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lunes, 30 de noviembre de 2020

Salimos a bailar

   Los milongueros que saltamos jovencitos a las pistas de baile, lo llevamos en la sangre y seguiremos bailando el tango, la milonga y los valsecitos con la misma unción, el mismo mimo, la sensación palpitante que nos transmite esa música, aquellas orquestas y cantores, y los versos poéticos que seguirán penetrando en nuestros oídos como si estuviéramos en aquella época en que sonaban a toda hora por la radio o el tocadiscos.

   Es una sensación que nos recorre el cuerpo, máxime considerando la pandemia que estamos atravesando, cuarentena incluida, y la necesidad física y espiritual de movernos al compás de esa maravillosa música. Con la compañera de turno que se prende como abrojito y nos incita en los movimientos, los pasos a compás, las cadencias, la caminata, los hamaques... Porque ellas lo sienten como nosotros y están echando en falta esas tres/cuatro horas girando en contra de las agujas del reloj por el piso mágico de la milonga, con la fuerza biyectiva de la pareja.

                                          


     Leopoldo Díaz Vélez, logró numerosos éxitos con sus creaciones en los años cincuenta y sesenta. Sus temas estaban siempre de moda, interpretados por orquestas, cantores y cantantes femeninas. Era un gran observador y su mirada le daba siempre los motivos para escribir y musicalizar esos temas que pegaron tan fuerte. Había sido cantor, desde los diez años mostró sus cualidades vocales, estuvo con unas 15 orquestas animando bailes y presentaciones.

  Una de esas orquestas fue la de Emilio Balcarce, donde le tocó reemplazar nada menos que a Alberto Marino (entonces Alberto Demare), incluso con Francisco Rotundo, Eladio Blanco, Cristóbal Herrero, Armando Pontier y otras.  Ofició de presentador, con  glosas propias y también supo conformar con sus dotes de observación e imaginación, varios tangos y milongas, cuyos versos mostraban situaciones que acaecían en la pista, donde se movían las yuntas milongueras. Y situaciones de la vida diaria. Así se consagraria como poeta tanguero con innmmerables éxitos en su haber.

                                      


    Hoy me detengo es uno de esos temas que creó, reviviendo alguna escena de la milonga, el imaginario diálogo, la posible anécdota vinculada a una noche determinada, la emoción que surge del baile de la pareja, el romance  transparente, el impulso de fijarlo en su mirada con los fragmentos milongueros, la gama de sensaciones. Porque al fin la milonga es la farmacia, el tónico, el linimento del alma...

Mientras solloza el tango y estás conmigo
será como ninguna la noche de hoy,
te queda tan pintado ese vestido
que estás resplandeciente en el salón.
Tu andar y tu sonrisa me han embrujado
dejame confesarte lo que sufrí,
pensando en este baile tan esperado
sabiendo que estarías cerca de mí.
 
¿Salimos a bailar, sueño querido?
que tengo tantas cosas que decir,
no importa que te envuelva el torbellino
del baile, cielo mío, y sufra más así.
¿Salimos a bailar, sueño querido?
que en cofre de oro traigo para vos,
este cariño santo que para darte vivo
y esta esperanza mía, de que me des tu amor.

    El poeta toma el testigo del milonguero. La intensidad con que éste envuelve amorosamente entre sus brazos a la persona que recibe no solamente el abrazo, sino, también con el mismo, esas palabras que expresan el enorme sentimiento de amor que siente por ella. Iluminados por la pasión del baile que los acerca aún más. Entre tema y tema el diálogo, la caricia sobre el mechón rubio de ella.  Una escena que sólo puede imaginarla quien la ha vivido de cerca. En la milonga.Y el poeta sabe reproducirla en versos que reverberan en la imaginación, con el impulso de retratar su mirada en el papel.

El mechoncito rubio sobre tu frente
te hace una cara dulce y angelical,
estando así los dos, estrechamente
mil rosas de ilusión, florecerán.
La noche tiene un alma iluminada
dejemos dentro de ella la sensación,
feliz de nuestras almas enamoradas
al mágico conjuro del corazón.
 
El bandoneonista Juan Pomati le puso la música adecuada y Ricardo Tanturi con la voz de juan Carlos Godoy, lo llevó al disco el 30 de siptiembre de 1957. 

