El Negro Montero fue una de las voces importantes del cincuenta y debutó con la orquesta de Osvaldo Pugliese, a quien lo recomendó el bandoneonista Mario Demarco -que ya lo había tenido en su conjunto- en el Club Atlético Huracán en 1954. Justo el club de mi barrio donde, con la barra, pasamos tantas noches milongueando. Y, por supuesto, ahí estaba yo, firme como estatua.
Miguel Montero era tucumano, nacido en la Capital de esa provincia conocida como El jardín de la República. Y con su familia vivió un tiempo en Córdoba para luego radicarse en el barrio porteño de Saavedra. Su padre era pintor y decorador y el oficio lo continuó con sus hijos varones, pero también era aficionado al canto y supo transmitírselo a ellos. Y en su casa se escuchaba mucho tango porque el jefe de familia era hincha de los tres grandes: Gardel, Corsini y Magaldi.
Miguel fue el que más se embaló con el canto ciudadano y de pantalones cortos, entonaba temas en el barrio, en cualquier fiestita que le dejaban un hueco. A los dieciséis ya despachaba algunos tangos por Radio Del Pueblo y lo iban conociendo. Tanto, que dos años más tarde le habla Pedro Maffia para incorporarlo a su orquesta y en su casa se festejó de lo lindo hasta la madrugada.
Después se enrolaría en la de Juan Carlos Cobián, con veinte años, cuando el gran pianista y compositor bahiense volvió de sus aventuras locas por Estados Unidos. Y entonces comenzó a cuidarse y entendió que tenía su futuro en el tango.
Sería ese excelente pianista, Juan Carlos Howard, quien lo recomienda a Francisco Lomuto, que buscaba un reemplante por la ida de su vocalista Carlos Galarce, para hacer dupla con Alberto Rivera. Con esta orquesta dejaría seis grabaciones (en una selección de temas interviene con Alberto Rivera) y la muerte del Director da fin a esa etapa, en diciembre de 1950.
El Negro Montero tenía una voz potente, recia y dramática, con un deje quejoso que lo identificaba y definía su estilo. Fue muy buen cantor y su muerte a los 53 años, impidió que dejara más grabaciones en su época de solista, cuando era representado por mi querido amigo, el gallego Fernández, con quien pasamos tantas noches y madrugadas geniales en lo de Pepe Fechoría.
Hoy lo escuchamos a Montero en dos temas con la orquesta de Francisco Lomuto: Una pena, de Adolfo Rosquellas y Arturo Luis Albert, grabado el 2 de noviembre de 1949. Y Nunca más, de Francisco y Oscar Lomuto (Pascual Tomás Lomuto), registrado el 25 de abril de 1950.
Pero también les dejo la yapa. Miguel Montero como solista, secundado por la orquesta de José Libertella, en esa belleza de tango de Joaquín Mora y José María Contursi, que es: Como aquella princesa. Grabación del 18 de noviembre de 1964.
Una pena- Miguel Montero con Francisco Lomuto
Nunca más - Francisco Lomuto-Miguel Montero
017- Como aquella princesa - Miguel Montero
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domingo, 11 de agosto de 2013
sábado, 10 de agosto de 2013
Leopoldo Federico
El tango engloba lo existencial, lo moral, lo costumbrista, ráfagas, rachas, fulgores y su fascinación torrencial. Es música y es poesía. Un laboratorio de alquimia existencial y emocional. Y el bandoneón es el rezongo vital en medio de un torbellino ordenado.
Entre los grandes ejecutantes de fueye que trascendieron los umbrales del anonimato, Leopoldo Federico sigue manteniendo incólume su lugar en el podio de los elegidos, pese a los rigores de los años. Porque se necesita fuerza, además de talento y personalidad para seguir brillando con todas sus luces después de tantos años sacándole virutas de emoción al bandoneón compañero.
Porque pocos pueden presumir de haber debutado siendo un adolescente de 17 años, con una orquesta de segunda fila en el cabaret Tabarís y de inmediato pasar a la de Juan Carlos Cobián. Y el curriculum posterior es para hamacarse: estuvo con Víctor D'Amario, Osmar Maderna, Horacio Salgán, Carlos Di Sarli, Alfredo Gobbi, Carlos García, Héctor Stamponi, Miguel Caló, Lucio Demare, Mariano Mores, Osvaldo Manzi, Florindo Sassone o con Ástor Piazzolla. Con la orquesta de éste y en el recordado Octeto que marcó toda una época.
También formó en la orquesta de Emilio Balcarce que acompañaba a Alberto Marino y sería director y arreglador del conjunto que secundaba musicalmente a Julio Sosa, así como fue Director de la Orquesta estable de Radio Belgrano y en 1958 tuvo su propia orquesta en dupla con Atilio Stampone y luego otra en solitario con Roberto Rufino y Elsa Rivas.
Incluido musicalmente por su estadía junto a Ástor Piazzolla y Horacio Salgán -de cuya orquesta fue primer bandoneón-, sus ideas se reflejan en ese espejo actual, aunque él no crea demasiado en los estilos, pero sí reconoce que todas las orquestas en que actuó, influyeron en él. Por sobre todas las cosas cree que los músicos que lo acompañan en cada momento son quienes determinan que la orquesta tenga un color particular. Como sucede con los futbolistas en un equipo.
