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martes, 8 de octubre de 2024

“En la orquesta respirábamos todos juntos”....

 ...recuerda José Votti, violinista de la orquesta de Aníbal Troilo, que desgrana, en esta nota, otros recuerdos sobre el Gordo Troilo en acción.

    

Toquemos piano porque están hablando muy fuerte" –nos decía en el cabaret Marabú–. Al hacerlo, la charla general comenzaba a aplacarse, hasta que ya nadie hablaba. Recién entonces empezábamos a tocar a pleno”, recuerda José Votti, violinista que se incorporó a la orquesta de Aníbal Troilo en 1955, para permanecer en ella hasta fines de los ’60. “Yo tocaba de pie, pegado a su mano derecha. Nunca le escuché fallar una nota. Tenía un touche de gran artista. Llegaba increíblemente a los ligados y a los pianísimos”, añade con emocionada devoción. “Pichuco era muy buena persona, muy fino, exquisito. Un señor. 

   Él sabía que era grande, pero lo manejaba muy discretamente –asegura Votti–. Eso se veía especialmente en las giras, durante las cuales teníamos que compartir hotelitos de muy poca categoría. En una ocasión estábamos ofuscados porque no llegaba la plata y un compañero se refirió a Troilo con un grueso insulto. Al instante, Pichuco se asomó por la ventana y preguntó: ¿Me llamaban? En los viajes siempre había ocasión para un picado. El jugaba muy bien al fútbol. Al español Juan Alzina lo incorporó en 1943 porque era muy hábil con la pelota, y tal vez sólo en segundo lugar porque era un excelente violinista.”

                                       

                                     

                                                           José Votti

 

   En su época de esplendor –todos los ’40 y buena parte de los ’50–, la orquesta tenía cubiertos sus compromisos de actuación por tres años o más, entre radio, bailes en clubes sábados y domingos, giras de verano, viajes al exterior, los carnavales, cuatro meses de cabaret Marabú (el resto del año tocaban allí Carlos Di Sarli y Juan D’Arienzo) y las grabaciones. Sin embargo, avanzados los ’60, cuando ya era sensible la declinación del afecto del público argentino por el tango, y también el declive personal de Troilo, su orquesta se resignaba a tocar en un lugar como el salón La Argentina, un sitio al que antes no hubieran aceptado ir.

   “En el cabaret tocábamos exactamente igual como se grababa, y a veces aún mejor –rememora Votti–. Y eso era así todas las noches, siempre lo mismo. Ninguno de los músicos podíamos apartarnos de lo establecido. La creatividad, la impronta de cada uno quedaba limitada a ciertas sutilezas, y sobre todo a la etapa en que se daba forma a la orquestación.” Troilo sólo tocaba en Radio El Mundo, que era la emisora más importante y de mayor prestigio. Esporádicamente se presentó en Belgrano, pero a Splendid, la otra de las tres grandes cadenas nacionales, jamás iba: no les perdonaba haberlo rechazado en 1937, cuando intentó que lo contrataran con su flamante agrupación.

   “El único arreglador que tuvo el privilegio de que Troilo no le haya alterado una sola nota fue Emilio Balcarce. Ocurrió cuando le llevó La bordona –repasa Votti–. Era 1958. Balcarce (quien hoy conduce la Orquesta Escuela municipal) vino al cabaret, a las dos de la tarde, hora del ensayo. Pusimos el arreglo en el atril y Pichuco no le modificó nada. Emilio estaba emocionado, porque la goma de borrar de Troilo era implacable con todos. Incluso con Astor Piazzolla y con Argentino Galván.” Para demostrarlo, otro recuerdo.

   “Una vez, a las once de la noche, nos encontramos en la sala B de El Mundo para ensayar. El horario no nos importaba, porque vivíamos para la orquesta. Estábamos en 1956. Galván llegó y le entregó a Pichuco el arreglo de Viejo baldío, el tango de Roberto Grela y Víctor Lamanna. Era precioso. Pero a los ocho compases Troilo nos detuvo. Galván, de pie junto a la puerta, sonreía y nos miraba. Y Troilo: ‘Perdón, Argentino, acá vamos a hacer esto’, e improvisó unas frases fenomenales en el bandoneón, que de inmediato anotamos con lápiz. Poco más adelante se repitió la escena. Pero a la tercera vez que el Gordo le pidió perdón a Galván por introducir otra modificación, éste le dijo: ‘Pichuco, usted el arreglo ya me lo pagó. Haga con él lo que quiera’. Cuando terminamos aquel ensayo, algunos de los muchachos y Argentino nos cruzamos a tomar el cafecito de rigor, y entonces Galván nos confesó: ‘El Gordo me robó el alma, porque yo hubiese querido escribir lo que él puso’.”

  " Una vez que se llegaba a la versión final del tango, se lo baqueteaba un buen tiempo en el cabaret, y recién después se lo estrenaba en radio. El repertorio superaba los 80 tangos, que tocaban de memoria. Troilo amaba la perfección, y es esto lo que traslucen sus grabaciones. La suya logró ser la principal orquesta, aunque pueda discutirse si fue realmente la mejor. En todo caso, representó el equilibrio. Su estilo era sobrio, profundo, desprovisto de excesos. Su sonido era de una calidad única, entre otras razones porque contaba con muy buenos ejecutantes. Troilo tenía una personalidad muy acentuada. Ni siquiera Astor Piazzolla, que estuvo años con él, pudo cambiarlo.

Alberto Marino – La enciclopedia del TANGO
Pichuco y Alberto Marino
  

 “Cuando Pichuco comenzaba un solo, un fraseo, los demás casi dejábamos de tocar –evoca Votti–. En la orquesta todos respirábamos al mismo tiempo, y hasta sentíamos que el público respiraba con nosotros. Son los momentos en que uno siente que tiene a toda la gente en la punta del arco. Ahí entra la magia. Con Pichuco pasaba eso.” Una gran virtud del conjunto fueron sus excelentes cantores: Fiorentino, Alberto Marino, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Jorge Casal, Raúl Berón, Pablo Lozano, Roberto Goyeneche, para sólo nombrar los supremos. Pero no era sólo que Troilo fuese muy cuidadoso al elegir un vocalista: también se ocupaba de enseñarles.

   “Recuerdo una tarde, a eso de las dos. Yo esperaba la hora en que debía tocar con una orquestita de cambio en el Tango Bar –cuenta Votti–, y en eso vi que llegaban los muchachos de Troilo al Tibidabo, enfrente, para ensayar. Me colé lleno de ansiedad cuando estaban preparando Farolito de papel, con Alberto Marino (otoño de 1943). Cuando Marino empezó a entonar el estribillo, Pichuco lo interrumpió para explicarle cómo debía hacerlo: "Usted tiene que cantar lo suficientemente piano como para que llegue a la última fila, y luego levantar hasta el forte, pero sin aturdir a los de la primera fila". Indicaba los menores detalles, los matices. Insistía en la dicción: debía entenderse cada palabra.

                                  

   Entre el público, ser troileano tenía mucho prestigio. Equivalía a saber elegir lo mejor. Ligado personalmente a excepcionales letristas como Homero Manzi, Cátulo Castillo, José María Contursi o Enrique Cadícamo, con quienes compartió grandes creaciones, Troilo fue un compositor descollante. Escribió piezas como Sur, Garúa, María, Che bandoneón, La última curda. Pero también obras soberbias como Mi tango triste, Toda mi vida, Romance de barrio, Barrio de tango, Discepolín, Una canción, La cantina, Desencuentro, Patio mío y varias otras, entre ellas Pa’ que bailen los muchachos, y un instrumental como Responso, antológico, compuesto en homenaje a Manzi. Es uno de los grandes momentos del género, por profundidad e inspiración.

   Nacido en 1914, la gloria de Troilo comenzó a principios de los ’30, cuando tocó con Julio De Caro y, particularmente, al formar parte del legendario Sexteto Vardaro como primer bandoneón. En esos años su estilo de bandoneonista fue influido por el expresivo Ciriaco Ortiz, hasta que, con solo 22 años de edad, fundó su propia orquesta, la que años después, cada vez más rica en ideas musicales, con más hondura y temperamento, acompañando la notable evolución del tango, se erigió en el paradigma del género, aunque sea legítimo discutir si, por momentos, otras orquestas no la superaron, por difícil que parezca.

                                MILONGA DEL MAYORAL - TROILO BERON CASAL - YouTube

   Hacia 1957 empezó la decadencia gradual de Troilo: la obesidad, las complicaciones de su salud, la primera internación... “Luego se recompuso, pero se le comenzó a notar cierto cansancio –admite Votti–. Eso se contagió paulatinamente a la orquesta.” Y un episodio sugerente: “Una vez volvíamos de tocar en La Plata, y al cruzar el Riachuelo uno de los muchachos abrió la ventanilla del ómnibus y nos propuso por qué no tirábamos todo el repertorio al agua para así tener que empezar otra vez de cero.” La fatiga se iba apoderando de ese maravilloso conjunto, con el que por entonces cantaban Goyeneche y Angel Cárdenas, y que todavía, pese a todo, daría excelentes frutos, como los renovadores tangos de Julián Plaza o ciertas antológicas versiones de Nelly Vázquez y Tito Reyes.

