Translate

jueves, 29 de junio de 2023

Porteño y bailarín

                                                                                          “Me hiciste tango como soy:                                                                                                                       romántico y dulzón”                                                                                                           Héctor Marcó

   Sí, porteño de pura cepa, porque nací en Villa Urquiza, Me llevaron mis padres por una casa de la calle Maza y México, después Villa Domínico y anclamos en un departamento de la calle Uspallata, en Parque Patricios, cuando yo tenía 4 años. Y me crié en esos adoquines detrás de la pelota de goma. o hecha con una media y rellenada de papel. Y corriendo mariposa , sudando en los juegos y grandes picados de fútbol en la Plaza Ameghino, que estaba en la esquina, frente al Hospital Muñlz. y donde enterraron a tantos negros cuando ocurrió lo de la fiebre amarilla.

   El fútbol y el tango eran las pasiones populares. Recuerdo los muchachos grandes que se llevaban una vitrola a la plaza, de aquellas de darle manija, y pasaban los discos de 78 rpm, sobre todo de D’Arienzo que los volvía locos. Incluso a mi hermano, que era fanático de la orquesta. Se pasaba el día en casa -cuando no trabajaba- escuchando los programas de radio que hablaban de tango y pasaban música. Así se me fueron quedando en la cabeza los nombres de los autores de aquellos temas maravillosos que me serían de utilidad años más tarde.


   Teníamos equipos de fútbol con los muchachos del barrio y entrábamos en Torneos de verano, cuando terminaba el fútbol profesional, entre Noviembre y Febrero/Marzo. Me ficharon del club Temperley en las inferiores, y se me hacía pesado madrugar los domingos para ir a Temperley. Pero aguanté porque enganché dos amigos del barrio. Después jugué en Barracas Central y algunos partidos en las inferiores de Huracán.

   En el secundario tuve de profesor de castellano al gran filólogo de la lengua castellana: Avelino Herrero Mayor, a quien recordamos con José Gobello. Destaqué en esa  asignatura, pese a que no me gustaba estudiar. A los 17 años, en el vecino Club Charleston, con los muchachos grandes aprendí a bailar el tango, haciendo la parte de mujer inicialmente, como se aprendía entonces y con muy buen sentido práctico. No existían prácticamente los profesores de tango y las dos Academias donde se enseñaba por correspondencia: Dopazo y Gaeta, eran motivo de burla por parte de los milongueros.

   A los 17 me largué a las pistas y con la barra sentamos nuestros reales en las hermosas instalaciones del Club Atlético Huracán, de la avenida Caseros, frente al Parque Patricios. Allí bailé en vivo con las grandes orquestas. Troilo, Di Sarli, D’Arienzo, Gobbi y Pugliese, que fue la orquesta que más veces estuvo, incluso en las 7 noches de carnaval. Aparte de verlos en vivo en radio el Mundo o Belgrano donde íbamos con amigos.

Acá estamos con Sancho Gracia, Di Stéfano, el embajador argentino y su esposa

    A mis  25 años participé en “Odol pregunta”, por Canal 7 cuando había un solo canal de TV, contestando sobre la Historia del tango. Venían Al Palais de Glace, desde donde se transmitía el programa, los grandes coleccionistas, se asombraban que un muchachito contestara sobre el tema y me invitaron a varias casas de ellos y me regalaron libros y revistas para fortalecerme.

   Con el tiempo pasé a bailar en las confiterías del centro, luego de recorrer infinidad de clubes de Buenos Aires donde se bailaba tango. Y el fútbol me abriría sus puertas más tarde, como periodista deportivo, cuando entré en el Diario “La Razón” y escalé posiciones rápidamente. Viajé por toda América y países de Europa cubriendo partidos y acontecimientos deportivos. Fui jefe de deportes en canal 7 y canal 9 y tuve programas de radio. Incluso estuve con el amigazo y maestro Antonio Carrizo, y con Julián Centeya,  en radio El Mundo. 

   Cubrí 6 Mundiales, y los últimos 4 años estuve en El Gráfico, incluso dos de ellos como corresponsal en España. Escribí muchas notas en el diario Esto, de México, en una revista colombiana. Los domingos teníamos un programa en canal 9 con Bernardo Neustad e Irma Roy. Aparte he publicado libros de tango y de poemas lunfardos, en Argentina Y España. He dirigido revistas que fundé en Madrid, y colaboré en el diario El País en España. He dado Conferencias en muchos lugares de España y en Buenos Aires, incluso con equipos de fútbol profesional.


   Entre otras cosas,  me diplomé como Director Técnico en la AFA y seguí militando en las filas del tango, como escucha y espectador en Caño 14 junto a Pichuco, el Polaco Goyeneche, Rubén Juárez, Francini, Grela, Copes-María Nieves. En madrugadas maravillosas charlé con Troilo, con Pugliese, con el Polaco, fui amigo de Alfredo Gobbi, de Carlitos Almada, de Rodolfo Lesica, tantos tangueros… He tenido mis propias milongas, he dado conferencias sobre la Historia del Tango en diferentes festivales.

   Sí, aquellos berretines de la infancia, el fútbol y el Tango siguen presentes en mi vida y mi agenda. Tengo tantos recuerdos, tantas anécdotas almacenadas que me encanta recrearlas para la gente tanguera de Argentina,  España y otros países europeos que ahora están disfrutando del tango bailable. Di Stéfano, Centeya, Pedernera, Francini, Pelé, Pichuco, Perfumo, Pugliese, Bochini, D’Arienzo, Maradona, Rivero están encerrados en maravillosas peripecias de mi vida. Y en mis añoranzas vuelven a revivir con toda la polenta de sus respectivas personalidades.

José María Otero



martes, 27 de junio de 2023

AUDICIONES RADIALES DE TANGO

      


    Las audiciones consagradas especialmente al género son, desde los comienzos hasta nuestros días, una cantidad importantísima y algunas de ellas han quedado para siempre en el recuerdo popular, como Ronda de ases, Grandes valores del tango o el Glostora tango club.

                                 


    Otras también popularísimas estuvieron a cargo de voces como las de Roberto Giménez (Mano a mano con el tango), Antonio Cantó (Mundo de tango), Raúl Moyano (Música de Buenos Aires), 

Jorge Serrano «Serranito» (El tango y sus estrellas), Alberto Palazón (Tangos... ¡y qué tangos!), 

Lito Bayardo (Ídolos del tango), Esteban Decoral Toselli (Sábados argentinos), Josecito Pace (Alma de tango), Roberto Cassinelli y Raúl Outeda (Gente de tango, La hora del tango),

 Alejandro Romay (Lluvia de estrellas), Juan Zucchelli (El tango y sus ases), Francisco Ducca (Tiempos viejos), Osvaldo Martín (Una cita con el tango), 

Saúl del Cerro (Sabor a tango), Oscar Julio Vidal(Recordando al Ruiseñor), Tito Sobral (Estampas de antaño), Alberto Zabalza (Voces de mi ciudad y Ronda de orquestas), 

Odín Fleitas (Hoy juega el seleccionado del tango), Julio César Marini (Un tango y dos palabras), Alcira Musa (Y el pueblo no los olvida), Francisco García Jiménez (El tango, historia de medio siglo), 

