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miércoles, 31 de agosto de 2022

Caliente

    

Horacio Ferrer en su libro El Gran Troilo cuenta cómo –meses antes de anochecerse–Pichuco le obsequia un poema de su autoría, el que solía recitar por milonga en la intimidad de las sobremesas haciendo explícito no solo el manejo del lunfardo sino también el del ritmo y el metro (versos octosilábicos). Lo bautizó Caliente, y por amor a lxs que coleccionan figuritas troilianas aquí va el texto completo:

                                                  


Milonga linda o fulera

empilchada o bien rasposa,

caliente como baldosa

que le da el sol de verano.

Más caliente que aquel tano

que lo afanaron debute

como el loco Farabute

cuando oyó ¡macho! Y dio el grito,

más ardiente que Benito

pintando en Pedro ‘e Mendoza.

Caliente como el espiedo

que da vueltas despacito

mientras mira desde afuera

tiritando, un pobrecito.

Hirviente como la vieja

cuando le tocan la cría, 

ardiente, terca y pareja

como esta tristeza mía.

Milonga del loco Papa

de Sebastián, de Azucena,

la ñata más gaucha y buena

ardiente como una brasa,

quemante como el que pasa

sobre su cara una astilla

para entibiar la mejilla

cuando la bordona arrasa.

Celosa como leona

que le tocan al cachorro

cuando apuntado por chorro

se lo alza la policía.

Dijo alguien y ese sabía

sin ser muy inteligente, 

que la madre siempre es madre

cuando está el fierro caliente.

Milonga mía y chiquita,

que te juné desde pibe,

cuando apoyado al aljibe

que no tuve, te escuchaba.

Ya entonces adivinaba,

que hoy que te canto en el centro

todo es tuyo, más que tuyo

el fuego que llevo adentro.

 


lunes, 29 de agosto de 2022

Cafetín de Buenos Aires

    Para nosotros, el Café de barrio fue siempre el punto de reunión de la barra. En esa mesas aprendimos a jugar al truco, al mus, el tresiete y todos aquellos entretenimientos de naipes que trajeron los inmigrantes gallegos y tanos. Pero además sirvió para preparar el partido de fútbol que tendríamos el sábado o el domingo, el encuentro antes de partir en grupo a la milonga, la cancha, o para recordar las anécdotas del fin de semana.

   En todos los barrios porteños estaba ese rincón tradicional, en algunos casos en su doble vertiente de "Almacén y despacho de bebidas", separados por unos cortinados en forma de lianas, y la campanilla que avisaba de la entrada de clientes en el almacén. Y el buzón rojo de la esquina, que también servía de introito antes de mandarnos a la mesa del café para la charleta sobre el fútbol, las carreras de caballos, el noviazgo de alguno que llegaba de ver a su muchacha y los chistes que jaraneaban la reunión.

                                    


   Claro que también estaban los otros, los fecas del centro, esos que servían para matizar las noches de cine, de bailes en confiterías, a la salida de la oficina o en el regreso a Buenos Aires. Cuando vas caminando por Lavalle, la Avenida de Mayo, Esmeralda... y de pronto te encontrás con un amigo.

-¡Holaaaaa! ¿Que hacés? ¿Cuando llegaste? ¡Vamos a tomar un café y hablamos...! 

   El Café sigue siendo nuestro refugio, el lugar para expiar los pecados en la confesión íntima, los detalles de tu vida familiar, laboral, social... Y el recuerdo de los que ya no están y que compartieron momentos especiales de nuestra vida. La institución definitva de  de Buenos Aires son los cafés. Y el tango, nuestro tango, lo recuerda en muchas páginas tal cual lo sentimos, en su relación intrínseca y sentimental: 

 Entre otros: Café de los angelitos, Café Domínguez,  Café La Humedad,  Cafetín, Café de Barracas, Café, bar, billares,  Café para dos, Café Nacional, Cafecito de mi barrio, El último café...

                                  


   Enrique Santos Discépolo no podía dejar de pensar en su Cafetín de Buenos Aires. Ése que lo acogió cuando quedó tempramente huérfano, y entró en un cafetín del barrio Once, con ojos de asombro, ante la filosofía casera que descubriría allí. Era el el café Oberdam que nunca olvidaría, pero también el que le abriría sus cálidas puertas para que observase y pergeñase allí párrafos de su nuevo tango en 1948.

De chiquilín te miraba de afuera
como a esas cosas que nunca se alcanzan...
la ñata contra el vidrio
en un azul de frío,
que sólo fue después, viviendo,
igual al mío...
Como una escuela de todas las cosas
ya de muchacho me diste entre asombros,
el cigarrillo,
la fe en mis sueños
y una esperanza de amor...

