Edgardo Donato y Bertolín

Este violinista nacido en Buenos Aires, a una cuadra del Departamento de Policía, que vivió la niñez, la adolescencia y parte de su juventud en Montevideo, ocupa un lugar importante en la historia del tango, por haber compuesto uno de los cinco más famosos de todos los tiempos: A media luz.

Lo conocí gracias a mi amistad con el Negro Carlos Almada que cantaba con él en ese momento y me reía mucho escuchando las anécdotas divertidas del bonachón director. Cuando estaba en vena hacía también cosas muy graciosas con el violín, además de sus celebrados pizzicatos. Sus padres eran italianos, tuvieron 9 hijos y siguiendo su ejemplo, 3 de ellos también fueron músicos: Osvaldo, Ascanio y Edgardo.

La orquesta de Donato fue una más en el nutrido stock de formaciones tangueras de los años treinta y cuarenta. Nunca alcanzó la primera fila, aunque tampoco le faltó trabajo, sobre todo en la radio. Pero era difícil escuchar su música en las innumerables milongas de los años cuarenta y cincuenta.

Sin embargo, desde hace unos veinte años, sus temas se han revalorizado en el mundo entero y están a la par de las más prestigiosas en todos los lugares donde se baila tango. 

Una peculiaridad de esta formación es la inclusión del acordeón, que encaja felizmente con el dinamismo y la polenta que le imprimen los bandoneones, amén de los felices solos del violín de Donato. Ese ritmo picante, de pomada milonguera que impulsa al bailarín, se enriqueció con la llegada de Bertolín, el jovencito del acordeón.

Bertolín está en medio de los bandoneones

 Este chico rubio y flaquito se llamaba Osvaldo Bertone y vivía en una isla del Tigre, donde sus padres piamonteses cultivaban diversos frutales y se mantenían  con la explotación de los mismos. El niño se enamoró del acordeón de un peón que solía tañerlo y los padres resolvieron comprarle esa verdulera. Comenzaría sacando canciones italianas a pura oreja, hasta que estudió con Arturo Scianca, y pasó a ser el sostén de su familia arruinada por una estafa, cuando apenas contaba con 8 añitos, y tocaba en colegios y lugares de la zona, en un acordeón que le compró el desolado papá.   

Compartió escena con Gente como Gardel, Magaldi y otras estrellas, y el dueño del cine Broadway lo apodó Bertolín. A los 16 años encaró a Francisco Lomuto ofreciéndole sus servicios y éste lo recomendó a Donato que justo buscaba un acordeonista. Y la pegó.

 Estuvo con el famoso violinista 5 años. Luego se dedicó al jazz formando dupla con Wáshington García. A la prematura muerte de su compañero, y agradecido, le pidió permiso a su viuda para seguir utilizando el nombre de su compañero y así funcionó exitosamente durante años como Wáshington Bertolín.

En aquella época  en que actuaban en los bailes la típica y la jazz, Washington Bertolín compartió cartel con las grandes orquestas del momento, como D’Arienzo –principalmente- D´Agostino, De Angelis o Tanturi. Tuvo mucho éxito y dejó innumerables grabaciones que se vendían con gran aceptación de oyentes y bailarines.

Acá lo vemos con 9 años y otro niño prodigio: Gogó Andreu

Pero hoy lo vamos a recordar en la orquesta del maestro Donato y si abrimos bien la oreja, notaremos el juego que le saca a su acordeón, mezclando con el rezongo de los fueyes y dándole un color especial al conjunto.

Lo apreciamos en el tango de Alfonso Lacueva: Cantando bajito;  el vals de Juan Giliberti: Noches correntinas que fuera caballito de batalla de aquel arquero chaqueño de Newell’s y Boca, Julio Musimessi. Cantan Lita Morales, Horacio Lagos y Romeo Gavio. Y A oscuras, de Ascanio Donato y Héctor Marcó que canta Horacio Lagos.

Cantando bajito. Edgardo Donato

Noches correntinas. Edgardo Donato

A oscuras. Edgardo Donato