Roberto Carde (Ronda de estrellas), Julián Centeya (Por estas calles del tango, En una esquina cualquiera, La mesa cuadrada del tango y Desde una esquina sin tiempo),

 Roberto Tarzi (Esquinas de tango), Jorge Vilela (Por las veredas de Alsina), Hugo Campos (Esencia de tango), Luis Dalessio (Trasnoche de tango), 

Lidia Sánchez (Los tangos de Buenos Aires),  Juan Carlos La Madrid (Tango y jazz, mellizos de América), Luis Adolfo Sierra (Nuestro tango es así),

Roberto González Rivero «Riverito» (En cada país un tango), Héctor Negro (Buenos Aires Tango),

 Oscar del Priore (A través del tango), Alberto Príncipe (Los viejos tangos del 40), Lionel Godoy (La noche con amigos), 

Néstor Pinsón (Siempre el tango), Felipe Yofre (¿Dónde te encuentro, tango?),

 Norberto Malbrán (Recorriendo con tangos el país), Silvio Soldán (Soldán esquina tango), Jorge

Bocacci (Bocacci a tango limpio), y tantos otros.



lunes, 26 de junio de 2023

Prisionero

   El mismo título que el tango de Francisco García Jiménez y Anselmo Aieta, pero en este caso se trata de un valsecito que mi piace, tanto por su letra como por su música que te incita a dar giros en la pista. Pienso que los versos de Carlos Bahr, como la melodía que le adosara el pianista Julio Carressons, tienen algo que te convoca a escucharlo una y otra vez.

   De Carlos Bahr he escrito varias veces, siempre con admiración por su talento incrustado en esa capacidad de atrapar las minúsculas y sutiles transformaciones de las cosas. El beau Brummell nos enseñó que la cumbre de la elegancia es la simplicidad absoluta. Y  el poeta tanguero transita con su  pluma, tanto los periplos diarios, el chispazo, como las historias de una noche.

                                      

Carlos Bahr

   Como maestro de lo mínimo ya lo demostró en sus tangos, siempre retratando con justeza el mosaico de los personajes. Esa arborescente  pluralidad de experiencias, son las que definen al autor. Es el estilo lo que cuenta, además de la historia que va narrando poéticamente. Conjugando sonoridad y sentido. En la historia de lo pequeño, la voz narrativa no es omnisciente, pero sus motivaciones expresivas, las ilusiones, los fracasos van delineando los versos.

Libre es el viento
que doma la distancia,
baja a los valles
y sube a las montañas.
Libre es el agua
que se despeña y canta,
y el pájaro fugaz
que surge de ver
una azul inmensidad...

   La incertidumbre que no cesa de minarlo por dentro en su declive, al supuesto personaje, va pasando por el tamiz y la contención de la mirada poética. Y así va reflexionando sobre la vida, sus ilusiones y sus fracasos. O sea, está controlando el catálogo de la existencia, más allá del fulgor de lo instantáneo, sabedor de que la memoria es simplemente lo que se decide recordar. 

Libre es el potro
que al viento la melena,
huele a las flores
que es mata en la pradera.
Libre es el cóndor
señor de su cimera,
yo que no sé olvidar
esclavo de un dolor
no tengo libertad...
 
Loco y cautivo
cargado de cadenas,
mi oscura cárcel
me mata entre sus rejas.
Soy prisionero
de incurable pena,
preso al recuerdo
de mi perdido bien.

  La voz grave, persuasiva, muy bien modulada y con  intensidad poco frecuente,  nos sumerge en confesiones de inagotables significados y alegorías. La afilada melancolía que nos recuerda el paso del tiempo, demuestra una vez más, que el gran criterio del arte es la memoria. Y así se va adentrando con acierto en zonas grises, cautivo de los recuerdos encerrados en el corazón... 
 
Nada me priva
de andar por donde quiero,
pero no puedo
librarme del dolor.
Y pese a todo
soy prisionero,
de los recuerdos
que guarda el corazón  

  Entre las versiones de este valsecito, brilla la que grabó la orquesta de Juan D'Arienzo, con la voz de Héctor Mauré, el  27 de diciembre de 1943.

                                   


sábado, 24 de junio de 2023

Pasión milonguera

                  

                             

              Entre la masa de formas que fermenta en las traqueteadas maderas de la pista, las parejas, fieles a la misa tanguera, con memoriosa perfección desenrollan esas arduas madejas que tejen los músicos y los eslabones de los pentagramas. Unos hondos secretos relucen en el tiempo de las almas, develan el misterio de esta danza sensual e íntima y ellos vadean con sus pies e imprevistos dibujos, las ondas concéntricas que siguen en orden inverso a las agujas del reloj.


   Cada tanto el contrabajo nos recuerda con su trompada letal el origen arrabalero de esta música. La almidonada terquedad de la pareja, chaireados ambos en los entreveros de mil noches, equilibran el eje de la simetría cuando el espacio hierve y se puebla, ignorando las torpezas ajenas arrastrándose como hojas en el ventoso otoño.


   La acallada luz vela el rectángulo que cobija historias de amores y desamores, riñas y duelos fantasmáticos. Un polen de figuras diagramadas en comunión mesmerizante alfombra el camino del bailarín hacia la cima de su arte. En la sumergida lentitud, gravita suspendido en el alarde.


   Ella, una red de arterias temblorosas emocionalmente, vive su sueño con los ojos cerrados y la mente despierta y palpitante, con su cuerpo acogiendo los sonidos, recreándose en sí misma, heridamente, brillante de rouge, percal y purpurina.


   Intenta recordar, empero, los consejos de la madama a su pupila en “El bordell” (El burdel), de Luisa Cunillé: “No prometas nunca nada mientras estés bailando. El baile puede conducirte a tal éxtasis que te obligue a bajar la guardia y ponerte en manos de cualquiera”.


   Se fecundan mutuamente, codiciándose, en el molino de las formas. Las piernas embravecidas por el tiralíneas de la creatividad. El baile desnuda sus espíritus tanto como sus cuerpos. Se baila como se es. Y en esa sensualidad químicamente pura se enamoran durante los tres minutos que dura la pieza musical, entregándose el uno al otro, tramando un vínculo desde lo desconocido.


   A ambos la música elegida para danzar los coloca en la situación del perro de Pàvlov, dado que, como pensaba el científico, el ser humano puede reaccionar ante estímulos que él mismo va generando y que a su vez puede transmitir.


   Por ello, ante la incitación de las variaciones bandoneonísticas despliegan un vendaval de ganchos, molinetes, giros y volcadas, en las pequeñas fiestas de la burguesía barrial.


  La esperada llama los consume.


  La postrera nota los deja en el limbo.


  ¿Adónde van a parar unas noches mágicas como ésta?




(De mi libro ArTango, con pinturas de Isabel Carafi)



viernes, 23 de junio de 2023

Adolfo Pedernera recuerda su época

                               


   Toda la zona portuaria-aduanera, desde la Boca hasta Retiro, estaba abarrotada de kilómetros de cajones de mercadería y chatarra importada. La madera de aquellos cajones, en su  casi totalidad podrida bajo la lluvia y el sol, es prohibitiva ahora para muchos muebles finos. por veinte guitas (un café), escuchábamos en el Nacional o el Marzotto (separados por el ancho de la avenida Nueve de Julio) a las más grandes orquestas populares.