Lo vi hace un par de año en Buenos Aires tocando en la orquesta de Salgán -conducida por su hijo César- en una actuación especial como hicieron otros ex bandoneonistas de dicha orquesta (Pane, Mosalini, Marconi) y aunque se lo ve disminuido por la artritis en el físico, su talento y temperamento expresivo no han sufrido desgaste. Sin duda, Leopoldo Federico quedará en la historia como una de las personalidades que más han aportado al brillo de su instrumento. por imaginación, temperamento, virtuosismo y naturaleza purísima de su sonido.
Desde 1958 en que forma su primera orquesta, no ha parado de trabajar y colaborar incluso en actuaciones y grabaciones con numerosos colegas. Además de los viajes a Japón y otros sitios donde es aplaudido por esa polenta que transmite en cada ejecución.
De uno de sus numerosos LP, extraemos dos temas con su orquesta, para masajear el cuore. Libertango, de Ástor Piazzolla y Amurado de los dos Pedros: Laurenz y Maffia, con arreglos suyos.
¡Música maestro!
09- Libertango - Leopoldo Federico
11- Amurado - Leopoldo Federico
Entre los grandes ejecutantes de fueye que trascendieron los umbrales del anonimato, Leopoldo Federico sigue manteniendo incólume su lugar en el podio de los elegidos, pese a los rigores de los años. Porque se necesita fuerza, además de talento y personalidad para seguir brillando con todas sus luces después de tantos años sacándole virutas de emoción al bandoneón compañero.
Porque pocos pueden presumir de haber debutado siendo un adolescente de 17 años, con una orquesta de segunda fila en el cabaret Tabarís y de inmediato pasar a la de Juan Carlos Cobián. Y el curriculum posterior es para hamacarse: estuvo con Víctor D'Amario, Osmar Maderna, Horacio Salgán, Carlos Di Sarli, Alfredo Gobbi, Carlos García, Héctor Stamponi, Miguel Caló, Lucio Demare, Mariano Mores, Osvaldo Manzi, Florindo Sassone o con Ástor Piazzolla. Con la orquesta de éste y en el recordado Octeto que marcó toda una época.
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Con la orquesta de Maderna, 1947. Federico es el 2º, de derecha a izquierda. |
También formó en la orquesta de Emilio Balcarce que acompañaba a Alberto Marino y sería director y arreglador del conjunto que secundaba musicalmente a Julio Sosa, así como fue Director de la Orquesta estable de Radio Belgrano y en 1958 tuvo su propia orquesta en dupla con Atilio Stampone y luego otra en solitario con Roberto Rufino y Elsa Rivas.
Incluido musicalmente por su estadía junto a Ástor Piazzolla y Horacio Salgán -de cuya orquesta fue primer bandoneón-, sus ideas se reflejan en ese espejo actual, aunque él no crea demasiado en los estilos, pero sí reconoce que todas las orquestas en que actuó, influyeron en él. Por sobre todas las cosas cree que los músicos que lo acompañan en cada momento son quienes determinan que la orquesta tenga un color particular. Como sucede con los futbolistas en un equipo.
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En el recordado Octeto de Piazzolla |
Desde 1958 en que forma su primera orquesta, no ha parado de trabajar y colaborar incluso en actuaciones y grabaciones con numerosos colegas. Además de los viajes a Japón y otros sitios donde es aplaudido por esa polenta que transmite en cada ejecución.
De uno de sus numerosos LP, extraemos dos temas con su orquesta, para masajear el cuore. Libertango, de Ástor Piazzolla y Amurado de los dos Pedros: Laurenz y Maffia, con arreglos suyos.
¡Música maestro!
09- Libertango - Leopoldo Federico
11- Amurado - Leopoldo Federico
viernes, 9 de agosto de 2013
Vargas con D'Amario
Angelito Vargas como otros cantores de orquesta de su tiempo, aunque era indisoluble en su dupla genial con Ángel D'Agostino, cada tanto buscaba una salida económica que se correspondiese a su caché y prestigio, y se alejaba de la orquesta buscando buenos contratos como solista.
Generosas épocas en que el tango formaba parte de la vida diaria de los porteños, en la radio, con orquestas en vivo, cantores acompañados de guitarras, cafés céntricos donde se podía consumir un café para escuchar a los grandes conjuntos, clubes, cabarés. El tango, siempre el tango, compartiendo espacio con el fútbol y el hipódromo.
La orquesta de Ángel D'Agostino le dió a Vargas el acompañamiento decisivo para su despegue artístico. Calzaban como el guante a la mano, en la medida ideal. Parece inconcebible, despegar a uno del otro. Las grandes creaciones de Ángel Vargas, son las grandes creaciones de Ángel D'Agostino y viceversa. Este tono entrañable, cercano, confidente, del cantor de Parque Patricios, y el piano cadenero de D'Agostino habían nacido para caminar juntos.
Se conocieron artísticamente en 1932, cuando Vargas estaba cantando con el cuarteto de Armando J. Consani. Antes había estado con la orquesta Landó-Mattino en el Café Marzotto, con José Luis Padula y con Augusto P. Berto. Eran los balbuceos iniciales de su brillante carrera que arranca cuando Consani se lo presenta a D'Agostino quien lo incopora a su orquesta.