La Suite troileana, que Piazzolla escribió en 1975, cuenta, mejor que cualquier nota, quién fue el Gordo

 Julio Nudler 

Nota: En marzo de 2008 le fue otorgado a José Votti el Premio Gardel por su invalorable aporte a la música argentina.


 


lunes, 7 de octubre de 2024

Aquellas milongas...

    

   En los años noventa, la revista "La Maga" que dirigía mi amigo y compañero Carlos Ares, y en la cual yo también escribí muchas notas, publicó una lista de lugares no turísticos donde se podía ir a bailar Tango en Buenos Aires y era ésta:

-Círculo Social Bailable. Un lugar muy lindo, con excelente sonido, Imprescindibles saco y corbata para el ingreso. Se puede cenar, todo en un ambiente cordial y "finoli". José María Moreno 351. Viernes, sábado y domingos de 22 a 4 horas.

-Galería del Tango (Salón Chiqué): una buena propuesta si quiere escuchar tango en vivo. Solícitamente atendido por un equipo gastronómico, podrá cenar y, al finalizar el show, se puede bailar. Boedo 722. Elegante sport. Organiza Eduardo (Gloria y Eduardo). Viernes, sábados y domingos, a partir de las 23 hs.

                       

Club Glorias Argentinas

-Galería del Tango (Salón Boedo). El salón es lindo -no muy grande-, va el "chetaje" del tango, alegres y prolijamente vestidos. Mitad tango, mitad jazz, tropi y carnaval carioca. Solos/as y parejas. Boedo 722 Elegante sport. Organiza Eduardo. Viernes, sábados y domingos a partir de las 23 hs.

-Volver: un lugar de siempre, con gente grande, casi un ghetto. Los sábados, como en una ceremonia secreta, se reúnen desde hace mucho tiempo casi los mismos, a bailar tango de salón. Corrientes 845. Sábados de 23 a 4.30 hs.. Organiza Eduardo.

-Club Latino: Muy nuevo. Va todo tipo de gente, desde alumnos de talleres de danza hasta milongueros viejos. Corrientes 846. Lunes de 19 a 24hs, Organiza: Mingo.

-Almagro: Un salón en una casa antigua, grande y lindo para bailar. Poca gente. Medrano 1000. Sábados de 23 a 4.30 hs. Organiza Andrés.

                                     


   -El Gallito: Un lugar lindo para bailar, céntrico, con gente grande que sabe disfrutar del tango, Moreno y Entre Ríos. Martes y jueves de 21 a 2 HS. Organizan Ricardo y Marta.

-Asturiano: Reúne a habitués -buenos bailarines- con elegante vestuario. Buenos tangos y algo e música tropical y jazz, para matizar. Belgrano y Quintino Bocayuva. Viernes y sábado de 23 a 3 hs. Organiza Norberto.

-Helénico. En la jerga llamado "Canning". Un lugar donde van "todos" y donde los que van "saben" bailar. R.S. Ortiz 1300 (ex Canning). Jueves de 23 a 4.30 hs. Organiza Pupi.

-Unidad Básica: Aquí no hay política a pesar de su decoraxión. Un sitio de barrio para bailar y practicar con buena onda. La Rioja y san Juan. Viernes de 22 a 2 hs, Entrada gratuita. Organiza: Ángel.

-Sin Rumbo: Tipo club familiar, lejano en el tiempo, legendario y seductor. Hay que ir. Tamborini y Constituyentes. Sábados de 23 a 4.30 hs. Organiza: Portales.

-Sociedad de Fomento: Le dicen "Las tierrita". Un sitio de tangueros, reunión, baile, cena, recuerdos. "todos los chiches". Mariano acosta 1544. Sábados de 23 a 4.30 hs. Con cena. Organiza comisión directiva de la Sociedad de Fomento.

-Cuartito azul: Media luz, buen piso, poca gente sola, ideal para parejas. San Juan 2950. Viernes. sábados y domingos de 22 a 4.30 hs.

-Glorias Argentinas: Salón sencillo con gente grande, matrimonios que se llevan la vianda y se divierten a ritmo del dos por cuatro. Bragado 6300. Sábados de 21 a 4.30 hs.

-Social Rivadavia: En el '60 era "Wimbledon" (saco y camisa blanca). Hoy no tan estricto con tandas de 4 tangos, 4 de jazz y 4 de cumbias. Rivadavia 6400. Viernes, sábados y domingos de 23 a 5 hs. Organiza: Alberto.

-Bamboche: Muy concurrido con polimúsica: tango, milonga, tropical, jazz. No muy tanguero. Rivadavia 7350. De 23 a 4.30 hs.

-Mariano Acosta: como la mayoría de las milongas, van solos y solas. En un ambiente de "gente conocidas" se baila a media luz y se disfruta un muy buen salón. El repertorio se reparte 4 por 4 entre tango y tropical/jazz. Mariano acosta es. Rivadavia. Viernes de 23 a 4 hs. Organiza: Héctor.

Boedo y San Juan: Un salón de película, buen sonido y linda selección de grabaciones. Si puede vaya, le va a gustar. Ex Cine Nilo. sábados y domingos de 21 a 3 hs.

(Y yo me recorrí muchos de estos recintos milongueros antes de estas fechas y en los retornos de visita a mi Buenos Aires querido.)



viernes, 4 de octubre de 2024

Íntimas

    Aquellos años en que había varias audiciones radiales en las que recordaban a Carlos Gardel y reproducían sus registros discográficos, me dejaron muchas huellas en mis recuerdos. Mi hermano solía escuchar esos programas y si ya no teníamos deberes del Colegio que realizar, mi padre nos dejaba emocionarnos con aquella voz y semejantes interpretaciones.

   Y muchas añadas más tarde, escuchando este tango de Ricardo Luis Brignolo y Alfonso Lacueva,  me retornan aquellas sensaciones. Gardel lo grabó con sus guitarras en 1926 y en 1930, lo que indica claramente cómo le llegaba el tema. Y aunque, quizás, no sea un tango muy popular, también fue llevado al disco por las orquestas de Canaro, Lomuto, Sassone, Fresedo y diversos vocalistas. 

                                   

   Lo curioso, quizás, del tema, es que los versos fueron escritos por el bandoneonista Ricardo Luis Brignolo, que también se la rebuscaba con la pluma poética. Y lo mismo podía lucirse con su gran tango instrumental: Chiqué, que con estos versos que traigo hoy a la palestra. Brignolo y Lacueva compartían espacio en la orquesta de Francisco Lomuto. Una noche Brignolo le pasó el papel con los versos de "Íntimas", a Lacueva -que era el pianista de la orquesta-, a éste le gustaron y les puso música.

                                                          


       El poema de Brignolo relata las reflexiones del novio enamorado que nota el enfriamiento de la relación por parte de la mujer. Y va detallando en el desarrollo de su intento de diálogo y reencuentro imposible, todo lo florido de la relación, el cambio de la postura de ella, la coquetería desaparecida  y las preguntas sin respuesta:

Hace tiempo que te noto que estás triste
mujercita juguetona, pizpireta
has cambiado, ya no eres tan coqueta
cual las flores primorosas de un altar...
¿Qué te pasa.? ¿Desengaños que has sufrido?
¿Las espinas de una rosa te han herido?
¿O el amor de un ingrato que ha fingido?
¿O un vacío imposible de llenar?

   Y a continuación pasa a detallar los sufrimientos personales debido al final del romance que parecía infinito y que por distintos motivos de repente sufre un corte repentino que lo deja inmerso en la tristeza. Evoca todo lo vivido, el amor que ambos se profesaban  y las fuerzas del destino que les dejaron a los dos un gran vacío y un dolor interminable.

Yo también vivo triste desde un día
en que cosas de la vida me pasaron
y un surco de recuerdos me dejaron
y un dolor imposible de ocultar...
Yo te amaba y me amabas tiernamente
más las fuerzas del destino se opusieron
y desde entonces nuestras almas tuvieron
un vacío imposible de llenar.

¡Tus encantos, tus sonrisas tan amables!
¡El perfume que exhalaban tus violetas!
¡Y tus bucles y tus ojos, que princesas
anhelantes te quisieran imitar!
Más la vida tiene abismos insondables...
Hay caminos del destino intransitables...
Hay recuerdos de amor inolvidables...
¡Y hay vacíos imposibles de llenar!


Roberto Goyeneche lo grabó acompañado por la orquesta de Atilio Stampone el 7 de noviembre de 1973 y acá lo escuchamos.

                               


     


domingo, 29 de septiembre de 2024

FELIZ DÏA...

  

                       Día del milonguero Milongueros de siempre y del mundo - YouTube       

                                               

                       FELIZ DIA DEL MILONGUERO!!! El 29 de... - Milonga Gente Amiga | Facebook

                                              

 

 

domingo, 22 de septiembre de 2024

¿SUITE TROILEANA?