   Al mismo costo podíamos escuchar como curiosos, a los más iluminados cerebros de la intelectualidad argentina que se reunían en los cafetines vecinos al diario Crítica, sobre la Avenida de Mayo. En las librerías de la calle Corrientes comprábamos por cinco pesos Las Memorias Completas del Manco Paz (José María Paz), o alguna reliquia de la literatura universal en un lote de tres, por cincuenta centavos. 

   El dólar, del que poco se hablaba, costaba 3.55 pesos allá por el '45. Una noche de juerga de un clase media se cubría con dos o tres pesos. Con cinco ya se podía pensar con agregarle a la noche una mina (mujer). La entrada al fútbol valía un peso la popular y recién en 1948 pasó a valer tres...

   La vida nocturna nos juntaba a todos. Siempre había alguien que nos hacía estrechar la mano con un nuevo amigo. Siempre compartía una mesa con otro compañero. Así conocí a D'Agostino, a Pichuco, a Juan D'Arienzo, a Fernando Ochoa, al Catunga Contursi, al Flaco Discépolo, al Negro Celedonio Flores, a mucha otra gente que también formó parte de mi vida. 

   Nos reuníamos preferentemente en Pichín, en la calle Maipú, enfrente del Marabú, pero también íbamos a la Cortada de Carabelas, al Águila de Lavalle, a muchos otros sitios, Junto a José Manuel Moreno frecuentábamos la casa que Fernando Ochoa tenía en Palermo Chico. Allí,  todos los lunes, saboreábamos platos típicos criollos y allí nos mezclábamos, amistosamente, farándula, tangueros y deportistas. 

   Recuerdo a Francisco Petrone, Pepe Basso, Roberto Escalada, Antonio Maida, al Conejo Floreal Ruiz y a tantos otros. Fue una época hermosa y cuando me preguntan por qué no se repite, digo que ahora las condiciones de vida son más duras y si cuesta muchos ganar un peso, cuesta más gastarlo.


(De "Tango de Colección")

jueves, 22 de junio de 2023

Cómo se presentaban las orquestas

 


                                                 
                  Presentaciones de las orquestas
                -Di Sarli con el tango Mi Buenos Aires querido, de Gardel y Le Pera.
                -Alfredo De Angelis se presentaba con su tango. Pregonera.
                -Rodolfo Biagi con el foxtrot de José María Aguilar: Manos brujas.
                -Miguel Caló con el tango Saludos, de Domingo Federico
                -Juan D'Arienzo con una marcha uruguaya.
                -Osvaldo Pugliese con el tango de José Pascual: Arrabal.
                -Ricardo Tanturi se presentaba con el tango Los indios, de Francisco Canaro.

                        

miércoles, 21 de junio de 2023

Milonguero viejo

 


                               Copa milongas polenta sin dar pifia de giladas,

                               le da revancha el fisture de una davi p’al carajo,

                              senza tela, cadeneando de potriyo en el relajo

                               redimiéndose de pecas y jotrabos de pesada.

                               Armó en el yotivenco a rolete el repertorio

                              de figuras, con baquianos que lucían su carpeta

                              y de chogua aprontándose, verdún, con las pebetas

                              largó brolis y el convoy familiar por el jolgorio.

                              Dejó aquellas matiadas, orejeando a sus troesmas

                              al darle filo la cheno con sus luces y su merca,

                              amurado de la same del convento y de la nerca

                              y garronear para el morfi o gratear en algún celma.

                              Embroyado, se espiró de un balurdo a la milonga

                              entreverando su tapín, ya shomería, y rejugado

                             con galonmis, con jopendes, con sus pasos renovados.

                             Y el breón, senza esparo, refilado, meta y ponga

                             tiró a la pista el espiche de su leife tranco invicto

                             y se enyuntó a la Polaca, una naifa muy junada

                             que se prendió como abrojo a la primer arrimada.

                             Hoy reinan en los bailongos donde el gotán es un rito.


(De mi libro ArTango- sobre pinturas de Isabel Carafi)




martes, 20 de junio de 2023

La mística

                      


       El tango nació de manera inevitable y constituye una fatalidad genética.

    La bohemia e introspección del tango, aunque haya surgido del arrabal, no está reñido con la elegancia y el buen gusto. Esta música resistente al naufragio arrastra un abanico de complicidades y sobreentendidos al bailarla.

   Los cuerpos se buscan, plasmándose en otra soledad, la imaginación construye una gloria presentida, los tercos movimientos conjuran las pisadas de sus almas en celo.

   Un viaje musical de ida, sin retorno, pudiéndose adivinar en la mirada de la pareja los caballos impúdicos de su interior que han logrado domar para llegar a esta perfección de sutilezas y serenidad.

   El cuadro enseña unos rostros de mujer y hombre dibujados de nostalgia, melancolía o simple tristeza. Al decodificar esta suerte de eternidad visionaria, esos pasos anónimos sobre el entarimado, le permiten al voyeur seguirlos en su periplo dancístico y escuchar extasiado los destellos filarmónicos de Osvaldo Pugliese, o la orgía bandoneonística en staccato eléctrico de Juan D’Arienzo, resistentes a todo tipo de botox interpretativos y a fugaces modas.

   Una tonalidad elegíaca. Un cuadro dentro de otro cuadro. La simbología del arte. La exploración de un universo sonoro de enorme densidad instrumental y el fragor torrencial, de profundis, en la adustión de las endorfinas liberadas por la pareja en la danza que los totaliza.

   El mapa sentimental deja la metafísica en su punto y penetra en las venas de los protagonistas: la pareja y el mirón del cuadro. En la escena grabada los bailarines saben transmitir la intensidad de su quintaesenciada interpretación dialogística. En su ensimismamiento, el voyeur deja que el virus del tango infecte mansamente su espíritu para siempre, como si viviera en una prisión del tiempo.

   Unos y otros se mueven en un mismo universo ritual que se ha hecho atmósfera.


                  



lunes, 19 de junio de 2023

Yunta brava

                                

                                 

     

   En la reiterada ceremonia de los subsuelos que pueblan los mapas milongueros, ellos saben que constituyen una yunta brava y admirada, fértil vanguardia de cuerpos alborotados por la pasión del baile. En su jurisdicción, templan los más hábiles sabihondos la coloratura de la emoción. El efímero paisaje de sus figuras enciende el fuego abisal de las profundidades del recinto y el traqueteado parqué se rinde ante tanta exhibición de arte y poderío. Es el tiempo de las almas que descorchan los hondos secretos encerrados en la mágica danza. El bailarín es el arriero seguro del paisaje nocturnal, sublimando el azar de los electrizantes metatarsos en el tránsito por poblados andamios. La memoriosa perfección hilvanando en cascada esas arduas madejas que tejen los tangos.

   Ella tiene su cuerpo despierto, los ojos entrecerrados, atenta a las marchas y contramarchas de su compañero, contribuyendo maravillosamente a los dibujos fecundos del dúo. Acicateándolo, empinada en sus zapatos de hada; melena aleonada, rouge en los labios, tajo en el percal y purpurina; pies de liebre, alas de golondrina, viviendo y sintiendo la sabiduría del poeta libanés Khalil Gibram que la inspira:                                                                                                                                                          -El alma del filósofo habita en su cabeza; el alma del poeta en su corazón; el alma del cantor persiste en su garganta; más, el alma de la bailarina late en todo su ser.