   En su relato confesionario, nos describe como llena su espíritu de profundas emociones en el halo fantasmal y perenne de la vida. La singularidad exclusiva de cada ser humano.... El café, ese lugar donde se le dan sentidas vueltas a la edad y la existencia. La biblioteca portátil de nuestras emociones atrapadas en las palabras de otros. El Café es la vía ideal para sus sentimientos porque la incertidumbre no cesa nunca de minarlo por dentro. Y con su perceptiva sensibilidad, reflexiona:

                                                


¿Cómo olvidarte en esta queja
Cafetín de Buenos Aires,
si sos lo único en la vida
que se pareció a mi vieja?
En tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas
yo aprendí filosofía, dados, timba...
y la poesía cruel,
de no pensar más en mí...
 
Me diste en oro un puñado de amigos,
que son los mismos que alientan mis horas:
José, el de la quimera...
Marcial, que aún cree y espera...
y el flaco Abel que se nos fue
pero aún me guía...
Sobre tus mesas que nunca preguntan
lloré una tarde el primer desengaño,
nací a las penas,
bebí mis años...
y me entregué sin luchar...

   Mariano Mores creó primero la música. Se la pasó a Discépolo para que éste le pusiera versos. Y Mores lo toca al piano y canta en la película "Corrientes calle de ensueños" . Tania lo estrenaría y grabaría luego con la orquesta de Héctor Stamponi. La versión de Troilo con Rivero lo consagraría definitivamente. Y lo llevarían al disco numerosos intérpretes. entre otros Mores-Lucero, Pîazzolla-Fontán Luna. Astor con su Quinteto, cantando Héctor De Rosas. Fresedo-Cordó, Caló-Marino, Nelly Omar, Argentino Ledesma, Hugo del Carril, Goyeneche y otros.

   Podemos escuchar la inolvidable versión de Aníbal Troilo con Edmundo Rivero, registrada el 8 de junio de 1948. 

                                     


        Y la de Roberto Goyeneche en la película "El canto cuenta su historia", dirigida por Fernando Ayala y Héctor Olivera, de 1976.

                                         


                

                      

sábado, 27 de agosto de 2022

12 Anécdotas que definen a Troilo

Nada mejor para delinear el perfil de Pichuco que recopilar lo que de él relatan sus amigos. El resultado da cuenta de su famosa generosidad, sus andanzas juveniles, sus pasiones y debilidades, sus virtudes y defectos

No puede causar sorpresa que alrededor de uno de los más grandes mitos populares argentinos como fue Aníbal Troilo, circulen infinidad de anécdotas. Sin embargo, no fue tarea fácil recolectar las más originales. Para ello hubo que rastrear entre familiares, amigos, músicos, cantantes y demás noctámbulos y recorrer —por supuesto— los lugares por donde transitó el genial Pichuco. De esa manera, tras una extenuante semana, se cosecharon medio centenar de situaciones, episodios y ocurrencias que sirven para trazar un vivo retrato de Troilo. Entre todos esos testimonios se seleccionaron doce, los que a juicio de Siete Días pintan mejor a Pichuco como músico, amigo y ser humano.



- Troilo fue un burrero empedernido. Se jugó lo que tenía y lo que no tenía. Y, por supuesto, ganó mucho y perdió también, tanto que algunos de sus amigos dicen que se patinó una fortuna a las patas de los caballos más famosos. También de los desconocidos, claro. Hasta que un día, Zita lo convenció de que no jugara más. Cuando le preguntaban, el Gordo decía: "Ya no van más, los pingos. ¡Pensar que antes hasta me jugaba los boletos del colectivo!" (Uno de sus músicos).

- Lo conocí en una fiesta. En ese entonces había una chica que hacía baile español y estaba loca por él. Yo fui confidente de ella. Cuando conocí a Pichuco me dije: ¿Y por este gordo tanto lío?. Y al final fui yo quien me quedé con él, conquistada por su hombría de bien (Zita).

- Un día fuimos a la casa de Troilo con un locutor amigo. El Gordo abrió el placard y le regaló un traje porque el muchacho se había entusiasmado con él. Si no lo paro es capaz de regalarle todo, de quedarse desnudo (Francisco Marafiotti, uno de los dueños de Caño 14)

- Cuando tocaba con Troilo, en el Marabú, solía atar un piolín en el picaporte de la puerta del camarín de las bailarinas, y cuando Pichuco pasaba por ese sitio, yo tiraba de la cuerda, se abría entonces la puerta y las chicas le protestaban al Gordo porque creían que era él quien la había abierto para espiarlas. ¡Si le habrán tirado cosas al pobre Gordo! (Astor Piazzolla).

- Enrique Santos Discépolo profesaba especial admiración por Pichuco, al extremo de inquietarlo en una oportunidad que de sopetón le dijo: "Por favor, no hagás nada más". El Gordo le preguntó extrañado: "¿Cómo?". Enrique le aclaró: "No hagas nada más, que ya lo hiciste todo" (Tania).

