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martes, 31 de marzo de 2020

El gesto inolvidable de Alberto Echagüe

BEBA PUGLIESE

   En una de mis visitas a la cárcel de Devoto, donde estaba encerrado mi padre, me había dicho papá:
   -Be... andá a COMAR (Corporación Musical Argentina) a ver si hay algunos mangos para cobrar...
   -Si, papá.
   -Andá lo antes posible.

   Y fui al día siguiente. Hacía mucho frío. Tenía puesto un tapado negro abotonado, con cuello palomita, mangas dolman, con bolsillos a los costados inclinados, y terminaba con vuelo. Entro. Voy a la ventanilla y hay que formar fila. Estoy parada detrás de un señor sumamente elegante vestido con ropa de color marrón, todo haciendo juego, del sombrero a los pies. de una elegancia y gusto pocas veces vistos. Tenía sus guantes en el bolsillo derecho del sobretodo.  Noté que estaba cobrando. Esperé poco tiempo más y el hombre se retira hacia un lado. Me acerco a la ventanilla y le digo al empleado.

Osvaldo Pugliese y su hija Beba
                                
   -Señor, buenas tardes, vengo a cobrar las liquidaciones del maestro Osvaldo Pugliese.
   Me mira con atención y me dice:
   -Enseguida me fijo...
   Tardaba y yo me palpitaba ya la respuesta. Se acerca y con auténtica tristeza responde:
   -No hay nada, señorita.
   -Bueno -le dije- muchas gracias, señor.
   
   Aquel hombre que había estado delante de mí escuchaba la conversación sin yo darme cuenta. Me voy hacia la salida y él me alcanza y pregunta:
   -¿Vos sos Beba, la hija de Osvaldo?
   - Sí
...pero yo no lo conocía. Aparte de ello, tanto papá como mamá me instruían permanentemente: 
   -No te pares con nadie, cuidate, hay mucha represión"... etcétera...
  
   Lo miro y expresa:
   -No quiero que te ofendas, ni te sientas molesta por lo voy a preguntarte -y realmente lo expresaba con delicadeza-. Sé de la situación angustiosa que están padeciendo en tu casa, el dolor que sienten, lo ingrato que es todo esto. Quisiera saber, en forma confidencial, qué necesitan Osvaldo, vos, tu mamá...

   Respondo sumamente agradecida:
   -Nada... nada...
   Y muy tímidamente concluyo:
   -...muchas gracias, señor. -aunque nos faltaban muchas cosas. Pero él no me creyó.
   -Escuchame, yo sé que la situación es muy difícil para ustedes. Te dejo mi número de teléfono y mi dirección. Lo que precisen, lo que les haga falta, me lo dicen. Prometémelo...
   -Sí señor...
le respondí reiterando
   -Muchas gracias señor....

   Nos estrechamos las manos y nos saludamos para despedirnos. Mientras iba caminando lentamente, sin sentir el frío que hacía, y bajo el peso oprimente de tantas angustias contenidas, yo no podía parar de llorar. Al rato, calmada, respiré muy profundamente y me dije:
   -¡Por fin alguien del ambiente que se acerca para enterarse qué nos pasa!

   
   Mi agradecimiento más allá del tiempo transcurrido para el señor Alberto Echagüe. Cada vez que pienso en aquella mañana, el recuerdo me emociona. Y así será hasta el final de mi vida.

(De su libro: OSVALDO PUGLIESE - Testimonios de una vida)


viernes, 27 de marzo de 2020

Tu pálida voz

Esos dos genios que tuvo el tango en sus filas y que fueron Homero Manzi como poeta magistral, y Charlo, gran cantor y excelente compositor, se unieron en algunas composiciones que siguen guardando ese aura tan especial que distingue a algunas piezas. Los tangos Llámame, Fueye, Horizontes, la milonga-candombe Oro y plata o este valsecito que crearon en 1942.