   Cuando las primeras estrellas revolotean en el techo de la ciudad, ella vela sus armas. Se sabe diosa y pájaro. Griseta matutina, reina noctámbula, siente que en esas horas mágicas aminora la vida su velocidad de vértigo. Y el rito del abrazo -mientras la acallada luz vela el rectángulo para los fieles devocionarios de la misa tanguera-, almidona la erguida esbeltez de la pareja y el sueño interior de la percanta se embarca en una nueva ceremonia sobre las inertes baldosas masticando en su albedrío, el agobio de lo íntimo.

  En esos amores vestidos con susurros de tangos, el surrealismo del bandoneón excita a las palmas soldadas y los esternones fundidos en una vorágine de aromas y deseos.

   El rígido perímetro encadena cortejos y seducciones, al cobijar con su media luz y la ígnea melodía, historias de amores y desamores, enmarcados en su estética de barrio.

   Cada tanto el contrabajo nos recuerda con su trompada letal, el origen arrabalero de esta música, y la varonía recurre entonces a su espíritu inmutable. Riñas y duelos que encharcaron estos lugares, recordándonos que a esas alegorías compadres había que acompañarlas con una demostración permanente de coraje. Ello obliga a no arrugarse ante los pies más endemoniados y señala que el tango implica bailar con la vida. Y esta nos exige siempre más.

   El ritmo terco y cadenero encolumna los ardores de las axilas entre la densa enredadera de piernas y cuerpos, germinando en la pareja un polen de fantasías diagramadas con exactitud geométrica, que fulguran en el dédalo y convocan el rebufo en la exogámica manada.

   La cima de los sueños del bailarín los fundó en la vigilia vesperal, con las energías crespas de enfrentarse al examen de los vetustos milongueros, en esos pisos con historia, después de una nutrición fiel a las raíces.

Bailarín compadrito,
que floriaste tu corte primero,
en el viejo bailongo orillero
de Barracas al sur…

   Ella se estremeció al compás de un violín enamorado y resolvió ser un cuerpo que acogería los sonidos del tango. Supo de sobrevivir equilibrando el eje de la simetría, de la apolínea postura y de bailar arrastrándose como hoja en el ventoso otoño. Aprendió a piruetear y destacar -las hebras esenciales-, en el tumulto parracial de las piernas embravecidas, entre el molino de las formas, en las latitudes profundas de esa danza recóndita y desmesurada, buceando en las viejas cláusulas.

Sacerdotisa del tango,
sacerdotisa sentida.
Rito es la danza en tu vida
y el tango que tú amas
te quema en su llama…

   Los embates en infinitas tramas anuncian el himno final al quemante coral de intenciones y arrebatos. Las fuerzas opugnadoras en su afán de ingresar en el reservorio destinado a los elegidos de la noche, desgajan la madeja en figuras interminables.

   Pero sus envidiados pasos, el tallo enhiesto, la apolínea postura, lo hacen levitar suspendido en el alarde, engoznándose en las oquedades de su compañera y horadando entrambos las curvadas longitudes de sus cuerpos.

¡A bailar, a bailar
que la orquesta se va!
Sobre el fino garabato
de un tango nervioso y lerdo
se irá borrando el recuerdo…
¡A bailar, a bailar
Que la orquesta se va!

   Tras la postrera nota se deshace lentamente el abrazo que parecía eterno. Los esbozados romances se desguazan. Tambalean las luces del rectángulo. Heridamente fluyen hacia la madrugada prometiendo la nueva aventura que sobrevendrá con renovadas promesas de encuentros soñados.

   Para bailar el tango definitivo.


(De mi libro ArTango, con las pinturas de Isabel Carafi)


sábado, 17 de junio de 2023

Vení, volá, vení...

 

                           

                La luna llena del cielo se aburre colgada sobre el callejón cortón.

    Y en una ofrenda al astro, Ganimedes y Zeus se reencarnan en parejas de tango aladas y despliegan su danza oscilando entre la causticidad y la ternura. Su pasión profanatoria no sabe de cronismos y se deslizan tangamente acompañados por un coro de conjuros en la calcinación mística. El mito de Ganimedes recuerda su travesía áurea: “Aquí el cazador frigio es llevado por el aire sobre alas leonadas, la cordillera de Gárgara se hunde a medida asciende, y Troya se desvanece bajo él; tristes quedan sus camaradas, en vano los perros cansan sus gargantas ladrando, persiguen su sobre o aúllan a las nubes”.

  Salgamos a volar , querida mía; subite a mi ilusión supersport, y vamos a correr por las cornisas ¡con una golondrina en el motor!

   La iteración está a ras de tierra, en ese enjambre de cuerpos atravesados que urden en cascadas, indescifrables figuras espejadas, como la reventación de los capullos. 

   Allí donde tú te encuentras, se encuentran todos los mundos, dice la cábala. Los arbitrarios movimientos reflejados por la luna sobre el agua, hablan de un diálogo infinito respondiendo a sonidos exaltados, en el rumor de las penumbras. El aire está impregnado de magia en un eterno recomenzar. La noche es una hembra en celo y en la intemperie de la vida todos nos sentimos tocados por la pasión. Leopoldo Marechal sugirió aquello de que “con el número dos nace la pena”, pero en la autosugestión colectiva los integrantes de cada dueto conservan su fe en el instante. Cuerpos desconocidos donde renovar fragores del deseo y la materia, rompiendo la insistente perpetuidad de la rutina. Buscando la sustancia en el espejo de las almas. Porque el tango es energía y convoca la viaraza de los milongueros. 

 Quiero emborrachar mi corazón, en ese pedacito de cielo que nos enmarca. Toda la vida es ese ayer que me detiene en el pasado. Eterna y vieja juventud que me ha dejado acobardado como un pájaro sin luz. 

  Las soledades errátiles se hamacan entre la nostalgia que el olvido conserva.

   Y está girando coqueta la eterna veleta cortada en latón.

   Qué bien se baila sobre la tierra firme. Viajamos con el motor de la pasión, olvidándonos del mundo tantálico que nos rodea -porca miseria-, entre los esperados baches donde resurge la unidad dual. Se equilibran los pesos, echamos el ancla a tierra y te juro que bailarte es el empleo de mi vida en la planicie de los días laborables. Me atrapa tu andar felino, tu estampa de erguido cisne, caminar la noche a tientas, abrasarnos en el fuego de la locura milonguera. Y recordar, recordar siempre a Jack Kerouac: “Los únicos para mí son los enfadados, los que están locos por vivir, locos de hablar, locos para ser salvados, deseosos de todo al mismo tiempo, ellos queman, queman, queman y queman como las fabulosas velas romanas amarillas”.

   Y con borrones de bruma la luna se esfuma por el callejón.

   Mientras la modernidad de una ciudad se mide por los coches que espitan en sus calles, nosotros nos refugiamos en nuestra ipseidad tangonoscible como demiurgos de la fusión, de lo real-ficticio y su magnetismo voraz. Quizás por ello seguimos buscando experiencias que estimulen nuestros sentidos con el fin de revivir aspiraciones extraviadas en la nebulosa de los tiempos. 

   Desplegamos las alas farfálicas que exhalan similares destellos, nuestros cuerpos se fusionan con ferocidad, se afantasman y proyectan su sombra sobre el espacio del tango.

¡Bailá! ¡Vení!¡Volá!

