, jugamos, sobre esas bases.

                                                           

De esta pareja no se puede esperar fulguraciones, embestidas, vuelos incendiados, ni revoleos que sólo llaman la atención a los  novatos y desconocedores de las reglas del género. Son además, tanto él como ella muy buenos profesores, cómo comprobé hace dos años en Buenos Aires. Había llegado ese día a Argentina, y me escapé por la noche al Club Huracán, porque había milonga, y me permitieron ver la clase previa de Gustavo y Giselle, sentado al borde de la pista. Incluso vino a saludarme. Y realmente era una clase con mayúscula, a la cual acudían hasta neo profesionales.

Cuando se ha bailado y experimentado lo suficiente, puedes jugar mucho con el autodominio, y eso es lo que aprecio en Naveira. La voluntad de transmitir la energía de sus ideas. Bailar un tango corpóreo sin entregarse a la desmesura pour épater al público. Es fundamental que no haya desproporción entre la sustancia y el envoltorio.

                                 


Lamentablemente a veces hay bailarines con algunos kilómetros transcurridos que parecieran ignorar que entre los espectadores, hay gente que domina el arte del tango bien bailado. En su afán de buscar el aplauso a toda costa,  hacen movimiento reñidos con el savoir faire, con la elegancia  y el peso de los códigos testamentarios. Como diría Nietzche, "enturbian el agua para que parezca profunda" .

Por eso los invito a ver otra vez a Gustavo Naveira y Giselle Anne. Se trata de una exhibición en Estados Unidos, durante el mes de abril de este año.

Primero, en el hermoso tango de Héctor Quesada: Indio manso, por la orquesta de Carlos Di Sarli.




Y a continuación, el Valsecito de antes, de Antonio Sureda, por la orquesta de Juan D'Arienzo.

De diego...

                                               

sábado, 16 de agosto de 2014

La serenata

Fue algo bastante común en la vieja Buenos Aires. Aquella ciudad que robosaba de cantores, poetas, guitarreros, futbolistas, boxeadores, milongueros y sobre todo, de una bohemia maravillosa. La serenata brotaba naturalmente en aquel ambiente, y era provocado por los afanes de los muchachos que querían homenajear a su amada, sorprendiéndola. Y no había nada más hermoso que una serenata a la luz de la estrellas.

Vine al pie de tu vieja ventana, mi bien,
a ofrecerte, mi vida, este canto de amor
porque quiero que sepas que te amo, mi edén,
y te siento latir en mi fiel corazón.

Todo esto viene a mi mente porque hace algunas noches fuimos a tomar un helado en Madrid. Y nos sentamos en la terraza de una conocida heladería en la zona norte de la ciudad, en una avenida. En ello estábamos, meta charleta y degustación de la crema helada, cuando aparecieron un grupo de muchachos coloreado por un par de chicas. Uno portaba la guitarra, otro un violín y parecía que venían o iban a algún concierto. De repente se pararon y entró a sonar la música de los instrumentos.

                                       


Acto seguido, uno de los muchachos se puso a cantar mirando hacia arriba. La chica que tenía un ippon se lo acercaba a éste último para que siguiera las letras,  y el cantor entonaba esas clásicas y galanas canciones serenateras, generalmente habaneras.  Enseguida se iluminó la ventana de un primer piso, y el rostro sonriente de la muchacha receptora de las canciones, le dió brillo y sentido al acto. El concierto siguió un rato hasta que la festejada bajó a saludar, luego de abrazarse estrechamente y emocionada con el chico que canturreaba. Que evidentemente era su enamorado.

Por eso que esta noche, muchachos los invito
pondremos en los barrios un poco de emoción,
y al ver que las ventanas, se abren despacito
muchachos, esta noche yo pierdo el corazón...