En el mismo, Manzi recrea una vez más su aventura sentimental, esa voz que lo atrapaba, los vaivenes que no le permitieron vivir a pleno el romance que tanto acomodo tuvo en su nostalgia romántica, con un lenguaje que florea el pentagrama. Y Charlo siempre supo ponerle el acompañamiento  musical a tanto poema que cayó en sus manos, fuera de Cadícamo, de Amadori, de González Castillo, del Catunga Contursi, de Battistella o de Manzi.

                           

Vale la pena revivir el momento que retrata el poeta con un detallismo topográfico que impresiona, como si lo estuviéramos viendo. el sonido familiar, el énfasis que aflora en la neblina del recuerdo, y en los contratiempos de la existencia las imágenes evanescentes permiten primar la tensión y el patetismo de esa despedida. El paisaje mediático.

Te oí decir... adiós....adiós...
Cerré los ojos y oculté el dolor,
sentí tus pasos cruzando la tarde
y no te atajaron mis manos cobardes.
Mi corazón lloró de amor
y en el silencio resonó tu voz,
tu voz querida, lejana y perdida
tu voz que era mía, tu pálida voz.

La descripción no puede ser más dura. En una encrucijada de remembranzas, aquel momento se dibuja en su memoria con fuerza inusitada. En el murmullo de la música, la voz de la ausente se hace presente, flota en el aire con el adiós interminable. La energía que brota de esa historia permite reverberar ecos, la fragancia de aquellos días, primando, empero, la tensión y el patetismo.



En las noches desoladas que sacude el viento           
brillan las estrellas frías del remordimiento,
y me engaño que habrá de volver otra vez
desandando el olvido y el tiempo.
Siento que tus pasos vuelven por la senda amiga,
oigo que me nombras llena de mortal fatiga,
para qué, si ya sé que es inútil mi afán
nunca...nunca... vendrás...

Te vi partir... dijiste adiós...
temblé de angustia y oculté el dolor,
después pensando que no volverías
traté de alcanzarte y ya no eras mía.
Mi corazón... sangró de amor
y en el recuerdo resonó tu voz,
tu voz querida, lejana y perdida
tu voz aterida... tu pálida voz...

Esta hermosura de valsecito, melancólico, que muestra al protagonista atrapado en las brumas del pasado, viviendo el desasosiego de los días, pintan también la tonalidad del tiempo vivido y las notas que supo adosarle Charlo le dan la perfecta dimensión cognitiva-musical. Así lo revivimos una y otra vez.

Podemos escucharlo y revivirlo en la interpretación de Francisco Canaro con la voz de Carlos Roldán. Grabado el 10 de noviembre de 1943.

                           
                               

viernes, 20 de marzo de 2020

Los primeros bandoneonistas en Buenos Aires

   -A Domingo Santa Cruz, lo conocí tocando con su hermano Juan, en una casa de bailes en San Martín (Provincia Bs. Aires). A Santa Cruz la afición al bandoneón le venía de herencia, pues su padre fue gran ejecutante de bandoneón allá por el año 1865, según refiere Héctor Bates en su libro "La Historia del Tango", en el que también menciona en el año 1870 a Pedro Ávila y Tomás Moore (El Inglés), al ciego Ruperto y a otros que también llegué a conocer, pero ya mucho más adelante.

   A principios del 900, conocí y oí tocar a Sebastián Ramos Mejía, que era motorman de tranvía y que tenía muchos alumnos; a Zambrano, Repetto, Mazzuchelli, Solari, el Negro Romero, un moreno grandote; a Antonio Chiappe, que era dueño de una carnicería y fuimos bastante amigos. Estos nombres pertenecen a los primeros ejecutantes de bandoneón en Buenos Aires, y es curiosa la afición criolla por este instrumento, siendo que el bandoneón, en realidad, es de origen alemán.