¡Trai-lai-la-larará!

 

viernes, 16 de junio de 2023

Malena

                                 

Malena canta el tango como ninguna y en cada verso pone su corazón.

   Mientras ella se desgarra en la homilía ortofónica, las siluetas umbrátiles echan a volar los pájaros y se transforman en acróbatas del gozo. Tal vez allá en la infancia su voz de alondra tomó ese tono oscuro de callejón. Y canta una historia que nunca ha sucedido pero existe siempre, como sospechaba Salustio.

   Mientras se anudan serpentinos los cuerpos, la cantante, el Milton del paraíso perdido, recala en el sitio donde alguna vez debió morar un amor inolvidable. Se amohína en el recuerdo y va regando sus plumas de pájaro herido. Obseden su pensamiento esas sombras que buscan un cuerpo para aparearse, guiados por la música.

   Una canción es como una destilación, igual que al hervir algo, se evapora el agua y queda la esencia.

   O acaso aquel romance que solo nombra cuando se pone triste con el alcohol.

   La barahúnda de palabras, la ambición metafórica que encierran, la llevan a estar más atenta a las leyes de la sintaxis que a los efectos sonoros. Pero no despista a las sargas anónimas, atentas a la infinita vitalidad rítmica y la metamorfosis tímbrica de los instrumentos que a ella también la empujan, y en el sustrato emocional la instalan en el alma itinerante de los bailarines, adensando la relación de la pareja.

   Tu canción tiene el frío del último encuentro.


   Gardel inventó la manera de cantar el tango, con un cincuenta por ciento de gola y otro tanto de sentimiento, y una vasta legión de cantantes hembras siguieron su huella feraz. Algunas utilizando su voz cristalina y su registro melodramático, como Libertad Lamarque. Otras travistiéndose en varón para descargar su torrente pasional, el caso de Azucena Maizani. O manejando unos recursos de dicción y emotividad impecables tras su espléndida figura morocha, como Mercedes Simone. En cambio Rosita Quiroga, Sofía Bozán o Tita Merello jamás necesitaron realizar un acarreo de voz que no tenían y que no les hizo falta porque eran diseuses que usaban la jerga proletaria del arrabal y por eso pocas grisetas como ellas llegaron al alma de los porteños, escalando con astucia los muros que los cantores machos habían levantado para evitar abordajes.

Tus ojos son oscuros como el olvido;
Tus labios, apretados como el rencor;
Tus manos, dos palomas que sienten frío;
Tus venas tienen sangre de bandoneón.

   La música compacta, cálida, está fermentada en la levadura de los ancestros y las parejas ya se perdieron en los giros del baile dentro de una dulce travesía. El sermón caliente anuda la intención de las palabras en estado de mudanza y conduce el hilo emotivo de los volatineros, entregados al avatar de las fricciones cálidas, enroscándose como hidra encadenada. En un éxtasis asexuado, penden de los remolinos.

   El afán de unos ojos. El temblor de unas manos. La inmensidad del gesto. La melancolía del verso. La brevedad del amor. La altivez de los pechos. El corazón cercado.

   No habrá ninguna igual. No habrá ninguna.   

                                   




jueves, 15 de junio de 2023

Bailando milonga

 

             
"Para bailar esta milonga, / hay que tener primeramente / una buena compañera / que sienta en el alma / el ritmo de fuego así…" 


   La milonga es un tango medio apurado por llegar. Y si no me seguís rápido, ñatita, te voy a pisar un pie. ¿No ves como te voy llevando con el pecho, en cuarta velocidad?

   No sé para que te lo quiero explicar con palabras cuando vos entendés perfectamente los mensajes que te envío con el cuerpo. Disculpame, pero es que cuando suena una milonga los tamangos se me van disparados y hasta a mis piernas le cuestan seguirlos.

   Cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria. Mis veinte abriles me llevaron lejos. Y al escuchar una milonga me vienen a la mente unas imágenes borrosas de la primera vez que en un bailetín bonaerense de Valentín Alsina, donde se mezclaban la pampa y el adoquín, vi a muchachones de traje negro a rayas, pelo engominado, jopo y peinados “a la cachetada”, caminando rítmicamente hacia atrás con pasos cruzados y llevando enancadas a las compañeras en su desplazamiento. Esa era para mí, entonces, la milonga inventada en la Babilonia del Sur.

   Distinta a la que bailamos ahora con vos, nena, con traspié y todo.

   Nada de espamento, agachadas, sentadas, movimientos con los brazos acompañando el compás y hasta la patadita guaranga en el trasero que le da ése a su compañera.

   Vos y yo parece que somos un solo cuerpo, ¿viste? Y no importa si el ritmo es más rápido o más lento. Nos da lo mismo D’Arienzo que Canaro. Como bailamos a compás y sin desarmarnos, disfrutamos de las olas que va armando el movimiento sincopado de las parejas y hasta podemos darnos algunos lujos demorando los tiempos para reengancharnos súbitamente, poniendo en primer plano el alma.

   Desde el pescante de su piano creador, Sebastián Piana, que inventó este tipo de milonga, nos va señalando el camino a los músicos y a nosotros. Ya no es aquella música monotemática y reiterativa de la milonga pampera, sino que le dio ese sesgo canyengue y orillero que nos empuja como locos en la pista.

  Mi vida es una milonga y sé que bailando me moriré.

   Esta música crea una atmósfera muy particular. Un aura, no sé cómo explicarlo. Es como el misterio dramático del bandoneón o tus medias negras caladas que sabés que me ponen loco. Yo diría que es como el alma porteña. O como los bochinches que armaban esos compadritos exhibicionistas en los bailongos de antaño. Bueno, en realidad todos somos un poco exhibicionistas. Bailamos para nosotros, para la pareja y para los que nos miran. Y giramos en ignición permanente.

   Dejalo que la disfrute el hombre con su lengue gayeta y su gacho gris arrabalero. Al fin de cuentas ellos fueron los pioneros que la inventaron y la introdujeron en la pista. Hoy, con la edad de los descubrimientos ya prescripta y sin hueco ni ánimo para propuestas nuevas, repiten la topografía conocida.

   Nosotros también vamos rastreando el barro original. Nos mandamos una corridita de costalete, imantados al piso, el giro completo que nos sale redondo como una pizza, los pasitos simétricos, el traspié canchero y la caminata con explosión.

   Miralos. Se refugian en la milonga de los desaires de la vida, los contratiempos y las furias de la economía. Tienen la memoria engrasada por tantas milongas bailadas y andá a chamuyarles de las cisuras del Alzeihmer y otras bagatelas. Él guarda aquel cliché almidonado en su alma, con la fe de bautismo de esta música negrera y carga en sus bolsillos el peine, el paquete de tabaco rubio, el mechero, un cortaplumas, la libreta de enrolamiento y alguna ajada foto familiar en la cartera.

   Ella con su cabellera desdibujada por la tintura, conserva los arrestos de su época dorada, cuando concitaba las miradas masculinas y la envidia de sus congéneres. El vestido de percal es el sello de su prosapia milonguera y los sonidos familiares le refrescan las neuronas, devolviéndola por un par de horas al reino claustral de sus éxitos, cuando era partera de la historia que ahora resucita.