• El año pasado, lo encontré al Gordo cerca de su casa, y lo invité a tomar algo en el bar de un amigo. "No puedo ir —se disculpó—. Zita me espera dentro de una hora para salir". Tanto insistí diciéndole que no íbamos a demorar mucho, que al final aceptó la invitación. Pero, una vez que nos sentamos, el tiempo se nos pasó rapidísimo, y sin darnos cuenta estuvimos 27 horas charlando y tomando. De repente, el Gordo se levanta y nos dice seriamente: "Che, me voy, que Zita me está esperando para salir" (Homero Expósito).
                                            
- Yo lo he visto al Gordo cobrar millones en SADAIC, repartirlos entre veinte tipos que lo acompañaban o lo estaban esperando, llegar a su casa, y que Zita le pidiera: "Dame 200 pesos, que debo hacer unas compras". Y Pichuco, contestarle sin inmutarse: "Huyyy, vieja, no tengo ni un mango" (Rinaldo Martino, ex futbolista y copropietario de Caño 14).

- Una noche nos reunimos varios amigos con Aníbal para comer y después fuimos a un bar. La intención era tomar café. Sin embargo, junto con el café se fueron descorchando tantas botellas que todos teníamos una alegría bárbara. Por ahí, me puse a cantar sin imaginarme que toda la festichola terminaría con la llegada de la cana. Como no sirvió ninguno de los muchos —y repetidos— argumentos que intentamos, nos llevaron a la comisaría decimotercera, y de allí al Departamento de Policía. Mientras estábamos allí, al Gordo se le ocurrió preguntarle a un amigo: "Escúchame, ¿a quién venimos a sacar?" El otro, sin extrañarse, le contestó: A nadie; los presos somos nosotros" (Roberto Rufino).



- Jugamos mucho tiempo juntos al fútbol. Me acuerdo cuando lo hacíamos para Ateneo de la Juventud. El Gordo jugaba al medio, de centrohalf, y yo de insider. Era un tipo técnico, habilidoso. Las quería todas. Siempre mandando. A todos nos gritaba: "Dale, corré, patadura". Y el único que no se movía era él. (Antonio Maida, ex director de Radio del Pueblo),

- La primera vez que entrevisté a Troilo fracasé lamentablemente. Ocurrió que él no quería responder a mis preguntas y sólo me permitía escuchar y tomar whisky a la par suya. En la segunda entrevista pasó lo mismo. A la tercera noche yo tenía un poco más de práctica y aguante y tomé y parloteé de lo lindo. Lástima que a la mañana siguiente ya no me acordaba de nada de todo lo que habíamos conversado. Más tarde, en un período de abstemia, le hice un lindísimo reportaje (María Esther Giglio).

- Cuando decidimos transformar a Caño 14 en una casa de tangos, lo fuimos a ver al Gordo para que actuara con nosotros, y le ofrecimos un porcentaje de las copas que se tomaran porque de otra manera no podíamos pagarle. Enseguida, Pichuco nos dijo: "No se hagan problemas, muchachos, les pagan a los músicos y listo. Yo, si no les alcanza la guita, toco gratis. Pero no me hablen de porcentajes porque no voy a andar contando las copas. ¡Yo, contando las copas!" (Atilio Stampone).

- Tenía unas ganas de hacerlo pero no me atrevía hasta que una noche me decidí. Me paré, le pedí permiso al público, y subí al escenario. Allí, canté Sur, acompañado por Troilo. Nunca me sentí más orgulloso en mi vida (Joan Manuel Serrat).

Revista Siete Días Ilustrados
30.05.1975

miércoles, 24 de agosto de 2022

Nada más que un corazón

    He hablado de Carlos Bahr y publicado varias veces temas suyos que pegaron fuerte en pentagramas de orquestas y cantores. Ese poeta que arrancó con sus tangos a mediados de los años treinta y que se consolidaría definitivamente en los cuarenta con numerosos éxitos que lo consagrarían en el ambiente. Con Manolo Sucher (que fue quien me lo presentó en el Café que estaba frente a Radio El Mundo) crearon una ristra de tangos ganadores desde el arranque.

   El primero de ellos fue precisamente éste que hoy traigo a la palestra y que consagraría la interpretación de la orquesta de Pugliese con Roberto Chanel cantando los versos. Ocurrió en 1944 y fue el empujón final que necesitaba el vate para ingresar en la lista de los que veían recreadas sus canciones en la voz de tantos porteños que las entonaban por la calle, mientras se duchaban, o conduciendo el coche.

                             


   La poesía de Bahr,- relatado por él mismo-, es muy realista y se basa en hechos ocurridos, en general. Cosas que le sucedieron personalmente, o a amigos que se lo  contaron. Todo eso lo trasladaba al fugaz instante del verso, subordinándolo a una dimensión poética con rigor y hondura, siguiendo la estela de los viejos maestros que lo ilustraron a través de su pasión por los libros. 

   En este caso concreto está relatando un pasaje decisivo, fundamental de su vida. Había conocido a la cantante Lina Ferro en radio Porteña y luego entablaron relación en la Academia PAADI, de los hermanos Rubistein, donde ella estudiaba. Bahr pasaba seguido por allí, se enamoraron y terminarían casándose. Bahr tenía 40 años de edad y le llevaba casi 20 a su flamante esposa. A la que le dice:

Nada más...
que tu cariño es lo que quiero
es el milagro que a la vida
le reclamo como premio
por tanta herida.
Nada más...
que tu cariño es lo que quiero
pues nunca ansié mejor fortuna
que lograr esa ventura
de vivir para tu amor.

