HOMERO MANZI
Te procuro en el barrio de la luna
amistosa,
con la cita en la esquina del antiguo
almacén.
De espaldas a los números, que no devuelven
rosas,
nuestro origen fue el mismo, aquel del
terraplén.
Crepitar de guitarras en un manso desvelo,
pespunteando milongas y siempre el
corralón.
Cómo nos pesa ahora, la ausencia de aquel
cielo
que inventamos, Homero, ayer, en la
canción.
Vinculados a nubes, chiquilines descalzos,
y en el barrio ¿te acuerdas? sólo pasa una
vez.
Angulosas memorias me invaden, y rebalzo
de ternuras que acaban de brotarme recién.
Era Pompeya, sí, claro, era Pompeya,
la calle Centenera, la esquina Tabaré.
Pero te digo, Homero, que era aquella
latitud de mi sangre, de tu alma, lo sé.
Por el duro empedrado de Famatina, al este
la
novia quinceañera con cita de portón.
Y el corralón que tuvo la chatita celeste,
y la luna de siempre, plateando el paredón.
El hueco allá por Cachi, de noche la
laguna,
y aquel coro de sapos redoblando un dolor.
Pensando en estas cosas de pronto siento
una
hablábamos de tango, que la ciudad un día
llevaría en su entraña. "Estar en el
misterio..."
(me acuerdo de qué modo profundo lo
decías).
Y Boedo, ¡qué cosa! Fue nuestra la aventura
de hacernos al paisaje que devolviste en
"Sur".
¡Qué importa haber caído, luchado, en esta
dura via crucis de la vida, sin un rayo de
luz!
¿Qué fue de la muchacha aquella que me
amaba?
¿Y qué de los amigos? ¿Y de uno, qué fue?
Celina, aquella rubia... Celina se
llamaba...
Su nombre era de cielo, me acuerdo que la
amé.
Vivir es irse un poco de uno y de todo.
Avanzar hacia el hielo y nunca más saber.
Es cuando sin ser uno, se habrá alcanzado
el modo de habitar una nube, y ya nunca
volver.
Homero Manzi, ausencia, Homero Manzi, no.
Otra vida es tu vida, yo bien sé, no te has
ido.
Concurro con mi verso, te repito que yo
me cito con tu sombra en el barrio querido,
aquel del alto cielo que hemos compartido
y que de pronto un día se nos hizo canción.
JULIÁN CENTEYA.
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