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lunes, 30 de septiembre de 2019

Desde el tablón

En aquella Buenos Aires de los años cuarenta y cincuenta, el fútbol y el tango, eran la aguja que nos picaba y nos inyectaba vitaminas espirituales. Aquellas experiencias emocionales componían una especie de sinfonía del universo. Y la radio, la pista de baile, el tablón de la cancha, sí, eran fogonazos de vida que surgían del sentimiento más profundo, con su maciza identidad.

El poeta Héctor Negro que tan hermosa obra construyó a lo largo de su vida

Troilo era hincha de River, Manzi y Centeya de Huracán, Stamponi de Vélez; Julio Jorge Nelson de Racing, De Angelis de Banfield, Juan Carlos Copes de San Lorenzo, como Lesica, Goyeneche de Platense, Oscar Ferrari y Rodolfo Scianmarella de Boca, Héctor Varela y Baffa de Independiente, Jorge Sobral de Estudiantes de La Plata, Echagüe de Newell's y podría seguir un rato largo nombrando a tangueros grosos que también gritaban los goles de su equipo en la cancha o al escucharlos por la radio.

Vale la pena recordar que Eduardo del Piano, Emilio Brameri, Carlos Viván, Alberto Echagüe, Oscar Fresedo y varios músicos y cantores apuntaron buenas cualidades futbolísticas antes de pasarse al tango. Y, a la inversa, hubo jugadores de fútbol que lucieron buena golas y aptitudes canoras interpretando tangos. Como Juan Vairo, Raúl Leguizamón, Rodolfo Micheli, Julio Elías Mussimessi y otros. Incluso el Zurdo López -Miguel Ángel- que destacara en Ferro, River e Independiente y luego como técnico, en su juventud tocaba el fueye en una orquesta típica de Córdoba.

Hay bastantes tangos dedicados a un equipo determinado, incluso renombrados como Racing Club, de Greco; Independiente Club, de Bardi; El Ciclón (por San Lorenzo), de Aieta; River Plate, de Leopoldo Díaz Vélez; El taladro (Banfield), de De Angelis; Estudiantes de La Plata, de Francisco Rotundo y Tití Rossi: Boca Juniors, de Scianmarella y sigue la lista... Incluso dedicados a determinados futbolistas, como El Mortero del Globito. Se refiere a Hermino Masantonio, goleador de Huracán, que cumpusieron Miguel Padula y Francisco García Jiménez, por citar un ejemplo.

                           
El poeta Néctor Negro, hincha de Independiente, desgrana su sensibilidad poética, oteando las costumbres suyas y de tantos seguidores pasionales que saltaron, vibran, gritaron, corean, en ese contenedor tribunero que los cobijaba y los convoca como embrujados, con estos versos que le brotan del cuore.

Llené mi pecho con el aire del potrero.
Le di a la mala con la leña del tablón.
Y fue mi canto un estribillo futbolero.
El primer canto que grité de corazón.

No tuve nunca quien me diera mejor fiesta
que los domingos esperados como el sol.
Y este delirio de seguir mi camiseta
y la alegría reventando cada gol.


El cantor Carlos Varela, también hincha de los diablos rojos, como Negro, fue amigo suyo y grabó varios temas de Negro. Lo definía así:
-Negro es un poeta social que señala los problemas pero que no se queda en la queja, ya que su poesía siempre tiene un mensaje positivo, superador y de esperanza. No apela a la melancolía o la nostalgia. Su poesía es colectiva, nunca habla de una sola persona. Si Negro hubiera vivido en la época dorada del tango, estaría en ese podio de los grandes poetas, pero el hecho de haberle tocado estar en los 60 lo dimensiona como un salvador de la poesía del género.

Carlos Varela y Héctor Negro con Carmencita Calderón

Y realmente está radiografiando en este tango, la pasión, la sensibilidad quimérica del hincha futbolero que vivió, como tantas otras cosas de su obra, en persona. Y que destila y verbaliza poéticamente con pluma literaria y pintoresca través de su obra maravillosa, envolviéndolo en remolinos emocionales.

Si mi mejor juguete
fue redondo.
Y mano a mano nadie pudo más,
porque al final de cuentas solo tuve
esa posible forma de ganar.
Mi infancia caminó por aquel cielo,
por tanto barro que debió esquivar.
Y todos los domingos vuelvo y vuelvo,
por el desquite que la vida no me da.

Yo vi los goles que se cuentan a los nietos
y las pifiadas que dan ganas de olvidar.
Rompí el carnet cuarenta veces, eso es cierto,
pero por eso no me han visto desertar.