1. FUNCIÓN Y MÉTODO DEL CRÍTICO MUSICAL

Entre la trasnoche de ayer y la de hoy escuché dos veces y con sobrada atención la auto-proclamada suite troileana de Astor Piazzolla. Parte de mi trabajo consiste en escuchar la mayor cantidad de discos de intérpretes posibles de la música toda. Creo que Lucio Demare dijo alguna vez que la comparación es la base de toda comprensión. Y si no lo dijo él y lo dijo otro antes, bien vale la reflexión de ese tipo.  Y si nadie dijo esa frase y la expresé por pura conveniencia, bienvenida sea la proclama. Estoy a gusto con ella porque otorga seriedad a mi trabajo, a pesar del humor irónico que un brulote musical exige a su autor para ser reputado como tal. 

Cuando se dice: “Como vas a comparar a Gardel con Palito Ortega” la frase no sabe (mejor dicho, el sujeto parlante no se da cuenta) que es la propia comparación ya efectuada por su conciencia, lo que lo llevó a expresar a través de su dormitado entendimiento, esa verdad que pretende negarse a sí misma. Es algo así como la cómica escena que sucede cuando uno nos bate “no te estoy hablando a vos”; o peor aún, los que dicen “no te estoy gritando” a grito pelado. 

                             


El punto es que para poder ejercer la crítica musical no hace falta ser musicólogo. Los músicos son los más incapacitados para ser críticos. Otro día me ocuparé de fundar tal aserto. Para ejercer la crítica cinematográfica se requiere haber visto muchas películas. Lo mismo podemos decir del teatro. Aunque es cierto que muchos buenos autores, comediógrafos o dramaturgos también fueron críticos, sus labores respondían más a bien a su oficio periodístico rentado que a su amor por el arte escénico. Los casos más paradigmáticos fueron los del inolvidable José Antonio Saldías, los del olvidado Julio Escobar o los del recordado Alfredo Le Pera. El primero de ellos tres fue, la mar de veces, más competidor desleal que crítico. En fin. Ya me fui de tema para hacer gala de erudición porteña. Mi egolatría no tiene remedio.

Lo que pretendo significar con esto es que, tan sólo habiendo escuchado mucha música y comparando los estilos de cada intérprete y de cada género y de cada época, autor y compositor, se puede llegar a valorar con nitidez los aciertos o desaciertos de cada obra y, en consecuencia, alcanzar conclusiones interesantes.  Sobre todo, a lo que al tango se refiere, puesto que en las calles de su mundillo me muevo con cierta facilidad para no extraviarme. No estaría capacitado para juzgar la obra de Wagner o la de Rossini como tampoco la de Don Pietro Mascagni o la del Dr. Félix Weingarter. Simplemente puedo decir que sus composiciones me agradan.   

Pero en materia de tango me animo a exponer sin pasar verano. Para ello es preciso conocer hasta agotar todo el repertorio grabado conocido. Desde Villoldo hasta Piazzolla. Ya lo dijo Don José González Castillo: “La cuna de mi fe, la tumba de mi amor, como capítulo sin fin”. 

Bien sea porque Villoldo abrió la puerta del conventillo firmando el certificado de nacimiento de la criatura o porque Piazzolla abrigó el extremo opuesto, cerrando la puerta desvencijada y firmando el certificado de defunción, corresponde al crítico musical tanguero conocer con responsabilidad todas las etapas atravesadas entre los casos fundadores y claudicantes. En su conjunto, esas épocas in totum conforman el objeto de estudio cuyo dominio trato de abordar desde hace cuatro décadas. Negar relevancia histórica a Astor Piazzolla sería tan absurdo como negársela a Villoldo. 

¿Ahora bien? Nadie les quita la relevancia y la importancia histórica a ciertos apellidos famosos. Pero, a título de la Diosa Veritas, ¿Qué mérito tiene en realidad la obra de Astor Piazzolla, si es que tiene alguno?

En este caso puntual analizaré la Suite Troileana.

2. LA SUITE TROILEANA. UNA OBRA SIN TROILO

Astor Piazzolla es un músico mucho más fácil de desentrañar por su personalidad que por su obra musical. Su complejidad intrínseca, resultante de la pasión por la complejidad misma -vicio que comparte en general con todos los vanguardistas de su época gloriosa- estuvo siempre más preocupada por causar efecto explosivo y expansivo que por engalanar las fauces que alimentan el espíritu de la belleza. Tal situación nos conduce en la ocasión a su suite troileana. 

No sé qué entendería él por suite, porque sus conceptos musicales siempre pretendieron romper las cadenas de lo canónico y la suite en términos originarios podría definirse como una colección de breves movimientos musicales tocados secuencialmente que datan de hace varios siglos, inclusive, previos a la consolidación de la sonata. 

Resulta llamativo comprender por qué, quien pretendía innovar a todo trance el terreno musical terminara apelando al llamado de una entidad barroca para revestirla como algo novedoso. Pero miraré para otro lado en ese asunto, aunque podría preguntarse legítimamente ¿qué tipo de novedad trae una suite? Incluso hasta en los tangueros podemos encontrar antecedentes en Adolfo Carabelli con su Suite Andaluza, además de otros intentos o aproximaciones menos conocidas.  

                                   


El problema óntico-ontológico (diría un profesor de filosofía) de la suite troileana consiste en la falta de coincidencia entre el título y la obra. Este invita a algo que no existe. Mejor dicho, que ni siquiera aparenta. Diría que el nombre de Troilo en el título de la obra es casi una estafa. Publicidad engañosa para atrapar a los desprevenidos corazones que laten pichuqueando, en un claro detrimento contra la Ley de Defensa del Consumidor.  Moneda corriente entre los músicos que se trepan a la fama de un tango conocido para reescribir uno que no se animaron a presentar como propio.

Pichuco no se asoma en ningún momento porque la obra lo espanta. Lo aleja definitivamente. Lo termina desterrando del pentagrama, no sea cosa que aparezca la magia del duende del son del bandoneón y queden todos en off-side. 

Nada. Troilo está ausente. Es en toda la suite, un convidado de piedra, como en la leyenda asociada a Don Juan Tenorio. En este caso, Piazzolla mató a Troilo para hacerle una estatua. Lo ciñó en el mármol y le dijo: ahora me vas a oír.  

El siglo XX le dio a la suite la posibilidad de incorporar no solo fragmentos secuenciales danzantes compuestos por distintas variables musicales, sino la posibilidad de mechar canciones conocidas que podrían ser presentadas como las del cuño de un compositor determinado. La selección de temas breves exhibidos de manera conjunta dio lugar, por ejemplo, a la suite gardeliana de Egidio Pittaluga, que tiene una versión encomiable de la orquesta sinfónica del Colón, dirigida por Juan Martini y que fuera grabada para discos Odeón.  En ningún momento, Piazzolla siguió el ejemplo de nuestra orquesta más selecta en términos académicos. No se escuchó ni el eco del último compás de alguna pieza de Troilo en la suite piazzollera.  

En cuanto a la forma de presentación de la suite, es dable destacar que la exasperante actitud de Piazzolla de jugar con las infrecuencias rítmicas torna indefinible la identidad de cada uno de los movimientos. Como la música no sería posible sin el elemento melódico, el género musical (que no es otra cosa que la identidad que hace que dicha pieza sea algo y no otra cosa) carece de sentido si el ritmo se desvanece, regresa y se va otra vez. Por eso digo, que no tengo sospecha de lo que Piazzolla entendía por suite porque precisamente, la suite implicó siempre la ejecución secuencial de movimientos danzantes. Según los tiempos y lugares podían introducirse algunas danzas o bien otras, pero cada etapa integrante de la suite contaba con su bien definida marcación bailable. Desde la alemanda a la gavota o de la zarabanda al minué, todos los pasajes de la suite eran rítmicamente identificables y podían ser bailados. 

Piazzolla, fiel a sus costumbres proselitistas, no nos permite identificar ninguno de sus movimientos y, por ende, no nos habilita a bailarlos. Nos condena una vez más a tener que limitarnos a escuchar su suite, la que, por otra parte, de suite no tiene nada. A lo sumo, podría llegar a empalmarse con una rapsodia, pero creo que el título “Rapsodia Troileana” no pasaba el filtro de una buena política marketinera que la palabra suite le solucionaba al instante.         

La conclusión parece ser siempre la misma. Piazzolla hizo un tango que de tango solo tomó prestado el nombre y compuso una suite cuyo punto en común con la suite reside simplemente en el nombre también. 

Pero, a decir verdad, sus obras no son stricto sensu, ni tangos ni suites. Sus creaciones son afamados títulos que nunca reflejan lo que el nombre de la pieza insinúa. Sería oportuno que los músicos que admiran a Piazzolla (que hoy ya no son tantos como sí lo eran veinte años atrás) lean por las dudas el Crátilo de Platón.  

No es de extrañar que un músico que se manifestó partidario de la cultura del ruido a la que consideró grandiosa, ensalzando a figuras como el flaco Spineta, Emerson, Lake and Palmer o Valeria Lynch, haya a la postre, compuesto una suite troileana que no parece tener atisbo de ninguna de las dos cosas. 

