Si, se puede decir algo de ella, es que de todos modos lleva un tiempo comprenderla si nunca fuiste a una milonga. Lo primero que pienso es que amo todo lo referido a la milonga. Amo aún aquello que llaman vicios, costumbres o código de milonga. Después de muchos años, hace muy poco, oí decir a un señor –bien milonguero, hombre de mucha experiencia– algo coherente, aceptable y digno sobre lo que significa esta ceremonia.
La llamaré ceremonia, pues estos actos tienen una validez de ritual y un profundo compromiso emocional. El hombre dijo, primero es que, los pasos, sí, los pasos del tango, son las cosas que hacemos con los pies, pero lo otro… ni aunque te lo enseñen, si no sale de adentro tuyo, no te gastes en ir a una milonga.
Hizo fuerte referencia al abrazo, a las manos, a la danza, a la unión de las almas. Luego dijo que no todos los pasos están inventados y que la estática no es una pertenencia del tango, el tango es diverso y permite mucho más aún. Él lleva la música dentro de sí, y cuando abraza ya estás imaginando lo que será estar abrazados, sumado a la música de ese tango. Y entonces, ¿qué es la milonga? Es el espacio del conjuro, del manifiesto perfecto para algunos elegidos.
Quizá hace algunos años no lo hubiera comprendido, pero ahora sí, ahora sé que nunca se puede olvidar o dejar de pertenecer o descartar aquello que se arraiga sin miedos, sin castigos, sin pedir nada a cambio. No se puede dejar de pertenecer y ese único espacio te brinda todo aquello que puedes o no compartir.
¿Las diversidades? Las hay a raudales; en todo lugar ocurre. Pero la milonga tiene algo que no cualquier quehacer presta. La milonga iguala las pasiones. Allí no hay joven o adulto, linda o fea. Allí hay apasionados, tristes, melancólicos, sutiles o felices que comparten “la misma pasión”. Y qué mejor nombre para la ceremonia que “Un lugar de pasión”. ¿Sabés qué es pasión? Es en verdad una emoción, un sentimiento vehemente que perturba la razón. Es como el amor, el odio, los celos.
Sentimientos que de por sí, pueden rondar la milonga, de tanto en tanto, y así es como formarás parte de la ceremonia. Verás que es mucho lo que se siente por esto que llamamos milonga, verás que no se puede trasmitir así nomás, sin haber al menos oído, alguna vez, algún tango y pensado en sus letras. Aquello que alguna vez alguien sintió y tuvo la virtud exacta de plasmarlo en un tango.
La atrevida milonga se mete en las almas, para dar en un tango la sentida emoción. Irrumpe en oportunidad las soledades y muchas veces, ampara algún dolor. Adormece y acuna. Tal vez enseña a sostener una mirada de placer compartido. Adivinar en el silencio de las almas la proeza de seguir respirando Buenos Aires o las madrugadas de recuerdos. Todo así, en la milonga
Teresa Chaio
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