Porque tuve berretines goleadores
y de este lado del alambre los colgué.
En cada grito voy soltando los mejores
pedazos de alma, que rodando amasijé.

Cómo nos identificarnos con las palabras y el contenido de este abanico de pasiones futboleras que devienen en un hermoso y sentido tango. Al que le puso música el guitarrista Osvaldo Avena, asiduo colaborador y amigo de este gran poeta que nos dejó hace 4 años y cuyo nombre real era el de Ismael Héctor Varela.

Miguel Montero lo grabó en 1972 acompañado por la orquesta de Ángel Domínguez. Acá podemos escucharlo.

                                     

martes, 24 de septiembre de 2019

BIEN MILONGA

    Casi caminando
    llevamos el ritmo,
    casi caminando
    bailamos los dos.

    Casi caminando
    hablemos de cosas,
    que guardamos dentro
    del corazón.
            Francisco Yoni


La milonga de los martes nos recibe en la coqueta pista de la Casa de Aragón en Madrid (Pza. República Argentina nº6). Con la selección bien milonga de quien escribe esta página y la atención especial que te brindan con Charo, desde las 21 a las 0 horas, se pasa el tiempo a toda velocidad y te quedás con ganas de seguir bailando....

                              
Como de costumbre me mando la passegiatta de rigor por pistas varias del mundo para así ir entrando en trance desde temprano, viendo el accionar de algunas parejas que cosechan aplausos con su baile.

Arrancamos con esta dupla colombiana que conforman Edwin Espinoza y Alexa Yepes. Están en el Tercer Colombia Tango Festival y bailan el tango No nos veremos nunca, por la orquesta de Juan D'Arienzo, cantando Alberto Echagüe


Nos desplazamos bien al Norte de ese continente y anclamos en el Festival Internacional de Tango de Montreal-Québec (Canadá) donde se lucen Cristian Palomo y Melisa Sacchi. En este caso con la milonga De antaño, también por el conjunto del Rey del compás.

                                                                      

Y rematamos en Lyon-Francia. Precisamente en la pista de la Asociación Tango de Sole. Sigue D'Arienzo iluminando a los bailarines, Ahora es el turno de Germán Ballejo y Magdalena Gutiérrez los que giran con donaire al compás del Valsecito criollo.

                                        
 Y nos toca el turno de mandarnos bien milonga a la cita de esta noche. ¿Te apuntás?

domingo, 22 de septiembre de 2019

Fue el fin de una época

Es claro hasta la obviedad. Mal puede repetirse una conjunción de cantantes de las características de la estupenda primera línea del 40, sin orquestas típicas.

   Sin orquestas típicas, ni siquiera ellos fueron los mismos: a Vargas, se prefiere escucharlo con D'Agostino; a Castillo, con Tanturi; a Fiorentino, con Troilo; a Podestá, con Di Sarli, con Francini- Pontier o con Caló. Incluso jóvenes, incluso enteros, raramente los cantores superaron como solistas, el brillo que como vocalistas de típica les habían sacado los directores. Pero, en todo caso, nadie les quitaba la escuela.

                               

   El lucimiento del cantor, en la típica del 40, se atenía a los límites de la conciliación con el estilo y criterios del director; a la preeminencia -aunque no excluyente- de un repertorio bailable, con pautas rítmicas que determinaban las fronteras del fraseo; a una cultura en la que más no era mejor.

   Y fue precisamente dentro de esos límites, sin lugar para la autocomplacencia, que el cantor crecía. El que su apellido haya ocupado un lugar junto al del director, ni menos, ni más, es el reflejo impreso de una sociedad de mutuo beneficio artístico.

   Algunos llegaron tan lejos, que prefirieron bastarse solos. Cuando Castillo se lanzó como solista, agudizando un estilo diferente y fuertemente escénico que ya estaba pidiendo aire, subrayaba, con un trazo grueso como el nudo de su corbata, el principio del fin de una época.

Troilo-Fiorentino, el símbolo de una época maravillosa del tango: Los '40
                                     

   Las siguientes generaciones no contaron, salvo excepciones, con la oportunidad de la típica, que había comenzado a caer, avanzada la década del 50, en una confabulación alimentada de intereses y fatalidad -y en la que la independización de los vocalistas también había hecho aportes-. En el mismo tren partía el recuerdo de una tradición de voces mesuradas, y extraordinarias de los años 20 y 30, sin que casi nadie apresara sus lecciones.