   También conocí a Antonio Gutman (El Ruso Antonio), que era carrero de chata de caballos, y, de puro compadre que era , tenía la originalidad de hablar todo al revés. Un día que se encontró con Vicente Greco ("Garrote"), le dijo: "Ché Terroga, porque no se nevie un día por mi linbu, me sapa un gotán y yo le sopa un selva"... Que quería decir: "Ché Garrote, porque no se viene un día por mi bulín, usted me pasa un tango y yo le paso un valse". Domingo Santa Cruz fue el maestro del célebre Juan Maglio (Pacho). Y en cuanto a Vicente Greco, se dedicó al bandoneón por una circunstancia muy especial.

                                   

   Resulta que una noche que andaban dando serenatas, cayeron a un conventillo donde vivía un sargento de policía, quien se levantó indignado porque le había perturbado el sueño, y empezó a dar pitadas de auxilio, lo que motivó que los muchachos disparasen en todas direcciones para evitar la "cana", y el bandoneonista dejó el instrumento a Vicente Greco, que vivía en la misma casa, para que lo guardara. Pasó un largo tiempo sin que el dueño apareciese a buscarlo, y entonces Greco empezó a teclearlo y a examinarlo, y tanto le fue entusiasmado que poco a poco aprendió a tocarlo.

                               
   Debo advertir que Vicente Greco era un muchacho con cierta cultura, medio romántico y afecto a la literatura, tanto que escribió una obra teatral titulada "Almas que sufren", que no llegó a estrenarse nunca. Como músico, era de una gran inspiración, y estoy convencido que de no haber desaparecido tan joven, hubiera producido grandes obras. Su primer tango fue "El Pibe"; luego compuso "El Morochito", "Rodríguez Peña", La viruta", "Ojos negros", "El Flete" y muchos otros.



   Vivíamos a principio de siglo, casa por medio; él vivía en el conventillo de la calle Sarandí nº 1356 y yo en el Nº 1358. Los Greco eran una familia de músicos y estudiosos. además de lo que fue Vicente, su hermano Domingo fue guitarrista y pianista. Ángel fue guitarrista y cantor, y compuso un tango de éxito: "Naipe marcado".  Elena tocaba el tango de intuición, pero maravillosamente. Fernando, el mayor de ellos, era carnicero, y había otro hermano, Emilio.

   Todos fallecieron, menos una de las hermanas, María, que aún vive y era maestra de escuela y la primera contadora pública que se recibió en Buenos Aires. Vicente, el más popular de todos, nació en el año 1886 y murió el 12 de octubre de 1924, cuando aún tanto se esperaba de su talento y de su vocación.

(Francisco Canaro en su libro "Mis Memorias")

viernes, 13 de marzo de 2020

Caserón de tejas

Aquel grupo del barrio de Boedo que presidía, sin quererlo, el patriarca del clan, José González Castillo fue un baluarte del tango durante años y sus integrantes crearon numerosas páginas que embellecieron aún más el vademécum tanguero. Sebastián Piana, Cátulo Castillo (Hijo de don José), Homero Manzi y Pedro Maffia no tuvieron intención seguramente de unirse para crear, pero así se dio la cosa y la historia es testigo de tantas páginas salidas de aquella cofradía familiar y amistosa.

Piana y Cátulo fueron los autores del tango Tinta roja y el valsecito Caserón de tejas, en 1941 y previamente, junto a González Castillo, habían realizado esa otra maravilla: Silbando, que Carlos Gardel consagró grabándolo en 1925 y adosándole por su cuenta ese silbido que quedó para siempre adosado al tango.  En este caso, Cátulo hizo la primera parte musical del tema y le dijo a Piana que hiciera la segunda, si le gustaba. Este lo aceptó y creó la segunda que tanto trabajo le daría a Don José para adosarle los correspondientes versos.