Pero será recién casi siete años más tarde cuando se vuelven a unir y esta vez será todo un acontecimiento. El 11 de octubre de 1940, Vargas graba sus dos primeros temas con D'Agostino: los tangos No aflojés y Muchacho. Y en Buenos Aires nace una nueva hinchada: la de esta dupla.
Fueron años de éxitos continuos, con creaciones maravillosas, casi imposibles de empardar: Tres esquinas, Ahora no me conocés, Adiós arrabal, Trasnochando, Pero yo sé, Palais de glace. Los barrios porteños se sintieron identificados y representados por esa voz chiquita, ese chamuyo del muchacho del cuarenta. Y a D'Agostino no le hizo falta otro cantor para formar la dupla.
En julio de 1943, Vargas decide alejarse y formar su propia orquesta con el bandoneonista Alfredo Attadía, al frente de su acompañamiento. Pero un mes más tarde decide volver al nido y la alegría de la hinchada es doble. Aunque en 1946, disconforme con una resolución del Ministerio de Trabajo, D'Agostino disuelve su orquesta y Vargas forma la suya propia que lo secundará. La dirige el bandoneonista Eduardo Del Piano y, curiosamente ninguno de los dos Ángeles volverían a abrazarse con el éxito como lo habían hecho en común, aunque el cantor supo explotar el tirón de su popularidad hasta el final joven de su vida.
Sucesivamente Luis Stazo, Armando Lacava, Alejandro Scarpino con su trío, Edelmiro D'Amario, Daniel Lomuto, Luis Stazo y José Libertella dirigirán la formación que lo acompaña. Y hoy lo traigo al Ruiseñor de las calles porteñas, como lo bautizó artísticamente el locutor Raúl Astor, secundado por la orquesta de Edelmiro Toto D'Amario, un bandoneonista y arreglador nacido en La Plata, (capital de la Provincia de Buenos Aires) que desarrolló una exitosa carrera en Uruguay. Incluso allí grabó un tango dedicado al club de sus amores: Gimnasia y Esgrima La Plata.
Con el Toto D'Amario, Angelito Vargas grabó 18 temas, desde el 24 de noviembre de 1955 al 30 de agosto de 1957. Y de esos 18 temas he seleccionado los tangos: Morenita mía, de Enrique Cadícamo, grabado el 21 de mayo de 1956 y Mocito guapo de Saverio de Rosas y Antonio Bitocchi, del 23 de agosto de 1957.
Mocito guapo - Angel Vargas - E. D'Amario
Morenita mía - Ángel Vargas - E. D'Amario
Generosas épocas en que el tango formaba parte de la vida diaria de los porteños, en la radio, con orquestas en vivo, cantores acompañados de guitarras, cafés céntricos donde se podía consumir un café para escuchar a los grandes conjuntos, clubes, cabarés. El tango, siempre el tango, compartiendo espacio con el fútbol y el hipódromo.
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La dupla de los dos Ángeles: Dágostino-Vargas |
La orquesta de Ángel D'Agostino le dió a Vargas el acompañamiento decisivo para su despegue artístico. Calzaban como el guante a la mano, en la medida ideal. Parece inconcebible, despegar a uno del otro. Las grandes creaciones de Ángel Vargas, son las grandes creaciones de Ángel D'Agostino y viceversa. Este tono entrañable, cercano, confidente, del cantor de Parque Patricios, y el piano cadenero de D'Agostino habían nacido para caminar juntos.
Se conocieron artísticamente en 1932, cuando Vargas estaba cantando con el cuarteto de Armando J. Consani. Antes había estado con la orquesta Landó-Mattino en el Café Marzotto, con José Luis Padula y con Augusto P. Berto. Eran los balbuceos iniciales de su brillante carrera que arranca cuando Consani se lo presenta a D'Agostino quien lo incopora a su orquesta.
Pero será recién casi siete años más tarde cuando se vuelven a unir y esta vez será todo un acontecimiento. El 11 de octubre de 1940, Vargas graba sus dos primeros temas con D'Agostino: los tangos No aflojés y Muchacho. Y en Buenos Aires nace una nueva hinchada: la de esta dupla.
Fueron años de éxitos continuos, con creaciones maravillosas, casi imposibles de empardar: Tres esquinas, Ahora no me conocés, Adiós arrabal, Trasnochando, Pero yo sé, Palais de glace. Los barrios porteños se sintieron identificados y representados por esa voz chiquita, ese chamuyo del muchacho del cuarenta. Y a D'Agostino no le hizo falta otro cantor para formar la dupla.
En julio de 1943, Vargas decide alejarse y formar su propia orquesta con el bandoneonista Alfredo Attadía, al frente de su acompañamiento. Pero un mes más tarde decide volver al nido y la alegría de la hinchada es doble. Aunque en 1946, disconforme con una resolución del Ministerio de Trabajo, D'Agostino disuelve su orquesta y Vargas forma la suya propia que lo secundará. La dirige el bandoneonista Eduardo Del Piano y, curiosamente ninguno de los dos Ángeles volverían a abrazarse con el éxito como lo habían hecho en común, aunque el cantor supo explotar el tirón de su popularidad hasta el final joven de su vida.