                             



 

viernes, 27 de noviembre de 2020

Retrato de Alfredo Gobbi

                                  

                           
                                                                                                          In memorian

                                                  Está esperando a Dios. Y de un aljibe
                                                  de vino, Dios le zampa la viaraza
                                                  total del tango aquel que sólo escribe
                                                  con notas de revés sobre la estraza

                                                  que atrapa su canyengue sinfonía.
                                                  Y en tanto, ensimismada y misticante,
                                                  le vaga en aristocráticas rantías
                                                  la angustia de varón por el semblante,
                                           
                                                  la Noche -vade retro en los estucos
                                                  fraternos del violín donde él porteña
                                                  con gestos asombrados y pichucos

                                                  su solo de vivir- le hace la seña
                                                  final y extraterrena del retruco
                                                  que siempre trampa Dios cuando se sueña.

                                                  La vida terminó donde él empieza
                                                  la tarde que enterramos su tristeza.

                                                                                Horacio Arturo Ferrer

(Del libro "Romancero canyengue" - Ediciones Tauro - Montevideo - Año 1967)                               
                                                  
                 


jueves, 26 de noviembre de 2020

Elba Berón

 Prosapia criolla de tango

   Cuando Ángel Cárdenas resuelve dejar la orquesta de Aníbal Troilo con el fin de marcharse a Nueva York para actuar con Piazzolla y el Mono Villegas en el Waldorf Astoria, a Pichuco le quedan pocas alternativas. Ya había sufrido la sangría de Edmundo Rivero, y ahora que le había agarrado la mano a la orquesta, se iba Cárdenas.

                                           


   Era un cantor de temas criollos que Troilo modeló tangamente, y Cárdenas, de repente, como para arrimarle alguna solución al maestro y mientras le explicaba que le vencía su residencia norteamericana y no quería perderla, le tiró un nombre al voleo, para reemplazarlo y femenino, nada menos Nunca una mujer había cantado con Troilo, pero Cárdenas que conocía bien el paño porque había cantado con ella en cónclaves fraternos de peñas folklóricas y en tenidas bohemias noctámbulas donde se cantaba, tocaba y empinaba el codo, soltó las dos palabras mágicas: Elba Berón.

   -Pero... ¿también canta tangos...?, inquirió desconfiado del Gordo. 
Y Cardenitas -como le llamaba Pichuco- completó el apunte:
-Tiene gola y sentimiento tanguero, creo que sería una pegada...

   Cárdenas armó el encuentro en un boliche y de madrugada, en wiskis y charletas, Elba canturreó acompañada por el fueye de Troilo. Su genio de folklórica la destiló con canciones criollas, sobre todo milongas pampeanas que al Gordo le encantaban  y cuando arrancaron para el lado del tango, la mina sacó su bagayo sentimental en Callejera, Malena, Pa'lo que te va a durar o De mi barrio. En algunos pasajes acompañada por la media voz del Gordo que no le erraba a una nota ni con algunas copas de más.

   Elba Berón entra en la historia grande porque es la voz número trece de la orquesta de Aníbal Troilo, sucediendo a cantores enormes. Elba Berón, en la ganzúa de su gola de noche y faso, encanutaba además una herencia inmejorable para enclavarse en el corazón porteño: una familia de cantores y músicos cuya estirpe venía signada por el padre, Manuel Berón, cantor, compositor y guitarrista. Eran de la patria familiar de Zárate de donde saldrían tangueros como Homero Expósito o Armando Pontier.

                              


   Los hijos de Don Manuel y Antonia Iglesias vendrían con el fulgor y la marca en el orillo: Raúl y José, ambos de hermosa voz abaritonada compusieron tempranamente un dúo muy requerido por los pueblos colindantes. Adolfo fue un guitarrero de vibrato fuerte, que cantó a dúo con Oscar Ferrari y tuvo su cuarto de hora dirigiendo conjuntos de cuerda que interpretaban tangos bravos por radio y locales diversos. Las hermanas Rosa Y Elba también formaron un dúo folklórico que se abrió paso en la capital accediendo a escenarios y micrófonos importantes.