3. MOVIMIENTOS DE LA SUITE (sic)  

1. El preludio se llama “Bandoneón”. Desde que empieza hasta que termina parece que lo está afinando. Se escucha la presión sobre el teclado. Apenas aparecen cuatro o cinco notas juntas de “Quejas de bandoneón” se diluyen como la música fantasmal de las películas de Narciso Ibáñez Menta. 

2. Zita. Bochinche. Instrumentos mal escogidos para una suite convencional. Demasiada preeminencia electrónica, estereofonía escabrosa y ruido metálico y chillón. Percusión extrema. En un momento, el bandoneón intenta hablar en chino y las cuerdas le responden en japonés. Parece querer al final hablar un tango, pero se queda mudo. O lo hacen callar. 

3. El tercer movimiento se llama “Whisky” y arranca como la música de un noticiero. A tal punto que, si Bernardo Neustead hubiese cambiado la cortina musical de “Tiempo Nuevo” por este pasaje, nadie se hubiese dado cuenta. Estridencias de cuerdas sin criterio estético de una chabacanería indisimulable. Hacen crujir las muelas careadas. Parece el sonido del timbre de un colectivo. La persistencia de la repetición de ciertos pasajes y el final se vuelven tan monótonos como predecibles. Cero belleza. Se cierra el movimiento con música de video juegos. Su sonido espanta a cualquier whiskería. El boliche de copas que ponga eso como música de fondo, se funde. No le vende un trago a nadie porque lo que dan ganas de tomar al escuchar eso es un uvasal para evitar retorcijones. Si tuvo una mala semana, se manda un cianuro y chau pinela. 

4. La cuarta parte es una ensalada de música incidental de película soft berreta. Pero ojo, bien argentina, como las que hacían los hermanos Sofovich, estilo Olmedo y Porcel. Está tocada como por musiqueros ambulantes que viajan arriba de un subterráneo de Nueva York. En el final se nota que el tren llegó a su central de cabecera, pero lo que no sabemos es a dónde. Se repite bastante con el tercer movimiento. Su título: ¿Escolazo? Me pregunto, ya que no supe descifrar ¿A qué jugaron los músicos ejecutantes? Se recomienda el tango de Aieta y García Jiménez en versión de Edmundo Rivero.  

5. El quinto movimiento es el único que se puede rescatar. Al menos parcialmente. Tiene alguna idea que parece querer trasmitir algo normal, apelando a los sonidos tonales de “Santa Lucía Lontana”. Por momentos hasta es bueno. No se crea que encontrará allí a Chopin, a Paolo Tosti o a Agustín Bardi. Es una lástima que le haya puesto “Soledad” como el tango de Gardel y Le Pera al que tan poco se parece. 

6. Muerte. En este punto si se corresponde el título con el sentido musical de la pieza porque realmente escuchar ese pasaje es la muerte misma. Escapemos de ella por favor. El repique constante de la percusión imitando el latido de un corazón que se va apagando es un efecto tan manyado y deslucido que da vergüenza ajena. Son tan poco tiempistas que, desafiando las leyes de la biología, la música que tocan se apaga antes que el latir del corazón que sigue con su toc toc incesante a pesar de haber muerto. 

7. Después de la muerte aparece el fragmento del amor con la alegría de Mery, Peggy, Betty y July, pero sin Gardel. Como Astor siempre subestimó a los tangueros, mechó cositas de Vivaldi y de Bach como para que no nos demos cuenta de lo que él hacía. Pero los que toda la vida anduvimos oyendo discos de pasta no comemos vidrio. 

8. El último movimiento ("Evasión") nos asusta porque arrana francamente como un cabal ejemplo de música psicodélica. Alguna película de naves espaciales podría reclamar ese fondo musical. El primer adelantado de la música electrónica para electrocutados. Encima, quiere colocar un ballet como en las suites de Tchaikovsky pero con tantos barquinazos que Julio Bocca le iría a pedir consejo a Maximiliano Guerra porque no sabría cómo hacer para danzarlo. Pero el otro le habría comentado que prefería bailar directamente el lago de los cisnes. Para qué andar con extravagancias a esta altura del partido. El final de la murga parece sonar como esos conjuntos de jazz-rock fusión cuando se desbocan musicalmente en un estadio de Detroit. 

En definitiva, Troilo no asomó en ningún momento la cabeza en esta suite troileana. No se oyó su fueye que andará goteando tristeza por ahí. Tal vez, mejor que haya sido así.

Pablo Dario Taboada


miércoles, 18 de septiembre de 2024

Malena

 Más que un nombre de tango

   Me la presentó una noche Alfredo Gobbi en "Mi Refugio", un bolichito folkórico, pegado a radio El Mundo. "Elena..."-me señaló Alfredo. -"Encantada...", susurró la voz aguardentosa de la mujer de empaque elegante y sugestivo. Al rato supe que esa señora que portaba una carpeta llena de papeles, era la Malena que inspiró a Homero Manzi para escribir los versos de un hermoso tango.

   En 1941, el poeta volvía de un Congreso autoral en México -fue con Discépolo y Tania- y en una de las escalas del viaje recaló en un cabarucho de Porto Alegre donde escucha cantar a una mujer que con su voz de sombra, y lejos del pago desata en su ánimo una brumosa nostalgia. La presentaban como Malena de Toledo y hasta el nombre iluminó su lapicera, que, febrilmente garabateó una lluvia de metáforas sobre el papel, en la habitación del hotel donde se alojaba.

                                  

                                                       Elena Tortolero (Malena)

   Luego sabría que que era hija del cónsul español en esa ciudad y cantaba en castellano y portugués. De vuelta en Buenos Aires y en plena filmación de "La guerra gaucha", de la cual era co-guionista, le entrega aquel papelucho al director del filme, Lucas Demare, con una recomendación: "Hablá con tu hermano y decile que si le gustan estos versos, les ponga música".  

   Lucio Demare recibió el encargo pero olvidó la hoja en un saco. Yendo en coche un día, descubre el mensaje en uno de sus bolsillos y para el auto para leer el poema. Acto seguido, le da un ataque de ansiedad y se  dirige a "El Guindado", el bar de Libertador y Acevedo. Allí lo ensambla musicalmente con esos sonidos, que van encadenados magistralmente en frenético rapto. 

   "La letra de Hermero era tan perfecta, tan rítmica, que la musicalizé en 15 minutos", contaría luego. ¡Un cuarto de hora para machimbrar armónicamente una página que se inscribiría en la geografía más cálida y entrañable de los sentimientos tangueros!

   Elena Tortolero, que así se llamaba y despertó al máximo mi curiosidad juvenil, era argentina, de Santa Fe, hija de andaluces (Algunos personajes del tango que la conocieron, aseguraban que era chilena), había recibido esmerada educación y vivía de jovencita en Brasil. En una gira, conoce en Cuba al cantante mexicano Jenaro Salinas. Se enamoran, se casan y viven en Buenos Aires, cerca de radio El Mundo donde él es contratado.

   Allí intimaría Salinas con la actriz Zoe Ducós, que al caer el peronismo emigra a Venezuela  donde triunfaría como actriz. Se casaría con un actor local y luego  al separarse lo hace con el siniestro Jefe de policía de Pérez Jiménez. Salinas,  en plena decadencia va a cantar a Caracas, en lugares de baja estofa e intenta acercarse a su ex amante. Los policías-esbirros de Miguel Sanz lo tiran desde arriba de un puente y luego le pasan con un coche por arriba destrozándolo. 

   Elena viaja a Caracas, trae el cadáver de su marido y lo entierra en Buenos Aires. Ella  había incorporado el tango homónimo a su repertorio y en una ocasión lo canta en un cabaret de Montevideo, con la orquesta del violinista Reynaldo Nichele. Momentos más tarde se entera que ella era la destinataria de esos versos y le invade una emoción tan grande y desgarrante que la voz que tomó ese tono oscuro de callejón, no volverá a escucharse jamás en escenario alguno, por decisión propia y definitiva.

                           

 

   Coincidí con Roberto Palmer, pampeano de General Pico en un verano de San Clemente del Tuyú. Antes de ser primera voz de Los cantores de Quilla Huasi, cantaba en el "caribeño" Trío azul, con maracas y bongó. Actuaban en un cabaret de la calle Reconquista, cuando en una lluviosa madrugada cae al local un pianista amigo con una mujer que llamó la atención de todos. Era Elena Tortolero.

   Roberto departe en la mesa de los visitantes con ella  y posteriormente él y su mujer, harían tal amistad con ella, que Elena terminaría viviendo con el matrimonio en un departamento de la calle Maipú. "Nunca escuché decirle a nadie que era Malena, la del tango. Era muy cortés, educada, fina, reservada, y sólo se lamentaba del paso de los años y de no haber tenido hijos...", según me contó.

  Por entonces, como tantos artistas venidos a menos, se dedicaba a representarlos. Fumaba mucho, tomaba café en grandes cantidades y conversé en un par de ocasiones más con ella en Mi refugio, donde solían recalar muchos artistas. En diciembre del '59 viaja a Montevideo para arreglar unos contratos . Sorpresivamente, el 13 de enero de 1960, llega la noticia al departamento de la calle Maipú: "Elena ha muerto de un edema pulmonar y su cadáver está en la morgue".

