De allí se irían a Capilla del Monte, en Córdoba donde su padre montaría un par de negocios. Y la historia dice que sus amigas de Guaminí, Nelly y Gori Omar, la invitaron a viajar a Buenos Aires con ellas. Y en dicho viaje, fueron a Radio Stentor y el atildado locutor del programa que le presentaron, era precisamente el Catunga Contursi, hijo del famoso Pascual. Al estrecharse las manos de la rubia Gricel y el apolíneo conductor, las miradas "hablaron y se dijeron muchas cosas"...
José María Contursi y Susana Gricel Viganó |
Corría el año 1934. Él tenía 23 años y la hermosa Gricel apenas 14. El flechazo fue instantáneo, pero las distancias los separaban aunque las cartas inflamadas mantendrían el fuego inicial. De todos modos, el Catunga se casaría con su novia, Alina, y llegaría a tener con ella cuatro hijos, aunque el varón falleció muy temprano y quedaron las tres hijas.
José María se arriesgaría a viajar dos veces a Capilla del Monte para "curarse de una enfermedad" y vivir su frustrado romance, que comenzaba a quebrarse porque ella no iba a admitir una "doble" vida. Y mientras Gricel ganaba concursos de belleza en Capilla del Monte y pueblos vecinos, y sus cartas se iban endureciendo, en respuesta a las que destilaban frases amorosas de él, Catunga comenzó a describir aquel romance imposible, pero maravilloso, en una ristra de tangos que harían historia. Y la siguen haciendo...
El primero fue Gricel, en 1942, con música de Mariano Mores, que en la versión de Aníbal Troilo con Fiorentino resultaría un exitazo, y llegaría con gran bombo a los pagos de la destinataria.
No debí pensar jamás
en lograr tu corazón
y sin embargo te busqué
hasta que un día te encontré
y con mis besos te aturdí
sin importarme que eras buena...
Tu ilusión fue de cristal,
se rompió cuando partí
pues nunca, nunca más volví...
¡Qué amarga fue tu pena!
Ella se casaría con Jorge Camba, con quien tuvo a su hija Jorgelina, aunque el matrimonio con el tiempo se disolvería porque él, otro mujeriego consumado, se enamoró de una mujer en el Chaco y la abandonó por ella. En el ínterin llega a Capilla Ciriaco Ortiz, se ve con Gricel y le cuenta que murió la esposa de José María y que éste se hallaba muy desmejorado por el consumo de alcohol.
Gricel ni lo pensó, Armó la valija, se subió un onnibus y viajó los 800 kilómetros para reencontrarse con él en la Confitería del Molino. El Catunga estaba bastante decaído por su adicción al whisky, pero todavía conservaba la pinta que la enamoró. Le presentó a una de sus hijas y la alojó en su piso de la calle Chaco, con la anuencia de sus hijas. Hablaron mucho, ella intentó animarlo, él se ilusionó muchísimo con la idea de volver a verse y mientras ella partía hacia Córdoba con la promesa de volver y unirse para siempre, José María Contursi escribió la letra de este tango del título, con la emoción increíble del reencuentro tan esperado.
¡Tanto... pero tanto te he querido!
¡Tanto... pero tanto te he esperado!
Llegas como un pájaro perdido
sin aliento... desolado...
que vuelve al nido.
Nada me has contado de tus cosas
deben ser más tristes que las mías.
pero si la planta tiene rosas
olvidemos esas cosas
del corazón.
Era el año 1962, habían pasado 20 años desde el estreno de Gricel. En el transcurso de todos estos deschaves íntimos, Contursi escribió páginas hermosas y lo increíble es que volvieran a encontrarse, se fueran a vivir juntos a Capilla del Monte y en agosto de 1967 se unirían en matrimonio religioso, cuando él tenía 56 años y ella 47. Les duraría apenas algo más de cinco años la unión porque José María fallecería víctima de una cirrosis fatal.
Gricel y Contursi |
Pero la historia de este amor frustrante sigue llenando páginas, alguna película y retorna en tangos imperecederos como éste que traigo hoy, y al que Juan Carlos Howard le pondría música. Ya habían compuesto entre ambos los tangos: Yo, Esta noche de copas y Entre la lluvia. (siempre con el recuerdo del amor perdido). Howard era entonces pianista de la orquesta de Héctor Varela, cuando este conjunto resistía airosamente la embestida de otros ritmos, en el crepúsculo de los sesenta, y seguía vendiendo discos como en la época de oro. En 1968, haría con Contursi: Tus lágrimas benditas (¿De quien serían esas lagrimitas...?).
El santafecino Luis Correa logra una de sus mejores interpretaciones con este tango del encabezamiento, en la orquesta de Héctor Varela, que lo grabó precisamente en ese año del reencuentro:1962. Vale la pena escucharlo una y otra vez .
Esas cosas del corazón- Héctor Varela-Luis Correa.
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