  El poeta se agita entre las premuras de la vida, las necesidades económicas y en sus tribulaciones, sin veladuras de fantasía o de engaño, se desliza en la telaraña emocional del vivir diario, barnizándolo con la influencia esencial de su musa y el amor que siente por ella. Las lindes de lo cotidiano no pueden desdibujar  el clima emocional, el  paraíso en que está instalado. Y como un mantra lo va describiendo.   
                                    

 
No puedo darte en cambio, más que un corazón
sentimental y humilde, como una canción,
podrá mi fantasía brindarte el halago
de sueños que prometen fortuna mejor.
Pero yo no tengo nada, nada más
que anhelos que hacia ti me llevan,
y aunque quiera darte un mundo
solamente puedo darte un corazón
que late por un solo amor.
 
Nada más...
que tu cariño es lo que quiero
y si lograrlo está en mi suerte
no tendré mejor empeño
que el de quererte.
Nada más...
que tu cariño es lo que quiero
es mi ambición y mi esperanza,
realizar el grato sueño
de vivir para tu amor.

   Osvaldo Pugliese con Chanel lo grabaron el 24 de Noviembre de 1944. Pedro Laurenz, su orquesta y Carlos Bermúdez lo llevaron al disco antes, el 4 de octubre de ese año. Y Roberto Goyeneche con la Típica Porteña dirigida por Raúl Garello, lo trajo de nuevo a la palestra, grabándolo el 12 de julio de 1978. Escuchamos la versión de Pugliese-Chanel.
   
                                

   Y también la versión del Polaco Goyeneche.

                                          


domingo, 21 de agosto de 2022

viernes, 19 de agosto de 2022

Los cantores de D'Arienzo

    El Rey del compás le dio mucha manija a los cantores de su orquesta. Por su rítmica y exitosa formación pasaron entre los años 1928 y 2015, 19 vocalistas, entre los que no contamos a invitados ocasionales como Libertad Lamarque, Antonio Prieto o Mercedes Serrano, que también pusieron su voz en grabaciones de la orquesta. 

   Algunos de sus vocalistas no llegaron al disco, como fue el caso de Rafael Cisca y Mario Landi. El que más temas grabó con Juan D'Arienzo fue Armando Laborde que estuvo en tres etapas distintas con la orquesta. Muchos  de sus registros discográficos son en dúo con Echagüe y también sumó otros con Osvaldo Ramos.

                           

D'Arienzo con su cantores Héctor Mauré y Juan Carlos Lamas

   Alberto Echagüe fue, sin la menor duda, "la voz" de la orquesta con el Rey del compás. El que más se identificó con el estilo nervioso, pujante, arrabalero que le imprimía D'Arienzo a su formación. Además, los tangos reos, le calzaban como anillo al dedo y logró infinidad de éxitos en forma de venta de discos con sus creaciones. Tiene apenas un tema menos que Laborde en la discografía darienzana. 

   En tren de elegir voces, me quedo sin dudas con la etapa de Héctor Mauré, que se consagró con D'Arienzo. Dejó 50 grabaciones  con esta orquesta que siguen iluminando el parqué milonguero y son muy atractivas para escuchar. Mauré se retiró de la formación para triunfar como solista, con su estilo gardeliano, pero en la milonga suenan seguidos sus registros con D'Arienzo. Ideales para la oreja, el cuore y para bailar.

                                     


   A fines de los años cincuenta y en los sesenta, el tango estaba de capa caída. Había desaparecido, casi, de las emisoras radiales, las grabadoras se se alinearon con los nuevos ritmos, las nuevas figuras de otros géneros,  y fueron cerrándose las milongas de los barrios y las orquestas, con poco trabajo, desaparecían, se achicaban y sobrevivían como podían. D'Arienzo con ojo y oído avizor enganchó a dos cantores de peso: Mario Bustos y Jorge Valdez. Especialmente con éste último siguió arrasando.

   Bustos venía con su curriculum debajo del brazo y supo aguantar los latigazos rítmicos de la orquesta, a los que no estaba acostumbrado. Valdez erra un desconocido y se ganó a todos con su voz muy musical, sus calderones finales y esos fiattos falseteados que sorprendieron tanto y que sirvieron para levantar al conjunto en general, en esa época destemplada para el tango.

   Desde 1965 hasta el final, estaría otra vez Laborde, ahora con Osvaldo Ramos, completando Echagüe en 1968 el inusual trío que encajó el director. .Esta es la lista de los cantores que militaron en la orquesta de Juan D'Arienzo y la cantidad de temas grabados por cada uno, incluídos los interpretados en dúo.