   Roberto andaba de gira con los Quilla Huasi y Elsa de Palmer viajó a Uruguay, reconoció el cuerpo, lo trasladó a Buenos Aires y lo enterró en el nicho de su marido del Panteón de los Artistas, en la Chacarita. 

   Increíblemente, también un 13 de enero, pero de 1942, en la Confitería Novelty. Lucio Demare con su cantor Juan Carlos Miranda estrenaba para la posteridad esa alucinante pintura cromática: "Malena canta el tango como ninguna / y en cada verso pone su corazón. / A yuyo de suburbio su voz perfuma. / Malena tiene pena de bandoneón".


(Troilo lo consagró con Fiorentino en enero de 1942,  y también lo grabaría con Raúl Berón en 1952. Acá lo podemos disfrutar en esta última versión:                                                                                                                                                        

                              


    Y podemos escucharla a ella, Elena Tortolero, cantando con la orquesta del bandoneonista Luis Petrucelli el tango de Luis Bayón Herrera y Edgardo Donato: Volvé.

                                           



viernes, 13 de septiembre de 2024

Fugitiva

    Como repetía Pichuco "las letras de los tangos tienen viejas memorias", remedando a Julián Centeya. Y nada más cierto que ello, pues al recorrer versos de tango cantados, nos encontramos una y otra vez con esa resurrección del pasado, a través de relatos amorosos, rupturas que golpearon fuerte, vivencias del barrio, de los amigos, de la novia aquella.  

   En el caso de Fugitiva, por ejemplo, compuesto en en 1952, el calor del paisaje nostálgico vivido entre ambos integrantes de la pareja, lleva al poeta a la consideración melancólica, o sea, la añoranza de lo que pudo ser y no fue. La energía que brota de esa historia con los versos esperanzados, ingrávidos, marcan la letanía y el callejón sin salida, cuando comienzan a divergir. La letanía poética es esperanza.                                                                              


Nada más que tu paso por el sueño
el beso de morir entre la niebla,
y la fuga de amor entre tus manos
perfumadas de olvido y madrigal.
Voz de mágica nostalgia y lejanía
en mi ternura, tan tímida y secreta,  
te espero como ayer en el milagro
de este ser o no ser y lo fatal.   

   Realmente, la pluma poética de Lamadrid se eleva en la expresión y en la sentimentalidad del tango.  El duelo entre la vida empírica y la real conducen al desesperanzado a estas notas melancólicas. La efusión del amor con sus esplendores  y grisuras intensas. En un alarde de fantasía poética, el autor de los versos, depurando las formas, logra  retratar con verismo la distancia insalvable de la pareja. Y la resiliencia del perturbado amante, sumido en los recuerdos...

¿Para qué?...
Fugitiva de otoño,
te amaré...
Danzarina en la tarde,
con tu velo violeta
en el tema de adiós.
¿Para qué?...
si en la luz inmutable y astral,
en que sueñan la espuma
y la furia del viento,
se arrodilla mi amor.
 
Turbio sueño total, noche y deseo,
se fue tu drama azul por las cenizas,
anunciadas de páginas fugaces
en el roto mensaje de tu fe.
Las arenas te nombraron en su vuelo
de aleluyas trágicas y solas,
y sé que ya fugó por esa nada
tu misterio, tu voz y tu laurel.

   Astor Piazzolla le puso música a estos versos distintos. El tango fue grabado por Edmundo Rivero, acompañado por la orquesta de Carlos Figari. Piazzolla que hizo el arreglo, acompañó con su orquesta a María de la Fuente en la versión grabada, con su quinteto. Ella, incluso lo grabó con Héctor María Artola en 1952. Osvaldo Fresedo con Héctor Pacheco también lo llevaron al disco. Escuchamos la versión de María de la Fuente con Piazzolla en 1952.

                                         

 


                                                                             

jueves, 5 de septiembre de 2024

El tango y la pasión

                          

   En las clases de tango me encuentro con multíplices personalidades. Me gusta
topármelas en agraz, enseñarles que en los recintos de baile no serán solamente un
complemento prêt-à-porter, sino unas deidades sensuales que despertarán la intensidad
y ansiedad de sus fugaces compañeros de ruta. Intento inyectarles el tango en vena,
fecundar la pasión y exorcizar las tensiones. 
   Para el prólogo eludiremos los estereotipos que traen en su imaginación, descartaremos lo irrelevante y nos zambulliremos en el misterio que nos acecha en la pista cotidiana. El paisaje indescifrable de nuestros pasos debe estar en el goce de la calma, buscando la sustancia, ardiendo las suelas contra el
piso, ondulando como un viento en los giros y molinetes, entre la afanosa hilera de fieles que se dejan penetrar por la cristalina resonancia musical. 
   Mis afanes por trabajar con alumnos primarios envueltos en su propia vulnerabilidad, no se fundamentan en un discurso teórico, sino en las palpitaciones inscriptas en la memoria genética. El tango es una emoción intensa. Deben saber amansar a ese guerrero que todos llevamos dentro y
para ello es necesaria la sobriedad expresiva, que no está reñida con la elocuencia gestual y corporal. 
   El canon desdeña la artificiosidad gratuita, la provocation, y manejamos de inicio figuras de escasa complejidad, creando un misterio, armando retazos que en forma imaginaria de collage nos irán acercando a la obra de arte final.
   Destilando siempre unas energías oscuras, un sentimiento intenso que nos oprime el
corazón y, en senderos que se bifurcan, nos lleva a un estado de excitación, en el que el
yo aparece hibridado con lo colectivo, conduciéndonos a inmortales noches de pasión y
entrega espiritual sin límites.
   En Níger las mujeres bori se dejan cabalgar por los espíritus después de ensayar
minuciosamente los pasos de la danza de posesión.
   Un sentimiento afilado como un punzón demostrará la reflectante belleza de lo
inestable, de lo imprevisto, porque esa es la atmósfera del tango bailable. Jamás deberán
caer en lo banal, amanerarse; por el contrario deben restallar en su determinismo, con
una sensorialidad perceptiva y exornos de gran belleza.
   Buscarán las notas con sus pies, en la hondura del hombre que las conduce entre una
encendida orquesta de pájaros rituales.
   Deben ser como esos frutos envasados y macerados en alcohol y almíbar: Codiciadas,
llamativas, seductoras, deseadas, sugerentes, derramantes, dulces, impregnantes,
vaporosas, jugosas, fuertes, adictivas, con un post gusto inolvidable.
   Despertando el deseo insaciable de volver a saborearlas inmediatamente.
   Y cuando descubran la fiebre interna que produce el tango, la himnodia interior, su alma
se desmayará irremisiblemente en los brazos del hombre.

“Sólo la música puede crear una complicidad indestructible entre dos seres”.
Emile Cioran (filósofo rumano)

(De mi libro ArTango, con pinturas de Isabel Carafi.)

lunes, 2 de septiembre de 2024

Pichuco y sus comienzos

    El bandoneón                                                                                                                                                   El primero que tuve se lo compramos a un ruso. El trato fue de 12 cuotas de 10 pesos. Pagamos las cuatro primeras y el ruso no vino más. Ese bandoneón todavía lo tengo. Yo lo llamo cadenero porque cincha conmigo esta dura barrera de la ida y de la muerte desde hace cuarenta años.

   El primer maestro                                                                                                                                         El jorobadito Goyo, que trabaja en el Correo, me llevó a casa de Amendolaro. Él fue mi primer maestro pero me duró poco. Era más sacador de piezas que músico. Recuerdo su buen oído y su fatiga por enseñarme, de manera que había que clavarse o había que irse. Yo me fui. Eso ocurrió en 1925.  

                                  



   El debut amistoso                                                                                                                                        Fue una trampa de amigos. Me llevaron al cine Petit Colón, que estaba en Córdoba, entre Agüero y Anchorena, prometiéndome que tocaría un par de tangos escondido entre las bambalinas. Me lo creí y fui.  Mi intervención debió haberle gustado al dueño del cine porque conversó con mi madre y le propuso que formar el trío que ejecutaba música mientras pasaban películas mudas. Mi madre aceptó la propuesta con la condición de que estuviera de vuelta en casa antes de la medianoche, porque a la mañana tenía que ir al colegio. Era un sacrificio muy grande para mi edad. En el colegio siempre tenía sueño. Yo estaba en tercer año y había que elegir. Y elegí: largué el colegio nacional.  