   Comenzó su largo reinado la escuela de la egolatría. De cantores que se escucharon y se gustaron demasiado a sí mismos, sometiendo  los acompañamientos en sus escaladas de volumen, notas interminables, finales grandilocuentes y efectos de toda cosecha. La tanguería for export se ocupó de hacer el resto.

   Siempre hubo excepciones. Ahora, cuando muy rara vez aparece una voz entonada y sobria, que se acerque apenas a las exigencias básicas de un director del 40, produce el asombro de un hecho extraordinario.

   Mientras, las discográficas reeditan a cuatro manos a los binomios de oro, devolviendo lo que el recambio no pudo suplir.

  
   Esos discos -en otro plano, junto a las insuperables interpretaciones de Carlos Gardel, otro favorito de las reediciones- no perdonan en la comparación con el panorama actual. Allí está la prueba incontrastable de un tango exquisito, que fue masivo y posible. Que de hecho existe, recuperado en la insospechable dimensión del compacto. Y en los intentos aislados de algunos músicos y cantantes que hoy eligen eludir el ramplón camino de sumarse a la medianía.

Irene Amuchástegui (Clarín, 1º de julio de 1998)

martes, 17 de septiembre de 2019

BIEN MILONGA

     Muchachos, comienza la ronda
     que el tango invita a formar.
     ¿Quién, al oir el arranque
     de un son tan brillante
     no sale a bailar?
     Y así enredar su emoción
     a esta canción...
         Leopoldo Díaz Vélez

Los Martes de Bien Milonga encajan con los versos de Díaz Vélez, cantor , poeta y compositor, que se las sabía todas. Sí, nosotros también, cuando arranca el primer compás de la orquesta de turno, salimos disparados a la hermosa pista de la Casa de Aragón, en Madrid para darle gusto al cuerpo y leña a los remos...
                               

 De paso cañaso,  vamos campaneando algunas exhibiciones de parejas que se mandan el rondín diario por esas pistas del redondo mundo. Ya que estamos, vamos a empezar por Madrid. En esta ocasión toca la Orquesta social del Tango y bailan Claudio Cardona y Cinthya Urbano, el tango Shusheta.


Ahora me piro a la Milonga de Conection, en Pittsburgh (U.S.A.), donde está la pareja que integran  Jonathan Saavedra y Clarisa Aragón. Que se mandan al ruedo para bailarse este valsecito: Recuerdo, por la orquesta de Ricardo Tanturi, cantando Alberto Castillo.

                                       
Y cierro el yiro de hoy en el Club Majestic Dance, de Nápoles-Italia. Son Osvaldo Roldán y Anna María Ferrara los que se engrampan de prima para bailar esta Milonga criolla, interpretada por la orquesta de Francisco Canaro, cantando Roberto Maida.



Me subió la bilirrubina y el cuore me pide marcha!!!! Esta noche, ¡a gastar suelaaaa!
                    

domingo, 15 de septiembre de 2019

La galarcita

Siempre me llamó la atención este tango, por su factura rítmica, el título sugerente, el cargamento milonguero que atesora, sobre todo en el registro discográfico de la orquesta de D'Arienzo. También destaca su permanencia en los poblados caminos del tango, pese a que el autor de la música, es un flautista que apenas registra este tema solitario en su curriculum: Mauricio Guariglia.

                                          

Incluso el nombre del tango, sugiere un pájaro, una flor, un ave... y con el tiempo, investigando como pude, llegué a saber que se refiere a una muchacha de apellido Galarza, a la que tempranamente llamaban "La Galarcita", y vivía en el porteño barrio de Palermo. Antonio Polito, uno de los tres hermanos músicos y tangueros de postín, hizo de poeta en este caso y otros temas,  y escribió los versos, sobre la música previa de Guariglia.


Nació en Palermo la rubiecita,
era  bonita como una flor
y la llamaban "La galarcita"
en aquel barrio con gran amor.
Sus ojos verdes brindaban gloria
la dulce gloria de una emoción,
todos la llevan en la memoria
porque fue reina de la ilusión (...).

Los versos no son nada del otro mundo y recuerdan a una chica que murió joven luego de estar enamorada de un muchacho con quien compartió momentos de pasión. Reales o imaginarios, colorean la historia y los residuos del pasado, y prácticamente no han sido cantados, pero la música engancha y el tango fue grabado en 1941 por el quinteto Pirincho. También lo llevarían al disco Roberto Firpo, Miguel Villasboas y otros.

La versión instrumental de Juan D'Arienzo con su orquesta, fue  llevada al disco el 24 de diciembre de 1945. Ideal para milonguear. Sí, me pira...


