Pero los hechos dicen que fue criado en una familia de clase media alta y no anduvo correteando por las calles como se puede pensar. Sus padres eran italianos: Alberto D'Arienzo y Amalia Améndola y fue el primer vástago que trajeron al mundo, cuando vivían en Hipólito Yrigoyen (entonces Victoria) y Virrey Cevallos, cerca del Congreso Nacional -que todavía no estaba inaugurado., en el porteño barrio de Monserrat. Juan nacería el 14 de diciembre de 1900.
Juan D'Arienzo y su madre Amalia Améndola |
El padre era representante comercial de firmas importantes, y su madre tenía un hermano: Alfredo Améndola, que era el principal accionista de las firmas discográficas Atlanta y Electra, unas de las primeras empresas grabadoras de Argentina: Éste ayudaría mucho a su sobrino cuando empezara a llevar al disco los temas con su primera orquesta.
El padre quería para Juan y los dos hijos que llegarían tras él: Ernani y Josefina, unos estudios que les garantizasen el futuro económico que él había logrado. Y se empeñó en ello. La madre había estudiado música, tocaba el piano y tenía uno en su casa, con el cual influiría decisivamente en la formación de sus hijos. Con el tiempo Juan, violinista, a quien apodarían El grillo, por sus pizzicattos, sería estrella del tango, Ernani pianista y baterista de Jazz, y Josefina, pianista y soprano.
Ya vivían en la calle Pichincha, cuando Juancito, a sus 12 años estudiaba violín en el Conservatorio Mascagni, con el maestro Pane. Los continuaría, coincidiendo con el Colegio Primario, en el Instituto Thibaud-Piazzino, con el profesor Fassano. Y sería en esa época cuando formaron un trío Infantil con Ángel D'Agostino y Bianchi, que actuaban los domingos en el Teatrito Grand Guignol, que funcionaba en el jardín Zoológico. Y su madre aplaudiendo entusiasmada.
Lo que vale la pena destacar es que Juan siempre cumplió con los requerimientos paternos. No sólo estudiaba sino que también se puso a trabajar tempranamente. Lo hizo en una Casa de música, como vendedor, tocando piezas con el violín o el piano, para entusiasmar a posibles compradores. Avelino Cabezas, dueño del establecimiento, se quedaría prendado de las dotes vendedoras del pequeño Juan, que incluso continuaría estrechando su amistad con Ángel D'Agostino, dado que ambos se reencontrarían en otra casa de música de Sarmiento y Cerrito, en la cual lograron activar las ventas, gracias a sus demostraciones, que tanto sorprendían a los posibles compradores.
Todo esto viene a demostrar que el éxito posterior de Juan D'Arienzo, que sigue incólume tantos años después, e incluso trasladándose con sus grabaciones a muchísimas pistas milongueras del mundo, se desarrolla desde temprana edad y lo consigue en base a su sacrificio personal. dedicándole horas al estudio, al trabajo y a la música. Cumpliendo con el pedido y apoyo de sus padres. Y aunque terminado el bachillerato, desistió de ingresar en la Universidad, pese a la insistencia de su progenitor, su berretín mayor pasó a ser la música por sobre todo.
Con 18 años se integra en la orquesta de Carlos Posadas, el músico negro que creó tangos tan exitosos como El tamango, Cordón de oro, Retirao, El jagüel, y que actuaba en el Teatro Avenida. La muerte repentina de éste, hizo que volviera a juntarse con su compinche Ángel D'Agostino, y al año siguiente, vuelven a tocar en otro teatro, con una importante compañía -Arata-Simari-Franco-, a la vez que acompañan a los bailarines El Mocho y La Portuguesa en distintos salones.
El siguiente paso es la música internacional. Formará en la Jazz Select Lavalle -del cine homónimo- y en la del banjoísta Nicolás Verona. Se reencuentra con el tango en la formación de Anselmo Aieta (Aieta y sus ases), que integraban el director y Navarro en fueyes, D'Arienzo y Cuervo en violines, Luis Visca al piano y Corletto en contrabajo. En el cine Hindú recibieron el aplauso sostenido de los fieles que acudían cada noche a escucharlos.
La senda estaba marcada y D'Arienzo ya no se separaría del tango. Formaría orquesta con Luis Visca, como binomio director y, más tarde, con el viaje de Visca a Europa, la orquesta queda a su mando. Cuando retorna el pianista, vuelven a ser socios-directores y finalmente queda D'Arienzo al frente y se consagrará definitvamente en el escenario del Chantecler, el famoso cabaret de la calle Paraná, desde 1930, hasta el cierre del local en 1960.
Lo cierto es que dejó un legado formidable en forma de registros discográficos que, desde 1928 a 1975, suman 1001 grabaciones, nada menos. D'Arienzo rompió con todo: con la forma de dirigir, implantando una marcación rítmica frenética, acentuando por igual los cuatro tiempos del compás y mezclándolo con los nerviosos rellenos del piano (Biagi, Polito, Salamanca), los bandoneones en stacatto encarando las variaciones y los solos de violín de Cayetano Puglisi, resaltando sobr el resto.
Batió records de venta de discos, de programas radiales, de taquilla en cada presentación que realizara en clubes porteños o del resto del país y Uruguay. Los analistas musicales no consiguieron amansar su polenta instrumental, y no sólo se impuso a todas las críticas en su tiempo, sino que sigue convocando bailarines a la pista con su ritmo musical imperioso.. Bastan dos compases de un disco suyo para que la milonga se altere, y es como un llamado imposible de desatender, por su elevado voltaje emocional.
Podemos recordarlo en estas imágenes filmadas en el Chantecler, para la película "El cantor del pueblo", dirigida por Antonio Ber Ciani, y estrenada en enero de 1947, con Roberto Quiroga, Tito Lusiardo, Mario Fortuna, María Esther Buschiazzo y otros. D'Arienzo interpreta acá el tango de Eladio Blanco y Héctor Varela: Don Alfonso. Tito Lusiardo termina bailándolo con su compañera.
Excelente cronica
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