    El debut oficial                                                                                                                                             Ocurrió en el café Ferraro, en Pueyrredón y Córdoba. Yo tenía 13 años y los bolsillos llenos de miedo. Se trataba de una orquesta de señoritas, que en ese entonces eran muy comunes en los cafés de barrio y en las confiterías del centro.  Eran cuartetos pero se les decía "Orquesta de señoritas". El piano siempre lo tocaba una gorda. El violín estaba en poder de una flaca. En toda orquesta de señoritas había un hombre. También eso parecía una cosa obligatoria. No sé porqué debía ser así, pero el hecho es que siempre fue así. Entonces, yo pasé a ser el hombre de aquella orquesta. Creo que estuve un par de semanas. De allí me arrancó Eduardo Ferri, cartel de primer orden en aquellos tiempos, cuya orquesta ejecutaba cuatro ritmos: tango, fox, folklore y algo con aspecto de cosa internacional, como ser el vals vienés, la canzoneta napolitana, el pasodoble español y la chançon del viejo París. Con Ferri también estuve poco tiempo porque formé mi primer conjunto. Un conjunto reducido con el que conseguí trabajo en un palco también hundido en la penumbra, el del cine Palace Medrano. En el piano de aquella orquestita estaba un amigo y un gran músico, Héctor Lagna Fietta, que desde hace año está radicado en Brasil y colecciona sucesos como hombre de jazz. En ese cine, entre película y película se producía el entreacto y era nuestro momento. Ahí tocábamos. 

   Pichuco II                                                                                                                                                      Duré bastante en el Palace Medrano. Sentía como si estuviera ubicado en el umbral mismo de la calle Corrientes. Tenía el Lacroze a mano, de modo que en cualquier momento cerraba la jaula -como Julián (Centeya) llamaba al bandoneón-, metía la mano en la manija y derecho hasta los metros finales donde estaban los cafés de tango. En ese sala cinematográfica, me definí frente a la vida. Ahí empecé a ser esto: Pichuco. Uno. Yo mismo. Me hice, y esto es lo importante. Me di a mí mismo, arrancando desde aquel palco en sombra cuando tenía trece años, vestía pantalón corto, calzaba medias negras, largas. Era el tiempo en que Julio De Caro imponía su figura fabulosa de músico que había sabido crear la otra cosa y que por ser otra era nueva y como tal, todo lo renovaba. Tallaba Juan Maglio, Pacho, cuyos discos Columbia salían en cantidades fabulosas, copando el país. Yo nací tanguísticamente cuando todo esto ocurría

   Pacho                                                                                                                                                             Juan Maglio venía de arrastre largo, con una fama que iba desde el Gariboto hasta las pulperías sureñas. De pronto se encontró con un problema en cuanto a la modalidad, estilo y formas que iba adquiriendo el tango. Pacho era el ayer habanerado, con todo el coraje que se necesita para deshojar un repertorio a la parrilla, vale decir, sin someter la partitura original al proceso de una instrumentación. Por ahí andaba De Caro con reminiscencias de Eduardo Arolas, con otro tango. Maglio -y era el año 1929- entendió que había que entregarse al nuevo ejercicio y decidió formar un sexteto moderno, con gente joven. Reunió: a Mérico Figola, que era un excelente bandoneón. Pensó en los violines y optó por Doroteo Guisado y Benjamín Holgado. Había un muchacho flaco que dominaba con extraordinaria destreza el contrabajo y lo fue a buscar. Se llamaba Ángel Corleto. Faltaba otro bandoneón y Pacho se acordó de un pibe gordito, de pantalones cortos, que había visto en el cine Medrano y me mandó a buscar. Me hablaron en un entreacto y acepté. Debutamos en el Germinal. Era sábado. 

   Vardaro-Pugliese                                                                                                                                          Elvino Vardaro y Osvaldo Pugliese habían formado un quinteto en 1929. En el 30 lo renovaron. Siguieron ellos dos, Corleto en el contrabajo, Miguel Jurado como bandoneón y entramos  Alfredito Gobbi y yo. Los dos nos fuimos en el 32. Yo me fui con Ciriaco Ortiz al cabaret Casanova y y Gobbi se abrió para ir con Pugliese al Moulin Rouge. Al mismo tiempo yo grababa para la Victor con Ciriaquito, Kalisay (Vicente Gorrese), Germino, Vardaro, Corleto y Francia.                                                                                                                           

   

domingo, 25 de agosto de 2024

El yacaré

   Éste es Elías Antúnez, uno de los más destacados jockeys de los principales hipódromos argentinos en una época de oro para el turf, por las multitudes que acudían a los recintos de Palermo, San Isidro y La Plata.  

                             

     Así como Ireneo Leguisamo era "El Pulpo" o "El Maestro", a Antúnez se lo conocía popularmente como "El Yacaré", debido a su procedencia. Había nacido en un pueblo de la provincia de Corrientes, en la cual estos animales abundan.

   Se trata de El yacaré overo o yacaré ñato (Caiman latirostris) que es una especie de cocodrilo de la familia Alligatoridae.. Es endémico de las regiones subtropicales y tropicales de Sudamérica, que puede superar los tres metros de longitud. Y en Argentina es muy común adosarle a las personas un mote por su procedencia o especialidad.

   Antúnez había ganado  tres estadísticas anuales. Dos veces ganó  el Premio Internacional José Pedro Ramírez. En  1951 triunfó  con el crack Penny Post. Desde 1933 triunfó en cuatro Pollas de Potrancas, dos Pollas de Potrillos, fue tres veces vencedor del Jockey Club, ganó otras tres el Gran Premio Nacional, en dos ocasiones se adjudicó el Carlos Pellegrini y nueve veces se quedó al tope del marcador en el Gran Premio de Honor.

    Fue galardonado en 1980 con el Diploma al mérito por la Fundación Konex, en deportes. Una calle de la localidad de Batán, cerca de Mar del Plata, lleva su nombre. Falleció a los 50 años de edad. El locutor-presentador-poeta Mario Soto escribió los versos de un tango que musicalizó el bandoneonista Alfredo Attadía, dedicado precisamente a este inolvidable maestro de las pistas, que consagraría Ángel Vargas con D'Agostino.
   
Es domingo, Palermo resplandece de sol,
cada pingo en la arena llevará una ilusión.
En las cintas los puros alineados están
y a la voz de “¡Largaron!” da salida un afán.
En el medio del lote, conteniendo su acción,
hay un jockey que aguarda con serena atención,
ya se apresta a la carga... griterío infernal.
Emoción que desborda en un bravo final.

¡Arriba viejo Yacaré!
Explota el grito atronador.
Todos castigan con rigor,
pero no hay nada que hacer,
en el disco ya está Antúnez.
Sabés sacar un perdedor,
ganar un Premio Nacional...
Muñeca brava y al final
el tope del marcador
siempre es tu meta triunfal.

   El tango tiene una primera bis que  Ángel D'Agostino descartó, como sucedió en tantas páginas. Pero logró una gran aceptación y sigue sonando en las milongas de tantas partes del mundo.  Porque realmente tiene gancho y la interpretación de orquesta y cantor realzan el mérito de los autores. Lo grabaron el 12 de diciembre de 1941.

                                                                                 
                              



   

martes, 20 de agosto de 2024

Troilo habla de Perón

    "Voy a hablar del Perón de la primera presidencia. Tuve la suerte de conocerlo. ése, del que la historia de Buenos Aires va a tener que hablar... La historia de la Argentina... Era entrador, simpático. Y con un talento extraordinario.

   En una época lo veía día por medio... Yo trabajaba en el Tibidabo con mi orquesta y él, sí, iba día por medio... Era coronel. Años más tarde me llamaron para hacer El patio de la morocha. Yo dije que, tratándose de esa obra, lo más lógico era que la hiciera Marianito (Mores), el autor de la música. Yo creía eso, ¿no?

Aníbal Troilo, «El colmo del afecto» | Meer
En la imagen están Perón, Troilo y un ministro

                                    

   Pero viene Cátulo (Castillo) y me dice que en la Subsecretaría (de Prensa y Difusión), querían que fuera yo. Más todavía: si yo no aceptaba, la obra no se hacía. Al fin, acepté. Éramos ciento cuarenta y seis personas en la compañía. Yo no era peronista. Ni anti-peronista, porque yo me sentí libre y me siento libre, ninguna idea política pudo , todavía, corromper mis sentimientos. 

   Entonces, de los ciento cuarenta y seis, ciento cuarenta y cinco se pusieron rigurosamente el escudito peronista en la solapa del saco. Yo no. ¡Y nunca me dijeron una palabra! 

   Para el día del debut yo tenía una pintusa bárbara. Esmoquin...y había hecho régimen, había adelgazado 14 kilos. Cuando salí al escenario vi que el viejo estaba en el palco con Delia Parodi. con mi gran amiga Delia Parodi....

   Bueno, al verme en línea, Perón le dijo a Delía: "Oiga, dígale que me dé la receta, que me la sarpe..."

   Bien lunfa. Dijo "sarpe", que quiere decir "pase". ¡Se las sabía todas!".                                                

                                                  

                                     

                                   

miércoles, 14 de agosto de 2024

Bajo el cielo azul

    Este valsecito de Ivo Pelay y Francisco Canaro nació en 1941, creado por ambos para la obra teatral "La historia del tango". Lo cantaba Francisco Amor que interpretaba el papel de Ángel Villoldo en la misma. Y sigue haciéndonos disfrutar en la pista al ritmo que le da Pirincho Canaro con su orquesta, o Francisco Lomuto que lo llevó al disco con su cantor Fernando Díaz.