                               

Carlos Dante: Grabó 28 temas 

Raquel Notar : Grabó 3 temas 

Francisco Fiorentino: Grabó 7 temas 

Rafael Cisca: No Grabó 

Walter Cabral: Grabó 4 temas 

Mario Landi: No Grabó 

Enrique Carbel: Grabó 1 tema 

Alberto Echagüe: Grabó 135 temas 

Alberto Reinal: Grabó 16 temas 

Carlos Casares: Grabó 3 temas 

Héctor Mauré: Grabó 50 temas 

Juan Carlos Lamas: Grabó 11 temas 

Armando Laborde: Grabó 136 temas 

Rodolfo Lemos: Grabó 7 temas 

Mario Bustos: Grabó 36 temas 

Jorge Valdez: Grabó 115 temas 

Horacio Palma: Grabó 36 temas 

Héctor Millán: Grabó 9 temas 

Osvaldo Ramos: Grabó 68 temas

     

   Podemos escuchar un tango: Humillación, de Rodolfo Biagi y Carlos Bahr, grabado por D'Arienzo-Mauré el 14 de julio de 1941.

                                           


     Y esta hermosa versión de la milonga de Alfredo Marino: Del pasado, que cantan a dúo Echagüe y Laborde. Fue grabada el 24 de diciembre de 1945.

                                          


                                                         

jueves, 18 de agosto de 2022

El tango alumbra esta joyita

 


   

   Podemos escuchar de fondo el tango de Esteban Gilardi: El embrollo. Pero no hay embrollo sino una obrita de arte entre la foca y la maestra de danza.  La complicidad de ella con el animal es increíble.. 

    Para algunos se escucha de fondo a la orquesta de Osvaldo Pugliese. Para otros es la de Domingo Federico. 

    Considero que eso es lo de menos, al observar los movimientos del animal y la mujer que nos deleitan con esta deliciosa interpretación. 

   ¡Atenti!

                           

Lástima que sea tan cortita... Porque nos estábamos enganchando con la interpretación,

miércoles, 17 de agosto de 2022

Pascual Mamone

    Así como Troilo era Pichuco para todos, Biagi Manos Brujas o Goyeneche El Polaco a este bandoneonista, compositor, director-arreglador, en el ambiente se lo conocía como El Cholo Mamone. Y lo cierto es que en la década del cincuenta ya empezó a mostrar sus uñas de guitarrero haciendo numerosos arreglos para orquestas importantes que confiaban en su gran talento para el mettier. Con sus sutilezas, abriendo trochas, sin caer en estereotipos ni clichés.

   Aprendió a tocar el bandoneón de pibe. Ser discípulo de Pedro Maffia le dió la enjundia ideal para manejar el fueye y poco a poco destacar en el reino de las emociones tangueras. Tocó en un par de orquestas de aficionados en su barrio de Liniers y por mediación de un vecino que era marinero, se enganchó en un barco que hacía la travesía Buenos Aires-Nueva York, para matizar el vieja con su fueye.. En 1942 ingresó en la orquesta de su maestro, y allí alcanzaría la capacidad cognitiva y atraparía el paisaje mediático del tango.

                                              


   Su talento de arreglador pronto cobró fama en el ambiente y lo requirieron distintos directores que captaron su creatividad y el concepto estético-musical de cada orquesta. Así se desempeñó en tal función con las orquestas de Alfredo Gobbi, Osvaldo Pugliese, Pedro Maffia,  José Basso, Pedro Laurenz, Florindo Sassone, Roberto Caló, Enrique Francini y otras formaciones de la época. 

  Había tenido una amarga experiencia con un proyecto musical de gran orquesta y al fracasar la idea decidió dejar el tango y trabajar como visitador médico. Una vez pasada la rabieta, volvería al tango pero no abandonó este último trabajo que le garantizaba una entrada segura de dinero, a la vez que acompañaba a diversos cantores y cantantes femeninas con su orquesta y en grabaciones. 

   Una lista muy larga de vocalistas que incluye nombres como Miguel Montero, Nelly Omar, Hugo del Carril, Nelly Vázquez, Alberto Marino, María Volonté,  Floreal Ruiz, Patricia Lasala, Luis Linares, Chela Cordero, Carlos Maidana, Silvana Gregori... Con varios de ellos viajó por América, Europa, Japón... 

     En 1963, para el Concurso del Festival Odol de la canción, un médico amigo Juan Bautista Tiggi, le trajo unos versos susyos con el fin de que les pusiera música y así poder presentarse al Concurso. El Cholo le aceptó el pedido y se convertiría en una milonga titulada, Cuando era mía mi vieja. El tema obtuvo el segundo puesto, detrás del tango El último café, y sería grabada por  Rodolfo Lesica-Jorge Caldara, y por su gran amigo Julio Sosa, acompañado por Leopoldo Federico y su orquesta. 

    Lo conocí cuando militaba como primer fueye en la orquesta de Armando Cupo que acompañaba a Alberto Morán en su etapa de solista. Actuaban todas las noches en la confitería Montecarlo donde yo iba a bailar permanentemente y tenía mi mesita reservada pese a ser un jovenzuelo. En los descansos, alguna vez se juntaban los muchachos a charlar con el flaco Morán, con Cupo y otros músicos y entre ellos el Cholo, que era muy simpático. Yo me arrimaba al ruedo y por ahí tiraba alguna pregunta. 

