Nadie hubiera pensado en aquellas épocas embrionarias de cosmopolitismo, que a través del tiempo y por acción refleja del movimiento progresivo, pudiera resurgir con violentos ímpetus aquella exótica danza que ideara un día la gente de color, en sustitución del endiablado candombe de legendarios africanos.
El tango, cuya partida de bautismo se registró en los anales populares del viejo barrio corralero (1), ha tenido insospechable resurgimiento. Es casi seguro que, en la voluminosa historia de los bailes nacionales, no existe un caso semejante al que hoy preocupa la atención pública, no solamente en su tierra natal, sino también en el extranjero, donde ha extendido sus contoneos con caracteres apasionados. Hasta hace pocos años, nadie se ocupaba de él, sino para condenarle por sus extravagancias de arrabal. Se le consideraba como baile genuino de gente bravia, de los que en cada mirada mandan envuelta una puñalada de desafío. Hoy la opinión ha cambiado y por el contrario, se le mira con simpatía, por la hermandad de viejas tradiciones con vidalitas y sentimentales estilos. A la negra condenación en que vivió durante años por innegable sentencia social de adversas teorías, le ha precedido un acto de gentil amnistía y amable exequátur reivindicatorio.
Se engendró en el bajo fondo, tuvo vida parasitaria con impurezas maleantes y resucitó a la corte palaciega con el calor de nuevas y exuberantes ansias. El republicanismo de sus progenitores que ignoraban las bellas prendas de este hijo nacido en dias aciagos y de lujurias nefastas, no sospechó jamás que pudiera regenerarse y rehabilitarse a la mayoría de edad para escalar los suntuosos recintos de añejos palacios, donde otrora brillara el oropel de nobles estirpes europeas.
Por eso, sus compatriotas le levantan hoy un pedestal de honor y le entonan himnos de alabanzas en desagravio a la injusticia con que fue tratado durante veinte años. Ahora que su nombre se impuso en los regios salones de naciones civilizadas, sus conciudadanos le otorgan carta de honestidad por el triunfo obtenido y le recepcionan con las trompetas de la fama.
Hasta ahora nadie ha puntualizado la historia de esta vieja danza, cuyos prestigios traspusieron los dinteles del viejo mundo, levantando admiración por los paises que más apáticos se mostraron siempre por los acordes de músicas ajenas al ambiente.
Ya que la nota social se concentra alrededor de ese baile que poco a poco ha ido ganando la voluntad de sus mismos detractores, queremos llevar el recuerdo a tiempos que fueron y traer a la memoria una sucesión de detalles, que si se han esfumado, no por eso dejan de ser menos interesantes para los que viven de las impresiones diarias.
El tango nació por accidente: fue un adefesio y luego tomó formas sugestivas y delirantes. Asi como los aires españoles tienen el ¡olé! de sus vibrantes nerviosidades, el tango tiene el ¡ah, criollo! con que se alienta y se aplaude a los maestros de la quebrada. Hagamos historia.
Corría el año 1877 y en el barrio del "Mondongo", como en aquel entonces se le llamaba a la parte sud del municipio, se había establecido el cuartel general de las sociedades candomberas, formadas por hombres y mujeres de color, cuyo origen se remontaba a la época de esclavitud. Existían algunas divisiones entre los asociados de mayor prestigio y, esto como es natural, hizo nacer enconos y rivalidades. Llegada la fecha de carnaval, salían a la calle con sus estrambóticos trajes chillones y sus enormes sombreros de plumas, bailando tras largas horas al compás monótono de candombes y masacayas. La supremacía que cada una pretendía ejercer, dio margen a enfurecidas rivalidades y con ello a sangrientos encuentros en plena via pública. La repetición de los sucesos, trajo como consecuencia la disolución de asociaciones belicosas y la clausura de sus candombes.
Ahogadas asi las expansiones africanas, se formaron centros de baile con los mismos elementos, naciendo a poco, el memorable tango, pero en una forma bien distinta de la que hoy se ejecuta. Las parejas en lugar de acercarse se separaban a compás, imitando las gesticulaciones y contoneos del pasado candombe. El nuevo baile se hizo general y a poco de ser difundido, lo tomaron para si los compadritos de arrabal y lo llevaron al barrio crudo de los corrales, donde ya funcionaban los peringundines con la tradicional milonga. El tango, llegó a formar una especie de divisa, tras la cual se escudaban los que cacareaban de diestros y valientes en el manejo del acero.