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El debut de Vargas con Del Piano. Y están Rufino, Campoamor, Berón, Pontier, Insúa, Piazzolla, Rótulo y el Buenos Aires tanguero en el año 1947. |
Con el Toto D'Amario, Angelito Vargas grabó 18 temas, desde el 24 de noviembre de 1955 al 30 de agosto de 1957. Y de esos 18 temas he seleccionado los tangos: Morenita mía, de Enrique Cadícamo, grabado el 21 de mayo de 1956 y Mocito guapo de Saverio de Rosas y Antonio Bitocchi, del 23 de agosto de 1957.
Mocito guapo - Angel Vargas - E. D'Amario
Morenita mía - Ángel Vargas - E. D'Amario
jueves, 8 de agosto de 2013
Canta pajarito
Este tango se creó en el año 1943 y aunque no ha sido muy reiterado en distintos repertorios, ha dejado una hermosa estela en las versiones de Raúl Berón con la orquesta de Lucio Demare y por Roberto Rufino con el maestro Carlos Di Sarli. Quizás por ser insuperables en estos dos registros, no se han repetido.
La letra del mismo le pertenece a uno de los miembros del clan Rubistein. En este caso se trata de Oscar Rubens, que a finales de los años 30 fundara Ediciones Musicales Select (EMI), una editora importante que daría lugar a la edición de las primeras obras de jóvenes promisorios de aquellos años, que de inmediato se convertirían en clásicos.
Como ejemplo bastaría con citar: Nada, de Dames y Sanguinetti; Tarde, de José Canet; Milongueando en el cuarenta, de Pontier y de éste y Homero Expósito: Trenzas. O Flor de lino y Pedacito de cielo: El primero de Héctor Stamponi y Expósito, y el segundo, de Stamponi, Francini y Homero Expósito.
Rubens también editaría en ella sus temas, varios de los cuales tuvieron gran proyección, como Inquietud, Triste comedia, Desorientado, Tu melodía, Tarareando, Cuatro compases, Domingo a la noche, Calla bandoneóm, El vals soñador, Lejos de Buenos Aires, Gime el viento o Al compás de un tango, entre muchos otros, que fueron musicalizados por distintos compositores, ya que Rubens escribía las letras de las mismas, como su hermano Luis. Aunque éste a veces también les ponía música a sus temas.
Juan José Guichandut fue un excelente compositor, del barrio de Barracas, que dejó algunas páginas inolvidables en su febril creación. Curiosamente, aunque se recibió como pianista tempranamente, nunca militó en orquestas profesionales y lo suyo fue la composición. Tenía apenas 18 años cuando presentó al concurso de Discos Nacional su tango Perfume de mujer, con letra del fino poeta Armando Tagini. Obtuvo el segundo premio de dicho concurso y Carlos Gardel lo grabó con sus guitarristas el 22 de octubre de 1927, el mismo año de su creación.
Con Tagini dejaron otras dos páginas geniales que también las llevaría al disco Gardel: Marioneta y Misa de once. Poeta romántico enrolado en la corriente renovadora del lenguaje poético tanguero, Tagini fue cantor en sus comienzos, pero se consagraría con su pluma depurada y su lenguaje.
Canta pajarito, lo llevó al disco Carlos Di Sarli con el pibe Rufino el 17 de marzo de 1943. Lucio Demare con Raúl Berón lo hizo el 10 de junio del mismo año. ¡Qué orquestas! ¡Qué cantores!
Eran los lujos que se daba el tango todos los días en aquellos hermosos días de los años cuarenta.
Canta pajarito - Roberto Rufino-Carlos Di Sarli
Canta pajarito - Raúl Berón-Lucio Demare
La letra del mismo le pertenece a uno de los miembros del clan Rubistein. En este caso se trata de Oscar Rubens, que a finales de los años 30 fundara Ediciones Musicales Select (EMI), una editora importante que daría lugar a la edición de las primeras obras de jóvenes promisorios de aquellos años, que de inmediato se convertirían en clásicos.
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Oscar Rubens (Rubistein) |
Rubens también editaría en ella sus temas, varios de los cuales tuvieron gran proyección, como Inquietud, Triste comedia, Desorientado, Tu melodía, Tarareando, Cuatro compases, Domingo a la noche, Calla bandoneóm, El vals soñador, Lejos de Buenos Aires, Gime el viento o Al compás de un tango, entre muchos otros, que fueron musicalizados por distintos compositores, ya que Rubens escribía las letras de las mismas, como su hermano Luis. Aunque éste a veces también les ponía música a sus temas.
Juan José Guichandut fue un excelente compositor, del barrio de Barracas, que dejó algunas páginas inolvidables en su febril creación. Curiosamente, aunque se recibió como pianista tempranamente, nunca militó en orquestas profesionales y lo suyo fue la composición. Tenía apenas 18 años cuando presentó al concurso de Discos Nacional su tango Perfume de mujer, con letra del fino poeta Armando Tagini. Obtuvo el segundo premio de dicho concurso y Carlos Gardel lo grabó con sus guitarristas el 22 de octubre de 1927, el mismo año de su creación.