   Morán lo quería a muerte porque había sido arreglador de Pugliese durante quince años, y le había hecho ese trabajo en el tango Y volvemos a querernos, de Leocata y Aznar, tema que él cantó con la orquesta de Don Osvaldo y por eso lo apreciaba tanto. Curiosamente, este último tango, que fue una pegada en su momento, también lo arregló Mamone para la orquesta de Sassone, cantando Jorge Casal, en un estilo totalmente distinto, lo que demuestra sus gran capacidad en el tema.

                                       

  Dirigió orquestas, tríos, cuartetos siempre mostrando una creatividad infinita, como en sus acompañamientos, realzando musicalmente el embrujo de la poesía tanguera. Junto a Argentino Galván fueron una pieza fundamental en los arreglos. En este apartado estuvo poseído de una cálida sensibilidad y maestría que le permitió lograr verdaderos capolavoros. Fue además, un bandoneonista destacado, de la escuela Maffia, pero con su personalidad. Admiraba el estilo Di Sarli y la personalidad musical de Pichuco con su orquesta. 

   Dirigió durante un tiempo prolongado la Orquesta de Tango de la Municipalidad de San Martín. También dirigió  La orquesta Nacional Juan de Dios Filiberto. Compuso varios tangos: Negroide, Cuando no te tenga más,  Al latir de Buenos Aires (Con Norberto Rizzi) , Te quiero más (Letra de Abel Aznar), Vislumbrando,  Con lirismo, Flauteando  y otros. Hizo los arreglos para Leo Lipesker y su Cuarteto de Cámara del tango.  

   Escribió dos libros: Tratado de Orquestación en estilos tangueros (Para formaciones tangueras) Leopoldo Federico y Atilio Stampone realizaron sendos prólogos para el mismo. También: Historias de otros tiempos y otros hombres. La Academia Nacional del Tango le otorgó el título de "Académico de honor". La Academia Porteña del Lunfardo lo declaró "Gloria del Tango"- La Universidad UCES lo nombró Padrino de "Taller Tango". La Cámara de Diputados, el 2 de agosto de 2012  lo consagró:  Personalidad Destacada de la Ciudad  por su extensa trayectoria y aporte a la cultura. 

   Podemos escuchar a Choly Cordero, cantando con la orquesta del Cholo Mamone el valsecito Ayer fue mejor, de Mamone y Héctor Negro. 

                          

         El 11 de septiembre de 2012 se realizó un homenaje a Aníbal Troilo en el teatro Maipo, con diez bandoneonistas. Cada uno de ellos interpretaba un tema de Pichuco. A Pascual Mamone le tocó Milonguero triste. Cuatro días más tarde este gran personaje del tango fallecía, a sus 91 años,  dejándonos el último recuerdo suyo en vida.

                                         
                      

  

viernes, 12 de agosto de 2022

Carmencita Calderón

 

La mítica compañera de El Cachafaz


   En aquellos ambientes iniciáticos del tango, de caña fuerte, de humo de tabaco espeso y ordinario, de competencia bravía, camorrera, la mujer apenas despuntaba su presencia a través de prostitutas extranjeras —en su mayoría francesas— o chicas del interior conocidas popularmente como chinas.

   La danza porteña nació bastarda, machista y orillera y a las féminas les costó su tiempo franquear esas puertas prohibidas incluso para la sociedad pacata de la época. Pero el tango supo esperarlas y les dio el salvoconducto en su aduana a las musas milongueras que venían a iluminar las nuevas pistas bailables en salones y clubes que desplazaban a academias, bailongos y cabarutes.

El Cachafaz y Carmencita
                          

    Para ello debió abandonar la procacidad de sus movimientos, transformándolos en una sustancia íntima, sensual, recoleta, que abarcaba a una comunidad cuyos sentimientos eran intransferibles y donde machos y minas compartían una pasión común. Uno y otro creaban al compás de la música, el hombre llevando, marcando compases y pasos, la mujer interpretando el modo de devolver y disfrutar en su cuerpo lo que el bailarín le estaba proponiendo.
    
   Y en este rincón nos reconforta traer por las coordenadas del recuerdo a esa viejecita que se nos fue hace muy poco, llamada Carmen Micaela Riso de Cancellieri, aunque artísticamente al haber adopatado el apellido de su abuela materna española, se la conoció como Carmencita Calderón y que durante años fue pionera y arquetipo, en la sala y el escenario, en academias, en cine, en giras, acompañando a bailarines de luenga fama y desafiando los prejuicios de la época, porque no sólo el tango era machista.

   Me gustaba tirarle de la lengua para que hablara de aquellos tiempos en que se la admiró tanto:

-Hoy día hay muchos bailarines como el Cachafaz, y bailarinas completísimas...
-¡No diga eso, por favor! El Cacha fue el más grande de todos —respondía exaltada—. Nadie ha hecho los pasos de él, nadie fue tan elegante, nadie inventó tanto...