Asi pues, el que mejor bailaba, era el más "tauro" y el más requerido de las damas. La danza se arraigó con tal furor, que los intérpretes, empezaron a surgir por todas partes con diversas características, pero siempre bajo un plan de arte y de destreza.
Como en todas las cosas novedosas, no tardó en extenderse por otros barrios, trasportándose a las academias que, poco después empezaban a funcionar en Barracas, Solís y Comercio, Solís y Estados Unidos, de sangrienta memoria y por último en Pozos e Independencia, tal vez el más famoso por la gente de bronce que la frecuentaba y por el prestigio de las bailarinas que concurrían. Alli dejaron sentada su fama de súper tanguistas -como quien dice la Cavallieri en Europa- la parda Refucilo, Pepa la chata, Lola la petisa, La Mondonguito, Maria la vasca, la china Venicia, María la Tero y otras de originales apodos que ejercían el cetro de las preferencias arrabalescas. Esa academia, que se fundó en el periodo álgido de los entusiasmos tangueros, llegó a reunir elementos de distinta indole, afianzando su popularidad durante el corto periodo que vivió. A los ennegrecidos salones, asistía no solamente la gente de avería, sino hasta los que por ese entonces se denominaban "cajetillas", pero que en la interpretación del tango, resultaban más hábiles y maestros en el juego de los pies. Todavía se recuerdan a muchos de apellidos conocidos que ocupan altos puestos en la administración nacional y hasta diputados y militares que con el amor propio de buenos bailarines, disputaban el honor del triunfo en un entrevero. Indiferentes a cualquier crítica, no reparaban en codearse y hasta trenzarse en una de fierro a fierro con cualquier compadrito pendenciero.
Estas frecuentes escenas, pusieron en serios conflictos más de una vez al comisario Villamayor de la 18ª, quien, con la severidad de su carácter, consiguió poner a raya a los "pesaos" de San Cristóbal. Estableció la requisa de armas para cada asistente, pero como la prohibición exprime el ingenio, no faltaron quienes, haciendo gala de una habilidad extrema, conseguían colarse sin abandonar el instrumento de pelea.
Las crónicas policiales llegaron a ocuparse frecuentemente de los duelos criollos que se producían casi todas las noches y ésta fue la causa para que se clausurara tan peligroso punto de reunión. Por un "quítame de allá esas pajas", sallan a dirimir la cuestión, dos preferidos de cualquiera bailarina, una de esas chinas de abolengo patrio, cuya travesura consistía en poner a prueba la valentía de sus galanes.
Por aquel entonces había verdadero culto por el valor temerario y caballeresco de los combatientes, citándose casos en que uno de los duelistas resistía ir al encuentro, si su adversario no estaba en igualdad de armas. A propósito de estos sucesos nos decía cierto día un viejo empleado de policía:
-Figúrese, que una noche, salió desafiado Pancho el pesao de los corrales con otro que también tenla fama de guapo y al salir a la calle le preguntó: ¿Tenés armas?- A lo que el otro le contestó: ¡No, pero es lo mismo, porque te voy a pelear a trompadas!
-Esperate un momento -le dijo- que ya vengo. No te muevas de aqui -y salió corriendo hacia una ferretería que habla frente a la academia. A los pocos momentos regresó encontrando a su rival en el mismo punto.
-Bueno, aqui tenés para defenderte -le dijo, alargándole una daga de 40 centímetros de largo. Luego agregó: Ahora preparate porque te voy a poner un barbijo en la jeta pa que te acordés de mí.
Y en la obscuridad de la noche se trenzaron en terrible combate. Cuando acudimos de la comisarla, los dos estaban tendidos en el suelo, atravesados por más de veinte puñaladas.
Tal era la característica de aquellos tiempos, en que se respetaba al valiente y se condenaba a los malos pegadores, cuando éstos atacaban y herían por la espalda. El repudio que se sentía por un individuo de tales condiciones era peor que una condena por veinte años.