                          
                                         

viernes, 13 de septiembre de 2019

Un momento

Héctor Luciano Stamponi, además de excelente pianista y director,  fue un inspiradísimo compositor que dejó páginas de gran calado como Quedémonos aquí, Inquietud,  Caricias perdidas, Qué me van a hablar de amor, Junto a tu corazón, Triste comedia, Llamarada pasional, Delantal, Ella, Por otros caminos, Cuando cuentes la historia de tu vida, Pueblito de provincia, Ventanal,  El último café, Mi cantar,  El trompo auzl, El embrujo de tus ojos...  Las milongas-candombe Azabache, Pobre negra, o  valsecitos de esos que se te pegan, como Flor de lino, Pedacito de cielo, Bajo un cielo de estrellas y, entre otros, el que hoy me ocupa.

En algunos de estos temas compartió la parte musical con su gran amigo-hermano de Campana, Enrique Mario Francini, pero en este caso de Un momento, lo notable es que Chupita Stamponi asumió ambos roles y también dibujó los versos transformándose en poeta de un tema, en el cual realmente, realiza una exploración sorprendente. Demuestra en esta faceta poética una vigorosa capactidad de inyectar emoción al tema, la historia amorosa que se desliza en el valsecito.

Al respecto  vale la pena  personalizarlo en lo que  Chupita Stamponi le decía a mi amigo, el alemán Jorge Gottling:
-Hay frases musicales tristes, frases de felicidad,  frases ambiguas de simple unión o amalgama. El vocabulario, la intención, el idioma poético debe estar montado correctamente sobre cada frase musical. Esa es la magia.

Acá estoy con Chupita Stamponi en Madrid en 1996

¡Y tan mágico!. Cuando estuvimos charlando, en una oportunidad que Stamponi  estuvo en Madrid, le hablé, entre otros temas de Un momento y de la sorpresa al comprobar que podía escribir semejantes versos. A la vez, tiré un poco el anzuelo para saber si era una historia personal. Y Chupita, me miró, hizo un gesto , encogiéndose de hombros y desvió la pelota al corner:
-Es... un momento... -respondió.

Adiós, que raro fue tu adiós
de espina y de jazmín
como una cruz y una caricia.
Tal vez no comprendí, ni presentí
que las estrellas tienen que morir
con los rayos del sol.
Yo fuí un pájaro cantor
y tú una mariposa
que buscó quemar sus alas...
Después, la soledad, la realidad,
la noche cruel
que me envolvió...
fatal...

¿Tal vez la historia del desamor que padeciera su amigo y compañero de páginas geniales, Homero Expósito, le sirviera de idea para escribir semejantes versos y ponerle música? Lo cierto es que este manantial de estribaciones amorosas, con todo el cromatismo que lo dibuja, sugiriendo la atmósfera, le sirve para demostrar la capacidad alegórica del padecimento en imágenes poéticas.

Y otra vez junto al río, muy juntos.                           
tu boca y mi boca, tu pelo y mi pelo
y la luna, tu luna, mi luna,
que ayer nos vestía, hoy tiende su velo.
Yo no quiero el engaño de un día,
tus manos no tiemblan, no sabes reir.
Yo no quiero la historia de siempre
vivir un momento y luego morir.

Las quiméricas frases finales urden un futuro de cimientos rotos que se volverán en contra de ella, presagiando el retorno imposible, como un sofisticado ejercicio del esteticismo del dolor. Una realidad mutante donde comprobamos que la realidad, los vaivenes de la vida, han deshecho las perspectivas felices en común y desgranan en el aire secuelas de memorias dispersas en el tiempo.

Yo sé... que un día encontraré
en la aventura eterna
de mis pasos por la vida.
Tu voz que llamará, que gritará,
que pedirá por mi regreso en vano
y tal vez llorarás...
Verás... que triste es el papel
de mendigar amor
donde no queda nada, nada...
Después... la soledad, la realidad,
la noche cruel
que ya te envolverá...
fatal...

El valsecito, con todo su bagaje poético-musical, sigue su camino incombustible, y lo han cantado y ejecutado orquestas y cantantes diversos. La versión de Aníbal Troilo, cantando Raúl Berón, grabado en 1951, me parece una gran baza y me anima a escucharlo nuevamente.