                                 

   Carmencita, como le llamábamos todos, fue una reina pero el marketing de la época no daba más que para una jubilación mínima. Aprendió a bailar a los 13 años en casa, con su hermano Eduardo y no soñó jamás con un futuro de bailarina profesional. Una noche de 1932 acompañó a las dos hermanas menores a bailar al Club Sin Rumbo en su barrio de Villa Urquiza. La madre había muerto joven y ella acudía en calidad de celadora, aunque tenía nada más que 27 años. Unos amigos que conocían sus habilidades la pincharon para que bailara con un habitué de mucho prestigio.

-Era un señor italiano, pelado, que había quedado viudo hacía poco. Ahí me acordé que yo había visto pasar el cortejo desde la ventana de casa, en la avenida Constituyentes. No me parecía nada del otro mundo, así que les hice caso y bailé con él -recordaba Carmencita.

   El bailarín en cuestión era nada menos que Tarila -José Giambuzzi- maestro de muchos destacados, que después de unos cuantos tangos, le hizo una proposición.
-¿No querría usted bailar conmigo en mi Academia y con El Cachafaz en la suya?

   Cachafaz fue la palabra mágica y, al día siguiente, estaba ella en el café de Corrientes y Talcahuano donde paraba El Cacha todas las tardes y donde le presentaría a su gran amigo, Carlo0s Gardel y a otros de su barra como Alippi, Muiño o Tito Lusiardo, pues la primera mesa de la confitería era su secretaría.

   El Cachafaz era feo, picado de viruela, tenía una pinta casi patibularia, que lograba desvanecer cuando patinaba sus charoles por el encerado y a su lado como abrojito prendida, Carmen completaría el rubro más emblemático. Debutaron con la orquesta de Pedro Maffia en el Teatro de San Fernando, hicieron numerosas giras, sobre todo con Canaro y su Historia del Tango, y la última presentación juntos fue en 1942 en Mar del Plata.

   Después de bailar "Don Juan", en los camarines, El Cacha —55 años—, caería fulminado de un síncope. Ese año 42, en un Palermo Palace atestado, con la orquesta de  Ángel D'Agostino—que también era bailarín— y la voz de Ángel Vargas, Carmencita fue aclamada por los milongueros, haciendo pareja con El Pibe Palermo -José María Baña-.

   Siempre supo que dejarse llevar por un hombre en la pista o el escenario no es subordinarse o ser sometida por el macho, sino aceptar su conducción para poder bailar. Y así, mientras el brazo como una serpiente se enrosca en el talle que se va a quebrar, ella, en trance, navegando en la latitud del pentagrama, ignorando a veces el alarde sombrío de algunos hombres, improvisaba con ellos figuras y dibujos complicados que despertaban admiración.

   Surgida de la escuela popular, de los salones y clubes barriales, su lenguaje corporal era único, henchido de sentimiento y de una bizarra simplicidad que no se aprende en academias. No fue mujer ni amante del mítico Cacha, que siempre la trató de usted, aunque le llevaba 16 años de edad. ¡Jamás ensayó coreografía alguna! Y recordaba a su madre como la maestra secreta:

-Siempre me decía: "Levantá la cabeza y no mirés al suelo" , y me corregía la postura. Murió con 39 años, pobre, y mi padre se murió sin saber que yo bailaba tangos, porque estaba muy mal visto.

    El tiempo la gastó como a cualquier criatura pero su magisterio de avanzada pergeñó a futuro que la milonguera sabe dejarse llevar validando la propuesta del varón que baila bien. Y que merced a su sensibilidad tanguera, a su entrega y dedicación, con su propio estilo y convicción, logrará junto a él una emoción intransferible.

   La vi bailar ya muy mayor, junto a Juancito Averna, y mantenía ese fuego interior, notable precisión en el ritmo , moviéndose al compás de la música y de los erráticos dibujos que le proponía su joven compañero, con una emoción antigua y renovada. Bailó con El Cacha en la película Carnaval de Antaño, de 1940, estuvo 10 años junto a él, acompañó a otros bailarines y es reconocida generosamente por sus sucesoras.

                                     
   Carmencita trasmitía ese tango que se silbaba y se tarareaba por las calles y que su madre cantaba mientras lavaba la ropa. El que se caminaba por las pistas porteñas sin ganchos ni voleos espectaculares, pero con un abrazo intransferible, único, deslizando la suela por el piso, sin verso ni franela, porque por sobre todo lo primero era bailar y sentir el fueye del Gordo, el piano del Tuerto o el compás de Juan D'Arienzo.

    Carmencita siguió sumando, falleció centenaria, y al recrearla en ajadas fotografías , homenajeamos en su persona a todas las milongueras que acuden en las pistas al llamado ancestral del tango.

José Gobello la definió así: "Vos sos la piba sin tiempo / milonguera de alto rango, / sos eterna como el tango que te lleva en su compás. / Carmencita Calderón las baldosas se estremecen / presintiendo tus quebradas, tus corridas, tus sentadas / cuando invitan a bailar". 