   La relación plácida de la pareja activa el mito romántico sin melindre costumbrista. Y en el merodeo de los detalles, poéticamente eficaces, la aprehensión del entorno en el que se vivifica el amor de la pareja, le da vuelo a la poesía. El valsecito tiene algo de folklórico, su legado musical subvierte los códigos del tango envolviéndonos en su melodía. Y mezclando lo interior y exterior, nos transporta...

                                    

 

   Pelay se instala poéticamente en la falda de la montaña y va pintando "una taperita nacarada", que viene a ser una especie de ranchito donde se consuman el amor y los sueños de la pareja. En medio de la geografía musical va mostrándonos  la belleza de los ojos de ella, la mujer de sus sueños. Que son los que inspiran la paleta autoral de los versos.

Bajo el cielo azul de mis montañas
Hay, allá en la falda, acurrucada
Una taperita nacarada
Plena de luz, plena de sol, plena de fe y amor
Junto a la humildad de sus terrones
Y entre sus vergeles soñadores
Hay unos ojazos tentadores
Que embrujan al brillar, fascinan al reír y besan al mirar.
 
    Lo cierto es que si bien la música de Canaro es enganchante, contagiosa, con muy poco Ivo Pelay logra que los efluvios de la pareja le sirvan para el derroche de frases pegadizas en el detalle del supuesto narrador. Y entonces se produce la continuación de los detalles que impulsan a la fantasía, la ternura, el momento epifánico en la taperita de los sueños, bajo el cielo azul.

Son los ojazos de mi bien
Los bellos ojos de mi amor
Que cautivaron mi querer
Con su cegante resplandor
Son las pupilas de quien es
La dueña de mi corazón
La bien amada, fiel, la compañera ideal
Con labios de clavel y risa de cristal
 
Para ella mi canción febril
Para ella mi cantar triunfal
Las alas de mi inspiración
En un divino madrigal
Es ella, bajo el cielo azul
La diosa que, en mi soledad
Me lleva hasta el radiante edén de mi felicidad.

   
   (Una vez más escuchamos la versión de Francisco Canaro y su cantor de entonces, el bahiense Francisco Amor. Lo grabaron el 9 de mayo de 1941.)

                                




martes, 13 de agosto de 2024

" A LA URUGUAYA"

  
FOTOS CON HISTORIA
 

RICARDO BONAPELCH el “más hincha de todos los hinchas” de “El Mago”.
 

Uno de los hechos mas sonados en la crónica roja uruguaya de los años treinta fue la muerte de José Salvo . Hoy los invitamos a recordar esta crónica del Inolvidable JUMA y de paso recomendarles la Novela de Hugo Burel editada este año: El Caso Bonapelch, en donde la ficción se mezcla con hechos reales con muy buen resultado.
JUMA narraba con su estilo:
El 19 de abril de 1933 cuando salía del cine Alzáibar en la Avenida Agraciada, luego de presenciar la función de estreno de la película "King Kong", fue atropellado por un automóvil el conocido empresario montevideano don José Angel Salvo, miembro de una familia de hondo arraigo en la sociedad contemporánea y quien llevara adelante además, el emprendimiento de la construcción del palacio en la Plaza Independencia que inmortalizó su apellido.
Las heridas recibidas por el impacto fueron de tal magnitud que pocos días después fallecería como consecuencia de ellas. El vehículo que lo atropelló era conducido por Artigas Guichón, quien luego de las tramitaciones judiciales de estilo y tras llegarse a la convicción de que no había existido intencionalidad en el caso, recuperó su libertad.
Sin embargo los familiares de Salvo y sus allegados más íntimos nunca se conformaron con este dictamen, y sostuvieron siempre que el accidente no había sido tal. Muchos se animaban a sugerir que detrás de todo ese asunto había alguna oscura premeditación, e incluso algunos decían en voz baja que no sería ajeno a ella Ricardo Bonapelch, yerno del infortunado empresario con quien éste mantenía una relación muy “tirante” ya que aquel lo definía como un “caza dotes” que había enamorado a su hija María Luisa solamente para hacerse de su herencia y dilapidar la fortuna que a él tanto le había costado -según sus dichos- conseguir.

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Un año trágico
1933 fue para nuestro país un año trágico en el orden institucional. El 31 de marzo se produjo el golpe de Estado que llevó a Gabriel Terra a la Presidencia y el mismo día en una actitud que sería su más trascendente herencia de dignidad, Baltasar Brum se suicidaba en la puerta de su domicilio antes de ser detenido por las fuerzas de represión dictatoriales. Fueron largas horas de angustia ya que el ex presidente había anunciado que si la dictadura pretendía detenerlo, así lo haría antes de entregarse. Fue en esos días también que en el antiguo camino a Pando, un retén policial asesinó a balazos al joven Héctor Grauert, de apenas 31 años que regresaba de un mitin político en Minas. En los Estados Unidos se abolía la llamada “Ley seca” y en la vecina Argentina, a los 81 años de edad fallecía don Hipólito Irigoyen.

Bonapelch y Gardel
¿Pero quién era en realidad Ricardo Bonapelch? Había nacido en las cercanías de Villa Muñoz. Desde muy niño manifestó una profunda devoción por Carlos Gardel que en aquellos años era el artista más famoso del Río de la Plata. En sus años de juventud y bohemia solía pararse en la vereda de una casa de música que había en Villa Muñoz (encargado de la cual era Vernazza, quien con los años llegaría a ser uno de los grandes dibujantes de este país) y allí se pasaba las horas escuchando los discos de Gardel que se irradiaban en una de aquellas (por entonces modernísimas) vitrolas RCA Victor.
Cuentan que solía decir: “El día que tenga plata los voy a comprar todos…”. Vernazza, tratando de complacer a aquel muchacho tan apasionado por Gardel, pasaba un disco tras otro mientras lo veía allí en la vereda ensimismado. Un día el joven admirador del “Zorzal Criollo” desapareció del barrio y nada más se supo de él por un buen tiempo.
El propio Vernazza contaría luego que tras esa larga ausencia, un buen día paró un coche en la puerta de la casa de música y de él bajó un “doble” de Carlos Gardel, peinado a la gomina igual que él, con un gacho gris en su cabeza requintado sobre la frente, traje con idéntico corte, corbata al tono y hasta polainas en los zapatos. Era aquel muchacho, Ricardo Bonapelch, que venía a cumplir su promesa. Compró todos los discos de “El Mago” y la mejor ortofónica “Victor” para escucharlos.
Se supo después que su suerte había cambiado al contraer nupcias con María Luisa Salvo, una de las herederas más ricas del país, hija justamente de don José Salvo de cuya muerte refiriéramos al principio de esta historia. Bonapelch viajó a Buenos Aires y por medio de conocidos comunes logró que le presentaran a Gardel. Entre ambos nació una sincera amistad y el muchacho de Villa Muñoz se jactaba ante todos de ser el “más hincha de todos los hinchas” de “El Mago”.
 

Lo obsequió de varias formas, incluso comprándole la famosa casa de la calle Pablo Podestá. Cuando el cantor viajaba a Montevideo, Ricardo lo esperaba en el puerto y le daba su auto para que lo utilizara. Gardel sentía por él un sincero afecto y muchos dicen que Bonapelch se sabía su repertorio íntegramente de memoria y agregan que cantando sus temas fue lo más parecido al “Morocho” que se escuchó por aquellos tiempos. Su pinta, su fama de “bon vivant” y su simpatía le habían dado una “buena reputación” en los círculos tangueros y los piringundines de la ciudad, donde solía pasar largas ” tenidas” entre copas, amigos, mujeres y, por supuesto, tangos de Gardel.
Su tren de vida escandalizaba a la familia Salvo y a todos los círculos sociales a los que ella pertenecía y se dijo que afligía enormemente a su esposa, quien vivía torturada por esa faceta de su marido de la cual antes de casarse no tuvo noticias. Esta era una de las principales razones por las cuales don José Salvo no apreciaba en absoluto a su yerno, aunque había consentido en su matrimonio por imperio de las circunstancias. Por ello muchos creían que el émulo gardeliano algo tenía que ver en aquella muerte y más aún al enterarse que Guichón, el protagonista del accidente, era compañero de juergas suyo y asiduo concurrente al bar Jauja como él, con mujeres ” de vida alegre”. Aunque esos rumores ganaron la calle desde el principio, nada pudo probarse. Pasaron los años y solamente los que tenían intereses en la herencia de Salvo no cejaron en su empeño de inculparlo.

Guichón “se arrepiente”
Dos años después, en 1935, la tragedia de Medellín conmovería al mundo con la muerte de Carlos Gardel en un accidente aéreo. El golpe emocional para Ricardo Bonapelch fue enorme. El lo había acompañado en el Teatro Macció de San José donde dio su último recital en estas tierras el “Morocho del Abasto” y en su auto lo había llevado hasta el puerto para despedirlo allí con un abrazo que ninguno de los dos imaginó que sería el último. Se le vio por entonces más que antes en los piringundines del Bajo, canturreando tangos de Gardel en voz baja, aplastado por el dolor de la pérdida de su amigo y por los rumores que la familia Salvo había echado a andar sobre su responsabilidad en la muerte de su suegro.
Ocho años después de ello, y cuando ya casi nadie recordaba el accidente frente al cine Alzáibar, Guichón (que tenía ganada buena fama de no ser “trigo limpio”) se presentó “voluntariamente” ante la Justicia y declaró que él había matado a José Salvo atropellándolo con su coche, a instancias de Ricardo Bonapelch. Sin ninguna otra prueba que estas declaraciones, éste fue detenido, juzgado y condenado a 24 años de prisión.
 

