viernes, 4 de septiembre de 2020

Osvaldo Miranda y Discépolo

   Tengo muy buenos recuerdos de este gran comediante que protagonizó con su arte, películas, series de televisión y teatro. Estuvo toda una mañana en el programa radial "Dialogando con swing" que conducíamos con Osvaldo Papaleo por radio Argentina los domingos de 8 a 12.30 de la mañana. Y la realidad es que lo pasamos bomba porque también estuvo aquel día Fidel Pintos y Osvaldo le daba máquina y aparte nos contaba anécdotas de este cómico natural.
 
   En la la charla que fuimos desglosando a lo largo del programa, Miranda también recordó aquella filmación de "Los vengadores" en Estados Unidos, con Fernando Lamas, Roberto Airaldi, él y Augusto Codecá. Las historias con Lamas eran realmente geniales y años más tarde se las hice repetir cuando nos reencontramos en una céntrica casa de cambio a la cual acudían varios futbolistas de Racing. Yo ya estaba radicado en Madrid, venía de visita y como había ido a cambiar dinero, aproveché que había unos cuantos del equipo albiceleste y le hice repetir las historias de Fernando Lamas. Los muchachos se quedaron encantados y pedían más.

                               


   Osvaldo Miranda tenía esa facilidad natural para recrear anécdotas de todo tipo y  aquella mañana en la radio contó una de las muchas que vivió junto a su gran amigo: Enrique Santos Discépolo. Ambos vivían en el centro. El actor en la calle Corrientes, junto a la Confitería La Giralda, y Discépolo, entonces, en Callao y Córdoba. Hay que tener en cuenta que el gran poeta y actor murió en su casa y precisamente en brazos de Miranda. 

   -Fuimos a visitar a Discepolín con Amelia, mi esposa, La tarde fue cayendo, llegaba la noche y nos pensábamos despedir ya, pero Enrique nos detuvo con una señal de de su mano, pidiéndonos que nos quedásemos a cenar. Sinceramente yo no quería quedarme porque sabía cómo eran las cenas en su casa. Por lo general, solía poner platos grandes y escaso material comestible. Pero él insistía: 
-No se vayan, quédense, por favor...

   La cuestión es que nos quedamos a "cenar", por decir algo y cuando prácticamente estábamos terminando la liviana cena, entró Homero Manzi. Me llamó mucho la atención y entré a pensar en la insistencia de Enrique para que nos quedásemos y la aparición inesperada -para nosotros- del gran poeta y hombre del cine. 

                        
Homero Manzi, Discépolo y Aníbal Troilo cenando en la madrugada 


   Estuvimos charlando un rato, tocan el timbre, Enrique abre la puerta y aparece Aníbal Troilo con Zita, su esposa. Me pareció muy lindo, pero yo estaba confundido. ¿Para qué nos hizo quedar y ahora aparecen Manzi, Pichuco y Zita? Estuvimos charlando de todo un poco  y de pronto Manzi se para y dice:
-Bueno, empiezo...

   Sorpresa total. Y mucho más cuando Pichuco con esa vocecita tan particular entró a tararear una música.  Y Homero al compás de la misma recitaba:

Sobre el mármol helado, migas de medialuna / y una mujer absurda que come en un rincón.../ Tu musa está sangrando y ella se desayuna... / El alba no perdona ni tiene corazón.

   Recitó todo el verso completo y nosotros estábamos en vilo, absortos, entregados al poema que recitaba Manzi. Cuando llega a esa parte que dice: "Con su talento enorme y su nariz...", lo miré de reojo a Discépolo y vi que tenía los ojos llorosos.  Fue un momento maravilloso. Era el tango que le dedicaban Manzi y Troilo. Enrique lo sabía, se lo habían adelantado y entonces entendí porqué nos pidió tanto que nos quedásemos. 

   Él sabía compartir los momentos gratos de su vida con los amigos. Y la escena me quedó grabada para siempre. Máxime cuando, antes de grabarlo Pichuco con Raúl Berón, se produce la muerte de Homero Manzi y siete meses más tarde la de Discépolo.

(Y yo lo recuerdo en esa grabación que citaba Osvaldo Miranda)

                          

2 comentarios:

  1. Como en los momentos de algunas películas inolvidables, contuve la respiración hasta el final. Excepcional. Gracias por regalarnos este recuerdo.

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