   Vos me dirás que no tiene nada que ver una cosa con la otra, pero cuando me ataca el hambre, el pensamiento se me instala en un par de orondos huevos fritos que bailan en el plato y parecen a punto de estallar. Y si me acosa la fiebre del baile, no se me ocurre nada mejor que una milonga de meta y ponga con su atavismo.

   De todos modos no me quiero agrandar demasiado porque esta pareja de al lado, de alguna maneras nos trasmitió su legado, y como dijo el sabio poeta, no olvidemos que lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado.

Chupate esa mandarina…


(De mi libro ArTango.)  -Con pinturas de Isabel Carafi-





miércoles, 14 de junio de 2023

Eras como la flor

    Apareció en los años cincuenta, allá por 1954 y rápidamente se desparramó por las emisoras radiales y por la televisión en el ritmo de orquestas y golas de cantores como Varela-Ledesma, Rotundo-Sosa, D'Arienzo-Laborde, Marino-Osvaldo Manzi, Basso-Galé,. Fue una  gran pegada y realmente el tema, tanto en la letra como en la música tenían mucho gancho.

   La llamativo, quizás, es que el autor de los versos, no lucía credenciales como los  grosos que lo antecedían. Los Manzi, Expósito, Cadícamo, Dizeo, Cátulo, Bahr, Celedonio, García Jiménez y tantos otros, pero lo cierto es que su tema tiene polenta emocional, es original, poéticamente tratada la separación de los amantes. Y el recuerdo, la pinturas que hace de la amada, son apelaciones conativas, tal  vez porque sabe que la memoria es simplemente lo que se decide recordar.

                                     


   Hay algo más que meras figuras literarias en estos versos que llevan el tango en la entraña, como lo va signando su autor, Mario César Arrieta. Y así constata también la querencia de ambos por el género, con un voltaje emotivo. El tiempo dilatado de las caricias, del éxtasis, está construido alrededor de un tono y no pierde la sintonía con la música que los unió alrededor del tango.

Así,
así quedaste en mí,
clavada en la raíz
remota del recuerdo.
Todo pasó
y un velo de silencio,
cubrió tu voz
tu antigua voz sin eco.
Así,
así te llevo en mí,
porque tenías corazón de tango
y sangrabas de amor sobre mi piano.

   No hay rencor ni agresión en el recuerdo, todo lo contrario. El autor sublima un deseo no satisfecho totalmente y en su determinación plácida, la evoca comparándola con una flor volátil, en un juego de alquimias y deseos. Su serena languidez  le permite encontrar, dentro de la densidad emocional, un poético recurso en donde las palabras  cierran y sanan lo que quedó marchito después del amor. La flor es el símbolo. Y el corazón de ella una alondra volandera...

Eras como la flor
y los caminos:
Fragancias y color
que no eran míos.
Te quise para mí
y eras del aire y del viento,
la lluvia y el rocío...
Eras como la flor
y los caminos.
 
Así,
así te conocí,
con tu pasado gris
desnudo en el teclado.
Y el corazón
alondra volandera,
abierto en flor
al filo de las penas.
Y así,
desde que te perdí
desentrañando tu destino en notas,
te recuerdo y te lloro en cada tango.

    Curiosamente Roberto Rufino fue quien le puso música a estos versos rutilantes, llegadores. Y lo cierto es que encajan perfectamente con la poesía y le dan vuelo. Por algo tuvo tanto éxito este tango.

   Podemos escuchar la versión de Héctor Varela con su orquesta y Argentino Ledesma luciéndose al cantar los versos. Lo grabaron el 26 de octubre de 1954.

                             



martes, 13 de junio de 2023

Los milongueros

    Hombres y mujeres tienen códigos y ritos que se van traspasando por generaciones. Al baile se va a milonguear, no a levantar. Los mejores jamás copian pasos de otro textualmente, en todo caso buscan mejorarlo. La competencia es dura y la personalidad es fundamental. Recuerdo aquella época de oro en Huracán, donde todos ocupaban su lugar. El club tenía dos salones: el grande y el más chico (que también era grande aunque no tanto). En el primero estaban los cotizados/as y en el otro los menos dotados/as.  

   Sólo algún desubicado intentaba romper -sin éxito- el orden natural. El escalafón se establecía en el salón grande. Las mejores milongueras ocupaban la parte izquierda y así se alineaban de zurda a diestra según aptitudes. Iban vigilantes madres, hermanas mayores, tías,  y la escena se repetía en otras milongas. Lo muchachos se acomodaban en orden  similar y el cabeceo invitante, como el gesto aprobatorio de la mujer, quedaron para siempre instalados como sinónimo del ambiente milonguero.

   Varón y mujer se buscaban con la mirada y se producía el encuentro. ¡Los méritos que había que exhibir para ascender en el ranking! En Huracán, allá por los años 50 vi por primera vez a la Negra Domínguez y La Turca, excelsas milongueras, bailar con su cabeza sobre el hombro derecho del muchacho, sin ver la pista, lo contrario de lo que se hizo siempre, e impusieron esa onda.

                             


   Como el valsecito porteño tangueado que popularizó en esa pista Cantinflas, uno de los buenos. Cada barrio tuvo cracks admirables, como Petróleo, Portalea, Lampazo, el Pupi Castello, Antonio Todaro -gran maestro-, el Negro Cotongo, Lavandina o Tarila.... Este último se llamaba José Giambuzzi, era nacido en Italia y llegó al país con 6 años. Pese a su estampa sin atractivos, sus aptitudes eran de prima. Fue profesor de tango sin abandonar su cuchara de albañil, y enseñó las claves a infinidad de milongueros:                       -

-La esencia de este baile es la improvisación,, la elegancia en la forma de caminar, la armonía con la pareja. Tango al piso, casi sin despegar los pies del suelo...

   En los años 50, Juan Carlos Copes -con la genial María Nieves a su lado-, comienza a darle importancia al baile coreográfico y logró en poco tiempo, no sólo triunfar en Buenos Aires sino también transitar el arte de la pareja por Sudamérica, Estados Unidos y Europa. Revolucionó la danza del tango  convirtiéndola en espectáculo y hoy no se concibe un Festival de tango sin parejas de fuste en modo exhibición. Previamente había fatigado milongas y madrugadas de prácticas para llegar a ser lo que fue. Además supo repartir los roles. Al 75 y 25 por ciento que aportaban el hombre y la mujer en el baile, lo convirtió en 50 y 50.

   Virulazo fue otro grande. Se llamaba Jorge Orcaizaguirre, era del barrio de Mataderos, medía 1,90, llegó a pesar 130 kilos, mientras su pareja, Elvira, parecía un frágil junco junto a su lado. Pero la diagonal de la díada en el escenario provocaría el asombro del público y de gente como Nureyeb, Baryshnikov, Roberto Duvall o Liza Minelli. Con Copes y María Nieves y junto a otros artistas recorrieron el mundo con el espectáculo "Tango argentino", cosechando al aplauso, el asombro y también la inclinación del público por este género musical. 

   Miguel Ángel Zotto fue quizás el último fenómeno que arrancó joven, creador y con cuerda para rato. Supo montar espectáculos de alto nivel, en giras por América y Europa que congregaron multitudes y ovaciones. Bailarines clásicos, de contemporáneo y coreógrafos, descubrieron el filón y se han pasado al tango con toda su técnica. 

