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lunes, 30 de julio de 2012

Rubén

Lo tuvo todo para ser la gran estrella del tango de su tiempo. Todo.

Músico, bandoneonista, cantor de voz fuera de lo común, con una riqueza temperamental y expresiva, fue como una aparición mágica en un momento en que el tango palidecía.

Y así lo recibimos.

Curiosamente, logró empinar en su repertorio obras que otros cantores había elevado hasta un listón muy difícil de igualar, con unos modos distintos y un fraseo espectacular.


Aníbal Troilo lo apadrinó artísticamente en Caño 14 y le dijo: "Sos el hijo que no tuve", como demostración bien troileana de declaración amorosa de admiración, a este barítono que renovó el vademécum tanguero.

Y como si realmente fuese hijo de Pichuco, tuvo su mismo espíritu, sentido de la amistad y un regusto por las macanas de la noche y los errores que fueron minando su salud.

Fui amigo de él, nos juntamos muchas veces, vino a cantar a mi casa, se anotaba en todas, sin lucir su status de estrella. Y podía estirar las madrugadas a puro tango, con esa hermosa voz de barítono y el sentimiento que le brotaba por los poros.
Estamos en El viejo Almacén de Madrid con Carlos del Mar y dos amigos.
Lalo Mir lo entrevistó en los finales de su vida y acá podemos verlo en dos facetas. Explicando los sonidos del bandoneón, y el yeite de algunas orquestas, y también mostrando la hondura de su tango.

Acá vemos dos de esos capítulos: Primero con el fueye



Mi bandoneón y yo

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