                             
Cátulo Castillo

Recién a la muerte de su padre Cátulo decidió sacar patente de poeta, convencido de que el tango es una pequeña obra de arte que requiere talento. Su obra es realmente impresionante y hoy me detengo en ese hermoso valsecito que también en 1941 compusiera con Piana. Cátulo recrea, en estado de ensoñación,  aquel barrio con estampa colonial que conoció de pibe y que comienza a ser reemplazado por una arquitectura moderna, de gran estatura estructural, que amenaza con barrer toda la escenografía de sus recuerdos infantiles.

Barrio de Belgrano...
Caserón de tejas...
¿Te acordás hermana
de las tibias tardes
sobre la vereda,
cuando un tren cercano
nos dejaba viejas,
raras añoranzas,
bajo la templanza
suave del rosal?

Todo fue tan simple,
claro como el cielo,
bueno como el cuento
que en las dulces siestas
nos contó el abuelo
cuando en el pianito
de la sala  oscura
temblaba la pura
ternura de un vals...

La maraña íntima que envuelve al poeta, los lazos que atan, enmarcados en su tiempo, la sociedad de la prisa que va borrando las huellas, los retazos del antes y el después en el vivir cotidiano, llevan al trovador bohemio a rememorar aquellas acuarelas románticas que acompañaron su niñez familiar. El sonido del piano lo atrapa en su desfile nostálgico, melancólico, como si todo cambiara repentinamente y los paisajes tan queridos fueran borrados por el escenógrafo de la vida.

Revivió... Revivió                                                   
en las voces dormidas del piano
y al conjuro sutil de tus manos
el faldón del abuelo vendrá...

Llámalo...Llámalo...
Viviremos el cuento lejano
que en aquel caserón de Belgrano
-venciendo al arcano-
nos llama mamá.

Como un coleccionista de asombros, el poeta va deshilachando su corazón sin dejar ese lado de tristeza y melancolía que resaltan en su poder de vivificación. Las imágenes alborotadas se van poniendo en orden en el ensimismamiento del niño que fue. El paso del tiempo, el poso, acentúan las ensoñaciones del recuerdo. En el umbral que separa el pasado del futuro, aquel caserón de tejas vuelve una y otra vez con el encanto y la magia de antaño.

Barrio de Belgrano...
Caserón de tejas...
¿Dónde está el aljibe?
¿Dónde están tus patios?
¿Dónde están tus rejas?
Volverás al piano,
mi hermanita vieja,
y en las melodías
vivirán los días
claros del hogar...

Tu sonrisa, hermana,
cobijó mi duelo
y como en el cuento
que en las dulces siestas
nos contó el abuelo
tornará el pianito
de la sala oscura
a sangrar la pura
ternura de un vals.

Hay numerosas versiones excelentes de este valsecito. Entre otras, las de Libertad Lamarque, Mercedes Sosa, María Graña y Susana Rinaldi, realmente notables. Libertad lo grabó el 10 de marzo de 1942, acompañada por la orquesta dirigida por el pianista Mario Maurano.  La escuchamos:

                           

viernes, 6 de marzo de 2020

Osvaldo Pugliese y su orquesta

El 11 de agosto de 1939 se produce el debut de Osvaldo Pugliese con su primera orquesta en el Café El Nacional, de la calle Corrientes 980. El escenario por el cual desfilaron orquestas y cantores de fábula, en una Buenos Aires nochera, con una cartografía emocional de gran calado. Y con elevada capacidad de creación por parte de los compositores que dejarían páginas inmortales para la historia.

Una orquesta referencial del género que evolucionaría constantemente y en su metamorfosis alcanzaría peldaños por su exhuberante creatividad, la entrega, el estudio y el papel que jugaron sus músicos en los arreglos, en la composición y la trama colectiva. Tuvo una barra de seguidores impresionante que entraba en las milongas y salía de las mismas al grito de:
-¡Ese, ese, ese.... la barra de Pugliese!
               
                              
Natalio Etchegaray, el escribano, que fue gran admirador y amigo de Pugliese (éste le dedicó su tango Protocoleando), respondía así a una pregunta sobre ¿por qué creía que Pugliese era uno de los más grandes?