Con Tagini dejaron otras dos páginas geniales que también las llevaría al disco Gardel: Marioneta y Misa de once. Poeta romántico enrolado en la corriente renovadora del lenguaje poético tanguero, Tagini fue cantor en sus comienzos, pero se consagraría con su pluma depurada y su lenguaje.

Canta pajarito, lo llevó al disco Carlos Di Sarli con el pibe Rufino el 17 de marzo de 1943. Lucio Demare con Raúl Berón lo hizo el 10 de junio del mismo año. ¡Qué orquestas! ¡Qué cantores!
Eran los lujos que se daba el tango todos los días en aquellos hermosos días de los años cuarenta.
Canta pajarito - Roberto Rufino-Carlos Di Sarli
Canta pajarito - Raúl Berón-Lucio Demare
miércoles, 7 de agosto de 2013
Reconocimiento
A veces, dentro del vademécum tanguero hay músicos, poetas, compositores y cantores que han pasado sin mayor reconocimiento y sin hacer ruido. Los que caminamos aquellas noches de Buenos Aires en que el tango reinaba por todos los rincones, pudimos conocer a muchas de esas orquestas de segunda o tercera fila, que sonaban bien y con las cuales se podía bailar.
Son muchas más de lo que se pueda imaginar, porque en los suburbios y provincias brotaban como setas después de las lluvias, esos conjuntos que animaban las veladas en clubes de barrio, o aparecían en programas de radio que no podían llevar a orquestas de cierto relieve.
Otro tanto sucedía con los cantores. Buenos Aires fue un surtidor interminable de intérpretes en aquellos años en que el mimetismo con Gardel y los grandes cantores, estaba a la orden del día. Hubo muchos de éstos que pasaron desapercibidos para la mayoría porque no encontraron el lugar ideal para mostrar sus condiciones, o por falta de conducta y fe en sí mismos, y no supieron pelear con la debida constancia.
Y para demostrar lo que estoy diciendo, hoy traigo a una orquesta semidesconocida que actuó en Buenos Aires desde los años 1939 a 1960 aproximadamente. Es una pena que haya grabado muy poco, porque tiene un ritmo muy milonguero y un lindo sonido.
Su director, el bandoneonista Dionisio Delgado, no figura en ninguna enciclopedia importante y si lo traigo al Blog, es porque me parece que vale la pena.
Además tuvo en sus filas a un cantor muy reconocido por sus pares, pero que tampoco está incluido en las Historias de tango, aunque anduvo bastante, cantó en recintos céntricos, y como me dice un cantor de gran relieve como Roberto Mancini, este porteño de Villa Urquiza merecía haber cantado con Aníbal Troilo.
Se trata de José Torres, conocido en el ambiente como El Toto, que militó en el conjunto de Dionisio Delgado, y que tiene más de 80 grabaciones con orquestas como las de Romeo Gentile, Howard-Landi, Alfredo Calabró, Eduardo Bianco, Jorge Pino, Alfredo Attadía, Juan Polito, Enrique Rodríguez y otras, además de cantar con guitarras. Un excelente intérprete, muy melódico, de hermoso timbre de voz y de grato fraseo.
Los invito a escuchar a la orquesta de Dionisio Delgado en el tango de Edgardo y Osvaldo Donato: El Huracán. Luego con la voz de José Torres en una hermosa interpretación, el tango de Pedro Maffia y Cástulo Castillo: Se muere de amor. Y por último cantando en la orquesta de Enrique Rodríguez, escuchamos a Torres en el tango del propio director y L. Lira: Te quiero igual, registrado en 1949.
05- El huracán - Dionisio Delgado
Se muere de amor - D.Delgado / J.Torres
Te quiero igual - José Torres/Enrique Rodríguez
Son muchas más de lo que se pueda imaginar, porque en los suburbios y provincias brotaban como setas después de las lluvias, esos conjuntos que animaban las veladas en clubes de barrio, o aparecían en programas de radio que no podían llevar a orquestas de cierto relieve.
Otro tanto sucedía con los cantores. Buenos Aires fue un surtidor interminable de intérpretes en aquellos años en que el mimetismo con Gardel y los grandes cantores, estaba a la orden del día. Hubo muchos de éstos que pasaron desapercibidos para la mayoría porque no encontraron el lugar ideal para mostrar sus condiciones, o por falta de conducta y fe en sí mismos, y no supieron pelear con la debida constancia.
Y para demostrar lo que estoy diciendo, hoy traigo a una orquesta semidesconocida que actuó en Buenos Aires desde los años 1939 a 1960 aproximadamente. Es una pena que haya grabado muy poco, porque tiene un ritmo muy milonguero y un lindo sonido.
Su director, el bandoneonista Dionisio Delgado, no figura en ninguna enciclopedia importante y si lo traigo al Blog, es porque me parece que vale la pena.
Además tuvo en sus filas a un cantor muy reconocido por sus pares, pero que tampoco está incluido en las Historias de tango, aunque anduvo bastante, cantó en recintos céntricos, y como me dice un cantor de gran relieve como Roberto Mancini, este porteño de Villa Urquiza merecía haber cantado con Aníbal Troilo.
