Y el viejo potrero fue una alegre y hermosa calle, con el nombre de la hermoisa canción y en ella se instaló un verdadero Museo de Arte, en el que se pueden admirar las obras de afamados arrtistas, donadas por sus autores generosamente. El color de la Boca tiene un motivo y un sentido. Las casas de madera y cinc necesitaban ser pimntadas con frecuencia. Sus antiguos ocupantes, la mayoría de ellos marineros y la demás gente que vivía en la Ribera, utilizaban los restos de pintura que les quedaba después de pintar barcos -a veces pequeñas porciones de pintura en pasta- y las utilizaban en un mismo frente, tratando de disimular con adornos el empleo de diferentes colores.
Un encuentro histórico
Como todo vecino de La Boca tenía por fuerza que pertenecer a alguna agrupación: yo me inscribí en la Sociedad Unión de La Boca, dentro de la cual funcionaba el Conservatorio Pezzini-Sttiatessi. El salón Unión, como todos le decíamos en La Boca, era una especie de academia universal donde se enseñaba música, canto, dibujo, pintura, yeso, corte y confección y no sé cuántas cosas más.
Dos grandes de la música y la pintura: Juan de Dios Filiberto y Quinquela Martín |
Entre los conocimientos que adquirí en el salón Unión, está también un amigo que habría de durarme toda la vida. Asistía a tomar lecciones de violín en el Conservatorio. Era guitarrero y quería ser músico, pero apenas terminaba su lección de violín, se llegaba hasta la clase de pintura de Lazzari porque prefería la amistad de los pintores a la de los músicos.
Allí nos encontramos y allí nos presentamos uno a otro, tuteándonos desde el primer momento:
-Vos, ¿cómo te llamás?
-Yo me llamo Benito. ¿Y vos?
-Yo me llamo Juan de Dios.
Era Juan de Dios Filiberto. Pero como ese nombre completo resultaba entonces demasiado largo, todos le llamábamos Juancito, aunque él prefería que le llamásemos Filiberto.
El arte colorido de La Boca pintado por Benito Quinquela Martín |
Las serenatas
Fue en un conventillo de Olavarría y Hernadarias. Allí acudimos todos, con Filiberto a la cabeza. Se trataba de dar una serenata en la calle, pero nos invitaron a pasar al patio. En lo mejor de la fiesta, alguien trajo la noticia de que en una de las piezas había una enferma grave. Filiberto dio entonces orden de suspender la música y emprender la retirada. Pero cuando nos disponíamos a marcharnos, la propia enferma nos hizo llegar su deseo de que quería oír un tango.
Las guitarras y los cantores atacaron con la melodía pedida y cuando terminó el canto, la enferma había muerto. Alguno de los presentes le echó la culpa al tango. Pero Filiberto lo atajó y se mandó una de sus frases:
-Si la enferma se tenía que morir, mejor que se haya muerto con una serenata. ¡Debe ser lindo morirse al compás de un tango!
Benito Quinquela Martín (Del libro "Vida de Quinquela Martín", de Andrés Muñoz)
No hay comentarios:
Publicar un comentario