-Bueno, porque fue uno de esos creadores en serio. Uno ve ahora la paloma de Picasso y supone que cualquiera la puede hacer, pero no es así. Él fue un músico muy original. Vivió y mamó el tango desde su origen y tuvo que decir algo distinto. Y lo dijo en 1924 con Recuerdo. Y luego al crear su orquesta, la que se vislumbra en 1937 y debuta en 1939. Y también en 1945 al hacer conocer sus obras extraordinarias: La yumba, Negracha y Malandraca, tres pivotes sobre los que se desarrollará el futuro del tango.
A partir de un decarismo inicial, que es lógico porque todo el mundo se basa en algo, él avanza con mucha simplicidad hacia una forma más compleja, donde los instrumentos de la orquesta tocan de distinta manera, marcando cada grupo de instrumentos de modo diferente. Parece mentira, pero los bajos y el piano están haciendo una cosa, y los bandoneones y los violines otra. Y eso se nota porque los músicos no lo podían hacer si él no se los explicaba. Fue un creador que se adelantó a su tiempo, que innovó siempre. Y luego un hombre de muchos principios en su profesión y su vida, de una integridad total.


Orquesta de Pugliese en 1944. En semicírculo: Ceballos (cantor), Gílardi, Ruggiero, Alessio (bandoneones). Herrero (violín). Caldara (bandoneón). Rossi (contrabajo). Carrasco, Camerano, Tursky (violines). Chanel (cantor): en el centro Osvaldo Pugliese (pianista y director).

La orquesta de Osvaldo Pugliese comenzó a grabar en 1943, en el sello Odeón y fueron apenas tres discos de 78rpm conteniendo seis temas: El rodeo, Farol, Mala junta, Muchachos comienza la ronda, Milonga de mi tierra y Qué bien te queda.

Al año siguiente, el que pertenece a la imagen, son 16 versiones que lo empinan en el gusto popular: Recuerdo, Silbar de boyero, El remate, Tortazos, El día de tu ausencia, Tierra querida, La abandoné y no sabía, Tu casa ya no está, El arranque, El tango es una historia, Adiós Bardi, Corrientes y Esmeralda, Amurado, Nada más que un corazón, Mala pinta y Puentecito de río

El cantor Roberto Chanel es pilar de la orquesta con su estilo tan personal, dejando verdaderas creaciones y ya se viene asomando el gran ídolo, sobre todo de la hinchada femenina: Alberto Morán, que comenzará a grabar en enero del 45. 
                              
                             

martes, 3 de marzo de 2020

BIEN MILONGA

     Borracho de pasión
     y ciego de querer,
     se lanza a tu atracción
     sin ver que más
     que un alma en ti, mujer,
     hay un vals.
          José González Castillo



Los valsecitos tienen ese no sé qué, viste, y junto a los tangos y las milongas que nos legaron los grandes del género, articulan la velada colorida de BIEN MILONGA, todos los Martes del año. Desde las 21 a las 0 horas milongueamos con el cuore fuera de borda, en la convidante pista de la CASA de ARAGÓN madrileña, con un ambiente entrañable.

                               

Un repaso por distintos lares donde también se milonguea tupido nos sirve de aperitivo para esta noche del mes de Marzo y nos da alas para ir imaginando lo que nos espera.

Arrancamos por el Taipei Tango Festival Gran Milonga, en la isla china de Taiwan y allí se florean Sebastián Achával y Roxana Suárez, bailando el tango Un infierno, interpretado por la orquesta de Miguel Caló, cantando Alberto Podestá.


Nos vamos a Montreal-Quèbec- Canadá. Concretamente  al Montréal aime le tango donde Ariadna Naveira y Fernando Sánchez se mandan al ruedo con el valsecito Lejos de ti, por la orquesta de Rodolfo Biagi, cantando Teófilo Ibáñez. 