Se trata de José Torres, conocido en el ambiente como El Toto, que militó en el conjunto de Dionisio Delgado, y que tiene más de 80 grabaciones con orquestas como las de Romeo Gentile, Howard-Landi, Alfredo Calabró, Eduardo Bianco, Jorge Pino, Alfredo Attadía, Juan Polito, Enrique Rodríguez y otras, además de cantar con guitarras. Un excelente intérprete, muy melódico, de hermoso timbre de voz y de grato fraseo.
Los invito a escuchar a la orquesta de Dionisio Delgado en el tango de Edgardo y Osvaldo Donato: El Huracán. Luego con la voz de José Torres en una hermosa interpretación, el tango de Pedro Maffia y Cástulo Castillo: Se muere de amor. Y por último cantando en la orquesta de Enrique Rodríguez, escuchamos a Torres en el tango del propio director y L. Lira: Te quiero igual, registrado en 1949.
05- El huracán - Dionisio Delgado
Se muere de amor - D.Delgado / J.Torres
Te quiero igual - José Torres/Enrique Rodríguez
domingo, 4 de agosto de 2013
Una noche de garufa
Merece que nos detengamos un rato, aparquemos por un momento el mate y le dediquemos un poco de atención al primer tango de uno de los más geniales compositores: Eduardo Arolas. Y pensemos que éste, su primer tango, lo compuso en el año 1909 cuando apenas garabateaba en el fueye y no sabía ni escribir ni leer música.
El título lo dice todo. Garufa es una palabra del lunfardo y signica juerga. Garufiar, ir de garufa: Salir de juerga. Y esa noche Arolas había caído con su bandoneón y su pinta bacana de cafirulo a la esquina tanguera de Suárez y Necochea, con sus cafés en las cuatro esquinas que jugaban al "tute cabrero" histórico del tango...donde todos iban a más, según metafórica definición de Francisco García Jiménez.
En el Café La Marina, estaba el Tano Genaro. En Las Flores, Roberto Firpo. En La Popular, el alemán Bernstein con su bagayo de choppes al lado. Y en el Royal hacía punta el trío de Francisco Canaro (violín), Samuel Castriota (piano) y Vicente Loduca (bandoneón), Incluso una parte importante de la intelectualidad de entonces se desplazaba en carruajes al viejo barrio poblado de genoveses, vecino al Riachuelo, para escuchar tangos, que hasta entonces eran para los bailarines.
Por el Royal se apareció una noche de 1909, Eduardo Arolas con su bandoneón y cuando se cerraron las puertas, quedaron los del trío, algún que otro músico y varios parroquianos tomando copas, prolongando la velada y dándole cuerda a la afición tanguera. En un momento dado, Arolas dejó la copa de ginebra en la mesa, peló el fueye y se puso a divagar en el instrumento que había aprendido a descifrar pocos días antes, indicando que había compuesto ese tango.
-Ché, que lindo tanguito, es macanudo, tocalo otra vez -lo animó Loduca, intentando seguirlo en el acompañamiento, mientras los presentes aplaudían, porque no había demasiados tangos registrados y cada página nuevo era como un alumbramiento esperado.
Arolas tenía 17 años en ese momento y andaba con su alma artística pintando motivos para las carátulas de las partituras de tango. Y el tango le había entrado fuerte. Repitió el mismo porque tenía buena retentiva y Canaro le fue trascribiendo la música como si fuera para el violín. Luego su gran amigo Carlos Hernani Macchi, violinista y flautista, le pasaría la parte del piano, como haría posteriormente con Vicentito, ópera prima de Agustín Bardi, antes que éste supiera escribir música.
-¿Y cómo se llama el tanguito? - inquirió un entusiasmado parroquiano.
-Una noche de garufa, respondió Arolas ante las sonrisas de los presentes.
Y la garufa sería a partir de allí su modo de vida, a la vez que tocaba y componía tangos maravillosos con una celeridad increíble, dejando a su prematura muerte una herencia impresionante de páginas que siguen sonando fuerte en todas partes.
Hubo varios registros de este tango inaugural, y en este domingo madrileño de alta temperatura, lo traigo en dos versiones muy buenas. Por el sexteto de Carlos Di Sarli, grabado en 1931. Y bien milonguero, por Ricardo Tanturi con su orquesta, registrado el 6 de mayo de 1941.
Una noche de garufa - Sexteto Carlos Di Sarli
Una noche de garufa - Ricardo Tanturi
El título lo dice todo. Garufa es una palabra del lunfardo y signica juerga. Garufiar, ir de garufa: Salir de juerga. Y esa noche Arolas había caído con su bandoneón y su pinta bacana de cafirulo a la esquina tanguera de Suárez y Necochea, con sus cafés en las cuatro esquinas que jugaban al "tute cabrero" histórico del tango...donde todos iban a más, según metafórica definición de Francisco García Jiménez.
En el Café La Marina, estaba el Tano Genaro. En Las Flores, Roberto Firpo. En La Popular, el alemán Bernstein con su bagayo de choppes al lado. Y en el Royal hacía punta el trío de Francisco Canaro (violín), Samuel Castriota (piano) y Vicente Loduca (bandoneón), Incluso una parte importante de la intelectualidad de entonces se desplazaba en carruajes al viejo barrio poblado de genoveses, vecino al Riachuelo, para escuchar tangos, que hasta entonces eran para los bailarines.