   A Elba la recuerdo con sus ojos enormes, su temperamento de cuerda grave, el color de soprano dramática, su voz sin enigmas, suburbial y rural, haciendo con Pichuco el tema que crearon para ella el Gordo y Cátulo Castillo: Y a mí qué, donde bate la justa de su raje lunfa: 
-Si el mundo revirao, golpeandoté, / te tira pa' un costao de la pared; / si igual es una mosca que un ciprés, / de que cantés la tosca o que garpés. / Si al fuego de la fragua todo fue / y el jugo de paragua hoy es café. / Servime de testigo, está con fe, / gritá, gritá conmigo, viejo: ¡a mí, qué!

   En aquellos años de la vida en orsay, del tiempo loco, Elba Berón cutió su cuore de griseta junto al gran fueye, ganándose el afecto de la muchachada que aceptó unas polleras en la gran orquesta de los cantores como se la conoció a la formación de Pichuco. Y aunque interpretó unos veinte temas con Troilo, sólo grabó cuatro: la citada infrahistoria Y a mí qué; la milonga Cachirleando del padre de Elba y Enrique Uzal; la gran interpretación de esa trompada de Cátulo y Pichuco: Desencuentro, y Coplas, un tango de Troilo y Alberto Martínez, que interpretaron a dúo con Goyeneche.

   Hizo junto a Pichuco la obra teatral Caramelos surtidos. Paseó su arte de meta y ponga por Japón, cosechando nutridos aplausos. El espectáculo Tango argentino junto a artistas como Copes, María Nieves, Virulazo, Jovita Luna y un gran elenco le permitió recorrer el mundo entre ovaciones. Tuvo su Tanguería en el barrio de San Telmo y otra en Mar del Plata, donde el fin la encontró entonando milongas pampas y compartiendo cartel con el otoño artístico de Alberto castillo y Jorge Valdez, el que revivió a Chirusa

   Como una maldición familiar nos dejó pronto, igual que sus hermanos. Una aparentemente inocente afonía escondía un cáncer pulmonar que en un par de meses la devoró de atrás, hasta el riñón. El 4 de marzo de 1994, en Mar del Plata donde estaba actuando, se las tomó definitivamente, envuelta en un chaparrón de lágrimas. El femenino compadraje de Elba Berón, cofrade de la Bozán y de la Tita, permanece incólume  en la guitarreadas del alba, en el eco de la caja de cartón corrugado de Pichuco y en el venero de sus tangos y milongas tauras

(Extracto de la biografía publicada en mi libro: ABC del Tango)

Podemos escucharla cantando con la orquesta de Troilo el tango de Pichuco y Cátulo Castillo: Desencuentro. Lo grabaron el 9 de febrero de 1962)

                                         


   


domingo, 22 de noviembre de 2020

Tormenta

   Los tangos de Enrique Santos Discépolo, inevitablemente, nos hacen pensar. Ya sean dramáticos, de fracaso amoroso, cómicos, de miradas personales sobre el cafetín, e incluso de misticismo. En todos ellos vibra la llama de su espíritu comprometido con sus coetáneos, con sus amigos, el mundo que lo rodea, la injusticia que detecta permanentemente. Huérfano de padre y madre a los 8 años de edad, su vida está dominada por la tristeza que lo envuelve tempranamente.

                              


   El tango fue el campo magnético que lo atrapa y en el cual vuelca toda su angustia existencial, su propia naturaleza de explorador de emociones y sus dotes para sintetizarlas en unos versos reveladores. Es cierto que también supo desarrollar sus dotes de autor y actor, tanto en el cine como en el teatro y allí , incluso,  volcó su capacidad de observación de la vida y los acontecimientos diarios 

   Por ejemplo, cuando realiza la obra teatral Caramelos surtidos, en dos cuadros, los críticos señalaron  que era "un tango de Discépolo en dos cuadros". Las crisis que vive el país, el hambre de los desposeídos, las guerras interminables... El poeta se encarnó en todos ellos y lo fue reflejando a lo largo de sus distintos campos de actuación, poeta, director, músico improvisado, actor, guionista. Es cierto que a veces su pesimismo agudiza la percepción de los oprimidos, pero ello no desmiente el realismo de su creación.