Yo les iba explicando a mis acompañantes cómo era la ceremonia. Que la chica a quien iba destinada la serenata encendería la luz para indicar que estaba allí y escuchándolos. Que luego se asomaría. Y que al final, lo normal sería que los invitaran a subir a tomar algo. Íbamos siguiendo el desarrollo y efectivamente bajó el que parecería ser padre de la muchacha homenajeada, a buscar vituallas. Al rato los invitaron a subir a todos, eran unos diez  o doce más o menos.

                           


Y claro, yo conocía las circunstancia de las serenatas porque de adolescente participé en unas cuantas y me encantaba. En el barrio teníamos el fueye de Paquito siempre dispuesto a la farra. El acordeón de Don Carlos, que era ciego y cafisio; un par de violeros y algunos cantores. Y a mis años juveniles me producía una ilusión tremenda participar de estas ceremonias. Sé de músicos y cantores profesionales conocidos, que también se anotaban inicialmente en las serenatas. Barrios como Boedo, Pompeya, Parque Patricios, San Telmo, Flores o Barracas, fueron testigo de innumerables cantidades de estos cantos de amor.

Asomate otra vez como entonces
y encendele la luz del quinqué,
porque quiere decir en sus voces,
muchacha no llores, no tienes porqué.


Lo he visto en México incluso. En la Plaza Garibaldi, del Distrito Federal, se apostan varios grupos de mariachis a la espera. Allí me tocó tomar unos tequilas con la mano. Cierras un poco el puño formando una especie de cono, te echan sal en la parte superior y un vasito de tequila que te vuelcan en el interior de la mano y hay que tomarlo de un trago. Te sale fuego de la boca a continuación como si fueras un dragón, de lo fortachón que es el trago a palo seco, pero no podés recular y rechazarlo.


De repente aparece un hombre a contratar a alguno de los grupos de mariachis, les pasa la dirección de la mujer a quien le dedicará el mensaje serenatero y ellos se van en un coche o camioneta, con sus trajes típicos e instrumentos. Allí le llaman a la serenata: Echar un gallo.



El tango recuerda aquellas ceremonias tan románticas y sentimentales, con numerosos temas. Algunos en forma del valsecito clásico, pero también en tiempo de milonga e incluso tango. Nunca había visto algo así en Madrid y me llamó tanto la atención que me hizo volver la vista atrás y recordar algunas de las serenatas en las que participé. Incluso la que encargué llevando al Turco Abud, uno de los créditos del barrio, para que cantase, bajo una ventana, con dos guitarras.

                                             


Hoy es sábado, caluroso en Madrid y para mí es tiempo de serenatas. Esas hermosas dedicatorias públicas de amor, que el duro materialismo del progreso ha ido borrando gradualmente. Entre los muchos temas que el tango les ha dedicado, extraigo dos que la simbolizan. El vals La serenata de ayer, de Manuel Buzón e Ismael Ricardo Aguilar. Lo grabaron varias orquestas y cantores. Lo traigo por Roberto Goyeneche con la Orquesta Típica Porteña dirigida por Raúl Garello. Y Mi serenata, de Edgardo Donato y Juan Carlos Thorry, por la Orquesta de Osvaldo Pugliese, cantando Jorge Maciel y Miguel Montero.

Serenateemos.

20- Serenata de ayer - Roberto Goyeneche

Mi serenata- Osvaldo Pugliese (Maciel-Montero)

viernes, 15 de agosto de 2014

Típica y Jazz

Con esta combineta pasamos hermosos momentos en aquellas veladas que ofrecían los clubes y las confiterías céntricas. Uno iba por la típica, pero el complemento no sólo servía para que los muchachos de la orquesta descansaran un rato y tomaran fuerzas para el resto de la noche, sino que además, con la jazz nos sacábamos el almidón, aflojábamos la percha y la pasábamos muy bien.

Las llamadas orquestas de jazz, en realidad eran una combinación de música norteamericana, foxtrots sobre todo, tropical, brasileña y los ingredientes ideales para jugar un rato. Las muchachas se prestaban y la más sueltas y resueltas mostraban sus condiciones para moverse con esos ritmos, contagiando al resto. Terminábamos todos sudorosos y al finalizar cada participación de la Jazz, debíamos ir a recomponer nuestros cuerpos a las toilettes, que existían en todos los clubes y lugares
 céntricos.

