Tengo muy buenos recuerdos de este gran comediante que protagonizó con su arte, películas, series de televisión y teatro. Estuvo toda una mañana en el programa radial "Dialogando con swing" que conducíamos con Osvaldo Papaleo por radio Argentina los domingos de 8 a 12.30 de la mañana. Y la realidad es que lo pasamos bomba porque también estuvo aquel día Fidel Pintos y Osvaldo le daba máquina y aparte nos contaba anécdotas de este cómico natural.
En la la charla que fuimos desglosando a lo largo del programa, Miranda también recordó aquella filmación de "Los vengadores" en Estados Unidos, con Fernando Lamas, Roberto Airaldi, él y Augusto Codecá. Las historias con Lamas eran realmente geniales y años más tarde se las hice repetir cuando nos reencontramos en una céntrica casa de cambio a la cual acudían varios futbolistas de Racing. Yo ya estaba radicado en Madrid, venía de visita y como había ido a cambiar dinero, aproveché que había unos cuantos del equipo albiceleste y le hice repetir las historias de Fernando Lamas. Los muchachos se quedaron encantados y pedían más.
Osvaldo Miranda tenía esa facilidad natural para recrear anécdotas de todo tipo y aquella mañana en la radio contó una de las muchas que vivió junto a su gran amigo: Enrique Santos Discépolo. Ambos vivían en el centro. El actor en la calle Corrientes, junto a la Confitería La Giralda, y Discépolo, entonces, en Callao y Córdoba. Hay que tener en cuenta que el gran poeta y actor murió en su casa y precisamente en brazos de Miranda.
-Fuimos a visitar a Discepolín con Amelia, mi esposa, La tarde fue cayendo, llegaba la noche y nos pensábamos despedir ya, pero Enrique nos detuvo con una señal de de su mano, pidiéndonos que nos quedásemos a cenar. Sinceramente yo no quería quedarme porque sabía cómo eran las cenas en su casa. Por lo general, solía poner platos grandes y escaso material comestible. Pero él insistía:
-No se vayan, quédense, por favor...
La cuestión es que nos quedamos a "cenar", por decir algo y cuando prácticamente estábamos terminando la liviana cena, entró Homero Manzi. Me llamó mucho la atención y entré a pensar en la insistencia de Enrique para que nos quedásemos y la aparición inesperada -para nosotros- del gran poeta y hombre del cine.
Homero Manzi, Discépolo y Aníbal Troilo cenando en la madrugada |
Estuvimos charlando un rato, tocan el timbre, Enrique abre la puerta y aparece Aníbal Troilo con Zita, su esposa. Me pareció muy lindo, pero yo estaba confundido. ¿Para qué nos hizo quedar y ahora aparecen Manzi, Pichuco y Zita? Estuvimos charlando de todo un poco y de pronto Manzi se para y dice:
-Bueno, empiezo...
Sorpresa total. Y mucho más cuando Pichuco con esa vocecita tan particular entró a tararear una música. Y Homero al compás de la misma recitaba:
Sobre el mármol helado, migas de medialuna / y una mujer absurda que come en un rincón.../ Tu musa está sangrando y ella se desayuna... / El alba no perdona ni tiene corazón.
Recitó todo el verso completo y nosotros estábamos en vilo, absortos, entregados al poema que recitaba Manzi. Cuando llega a esa parte que dice: "Con su talento enorme y su nariz...", lo miré de reojo a Discépolo y vi que tenía los ojos llorosos. Fue un momento maravilloso. Era el tango que le dedicaban Manzi y Troilo. Enrique lo sabía, se lo habían adelantado y entonces entendí porqué nos pidió tanto que nos quedásemos.
Él sabía compartir los momentos gratos de su vida con los amigos. Y la escena me quedó grabada para siempre. Máxime cuando, antes de grabarlo Pichuco con Raúl Berón, se produce la muerte de Homero Manzi y siete meses más tarde la de Discépolo.
(Y yo lo recuerdo en esa grabación que citaba Osvaldo Miranda)
Como en los momentos de algunas películas inolvidables, contuve la respiración hasta el final. Excepcional. Gracias por regalarnos este recuerdo.
ResponderEliminarGracias por tu descripción. Muy buena!
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