                                      

   En 1939, creó los versos y música de este tango: Tormenta. En Argentina, dominada por los conservadores se conoció esta etapa como La década infame. Se inició la Segunda y devastadora Guerra Mundial y las cosas se agravaron en la Argentina, acusada de simpatía con el gobierno nazi por la alianza comandada por Estados Unidos. En ese contexto deprimente Discépolo sumido en un trance religioso escribe: 

¡Aullando entre relámpagos,
... perdido en la tormenta
de mi noche interminable, ¡Dios!
busco tu nombre!...
¡No quiero que tu rayo
me enceguezca entre el horror,
porque preciso luz
para seguir!...
¿Lo que aprendí de tu mano
no sirve para vivir?
Yo siento que mi fe se tambalea,
que la gente mala vive ¡Dios!
mejor que yo...

   Es evidente que el realismo, la pincelada de Discépolo caló hondo en el pueblo y por eso sus tangos, su obra, permanece en el candelero. Incluso muchos de sus temas han dado la vuelta al mundo. La opresión, la explotación del ser humano, la insatisfacción, están presentes en muchos de ellos. Y en el título de éste,  ya está mostrando la gran sombra que se extiende sobre el mundo. Filosofa sobre ese Dios que los humanos tienen como creador y redentor, su gran esperanza pero que no puede detener la mano destructora del hombre y entonces razona sobre su poder terrenal. 

¡Si la vida es el infierno
y el honrao vive entre lágrimas!
¿Cuál es el bien?
Del que lucha en nombre tuyo
limpio, puro, ¿para qué?
Si hoy la infamia del sendero
y el amor mata en tu nombre, Dios,
lo que has besao...
El seguirte es dar ventaja
y el amarte sucumbir, al mal.

  Está claro que tampoco él tiene respuestas absolutas, son sus tremendas dudas ante la masacre de los pueblos, la ignominia de los gobernantes, la infinita pobreza de los desamparados.  Y que en toda su obra  demuestra una profunda solidaridad y empatía con todos los que sufren, el naufragio, la deriva colectiva, el desconsuelo perpetuo. Su calvario emocional lo lleva a la confesión, al pedido clemente a ese Dios en el que no ha dejado de creer. Y en un final de gran intensidad vital, ruega:

No quiero abandonarte, yo
Demuestra una vez sola
que el traidor no vive impune, ¡Dios!
para besarte...
Enséñame una flor que haya nacido
del esfuerzo de seguirte, ¡Dios!
para no odiar...
Al mundo que me desprecia
porque no aprendo a robar...
Y entonces de rodillas
hecho sangre en los guijarros
moriré con vos,
¡feliz, Señor!

Podemos escuchar la versión de Carlos Di Sarli con su cantor Mario Pomar, grabado el 8 de septiembre de 1954.

                                           

También esta versión en vivo de Virginia Luque






martes, 17 de noviembre de 2020

SOBRE CARLOS GARDEL

Llorar a un cantor es una muestra de romanticismo popular. Y esto no lo                                             podemos destruir con preconceptos. Que en el fondo son el  producto de una                              civilización literaturizada, alejada del calor y de la vitalidad popular.

                                                                                                  H.M.

                                        


     Entre un montón de hierros en escombros, en Medellín, una lejana ciudad e Colombia, se quemó para siempre el terciopelo con que Carlos Gardel envainaba el metal limpio de su voz. Y ésa, la muerte de su voz querida, fue su verdadera muerte. Así, trágicamente, desapareció el cantor, no de Buenos Aires, sino de la República del Tango. De esa república dibujada sobre el mapa de la emoción, con el carbón de los puchos apagados que cuelgan en la oreja de todos los compadritos muertos, y pintado de rojo en el carmín de las muchachas tristes que dieron el mal paso.

    Esa República del Tango cuyas montañas son las barrancas que se derrumban en las esquinas; y cuyos ríos, las aguas sucias que circulan al margen de sus calles; y cuyos paisajes turbios, como si se vieran a través del alcohol, son las callecitas empolvadas de estrellas y adornadas por los faroles legendarios y las higueras que se asoman como sombras por encima de las tapias despintadas.

    Es que Carlos Gardel era un hijo de los arrabales. De todos los arrabales. De cualquier arrabal. Y si en su risa  llevaba el sello de la picardía limpia que brilla en el rostro de los purretes de la calle, en el fondo amargo de su canto encerraba toda la angustia del arrabal que sufre, que lucha y que canta. Por eso el arrabal lo tenía de símbolo y de venganza.

