Celedonio Esteban Flores |
El Negro Cele fue un poeta de barrio. Sus pinturas, enraizadas por sensibilidad y vivencias propias en la musa lunfarda que se vivía en las calles, en los conventillos, en el ambiente "reo" de los cafetines y la esquina del buzón donde se agrupaba la infaltable barra, sucedieron a la creación iniciática de Pascual Contursi: Mi noche triste. Esa crónica realista y sentimental que nos muestra en sus versos Celedonio, incluye las pasiones argentinas, simbolizadas en el ejido porteño, entre ellas, el mundo del turf: las carreras de caballos.
Los que hemos frecuentado los hipódromos de Palermo, San Isidro y La Plata (además de los muchos que conocí en mis viajes por Sudamérica y Estados Unidos), conocemos el parlamento, los textos en los que se analizan las marcas cronometradas en determinadas distancias, previas a las carreras, o sea el entrenamiento, las performances, cuidador, jockey... Así vamos (íbamos...) estudiando las chances de cada caballo antes de la carrera, para apostar por uno determinado, y para eso están las revistas especializadas. Además, el hecho de haber trabajado durante años en un periódico como "La Razón" también me llevaba a las charlas con los compañeros de la "Sección Carreras".
Celedonio, como muchos otros tangueros, también caminó la Popular del hipódromo, se jugó sus boletos y frecuentó las mesas de juego. Y en esa jerga le está hablando su personaje a la mujer con la que está emparejado en este momento. En términos turfísticos, tratándola de potranca de carreras cuadreras (que se realizan entre los gauchos, a campo abierto), mientras él "ha sido relojeao p'al Nacional". Que es el Clásico más importante del hipódromo de Palermo y se celebra desde 1884, todos los años, el primer domingo de octubre.
Para el record de mi vida sos una fácil carrera
que yo me animo a ganarte sin emoción ni final.
Te lo bato pa'que entiendas, en esta jerga burrera,
que vos sos una potranca para una penca cuadrera
y yo, che vieja, ya he sido relojeao p'al Nacional.
Vos sabés que de purrete tuve pinta de ligero,
era audaz, tenía clase, era guapo y seguidor.
Por la sangre de mi viejo salí bastante barrero,
y en esas biabas de barrio figuré siempre primero
ganando muchos finales a fuerza de corazón.
El cariño de una mina, que me llevaba doblado
en malicia y experiencia me sacó de perdedor;
pero cuando estuve en peso y a la monta acostumbrado
¡Que te bata la percanta el juego que se le dio!
Los caballos barreros son los que se mejor se adaptan, en la pista de tierra o de arena, al barrizal que se forma con la tormenta. Muchos favoritos fracasan precisamente en esas condiciones de la pista. Cele le apunta otro mérito a su personaje, en ese sentido. Aprendió a vivir el amor con una mujer mayor y con un legajo importante y después de varias batallas vuelve a los términos turfisticos -"pero cuando estuve en peso y a la monta acostumbrado..."-, para explicarle a la pareja actual que "ya sabe mucho de estos lances, gracias a aquellas experiencias...". Las que le permitieron ser canchero en las vicisitudes del amor..
Como en Mano a mano, Margot, Audacia, Mala entraña, La mariposa y tantos tangos que escribió este morocho, ex boxeador, presentador de figuras del tango en milongas y emisoras; en Canchero deja volar su pluma en lungas estrofas donde le está cantando las cuarenta, aparentemente a una novia-amante agrandada y que pretende menoscabarlo para ganar esa batallita. Pero, entonces, en la estrofa final, después de hablar de muchos lances del escolaso, termina abriendo su cuore y confesando su amor por la mujer. A su manera.
Ya ves que por ese lado vas muerta con tu espamento;
yo no quiero amor de besos, yo quiero amor de amistad.
nada de palabras dulces, nada de mimos ni cuentos;
Yo busco una compañera pa'batirle lo que siento
y una mujer que aconseje con criterio y con bondad.
Ese tango cancherazo y entrador, fue uno de los 21 temas que le grabó su gran amigo Carlos Gardel. Lo hizo en 1930 con las guitarras de Aguilar y Barbieri, e incluso con la inclusión de Riverol. Hay muy buenas versiones de Edmundo Rivero, de Julio Sosa y la de Alberto Echagüe con D'Arienzo (10 de marzo de 1945) todavía sirve como mecha para encender las piernas de los bailarines en la milonga.
Pero vamos a escuchar y admirar a Gardel cantándolo, acompañado por sus tres guitarristas citados.
Este tango me marcó desde chico. Y Gardel el as grande de todos los tiempos..
ResponderEliminarMi padre lo escuchaba mucho y por supuesto yo también me encantan los tangos arrabaleros
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