                                

El afiche de Tango Argentino que recorrió varios países

   Pero no es casual que Copes, Virulazo y Zotto hayan sido milongueros postas antes de llegar al escenario. Se nota en su caminar. Ellos hicieron reabrir las puertas de las milongas y lograron despertar ese entusiasmo por bailar este tango desterritorializado. Argentina exporta profesores a paladas y en Buenos Aires hay ya casi más maestros que alumnos. Las enseñanzas de los veteranos son rescatadas por los jóvenes que, aunque abusen de las figuras y los saltos, ya aterrizarán, como codificaron su predecesores. 

   A los profanos que aplauden la acrobacia. leas caben las reflexiones de Virulazo.                                    -Yo soy profesional solamente porque me pagan. En el fondo sigo siendo amateur; no me ajusto a una coreografía, yo soy milonguero, bailo tango-tango, por eso me llaman de todas partes.

   Todos estos cracks tuvieron una gran milonguera a su lado. La historia vuelve a repetirse con los nuevos bailarines que maman las nutrientes para aprehenderlos. Por eso el corpus tango-danza está de rabiosa actualidad en casi todo el mundo y no morirá nunca. El secreto: Sentir, caminar, interpretar e improvisar. Y gozar.


   

lunes, 12 de junio de 2023

Bailar el tango es una cosa íntima

       El secreto líquido que fluye de los bandoneones, el temblor del piano o el golpe del contrabajo, marcan el compás. La clave está ahí: EN EL COMPÁS. Por eso no es lo mismo bailar a Pugliese que a D’Arienzo. A Di Sarli que a Troilo. Cada oreja registra a su instrumento llamador. El piano incomparable de Goñi, o el de Di Sarli, Pugliese, Polito, Salamanca o Biagi, han sido referencia para muchos de nosotros en la pista. A otros los guía el contrabajo o el portamento de los fueyes, o se encienden con la misa grave de los violines.

   Aquellas orquestas del 40 que nacen con el aldabonazo de D’Arienzo en el 35, supieron interpretar lo que pasaba en el alma de los bailarines y los llevaron en andas por el piso encerado o el embaldosado. El ritmo pícaro, retozón del 2x4, el tango-milonga del Cachafaz, se transforma con el despegue de las grandes formaciones del 40 en las que el cantor es un instrumento más de la orquesta, convirtiéndose en el 4x8, que lleva a los bailarines hacia un estilo más pausado, elegante y con menos firuletes.

                                


   El tango es una gran fiesta, con el pueblo anónimo participando masivamente y poetas y compositores impregnando la música porteña de hermosas melodías y poemas imperecederos que se canturrean en los conventillos, fábricas y suburbios, y se silban en el adoquinado porteño. Infinidad de orquestas típicas surgen y las interpretaciones alcanzan cumbres de belleza artísticas maravillosas e insuperadas.

   Muchos investigadores sostienen que en una época los hombres bailaban el tango entre ellos, pero sólo una media verdad. Lo real es que, en los clubes sociales de barrio, los muchachos practican por las noches con los amigos de la barra para ensayar nuevos pasos, pues las chicas no podían ingresar en ese territorio debido a los mandatos paternos. Los novatos hacían de mujer y así aprendíamos de los mayores y expertos el arte de llevar, marcar, caminar y distinguir el ritmo de cada orquesta.

   En mi barrio de Parque Patricios existían clubes de ese estilo cada 3 o 4 cuadras. El Sportivo Charleston de mis primeros pasos con 14 años, Alianza, Uspallata, La canchita, El Brístol, El Paciencia, eran un improvisado semillero de milongueros que apuntaban como destino inmediato las hermosas pistas del Club Atlético Huracán, en la Avenida Caseros, una de las grandes milongas de los años 50.

                                 


   Los bailarines de cada barrio tenían su estilo y eso se reflejaba cuando llegaban las barras de Pompeya, Boedo, Soldati, San Telmo, Flores, Almagro, San Cristóbal, o de otros vecindarios porteños. Buenos Aires se había convertido mágicamente en una enorme pista y la veleta de la evolución apuntaba dos maneras de bailar: el tango Milonguero (que entonces no tenía apellido), de caminata y creación y el tango derecho o “liso” de los barrios de clase media alta y alta, donde prácticamente no existían las figuras y adornos. Gimnasia y Esgrima o el club Italiano eran escenario de estos bailarines.

   Los que ovillaban la esencia milonguera estaban en los templos tangueros: Buenos Aires, Oeste, Sp. Buenos Aires, Huracán, Villa Sahores, Sin Rumbo, Social Rivadavia, Atlanta, Pinocho, Glorias argentinas, Oeste, Villa Malcolm, Sp. Pereyra, Sunderland, Pista de Lima, Palacio Rivadavia, Estrella de Oriente, Unidos de Pompeya y tantos otros a lo largo y ancho de la geografía porteña. Recorrí muchos de ellos en mi travesía milonguera, incluso las Confiterías del centro, más tarde.

   En esos retablos que convocaron muchedumbres y bailamos en vivo con las grandes orquestas en el escenario, se acuñaron los códigos de la tanguedad, trasladándose a sucesivas generaciones que reivindicarían su sello: Made in Argentina.


sábado, 10 de junio de 2023

El Tango y la vida enseñan

 Confidencia

   Sólo las cosas tristes me inspiran a escribir...

   Si imaginaran que los malos momentos y las malas experiencia siempre las capitalizo pensando es un Dios (o como quieran llamarlo) quien las pone en el camino al único efecto de crecer..., sabrían que que cuando la vida va bien es fácil, pero cuando ocurre lo contrario, es buena "terapia" escribir, pues tengo la absoluta certeza de que no soy la única a quien le pasan cosas... 

    La vida, alguien dijo, es una de cal y una de arena.                                                                                     Sin embargo, con cal y arena podemos construir un edificio.                                                                       De momentos buenos y malos vamos a edificar nuestras vidas.

   A mi edad -acuso cuarenta y pico- pasé por tantas experiencias. Me preocupé por tantas cosas banales, aposté con fervor por personajes que hoy me avergüenzo verdaderamente de haber confiado en ellos. 

   

   Me engañaron infinidad de veces, me dejé engañar otra con el propósito de saber hasta dónde eran capaces de llegar... Interpreté papeles a la altura de un Oscar por la mejor actriz, tales como: niña inexperta, mujer fatal, superada, fría, apasionada; en fin, ya ni recuerdo...

   Y sin embargo, la vida es tan simple. Si supieran que muchas veces no hacen falta palabras en una relación... Y mucho menos la actuación.

   Si supieran cómo y cuánto se notan las mentiras, los juegos y las traiciones. ¡Qué lindo es ser auténtico! ¡Qué lindo es mostrarse tal como uno es! Tener la tranquilidad de conciencia, alma y espíritu de "Yo soy así" y quien me quiera aceptar que lo haga y quien no, que se vaya por donde vino. 

   Pero, ¡cuánto cuesta esa premisa!

   Me encuentro en la mitad de mi vida: con muchos años cumplidos (demasiados diría yo) y algunos de milonguera  (que de este ambiente me van a sacar el día que me muera, pues vine para no irme tan fácilmente)

   Y, ¿por qué escribo?: Simplemente porque así lo siento. Porque la vida no me fue fácil, nadie me regaló nada, al contrario, siempre debí escalar montañas y en cada paso que daba, casi sin aliento y sin fuerzas, me proponía dar un próximo; recordando aquella célebre poesía de Almafuerte: "No te dés por vencido ni aún vencido. No te sientas esclavo ni aún esclavo...".