Por el Royal se apareció una noche de 1909, Eduardo Arolas con su bandoneón y cuando se cerraron las puertas, quedaron los del trío, algún que otro músico y varios parroquianos tomando copas, prolongando la velada y dándole cuerda a la afición tanguera. En un momento dado, Arolas dejó la copa de ginebra en la mesa, peló el fueye y se puso a divagar en el instrumento que había aprendido a descifrar pocos días antes, indicando que había compuesto ese tango.
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Eduardo Arolas |
Arolas tenía 17 años en ese momento y andaba con su alma artística pintando motivos para las carátulas de las partituras de tango. Y el tango le había entrado fuerte. Repitió el mismo porque tenía buena retentiva y Canaro le fue trascribiendo la música como si fuera para el violín. Luego su gran amigo Carlos Hernani Macchi, violinista y flautista, le pasaría la parte del piano, como haría posteriormente con Vicentito, ópera prima de Agustín Bardi, antes que éste supiera escribir música.
-¿Y cómo se llama el tanguito? - inquirió un entusiasmado parroquiano.
-Una noche de garufa, respondió Arolas ante las sonrisas de los presentes.
Y la garufa sería a partir de allí su modo de vida, a la vez que tocaba y componía tangos maravillosos con una celeridad increíble, dejando a su prematura muerte una herencia impresionante de páginas que siguen sonando fuerte en todas partes.
Hubo varios registros de este tango inaugural, y en este domingo madrileño de alta temperatura, lo traigo en dos versiones muy buenas. Por el sexteto de Carlos Di Sarli, grabado en 1931. Y bien milonguero, por Ricardo Tanturi con su orquesta, registrado el 6 de mayo de 1941.
Una noche de garufa - Sexteto Carlos Di Sarli
Una noche de garufa - Ricardo Tanturi
sábado, 3 de agosto de 2013
Luis Teisseire
Hoy quiero recordar a este músico de la guardia vieja, flautista para más señas, que no ha tenido la debida relevancia dentro de los anecdotarios tangueros, aunque sí fue muy respetado por su lucha por los derechos de los músicos y ha dejado una obra muy interesante sintetizada especialmente en un racimo de temas que siguen dando vuelta en el carrusel musical rioplatense.
Era hijo de un marsellés y una genovesa, como no podía dejar de ser en aquel arrebozar de inmigrantes que buscaban su lugar en el mundo dentro de la colmena porteña, que también crecía al impulso luchador de aquellos recién llegados de tierras convulsas y problemáticas. Con todas las dificultades añadidas de lenguas y costumbres distintas.
Su padre lo preparó para desarrollar una carrera, pero todo se enturbió con el accidente en que se vió envuelto éste, al caer en un pozo y fracturarse las piernas y varios huesos del cuerpo. Luisito, que cursaba el sexto grado, vioó entonces cómo los sueños paternos se difuminaban y comenzaban las privaciones.
A los 15 años debió salir a buscar trabajo y estuvo 3 días en una farmacia, luego en florerías y de todas salió malparado porque su espíritu anarquista, formado en muchas lecturas, lo llevaba a pelear tempranamente contra las injusticias sociales de aquellas duras épocas. En todos los sitios que trabajó terminó organizando huelgas y en algunas tuvo éxito, sus compañeros comenzaron a respetarlo.
Le enseñaría a leer y a escribir a un chico de su barrrio y éste en gratitud le regaló una flauta. Feliz obsequio que indujo a Luisito a soplar melodías por el canuto y a dedicarse a su estudio, al principio de motu proprio y luego con el profesor Mauricio Guariglia. Y por allí encontraría un argumento para abandonar su peregrinaje laboral y enrolarse en las filas tangueras que buscaban músicos.
Entraría en Lo de Hansen, como flautista en un trío con el cieguito Aspiazu en guitarra y el vasco Urdapilleta en violín. De allí vendría el salto a El Quiosquito, en aquella ruta nochera del Palermo multicolor y divertido. Luego la ciudad feérica, el centro, los Cafés con palco orquestal, los discos fonográficos del sello Atlanta, instalado en el quinteto de Augusto Berto; bailes, cabarets, sainetes teatrales.
Pero nunca se había separado de los libros y hasta escribió dos obritas en las cuales reflejaba su pensamiento ácrata: La calumnia y La vuelta del capitán, que fueron representadas por Teatros de aficionados. También tocaba en un Orfeón, a los 20 años, cuyo repertorio lo constituían solamente obras del propio Teisseire.
En 1918, tocando en el cabaret L'Abbaye, de la calle Esmeralda casi Corrientes, en el cuarteto de Augusto P. Berto (el autor de La payanca), que completaban José Sassone al piano y Peregrino Paulos en violín, encontró inspiración en uno de esos sucesos que se contemplaban a menudo en dichos lugares y creó su perdurable: Entrada prohibida. Allí tendría lugar una discusión con una de aquellas pupilas francesas que traían los maquereaux marselleses y el portero, por orden de los dueños del sitio la echaron del lugar, prohibiéndole la entrada. Al ritmo de su flauta, fueron agregándole letrillas: "Del cabaret te espiantaron / y te prohibieron la entrada; / eras la paica mimada...", aunque después Juan Andrés Caruso le pondría versos definitivos distintos.