En 1955, cuando cumplió 55 años de edad y afectado por un cáncer terminal, Bonapelch fue autorizado por la Justicia a volver a su viejo Barrio Reus para morir allí, cosa que pasó días después en medio de la pobreza, la misma pobreza de cuando “con la ñata contra el vidrio” (como el botija del tango) escuchaba en la vereda los discos de 78 RPM del “Mago” que Vernazza hacía girar en la vitrola a manija, soñando tener un día mucha plata para “comprárselos todos”.
En la opinión pública quedó siempre la gran duda sobre la justicia de su condena. Los herederos de Salvo, lograron al fin que uno menos participara del reparto. *
Fuente: http://www.lr21.com.uy/
 

Foto: Carlos Gardel y Ricardo Bonapelch (primero a la izquierda) Fuente: El País

viernes, 9 de agosto de 2024

Rosas de abril

    Vuelvo con este valsecito de Eugenio Cárdenas y el fueye mercedino Rafael Rossi, compuesto en 1927, año en que lo grabara y le diera cuerda Carlos Gardel con sus guitarristas José Ricardo y Guillermo Barbieri. Ya conté que lo conocí a Rafael Rossi por un compañero mío de la colimba que era también de Mercedes. Su padre, músico y cantor, fue compañero de aventuras de Rossi en sus comienzos.

                                                


   Por eso íbamos juntos a Radio del Pueblo para escuchar al conjunto que dirigía este bandoneonista y luego solíamos tener charletas con él, incluso en el café que había en la esquina de la emisora. Era un tipo muy amistoso, yo le tiraba algunas preguntas y él se explayaba con nosotros como si nos conociéramos de siempre. Había sido muy amigo de Gardel y eso era lo que más me atraía a mí para preguntarle.

    Nos contaba que el gran cantor solía pedirle que le pasara la música de temas que iba a interpretar. Y además le grabó nada menos que 17 temas suyos. Los tangos Ave cantora, Como abrazao a un rencor, Contramarca, Corazoncito, Ebrio, Fiesta criolla, La milonga, Perdonada, P'al cambalache, Por el llano, Primero yo, Senda florida, Sos de Chiclana. También le llevó al disco una ranchera: La pastelera, el estilo Como las margaritas, la zamba Cañaveral y el valsecito que hoy recordamos.  

  Rosas de abril lleva versos de su gran colaborador, el poeta de Carmen de Areco, Eugenio Cárdenas (Asencio Eugenio Rodríguez), que fue también uno de los preferidos de Gardel, como lo demuestra el hecho de haber llevado al disco  nada menos que 29 temas de su autoría, con distintos compositores. Y en este valsecito se despacha con el recuerdo del día que conoció a su gran amor y le dice:

La tarde que en tus ojos vi
El mundo de mi cielo ideal
Todas mis ansias puse en ti
Y desde entonces supe amar
Y mientras que en un velo azul
Brillaba majestuoso el sol
Yo te supe entregar mi suspiro de amor

Tu vida encantadora ver
De cuando te acercaste a mí
Porque me parecía ver
Un cielo de ternura en ti
Y de esa vez mis ansias van
Buscando tu pasión
Porque ya aumenta mi viva emoción

Junto a la madreselva en flor
Tu boca sola mía fue
Y en ella mi cariño hallé
La gloria que soñé.

Te acuerdas mi preciosa hurí
Que tu alma enamorada fue
En todo mi feliz querer
Una rosa de Abril

Tú sos, mi bien, vergel de amor,
Mujer por quien, mi ser vivió
Si tu corazón me das
He de sentir la dulce paz de mi vivir.

   Romanticismo puro que se eleva con la música de Rafael Rossi y la interpretación de Gardel. También lo llevó al disco Alberto Marino, acompañado por la orquesta de Héctor María Artola, el 24  de mayo de 1949. Y acá lo escuchamos.
                                     
                         


                        

jueves, 1 de agosto de 2024

Aquellas Milongas



    En los años noventa, la revista "La Maga" que dirigía mi amigo y compañero Carlos Ares, publicó una lista de lugares no turísticos donde se puede ir a bailar tango en Buenos Aires y era ésta:


-Círculo Social Bailable. Un lugar muy lindo, con excelente sonido, Imprescindibles saco y corbata para el ingreso. Se puede cenar, todo en un ambiente cordial y "finoli". José María Moreno 351. Viernes, sábado y domingos de 22 a 4 horas.
-Galería del Tango (Salón Chiqué): una buena propuesta si quiere escuchar tango en vivo. Solícitamente atendido por un equipo gastronómico, podrá cenar y, al finalizar el show, se puede bailar. Boedo 722. Elegante sport. Organiza Eduardo (Gloria y Eduardo). Viernes, sábados y domingos, a partir de las 23 hs.
-Galería del Tango (Salón Boedo). El salón es lindo -no muy grande-, va el "chetaje" del tango, alegres y prolijamente vestidos. Mitad tango, mitad jazz, tropi y carnaval carioca. Solos/as y parejas. Boedo 722 Elegante sport. Organiza Eduardo. Viernes, sábados y domingos a partir de las 23 hs.
-Volver: un lugar de siempre, con gente grande, casi un ghetto. Los sábados, como en una ceremonia secreta, se reúnen desde hace mucho tiempo casi los mismos, a bailar tango de salón. Corrientes 845. Sábados de 23 a 4.30 hs.. Organiza Eduardo.
-Club Latino: Muy nuevo. Va todo tipo de gente, desde alumnos de talleres de danza hasta milongueros viejos. Corrientes 846. Lunes de 19 a 24hs, Organiza: Mingo.
Almagro: Un salón en una casa antigua, grande y lindo para bailar. Poca gente. Medrano 1000. Sábados de 23 a 4.30 hs. Organiza Andrés.
-El Gallito: Un lugar lindo para bailar, céntrico, con gente grande que sabe disfrutar del tango, Moreno y Entre Ríos. Martes y jueves de 21 a 2 HS. Organizan Ricardo y Marta.
-Asturiano: Reúne a habitués -buenos bailarines- con elegante vestuario. Buenos tangos y algo e música tropical y jazz, para matizar. Belgrano y Quintino Bocayuva. Viernes y sábado de 23 a 3 hs. Organiza Norberto.
-Helénico. En la jerga llamado "canning". Un lugar donde van "todos" y donde los que van "saben" bailar. R.S. Ortiz 1300 (ex Canning). Jueves de 23 a 4.30 hs. Organiza Pupi.

                                 

 
-Unidad Básica: Aquí no hay política a pesar de su decoraxión. Un sitio de barrio para bailar y practicar con buena onda. La Rioja y san Juan. Viernes de 22 a 2 hs, Entrada gratuita. Organiza: Ángel.
-Sin Rumbo: Tipo club familiar, lejano en el tiempo, legendario y seductor. Hay que ir. Tamborini y Constituyentes. Sábados de 23 a 4.30 hs. Organiza: Portales.
-Sociedad de Fomento: Le dicen "Las tierrita". Un sitio de tangueros, reunión, baile, cena, recuerdos. "todos los chiches". Mariano acosta 1544. Sábados de 23 a 4.30 hs. Con cena. Organiza comisión directiva de la Sociedad de Fomento.
-Cuartito azul: Media luz, buen piso, poca gente sola, ideal para parejas. San Juan 2950. Viernes. sábados y domingos de 22 a 4.30 hs.
 -Glorias Argentinas: Salón sencillo con gente grande, matrimonios que se llevan la vianda y se divierten a ritmo del dos por cuatro. Bragado 6300. Sábados de 21 a 4.30 hs.
 -Social Rivadavia: En el '60 era "Wimbledon" (saco y camisa blanca). Hoy no tan estricto con tandas de 4 tangos, 4 de jazz y 4 de cumbias. Rivadavia 6400. Viernes, sábados y domingos de 23 a 5 hs. Organiza: Alberto.
 -Bamboche: Muy concurrido con polimúsica: tango, milonga, tropical, jazz. No muy tanguero. Rivadavia 7350. De 23 a 4.30 hs.
 -Mariano Acosta: como la mayoría de las milongas, van solos y solas. En un ambiente de "gente conocidas" se baila a media luz y se disfruta un muy buen salón. El repertorio se reparte 4 por 4 entre tango y tropical/jazz. Mariano acosta es. Rivadavia. Viernes de 23 a 4 hs. Organiza: Héctor.
   -Boedo y San Juan: Un salón de película, buen sonido y linda selección de grabaciones. Si puede vaya, le va a gustar. Ex Cine Nilo. sábados y domingos de 21 a 3 hs.