Amén.

(La escribí originalmente en la revista "Gilda" y se publicó en "Todo Tango")

  Podemos ver a El Cachafaz y Carmencita bailando en la película "Tango", del año 1933, dirigida por Luis Moglia Barth. Lo hacen al compás del Conjunto de la Guardia vieja, comandado por Ernesto Ponzio, en el cual se divisa a Juan Carlos Bazán con su clarinete.

                            

miércoles, 10 de agosto de 2022

Un regalo

    Quiero agradecer públicamente a través de mi página este regalo que me ha hecho la Junta Barrial de Estudios Históricos de Villa Crespo.  Ese barrio de donde emergieron tantos próceres de la música, los versos y el baile del Tango argentino
 






sábado, 6 de agosto de 2022

La milonga y yo

   Los milongueros nos sentimos muy identificados con Leopoldo Díaz Vélez, ese poeta que fue cantor, recitador y hombre del tango desde muy jovencito, influenciado por su padre, hincha de Gardel. Con él fue a verlo al gran cantor a un teatro de su barrio Norte, y el pequeño Leopoldo contaba con apenas 8 años de edad.

   Como cantor, militó en orquestas importantes, animando milongas y recibiendo ese espaldarazo que dan las parejas bailando y transmitiendo la emoción que les producen, e iluminan, la música y el canto. Esta experiencia le sirvió -y cómo- para reproducir en tangos y milongas todo ese ambiente que hemos vivido en carne propia durante años y seguimos frecuentándolo como un antídoto para circunstancias adversas o poco atractivas.

                                 

Leopoldo Díaz Vélez

   La milonga y yo fue concebida a pedido de Tita Merello, que la cantaría en la película Esto es alegría. dirigida por Enrique Carreras y estrenada en 1968. Tito Ribero le puso música. El propio Leopoldo Díaz la cantaba con la orquesta de Armando Pontier en los bailes de Carnaval del Centro Lucense, en 1980. 

   Y es un tema más de Díaz Vélez dedicado al sitio donde se milonguea a tope. Algunas de sus creaciones que versan sobre el tema y que muestran su sensación al respecto, creo que quedan perfectamente claras: Muchachos, comienza la ronda, En el salón, A bailar el tango, Salimos a bailar, Mil novecientos diez, Muchachos se armó la milonga.

                                


    El poeta-cantor realza a los fantasmas de una época milonguera iniciática y es el nexo alquímico entre la mitología del pasado con sus paradas canyengues, y la temperatura emocional del presente que está viviendo. En toda esa chatarrería sentimental muestra a los eternos aspirantes a una gloria incierta. Alegorías de la vida humana con una atávica y diluvial simbología. Y la estirpe milonguera reviviendo en imágenes.

Con la milonga la voy de igual a igual
porque también soy milonga...
Nací en un barrio sencillo y querendón
y me fajaron al son de un bandoneón.
Cuando hubo bronca entre guapos
no siempre el más taura
quedaba de capo.
Se caminaba con aire sobrador,
Se chamuyaba al revés por diversión,
y era el piropo una industria nacional
florida y sentimental.
Con la milonga la voy de igual a igual
Somos del mismo arrabal.

   Luego vienen los confetis sintácticos, saturados de noche como si estuviera en un purgatorio existencial infestado de jergas, ruidos, músicos, bailarines. Paisajes del alma escorados que se asientan en los mitos esenciales de nuestra tradición tanguera. Para eso también se vale de la evocación de esas imágenes que nos transmite y que atan un recuerdo fáustico. La realidad siempre tiene una razón que la impulsa en el pasado acribillado de recuerdos.

Vamos, subiendo la cuesta
que arriba la noche
se viste de fiesta;
vamos, que arrullan los fueyes
y al ritmo de un tango
recuerdos nos llueven..
Veo pasar a Don Juan y El Cachafaz
Y a El Entrerriano montando El Pangaré,
Con la La Morocha agentina
Y la casquivana Ivette...
Con la milonga la voy de igual a igual
Yo soy porteño de ley.

                                         


   El epítome deja atrás los retazos del antes y el después, y se sumerge en el relato de sus noches venturosas, la burbuja de la fantasía, esas pasiones inalterables. Perdura la nostalgia, porque aferrado al cordón umbilical, hace crisol de su ejecución incrementando la fascinación  y poniendo el énfasis en la ceremonia y la  pasión milonguera. Así la convierte en una pintura cromático-romántica. 

En un convoy de San Telmo florecí
entre perfume de rosas y jazmín,
y no hubo noche de plata
que no me prendiera 
a la serenata.
Por amistades no me pude quejar
-desde el más taura al shusheta más bacán-,
Y pa´ bailar fue lo mismo en el salón
que el patio del corralón...
Con la milonga la voy de igual a igual...
Somos del mismo arrabal.
 

    La interpretación de Tita Merello, merece ser recordada porque realza el valor de esta milonga.