Siempre fue fiel a sus ideales, luchó por los derechos de los músicos e intérpretes sin cansancio, promovió distintos paros laborales, peleó con dueños de grabadoras, de locales, formó el Sindicato junto con otros músicos y aunque se fue alejando de los estrados, dejaría una abundante obra donde también brilla su Bar exposición, dedicado a un bar de la calle Florida 656, al que primero llamó Cosa linda y barata. Pero además compuso con numerosos colegas y Gardel le grabó 7 de sus temas: A contramano, Calandria, Celeste y blanco, El ramito, Farolito viejo, Mano mora y Por ella. Hasta le dedicó un tango a Nuestras Malvinas con letra de Gabino Coria Peñaloza.
Vamos a recordarlo con: Bar exposición en la gran interpretación de Carlos Di Sarli. Lo registró en tres oportunidades y acá escuchamos la primera de ellas del 5 de mayo de 1943. Y José Basso, hace una hermosa creación de Entrada prohibida (casi troileana del 40), grabándola el 20 de mayo de 1950.
Bar exposición - Carlos Di Sarli
15- Entrada prohibida - José Basso
Era hijo de un marsellés y una genovesa, como no podía dejar de ser en aquel arrebozar de inmigrantes que buscaban su lugar en el mundo dentro de la colmena porteña, que también crecía al impulso luchador de aquellos recién llegados de tierras convulsas y problemáticas. Con todas las dificultades añadidas de lenguas y costumbres distintas.
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Luis Teisseire |
A los 15 años debió salir a buscar trabajo y estuvo 3 días en una farmacia, luego en florerías y de todas salió malparado porque su espíritu anarquista, formado en muchas lecturas, lo llevaba a pelear tempranamente contra las injusticias sociales de aquellas duras épocas. En todos los sitios que trabajó terminó organizando huelgas y en algunas tuvo éxito, sus compañeros comenzaron a respetarlo.
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Con su flauta en el Quinteto de Augusto P. Berto |
Le enseñaría a leer y a escribir a un chico de su barrrio y éste en gratitud le regaló una flauta. Feliz obsequio que indujo a Luisito a soplar melodías por el canuto y a dedicarse a su estudio, al principio de motu proprio y luego con el profesor Mauricio Guariglia. Y por allí encontraría un argumento para abandonar su peregrinaje laboral y enrolarse en las filas tangueras que buscaban músicos.
Entraría en Lo de Hansen, como flautista en un trío con el cieguito Aspiazu en guitarra y el vasco Urdapilleta en violín. De allí vendría el salto a El Quiosquito, en aquella ruta nochera del Palermo multicolor y divertido. Luego la ciudad feérica, el centro, los Cafés con palco orquestal, los discos fonográficos del sello Atlanta, instalado en el quinteto de Augusto Berto; bailes, cabarets, sainetes teatrales.
Pero nunca se había separado de los libros y hasta escribió dos obritas en las cuales reflejaba su pensamiento ácrata: La calumnia y La vuelta del capitán, que fueron representadas por Teatros de aficionados. También tocaba en un Orfeón, a los 20 años, cuyo repertorio lo constituían solamente obras del propio Teisseire.
En 1918, tocando en el cabaret L'Abbaye, de la calle Esmeralda casi Corrientes, en el cuarteto de Augusto P. Berto (el autor de La payanca), que completaban José Sassone al piano y Peregrino Paulos en violín, encontró inspiración en uno de esos sucesos que se contemplaban a menudo en dichos lugares y creó su perdurable: Entrada prohibida. Allí tendría lugar una discusión con una de aquellas pupilas francesas que traían los maquereaux marselleses y el portero, por orden de los dueños del sitio la echaron del lugar, prohibiéndole la entrada. Al ritmo de su flauta, fueron agregándole letrillas: "Del cabaret te espiantaron / y te prohibieron la entrada; / eras la paica mimada...", aunque después Juan Andrés Caruso le pondría versos definitivos distintos.
Siempre fue fiel a sus ideales, luchó por los derechos de los músicos e intérpretes sin cansancio, promovió distintos paros laborales, peleó con dueños de grabadoras, de locales, formó el Sindicato junto con otros músicos y aunque se fue alejando de los estrados, dejaría una abundante obra donde también brilla su Bar exposición, dedicado a un bar de la calle Florida 656, al que primero llamó Cosa linda y barata. Pero además compuso con numerosos colegas y Gardel le grabó 7 de sus temas: A contramano, Calandria, Celeste y blanco, El ramito, Farolito viejo, Mano mora y Por ella. Hasta le dedicó un tango a Nuestras Malvinas con letra de Gabino Coria Peñaloza.
Vamos a recordarlo con: Bar exposición en la gran interpretación de Carlos Di Sarli. Lo registró en tres oportunidades y acá escuchamos la primera de ellas del 5 de mayo de 1943. Y José Basso, hace una hermosa creación de Entrada prohibida (casi troileana del 40), grabándola el 20 de mayo de 1950.
Bar exposición - Carlos Di Sarli
15- Entrada prohibida - José Basso
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