                               

martes, 10 de septiembre de 2019

BIEN MILONGA

    Viajamos ensamblando nuestra voz
    vamos remando canción bien elegida;
    es nuestra estrella el sueño de los dos
    que se hace en cada puerto bienvenida
    y un beso en pentagrama para vos
    será clave de sol agradecida.
    Quizás por un milagro tan precoz
    andamos musiqueros por la vida.
                       Marta Pizzo

Los Martes son para darle paso al alma y al cuerpo, milongueando con esas ganas que nos atacan cuando sabemos que la noche nos espera. Con esa música que nos estalla en el cuore, la que siempre nos acompaña en Bien Milonga, la de los grosos del gotán que nos han dejado un legado invalorable.

Desde las 21 a las 0 horas, sabemos que el refugio de la madrileña Casa de Aragón, en la Plaza República Argentina nos permitirá  reencontrarnos siempre con un ambiente entrañable, de amigos y amigas milongueros/as que han encontrado el sitio donde bailar a piaccere.


Y no hay mejor acicate que comprobar de qué manera se ha expandido el tango por tantos paraísos milongueros del planeta, y así vamos dándole forma a nuestros deseos para esta noche.

Nos plantamos por ejemplo en esta milonga de Schio-Vicenza (Italia) para ver a Suyay Quiroga (hermana de Aoniken) y Diego Chandia, que se mandan a la pista para bailar Tinta roja, por la orquesta de Aníbal Troilo, cantando Fiorentino.

                                                              
Ahora me desplazo al Embrace Tango Berlín Festival (Alemania). En este caso son los cordobeses Clarisa Aragón y Jonathan Saavedra quienes dan la nota bailando el Valsecito de antes, interpretado por Juan D'Arienzo y su orquesta.


El último paso es en Nueva York (USA). en la milonga Mala leche de dicha city. Porque hasta allí viajan Los Totis: Virginia Gómez y Christian Márquez, que se lucen en la ocasión interpretando la Milonga de antaño, por Juan D'Arienzo y el cantor Alberto Echagüe.


Ya te dí el aperitivo, ahora nos toca a nosotros....¡Vaaamooossss!                                                                                

domingo, 8 de septiembre de 2019

José Luis Padula

La historia del tango reúne biografía, anécdotas y travesías de los personajes más dispares que enriquecieron su cancionero y su voltaje emocional. Entre ellos figura este tucumano que se forjó a sí mismo con una confianza a prueba de dificultades y desgracias, como la temprana muerte de su padre italiano, el que le transmitió la pasión por la música y lo dejó huérfano de su guía cuando apenas el niño tenía 12 años.

La pobreza agudiza los instintos y debió soportar muchas vicisitudes para poder ir cumpliendo con sus sueños. Manejaba la guitarra y la armónica, de modo elemental,  y supo fabricarse el compendio de ambas, asegurando la segunda al mástil de la guitarra, al modo Villoldo, lo que muchos años más tarde le serviría para interpretar el rol del gran creador de El Choclo y tantas páginas, en la revista teatral "De Villoldo a Gardel", que se representaba en el Teatro Nacional.

                                   
En busca de las latitudes musicales que le bullían en el alma, comenzó a caminar su provincia y otras linderas, llevando su quimérica ambición  hasta Rosario, donde se hizo conocer rápidamente, por sus modales y el cargamento de temas folklóricos y tangueros que iba componiendo. Las peripecias del personaje, su maniera de época, su simpatía, le fueron abriendo puertas y Buenos Aires estaba ahí nomás y lo recibiría con la generosa acogida de músicos y público que comenzaron a valorarlo.

Empezaría a tocar el piano, de manera adventicia, en Buenos Aires pero le agarró el gustito. Los próceres del tango en aquellos años le parecieron grandes para su estatura musical y volvió a Rosario, a Córdoba, siempre empuñando instrumentos y formando orquestas. Hasta que pegó la vuelta a la capital, desafiando al tiempo, a su escasez permanente de medios económicos, estrecheces dolientes y ya con el tango instalado en su cuore, aunque siempre reservó un lugar para el folklore.

Sería empero en Rosario, donde Padula compone dos tangos que harían roncha en el vademécum tanguero y le darían alas para instalarse en el gran feudo porteño: 9 de julio y Lunes. El primero lo creó en 1916 y su repercusión alcanzaría dimensiones increíbles, estribando en el repertorio de orquestas y cantores de la época. Fue editado en la capital de Santa Fe, en 1918, como Tango-milonga cuando Padula andaba por los 25 años de edad y tendría varias letras, que ocasionarían problemas judiciales. Las de  Ricardo Llanes, Eugenio Cárdenas y Lito Bayardo, siendo los versos de éste último los que más trascendieron, sobre todo cuando lo grabó Agustín Magaldi acompañado por la orquesta de Ricardo Brignolo.