                                     
Tango y Jazz: Eugenio Nóbile, Alfredo Gobbi, Panchito Cao y Osvaldo Pugliese


Generalmente íbamos a bailar con nuestras orquestas predilectas, que eran las que arrastraban más público y a las mejores milongueras. Y los conjuntos acompañantes, podían ser Héctor y su jazz (la mejor), Ahmed Ratip y sus Cotton Pickers, Oscar Alemán, la Jazz Casino y su baterista Tito Alberti, Barry Moral, Esteban y su Jazz Savoy, Juan Carlos Barbará, Varela-Varelita, La Santa Anita, Santa Paula Serenaders, René Cóspito y muchas más que se iban formando por el camino.

                                                         
La Jazz Santa Anita


La invasión del jazz en Buenos Aires le abrió el camino a numerosos tangueros que se pasaron a ese tipo de música por la posiblidad de trabajo que ofrecía. Eduardo Armani, Héctor Lagnafieta, Osvaldo Novarro, Mario Fortunato, Francisco Panchito Cao,  Eugenio Nóbile, que cambiaron las partituras de uno a otro género, terminaron inmersos en una música que les daría muchas satisfacciones e hicieron bailar a numerosas legiones de argentinos.

                                    

Incluso integrantes de familias tradicionales como Los Caló, se dividieron y así nació la orquesta Tony-Armand. Otro tanto pasó con los Lomuto al dedicarse con muy buen resultado, Héctor al jazz. O Alberto Deval, hermano de Horacio que cantaba con la Santa Anita (Ritmo en el alma). Incluso los Gobbi. Virginio, hermano de Alfredo actuó en numerosas veladas y también tocaba en la Confitería La Ideal, de la calle Suipacha, donde íbamos a tomar el té algunas tardes.

                     
La orquesta de Francini-Pontier
 
Inolvidables veladas de Típica y Jazz. En los carnavales eran realmente espectaculares. Hace unos cinco meses estábamos cenando y tomando unas copas con los amigos de la infancia en Buenos Aires, y con uno de ellos, Roberto, recordábamos muertos de risa la noche de carnaval en que  nos subimos al escenario cuando estaba tocando Oscar Alemán con su orquesta y nos pusimos a cantar con él. Primero nos pispeó de reojo y luego nos siguió la corriente, porque el Negro estaba pasado de todo. Las 7 Grandes noches 7-, de Carnaval daban para mucho, nosotros éramos lanzados, y así ganamos puntos ante algunas pibas. Ya sabés, aquello de Citius, altius, fortius. 

 Como decía Miguelito Bucino en su tango:
-Al taura siempre premia / la suerte que es mujer...

                                   
La formidable conjunción de Héctor y su jazz con muy buenas voces


Las orquestas de jazz sirvieron para darle el contrapunto a las Típicas y permitir otra expresión oral y física. Nos desacartonábamos y afloraba la otra personalidad, quilombera o divertida. Lo mismo le pasaba a las pibas, claro, cuando había que mover el esqueleto. Después volvía la orquesta de tango, y de nuevo el gesto serio, la pilcha acomodada, y la pinta calafateada en la toilette.

Muchachos esta noche será recordación, como reza el valsecito clásico y después de darle máquina a la memoria y los hermosos momentos de la milonga, nos adornamos con una de tango y una de jazz. Al voleo acomodo un gotán de Mariano Mores: Tanguera, por la orquesta de Francini-Pontier. Y por Héctor y su jazz, cantando la gran lady-crooner Louis Blue que moriría en Estados Unidos, donde terminó viviendo y cantando: Esperándote siempre estaré.

23- Tanguera - Francini-Pontier

01- Esperándote siempre estaré - Héctor y su jazz