   Sabía que debía seguir. Hoy estoy en este ambiente al que me costó mucho llegar. Soy parte del Tango y de las Milongas porteñas. Mi nombre y mi cara son conocidas y sin falsa modestia, estoy orgullosa de pertenecer. Adoro a todos y cada uno de mis bailarines, amo la noche de Buenos aires y me estremezco cuando escucho tocar un Tango. Fue con esfuerzo que aprendí a bailar esta maravillosa danza, a comprender códigos e integrarme.

   Me enamoré de un milonguero que me hizo mal y me destrozó el corazón. Del dolor se aprende, del dolor se crece y separándonos a tiempo del rencor, pero capitalizando aquello que se puede rescatar, es posible aprender. Porque así es la vida, un permanente aprendizaje. La noche enseña, el abrazo del Tango realmente nos da vibraciones especiales que nos indica de alguna manera "saber" con quien va y con quién no.

   Hay sensaciones inexplicables dentro de nuestro cuerpo; algo así como un ángel que nos dice  muy bajito al oído: "es con éste, con quien bailarás".

   Sólo nos debemos permitir deleitarnos y transitar por los caminos de la vida sin mayores cuestionamientos. Simplemente animarnos a ser felices.

   Y recuerden: El Tango es sabio; escuchen el compás, búsquense una buena pareja y disfruten.

Marcela Junqueira (Revista Buenos Aires Tango - Mayo 2006)


miércoles, 7 de junio de 2023

Gotán griego

                   

Por José María Otero


Se trajeron el feta, flor de soque,
ensalada grecolandia en palangana,
aceitunas Kalamata p’al emboque
y alfajores, de remate: los Habana.


Nos llenaron la zabiola con su historia,
la de Helena, de Esparta, la de Atenas,
y estudiando, aunque fueras zanahoria,
batías de Alejandro, el Magno, y de la Helena.


Hasta su yobaca, Bucéfalo, voló en fango
combatiendo con buenos o con malos,
y mostrándoles la horma del tamango.


Fueron ganando la pampa con Gorgalos
el yogur, Mantecol… y bien guarango...
se metieron con Greco hasta en el tango.

                                          


domingo, 4 de junio de 2023

                           




 Diplomatura en Historia del              Tango

            CICLO 2023



¿Por que no has venido?

   Cotidianamente leemos en periódicos, revistas, o lo escuchamos en radio, en la tele, las canciones que va estrenando la artista colombiana Shakira, que versan en las letras sobre la separación de su pareja. Como éste es Piqué, el que fuera destacado futbolista del Barcellona y la Seleción española, sumado a la gran popularidad de ella, rápidamente sus canciones revanchistas se popularizan en redes y en venta de discos, de forma impresionante. El último grito en el arte de la provocación, quizás justificada, da magnífico resultado comercial. El problema de los hijos -que sufren las consecuencias- pasa a segundo plano en estas situaciones.

                            


   Curiosamente el tango ha sido muchas veces vilipendiado cuando sus versos tratan el tema de la pulsión del desamor. Es cierto que en oficios tan inseguros como los de las artes, la egolatría puede venir segregada por el instinto de supervivencia. Esa divergencia entre el caos de la vida y el orden ilusorio se confunden en lo impremeditado. 

   Ciertamente, la impotencia de contemplar la tribulación de la mujer como una deriva natural del fracaso del amor, se hilvana con a fatalidad de lo cotidiano. Estas composiciones que dejan una constancia lúcida y desencantada de una realidad cotidiana, donde el amor o el paso del tiempo constituyen la materia envolvente con que se fabrican los sueños.

   Ese antropos masculino que destila en el corpus lírico de tantos tangos, quizás exagerado en algunos casos, pero realista en otros, el es que ha llevado a algunos comentaristas a la crítica. Pero muchos de estos temas  clavan una flecha en el centro de la realidad. Los que captan la esencia y medida de las cosas del amor. Incluso del desamor, el abandono... 

                                    




   Precisamente en este tango que hoy traigo a la palestra, el poeta-cantor Julio Plácido Navarrine, hurga en el tema del abandono que sufre el hombre, por parte de la mujer querida, envolviéndolo  en una tristeza irremediable. El personaje se encuentra enfermo y ella no ha venido a verlo. Describe la situación  con las reflexiones del hombre atendido por su madre, que lo consuela, porque no soporta que su amor no aparezca.


Te estuve esperando... ¿Por qué no has venido
a verme, sabiendo que me hallo tan mal?
Mi madre tan buena, tan santa, ha querido
Traerme unas rosas de tu rosedal.
No sabes, mi vida, el bien que me hiciste
Mis cruentos dolores, calmarlos sentí...
De pronto mi madre se puso muy triste...
¿Por qué no has venido a verme? Decí...
 
Le pregunté a mi madre si algo te acontecía
La pobre, con ternura, me contestó que no,
Y entresacó del pecho una fotografía...
Era el retrato mío... El que te ofrecí yo...
Cruzaron por mi mente recuerdos en bandadas...
Cariños, alegrías... Todo perderlo vi...
De angustia, sobre el lecho, tus rosas encarnadas
Lloraban con mi madre, de pena, junto a mí.
 
Yo sé – lo comprendo – que estoy desahuciado,
Que no hay esperanzas... Tené compasión...
Quizá cuando vengas habré terminado,
Llevando tu imagen en mi corazón.

   (Y la gente amiga que se sobresaltaba con las palabras finales del enfermo en su agonía.)

La gente comenta que cuando aclaraba
La muerte implacable llevándose fue,
Los últimos restos de quien exclamaba:
¿Por qué no has venido? Decime ¿por qué?

   La letra, realmente no demuestra una gran imaginación literaria en Navarrine -autor de otras como las de Trago amargo, Oro muerto, A la luz del candil, Chiclana, Lechuza, que tuvieron repercusión-, pero la música que le adosó Pedro Maffia a ¿Por qué no has venido?, le dio vuelo, en 1925, grabándolo incluso con su orquesta. Gardel lo llevó al disco en 1926, igual que Roberto Firpo con su orquesta en forma instrumental. Entre otros lo grabaron Julio Martel, Carlos García, pero la versión de Albefto Morán con la orquesta de Osvaldo Pugliese, fue la que le dio mayor relevancia a este tango. Fue grabado el 3 de diciembre de 1945, 

Lo escuchamos.

                                         


   

sábado, 3 de junio de 2023

CORTE Y QUEBRADA

 


Con tus pilchas debute te vas a la milonga
betún en la solapa, relumbre en el zapato,
 relojeás de abanico la piba más mistonga
y entrás a sudar tinta como cualquier novato.

Si los pies se te enredan y la taba rezonga
en vez de un firulete, te sale un garabato
y creyendo tallarla en un gran meta y ponga
terminás con catrera y untura para rato.

Cachafaz disfrazado o Vasco Aín en joda
no se compuso el tango que pueda ser el tuyo
no bailás lo de antaño ni lo que está de moda.

Pero igual me emociona si te veo ensayando
el corte desparejo o el ocho arranca yuyo,
por la gloria canyengue con que seguís soñando.

Nyda Cuniberti