 Por su parte, Lunes 13 -su título original- llevaría letra posterior de Francisco García Jiménez en 1929, unas pinceladas muy porteñas que consagraría Carlos Dante con la orquesta de Alfredo de Angelis años más tarde, en 1947. Un exitazo. Anteriormente lo habían grabado en su forma instrumental orquestas como las de Roberto Firpo, la Típica Victor, el trío de Padula o Juan D'Arienzo.

Con su bohemia viajera y noctámbula, Padula se fue abriendo puertas gracias a que las artes inventan otros futuros y les van dando forma. A su capacidad de impregnarse de la música con diversos instrumentos, el bandoneón entre ellos,  le agregó esa gran baza que fue su creatividad como compositor. Y es toda una llamada a las esencias, cuando mira hacia su provincia natal para componer otro tango que demuestra su vigorosa capacidad de inyectar emoción al tema y a la historia. Se llama Tucumán y lo lleva al disco JuanD'Arienzo con su orquesta en 1940 y 1950. Y lo seguimos bailando en pistas de medio mundo...

 Otra gran baza de Padula fue su milonga Picante, que grabara Rodolfo Biagi con su orquesta. Años más tarde también lo ejecuta nada menos que Lalo Schifrin al frente de su conjunto en la película de Carlos Saura: Tango. Por su parte Osvaldo Fresedo le lleva al disco el tango: Memoria. También se luce creando valsecitos como: Noche de estrellas, Noches de invierno (Ambas con letra de Cadícamo) y otros. En cuanto a páginas folklóricas también compuso unas cuantas, destacándose sobremanera su zamba La llorona o la ranchera La mentirosa, que tuvieron muchas grabaciones.

José Luis Padula comenzó a grabar con su orquesta en el sello Odeón en 1935 y lo curioso es que dirigía tocando el bandoneón y en ocasiones el piano. Su cantor fue el por entonces novato Ángel Vargas, que dejaría impresas dos placas con la orquesta: el tango: Brindemos compañero y la ranchera Ñata linda. Ambos temas eran de Padula, con Cadícamo el primero y con Lito Bayardo la segunda.

Pero además dejó una obra cuantiosa que sirve para valorar a este bohemio pertinaz, gran creador, modesto, sufridor, casado, con 6 hijos, que supo pelear contra las duras circunstancias de su vida y fue muy apreciado por sus colegas. Una persona digna de admiración que falleció, entre penurias,  a los 52 años dejando  una obra  incombustible que obliga a abrurnos de orejas para valorarla.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Celedonio Flores: tango y box


El registro del encuentro del autor de “Mano a Mano” y Borocotó. Entre mates, tangos, anécdotas, humor y el recuerdo persistente de Gardel, Celedonio evoca su pasado pugilístico. Y de yapa, un video con el Mudo.
"Rechiflaoo en mi tristeza, te evoco y veo que has sido           
en mi pobre vida paria sólo una buena mujer.
Tu presencia de bacana puso calor en mi nido,
fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido
como no quisiste a nadie, como no podrás querer."


Cesó el canto del Zorzal criollo grabado en el disco y en la quietud de la tarde el eco de la canción, se adormeció en un potrero lejano. Desde la ventana nos quedamos mirando el barrio le las casitas iguales. -Hace diecinueve años que escribí la letra de este tango—me  dice Celedonio Flores rompiendo el silencio impregnado de nostalgias— y cuando lo escucho, siempre me parece que se abrirá la puerta para dar paso a la amplia sonrisa de Carlitos Gardel, Junto con él se fue el tango bravío, el tango bien nuestro, el tango tango...
                                                                                                 
Celedonio con la partitura

-¿.En qué te inspiraste para escribir "Mano a mano'?
-Es una historia cierta. Un amigo de aquellos tiempos de bohemia era cantor. Se llamaba Carlos Nunziatta. Una noche, ya de recalada, lo encontré en un boliche. "Vamos a tomar mate que te quiero contar algo", me dijo. No me podía negar, pese a que yo sabía que ese muchacho estaba tuberculoso. Me dio no sé lo qué. Me faltó el coraje que antes había tenido en el ring. Y fui. En una piecita muy pobre y muy triste de la calle Junín me abrió su alma. Me contó de un amor que solamente vivía en él; y mientras me cebaba mate, yo escribía. Así salieron esos versos que aún se cantan..., que sobrevivieron a quien me contó su historia y al que le puso música. El relato estaba tan impregnado de un dolor suave, sin reproches, que en dos horas escribí la letra de "Mano a mano". Después, Gardel y Razzano le pusieron

 -¿Y la heroína...?
-No sé...; quizás ella no se haya enterado...