En la academia de Independencia y Pozos fue donde el tango tuvo su mayor apogeo, adoptándose un sistema cadencioso y acompasado que hoy no existe, porque se ha modificado enormemente, perdiendo el cachet típico que solo los bailes de aquel tiempo sabían imprimirle. Verdad es también que han desaparecido las bailarinas del pasado y que los mismos autores de tangos -a excepción de Bevilacqua, Pérez Freire y Solá, por ejemplo- han equivocado la verdadera armonía y composición de su origen. El negro Casimiro, que fue el primero en hacer conocer sus tangos a la par del mulato Sinforoso -un clarinete que tocaba solo de tanto empinar ginebrones-, fue quien dio mayor número de composiciones de esa índole, popularizándolas hasta en los organillos. El negro compositor llegó a ser de los mejores ejecutantes de Academia, por el cosquilleo que imprimía a su viejo y remendado violín. Casimiro fue un tipo popular, viéndosela actualmente por las reparticiones nacionales, haciendo de Martin Pescador, con ese carácter bonachón y amable que le caracterizaba. No faltan antiguos conocidos que de cuando en cuando le aflojan un "cínco" para un litro, como él llama, irónicamente a sus viejas aficiones de empinar el codo.
Antes que estas Academias, nombre que se les dio por la modernización del tango, existieron los célebres Peringundines en apartados barrios y entre ellos el de los corredores de la antigua plaza de Lorea, donde descollaba la fama de Carmen Gómez, una hábil milonguera, capaz de arremeter contra un cuadro de caballería. Fue éste el punto obligado de reunión de los soldados de un batallón de infantería que en este entonces ocupaba el edificio de la calle Alsina y Lorea. No pasaba noche sin que los milicos salieran trenzados a punta y hacha con los carreros y compadritos que frecuentaban la sala. Esto, cuando a las damas bailarinas no se les ocurría concluir la fiesta a tajos y puñaladas. Como a ninguna de ellas se les caía el "asador de la liga", en cuanto se sentían con ímpetus belicosos por exceso de la caña, la emprendían a planazo corrido con los tertulianos y despejaban la sala en menos de cinco minutos.
Este Peringundin se clausuró al poco tiempo debido a la estadística de crímenes que se registraban. Todavía le recuerdan muchos hombres que ostentan cordones y galones ganados en los campos de batalla.
Por el año 1880, después de la revolución, el tango resurgió con mayor empuje, trasponiendo los limites de arrabal e implantándose en el centro de la ciudad. A pesar de haberse prohibido las casas de baile, consiguieron establecerse algunas de ellas en el tenebroso barrio de Corrientes, que, como se sabe, fue el foco de los antros del vicio. Adoptaron el sistema del organito tapado con un colchón, para que los ecos no trascenclieran a la vía pública y llegaran a oídos de la autoridad policial, cosa inverosímil porque lo sabía y lo consentía.
La "Stella di Roma", Corrientes y Uruguay, conocido por El baile de Pepín, fue el primero en establecerse y el que mayor auge tuvo por la atracción que ejercían las hermanas Balbina, Rosa y María. Más tarde surgió el "Scudo de Italia", donde ahora existe el teatro Apolo. La Benevolenza frente al Roma, la casa de Provin; el Puentecito y otros que tuvieron vida efímera, porque al cabo de cierto tiempo la policia concluyó con ellos, pero no sin que antes se hicieran ricos sus propietarios.
En este barrio el tango sufrió grandes innovaciones, cambiando no solamente sus figuras, sino también su elasticidad y contoneos, que fue la interesante característica de origen. Interpretado por muchachas en su mayor parte italianas, no se adaptaban al movimiento que le imprimían los criollos de cepa y fue entonces que se le dio el nombre de "tango liso". La modificación se hizo casi general, perdiendo el aire primitivo. Por tal motivo, muchos de los que allí bailaban fracasaban en las Academias. Sin embargo, aficionados de nombre como el flaco Saúl, por ejemplo, se identificó con los dos estilos y bailaba con igual facilidad en uno u otro salón. Mariano el bailarín, asiduo concurrente al Scudo de Italia, donde una Paulina tenía trastornado a toda la clientela, fue otro de los que ejerció el cetro de la popularidad, por la corrección con que se desempeñaba. Los amantes al tango le hacían rueda cada vez que ocupaba el patio de baile, para admirar y aplaudirle en la difícil ejecución de figuras que inventaba y que ningún otro podía imitar. Esos bailarines que fueron, son hoy personas de hogar y padres de familia que defienden honestamente sus intereses de hacendado y comerciante, respectivamente. Este último es dueño de un importante establecimiento comercial en la calle de Sarmiento a la altura de Carlos Pellegrini.