De vuelta al pago, nos instalamos en la Milonga El entrevero, del club Fulgor. Y en este caso son Yanina Erramouspe y Leo Ortiz los que bailan La milonga que faltaba, por Edgardo Donato, su orquesta y el cantor Horacio Lagos.


Nosotros también lo bordamos esta noche después de este aperitivo ¡bien milonga!                                                                                               

domingo, 1 de marzo de 2020

Los milongueros y los barrios

   A veces me dan ganas de recrear historias reales, vividas en primera persona, con la única finalidad de que dicha realidad prime sobre tantos mitos que se crean y perviven largamente. Incluso saltan por sobre las fronteras y se incrustan en relatos que navegan en la irrealidad, convirtiendo la historia en historieta. Nada grave, pero me gusta que los tangueros y milongueros cuenten sus vivencias y entre todos nos formemos una visión real del pasado que nos ha traído hasta acá.

   Leo y escucho una y otra vez que en el barrio porteño de Villa Urquiza se bailaba un tango más elegante que en las demás zonas de la ciudad. Y lamento que esta afirmación cobre vuelo, con sus retazos del antes y el después, y el brillo mercenario de las palabras conviertan la calidez de la tradición en un juego de palabras que se afinca en la oreja, la lectura y la mente del que recibe este relato.

   He sido milonguero en los años grosos del cincuenta, me formé en un barrio bien milonga como Parque Patricios y recorrí los grandes reductos de la época. Podría nombrar numerosos clubes y salones por donde desfilé, con amigos de la barra o sólo, disfrutando de aquellas milongas inolvidables y, a mi juicio, irrepetibles, por la cantidad y calidad de los bailarines de ambos sexos.

                                     

   Podría citar el Sportivo Buenos Aires, Social Rivadavia, Villa Malcom, Unidos de Pompeya, Terremoto de Barracas, Sin rumbo, Estrella de Maldonado, Villa Sahores, Estrella de Maldonado, Pinocho,  Pista de Lima, Premier, Estrella de Oriente, Palacio Rivadavia, Unione é Benevoleza, salón La Argentina, Italia Unita, Centro Asturiano, Centro Lucense, Palacio de las flores... etc. Pero, sobre todo, con la barra, crecimos como milongueros en las hermosas, modernas y grandes pistas del Club Atlético Huracán, en la avenida Caseros. Por donde pasaron todas las grandes orquestas de la época y bailamos en vivo con Pugliese, D'Arienzo, Di Sarli, Troilo, Gobbi y demás. Incluso en las 7 grandes noches de carnaval. Y venían milongueros/as de todos los barrios y era una muchedumbre que llenaba esos salones majestuosos inaugurados en 1941. 

   Jamás oí ni leí jactancias o alabanzas sobre el tango que se bailaba en esa sede maravillosa. Los domingos con grabaciones y algunos sábados con orquestas de tango y jazz. En nuestra barra había de todo. Teníamos dos o tres muy elegantes bailando, otros acopiadores de figuras, y en general un buen  nivel porque practicábamos en el club del barrio durante la semana, y entre nosotros nos corregíamos y sacábamos pasos nuevas... En todos los barrios había muy buenos, buenos y regulares bailarines. Ninguna zona tenía prevalencia sobre otras.

   Si elogiamos por sobre todo a los milongueros de Villa Urquiza (el barrio en que nací), valdría la pena recordar que Copes era de Villa Pueyrredón, María Nieves de Saavedra, Miguel Ángel y Osvaldo Zotto de Villa Ballester, Fino Ribera de Villa Luro, Antonio Todaro de Mataderos, Milena Plebs de Temperley, Gloria y Eduardo de Parque Patricios, Pupy Castello de Boulogne, El Cachafaz de Balvanera, Virulazo y Elvira de Mataderos, Pepito Avellaneda de Avellaneda, Petróleo de Villa Devoto, el flaco Tin y Teté de Pompeya, Carlos Gavito de Avellaneda... Simplemente son citas que obligan a la reflexión.