    Era el símbolo, porque en su canto suave se amontonaba la compleja sentimentalidad suburbana, y era una venganza, porque con su risa derecha, con su andar hamacado, con ese deje compadre y dulce de su voz, y con el brillo de su melena negra, se había impuesto a la soberbia de todos los políticos y había hecho entrar en todos los oídos, con la ganzúa de su arte, el canto de las barriadas: EL TANGO.

    Por eso, a Carlos Gardel, en esta Patria que tiene un pueblo sentimental como una novia, derecho como una daga y amigo como un poncho, a Gardel, se lo consideraba un compañero más. Un apretón de su mano valía para sellar una amistad eterna. Una sonrisa de su cara franca era una luz de inevitable simpatía. Un chiste de su labio confianzudo acortaba la distancia más larga. Un simple eco de su voz confidencial y tierna, levantaba la polvareda franca de los aplausos.

    Por eso su muerte repercutió en los hombres y en las cosas. Y por eso su ausencia se aposentó en el alma de los barrios. Por eso, cuando se fue, estuvieron más silenciosos los patios colorados de los conventillos. Por eso los bandoneones gimieron como nunca en los borbotones sentidos de los bajos.  Por eso los naipes se fueron a baraja más misteriosamente; y por eso, en el contraluz de los atardeceres de las barriadas, ese día desfilaron las sombras de todos los machos desaparecidos en la ley del cuchillo, de todas las muchachas que gastaron su pulmón en la tragedia de la Singer, y de todas las milonguitas que cayeron por la pendiente de la fatalidad al empujón de la miseria.

    Es una de las últimas película que filmó Carlitos Gardel, en Tango Bar, aparece en un determinado momento vestido con el traje característico de los muchachos porteños de hace muchos años; pantalón a cuadritos y en bombilla, saquito con trencilla, el botín enterizo con un taquito en punta, lengue al pescuezo y funyi a lo Massera.

    Y allí, muchacho lindo, nos hizo el regalo de un tango canyengue bailado por él. Y Gardel era un gran bailarín de tango. En ese aspecto no lo conocía el público, pero en el ambiente de sus colegas y amigos se lo sabía capaz de traducir al tango, también, el enredo de los pasos y la elegancia de los movimientos.

                                                                                                    Homero Manzi


                                 


domingo, 15 de noviembre de 2020

Discos de Gardel

   Quizás será la cuarentena de ocho meses que llevamos en el lomo, la falta de abrazos con amigos, de charletas de café, de milonguear tupido para darle gusto al cuore y al cuerpo...Lo cierto es que estoy escuchando tangos, valsecitos, milongas y hoy me detengo en este tema que lleva versos de Horacio Sanguinetti y música de Eduardo del Piano. Porque lo acabo de escuchar en dos versiones distintas y realmente tiene cosas que a simple vista no parecen decir mucho, pero tiene fondo, algo que me llega, porque refleja cosas de tiempos pasados que vuelven a la memoria y nos lleva a un espacio de reflexión.

   Horacio Sanguinetti arrastra con sus páginas de tango tan celebradas, la propia historia de su desaparición en pleno éxito, cuando, en el velatorio de su hermana, discutió con su cuñado, militar y entre los reproches se produjo el amago de aquél de sacar su arma, Horacio sacó la suya y lo mató de un balazo. Pugliese, D'Arienzo y otros amigos lo ayudaron para que saliera en una lancha rumbo a Montevideo y se perdió para siempre...

                                       
   Se llamaba Horacio Basterra, en realidad, y en este tema mira al pasado con hondura nostálgica. Es una ronda de voces, emociones, veladuras de melancolía. La telaraña emocional que el poeta va tejiendo, ayudado por las huellas que dibujan determinados tangos con enjundia y pasión, se prestan para la evocación personal. Las pinceladas acuarelísticas que brotan de esos versos le infunden el mensaje  que luego volcará en su nueva página. Asoman los fantasmas del pasado y los va retratando en el papel.

No siento tanto que mi vida es triste y sola
cuando escucho en la vitrola
viejos discos de Gardel.
Los tangos del ayer
reviven sin querer
amores marchitados por el tiempo
y casi olvido que mis sienes estás grises
escuchando Cicatrices,
Nunca más o Un tropezón.
Y trae la emoción amarga del dolor
el tango No te engañes corazón.