 -¿Cómo nació tu amistad con Gardel?
-Te voy a contar... A esa edad en que se hacen versos, ensayé los míos. Quise escribirlos delicados, sutiles, finos... pero había grandes contras en aquel camino. ¿Cómo te ibas a tirar contra Amado Nervo o Rubén Darío? El naipe no daba pa' tanto, hermano. Entonces, un día que estaba bien seco, en uno de esos días: en que uno sueña con la lotería sin tener el billete, me abrí de aquella parada elegante y escribí "Margot”. ¿Te acordás? Fue aquel tango que decía:

“...Y tu vieja, pobre vieja,
lava toda la semana
pa' poder parar la olla
con pobreza franciscana
en un triste conventillo
alumbrado a kerosén.
………………………………..
Ya no sos mi Margarita,

ahora te llaman Margot..."

 "En un diario de la tarde salía en ese tiempo una sección en la cual publicaban colaboraciones premiando con cinco pesos la mejor. Y me tiré el lance. Cinco mangos hermano… ¿Te imaginás todo de pan y queso?... Bien: se publicó y salió premiado. A Gardel le gustó y me anduvo buscando. Por intermedio de un amigo común nos conocimos. Carlitos me pidió permiso para ponerle música. ¿Comprendés? Me pidió permiso... Y allí soldamos una amistad que subsiste en mí... y también, en él aunque se fue lejos...



Así habla Celedonio de su gran amigo. Al año de cumplirse su muerte, en un homenaje radiotelefónico al que acudieron sus amigos más íntimos, entre ellos Leguisamo, el negro Flores lloró su amargura en estrofas como ésta:

"Se murió Carlitos, y allá en mi barriada
los puntos más bravos maldiciendo están...
Hay una tragedia en cada mirada,
hay una amenaza en cada ademán,
hay un nudo horrible en cada garganta
y un incontenible ganas de llorar..."


Las letras de Cele son arrancadas de su interior. Todas ellas tienen esa característica. Vienen chorreando sangre p'arriba...

 PUGILISMO

En el cielo del barrio de Segurola ya brillaban tímidas las primeras estrellas. Encendimos la luz de la salita y cambiamos de tono. El mate comenzó a caminar. -Tomá… si tiene mucha espuma se la sacás- y me extendió el amargo con esa expresión cachadora.

-Contame, Negro, de tus tiempos de pugilista.
-Iba yo a un colegio al que concurrían los hijos del ministro Joaquín V. González, y uno de ellos, Héctor, recibía lecciones de box de Willíe Gould. Entonces, en la Plaza Lavalle, hacíamos fintas a la salida de la escuela. Pero mi familia se mudó para Villa Crespo y abandoné mi "ring" de la plaza. Un día me dijeron si quería boxear en el Club Social América de mi nuevo barrio. Y fin. Allí me topé con Raúl Zampayo en diez rounds de dos minutos: nos dimos hasta hartarnos... y nos hicimos amigos. Pero unos amigos raros. Nos queríamos fuera del ring. Adentro, nos tirábamos al alma. El, más peleador que yo, lo aventajaba en arte, en escuela, como se decía. Intervine de inmediato en el Campeonato de Aficionados de 1922 que se disputó en el viejo local de Universitario y en el debut le gané a Salvador Catáneo por puntos.
  
-¿En qué peso boxeabas?
-En el pluma... ¿De qué te reís?... Ahora peso el doble... ¡Qué macana!... Todos los sábados le digo a la patrona: "El lunes empiezo a hacer gimnasia..." Y aquí me tenés: esperando un lunes...
 
-Razón tuvo aquel que dijo que uno se promete comenzar la diaria sesión de gimnasia cuando se mira al espejo y constata la gordura..., pero que termina apretándose los barritos de la cara...


-Todos los sábados le digo a la patrona que el lunes comienzo la clase de gimnasia para volver al pluma…” Pero a las dos o tres flexiones ya planta.
-Bueno; dejá la busarda… En ese torneo me ganó Carlos Reilly que después resultó campeón, aunque el jurado me felicitó por mi escuela, por lo bien que boxeaba, siendo la primera vez que se felicitaba a un vencido en forma especial. Después seguí interviniendo en certámenes sin llegar nunca al título que ansiaba. En tanto, con Zampayo hacíamos jiras. Íbamos a pelear a Caseros, San Martín, Morón, a todos los pueblos cercanos a la CapitaL Peleamos una docena de veces dándonos hasta matarnos, pero sin convencernos de quién era mejor. El negocio lo hacíamos bien honradamente. Nada de tongo. Entrábamos al cuadrado a fajarnos sin lástima durante diez rounds de dos minutos. Terminaba la cosa y nos repartíamos la plata. Treinta, veinte, cuarenta pesos para cada uno, según; pero el negocio estaba separado del deporte.