                             
Copes-María Nieves

   Siempre discutíamos sobre nuestras preferencias. Se era hincha de una orquesta como de un equipo de fútbol. El tango y el fútbol eran las pasiones porteñas. También teníamos equipos, participábamos en torneos diversos y jugábamos contra muchachos de otras zonas. Como en todos los barrios y en todos los equipos, los había muy técnicos, o fuertes, o displicentes o acalorados. Igual que en el baile. En todos los equipos siempre había uno o dos que tenían un imán en el pie y manejaban la pelota y el juego. El resto nos complementábamos. No había un barrio que  prevaleciera sobre los otros, ni siquiera los de Villa Soldati o Sarandí, por ejemplo, que tenían montones de campos de fútbol.

   Como decía Julián Centeya: "para contarlo hay que vivirlo", y es por eso que pretendo rescatar esas noches vividas a puro tango, con orquesta o con grabaciones. Cuando había infinidad de los que hoy llamamos discjockeys que pinchan tango en medio mundo. Pero entonces, jamás supimos quien era el que pasaba la música que estábamos bailando y nos era generalmente invisible porque no se veía su figura.. Y puedo asegurar que  siempre salíamos hinchados de milonguear porque no le erraban en la selección. El tango se vivía a pleno todo el día, dado que había infinidad de audiciones radiales en las cuales se hablaba sobre la música popular, se escuchaban las novedades y las orquestas tocaban en vivo por la noche. Aprendí tanto que, gracias a ello, concursé a mis 25 años en el exitoso programa "Odol pregunta" sobre la Historia del Tango.

   Una vez al año hacíamos un "Festival" en algunos de los clubes sociales que teníamos en el barrio -y que tanto hicieron por la niñez y la juventud-, para reunir fondos y comprar camisetas, pantalones y medias de fútbol para nuestro equipo. Un locutor de Radio Libertad, que era vecino nuestro traía artistas y personajes conocidos y  con 18 años yo hacía de presentador y musicalizador de la milonga. ¿Qué música ponía? La que tenían en la discoteca del club.  Como cuando practicábamos: D'Arienzo, Di Sarli, Troilo, Pugliese, D'Agostino, Tanturi... Estaba todo inventado ya, con aquellos discos de 78 rpm.
                         
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   Sí, hoy estoy con muchas ganas de desmitificar tanta sanata que se escribe sobre el tango en artículos, libros, folletos y demás, y voy con otra del género. Algunos afirman, sin base alguna para fortalecer sus conceptos, que el tango bailable tenía acepciones distintas como Tango salón, Tango milonguero o Tango del centro. Pretendiendo basar sus teorías en las dimensiones del lugar o en la forma de bailarlo. Algo absurdo. Yo venía de bailar en un salón inmenso como el de Huracán, por ejemplo, y tempranamente me afinqué en la Confitería Montecarlo de Corrientes y Libertad. También bailé en la Nobel, la Dominó y  otros lugares céntricos. Allí, los espacios eran reducidos y había que caminar con mucho tino, cuidando a la pareja de turno, con movimientos suaves y pasos controlados.

   Pero no cambiaba de denominación el tango, porque allí bailé con la orquesta de Armando Cupo que acompañaba al flaco Morán, con Osvaldo Fresedo, con Tito Martín, con Roberto Caló, con Lesica-Lavié y su orquesta,  que hacían el tango de siempre y nosotros nos adaptábamos al espacio. Jamás oí hablar de todas esas denominaciones que intentan ahora introducir como históricas y que no existen ni existieron jamás... Incluso hay profesores/as de baile que le inventan más apellidos al Tango para captar alumnos...

Como reza el tango de José Raúl Iglesias y Juan Bautista Gatti que cantaba Alberto Castillo con la orquesta de Tanturi en 1941:

El tango es el tango... por más que le pongan
ribetes compadres o cintas de amor.
El tango es el tango... si tiene milonga
no importa que sea
de ayer o de hoy...