El tango siguió desenvolviéndose con entusiasmo hasta que las empresas del Politeama y el Skating Rink (hoy San Martín), lo llevaron a sus salas como exponente novedoso para el público grueso. Inútil es agregar que fue todo un éxito. El reinado de la danza duró dos años, al cabo de los cuales desapareció y con ella desaparecieron también los bailarines y bailarinas, muchas de las cuales se desparramaron por La Plata y pueblos de la provincia, donde las Academias hicieron irrupción. También alli tuvieron un triste fin. En el barrio de Tolosa, de la capital provincial, se instalaron algunas de ellas con el apodo de "La alpargatería", debido a que las fundó un vasco alpargatero, pero como ocurrieran sangrientas escenas la policía se puso de acuerdo con la municipalidad y procedió a su clausura.
Esta es la historia real del baile que acaba de resurgir a la vida pública, adornándose con oropeles de papel picado para trasponer el Atlántico, imponerse en el extranjero y regresar luego a la patria con mantos de púrpura y laureles de cartón.
Tanto se ha hablado del tango, tanto se le ha ensalzado, que nos hemos visto obligados a tratar el tema con amplitud, puntualizando su evolución y presentándolo con desnudez de ropaje para que el público sepa cuál es su origen y quiénes lo inspiraron.
El tango es, en efecto, de suave ondulación, con ritmo acompasado y atrevido, pero tiene el inconveniente de no haber sido bien comprendido por los que pretenden volverle a la vida. Al estilo de todas las piezas bailables, tiene su medida y su compás, dentro del cual los ejecutantes deben ajustar el vaivén especial que le marca la música. La flexión es uno de los detalles más culminantes. Si el bailarín no le imprime esta cadencia, dentro de un verdadero tiempo, la pieza carece de interés.
Si la bailarina, por ejemplo, no sabe ejecutar el doble juego de pies hacia atrás, no puede ser buena intérprete. El tango no se baila a voluntad y con rigidez. Hemos podido notar que una gran parte de los ejecutantes se apartan del compás, interponiendo movimientos que se riñen con el compás y la armonía. El paso adelante, la sentada sobre la punta del pie derecho y el zapateado, debe hacerse con arreglo a los tiempos marcados. En una palabra, cada figura debe concluir con el compás musical. Si se olvidan estas reglas, el valor artístico se pierde y decae.
La posición del bailarín con su compañera y la manera de tomar el brazo, es otro detalle importante para una buena ejecución. Veremos si en el concurso de esta noche en el Palace Theatre se cumplen estos pormenores.
Por nuestra parte nos proponemos hacer una crítica detenida sobre el particular, ya que el tango ha llegado a las alturas y se trata de imponer en los círculos aristocráticos.
Esta noche, pues, el viejo tango que con vergonzoso estigma llegó a la vida nacional, resurge como el viejo Fausto de Gounod a la aristocrática escena para hacer su entrada triunfal de niño bien, acicalado con la estirada indumentaria del impecable frac y gentiles manos enguantadas.
Artículo publicado en la Revista CLUB DE
TANGO Nro.43 Julio-Agosto 2000
(1) se refiere al actual barrio Parque de los Patricios
(1) se refiere al actual barrio Parque de los Patricios
Don Eduardo..... Gran amigo...Nos conocimos en el Club Tiro
ResponderEliminarFederal de la Ciudad de Punta Alta en una fiesta Aniversario de cantores y Musicos de Bahia y Punta...Fue
por el año 56...Gran tipo.. y amigo de hacer favores Tenia
su oficina en pleno centro de Capital Federal....Lo recordamos con cariño......
Gracias por este artículo fundamental... algo para guardarse que existe en algun archivo en papel.
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