 -¿En esas giras, siempre con Zampayo?
-La mayoría de las veces..., pero en una que se me ocurrió pelear con otro... vas a ver lo que me pasó. Resulta que un amigo, José Tihista, también del ambiente pugilístico, organizó un festival en San Fernando y me dijo: "Vas a tener un bagallo... Vos le ganás fácil..." Y, creído, no me entrené. Al subir al ring... me quería bajar Me encontré con un grandote de cabeza de zanahoria que me llevaba como un metro de largo... ¡Qué iba a hacer!... Yo me dije: "Cele: de aquí pa' La Morgue". Y empezamos. No me habla entrenado por confiar en la palabra de Tihista, y el cabeza colorada me fajaba. Entonces, cada vez que yo me encontraba mal el referee rezongaba al otro: "No pegue con el guante abierto, Usted está pegando con el guante abierto... “, y se lo llevaba para un rincón retándolo. De reojo me miraba, y al verme ya bien, hacía seguir la pelea.
Y así, che, así... llegamos al final. Meta retos al otro que se miraba la mano dudando de que abría el guante y me veía medio dopado de las piñas.

 -¿Y el fallo?
-La dieron empatada... El referee y yo le empatarnos al cabeza de pimentón... ¡Ah!..., anotate esta otra: había prometido a mí madre y a la que hoy es mi esposa, que no boxearía más. De escondida me fui a hacer una pelea con el nombre de Kid Cele. Antes de finalizar el primer round acerté un derechazo y el otro cayó. Al llegar al corner le dije a mi director: "Debo tener algo en la mano porque me duele". Sonó la campana y fui de nuevo al centro. Unas fintas..., unas piñas livianas y acerté otro cross de derecha. ¡Qué suerte que lo dejé dormido! Al quitarme el guante tenía un hueso de la mano roto. Y esa noche me fui a hacer el novio con la mano entablillada. Menos mal que gané con esa piña. De lo contrario, hubiera ido a ver mi novia todo entablillado...
 
Cele boxeador y el amigo que hacía de técnico
-¿Fue la última?
-Sí...; pero después actué de jurado y también fui profesor del Club Social América en donde estaban los Meliante. Antes hice exhibiciones con Aldrovandi, Castañares y otros más. Fui profesor de la Casa Zabala que tenía una sección deportes y yo daba clases en una cancha cerca de Parque Centenario. Allí me pasó algo curioso con un discípulo, un vasco que pesaba corno setenta kilos. Le decía: "Así, el directo de izquierda...; así, el cross de derecha...; al tirar el cross de esa mano con la otra uno se cubre para que no lo sorprenda la derecha del otro..."; pero el vasco no quería aprender, quería pelear. Y lo que es peor, no podía admitir que yo le ganara siendo mucho más chico, Entonces, lo tenía que cascar. Le daba una buena paliza y se iba conforme. Al domingo siguiente, ya venía intrigado de nuevo y otra paliza. Le tenía que pegar a la fuerza. De prepotencia. Lo tuve como cuatro meses y no lo convencí. Por suerte dejé de ser profesor, porque en una de esas el vasco me salía convenciendo a mí...


-Y se acabó el pugilismo.
-Y se acabó... Pero esperá: cuando hacíamos en el Social América los festivales de aficionados, pasaban cosas macanudas, Nunca he visto aficionados tan bacanes como los que allí venían. Después del festival te decían: "¿No me da cinco pesos para el taxímetro que tengo que llevar la valija?" Les daba los cinco pesos... y se iban a pie para el barrio... A veces, paso por Villa Crespo como buscando recuerdos. Pero, che, no se puede ir... Por allí no se habla más en criollo...

Pusimos otros discos en la víctrola. La voz de Gardel llenó la estancia, se abrió paso por la ventana y se fue lejos, llevando el tango hasta las estrellas. El Negro Flores quedó allí, preparando sus letras, sus futuros libros. Y al pasar por el potrero emponchado de sombras, recordé una cuarteta suya:

 "Una cancha de "fulbo" en un potrero
con dos arcos que pones cuando es fiesta.
(Si no mete el local el gol primero,
hay zaranda debute a toda orquesta).


BOROCOTÓ 1938
(Revista EL GRÁFICO, donde escribí durante unos años de mi vida periodística)