   La triaca de la memoria, la tonalidad del tiempo vivido, los indicios sensoriales y el desasosiego que le reporta su ruptura amorosa, agrandan la cicatriz de la herida escuchándolo a Gardel, porque retrata como nadie los versos que entona. El gran cantor penetra en su caparazón y la sentimentalidad del tango se hace sentir en su interior. Como un juego de espejos, el magnetismo de los versos, la voz carismática, producen proyecciones inconscientes que se convierten en la vieja obsesión.

Dice la voz sentimental:
Mi Buenos Aires querido...
Y regresan los recuerdos
de mis vueltas por la vida
y de aquella vieja herida
de un amor.
En cada tango su huella...
En cada tango mi estrella...
Y por eso mi alma llora
cuando escucho en la vitrola
discos de Carlos Gardel.

   En su letanía, el poeta también también tiene reminiscencias. La geografía del arrabal que pintan tantos tangos, el sustrato anecdótico, los impactos emocionales que acusa la memoria. Gardel es el custodio de la inflexión y la entonación de la voz. Cobija en su alma el clímax de versos y música. Las conexiones con la rutina y la ronda de historias que brotan a compás con el que lo escucha, se traduce en nostalgias brumosas: el barrio, la atmósfera de otra época, caras despintadas... El trastero de los recuerdos.


¡Los discos viejos me recuerdan tantas cosas!
calles viejas y barrosas
que ha olvidado el corazón...
La pálida canción
con cálida emoción
me lleva por la sombra de otro tiempo.
Es un puñado de recuerdos desteñidos
que del fondo del olvido
vuelven hoy a revivir.
Nostalgias de un querer,
el barrio del ayer
y rostros que ya nunca han de volver.

Hay buenas versiones de este tango. La de Enrique Campos con Ricardo Tanturi, grabado el 3 de mayo de 1945, la de Alberto Gómez acompañado por sus guitarristas, del 3 de marzo de 1948. Y Campos volvió a grabarlo acompañado por un quinteto. Podemos escuchar la versión de Tanturi-Campos.

                                    


sábado, 14 de noviembre de 2020

DE CUANDO DIOS TOCABA EL BANDONEÓN

 

                                                                                                                    A Pichuco           

                          ¡Araca!: un sangrentero y exiguo tocifeca
                          que tiene al vesrre la orre vendimia de su vino;
                          la S en sus felinas y heréticas busecas;
                          también la esputsa de su aire musolino
                          y la de su miseria perennmente clueca...
                          Que acá, en un tiempo cufa, pardeiro y jacobino,
                          trepado en un retablo que ahora ya no existe
                          tocaba  Dios su fueye, tremendamente triste...
                          Llegaba de la tarde, soltérico y sencillo,

                          trajeando un terno al luto que, a popa, dignamente,
                          pobreaba un gran remiendo flameando en el fundillo.
                          Al fumo del cadorna, toraba y maloliente,
                          magiaba en el bandola sus penas con puntillo;
                          Y, a veces, inclinando la testa, dulcemente,
                          goteaba desde el mismo canero de su estrujo
                         -tan troilo y afanado- sus lágrimas de brujo.

                          Más, con los ojos llenos de exilio, un raro día
                          sin luz, los viejos tauras melenos y borrachos
                          de cosas, como judas de alguna fuerza impía
                          y obscura que los sones mezclaban al quebracho
                          cabrero, ¡lo estrolaron! Y mientras El caía,
                          un abracadabrante y angélico penacho
                          de tangos gregorianos gimió desde su absurdo
                          bandola que tenía los dos teclados zurdos...

                          Fue en este mugrentero y exiguo cafetino
                          que tiene al vesre la orre vendimia de su vino.

                                                         Horacio Arturo Ferrer

(De su libro: Romancero canyengue - Ediciones Tauro - Editado en Junio de 1967- Montevideo)

 

viernes, 13 de noviembre de 2020

Segundo Seminario de Musicalización del Tango

Marcelo Castelo Tango 

PEDIDO DE INFORMES EN EL SIGUIENTE LINK:

https://forms.gle/EsHafgjeEniwDD6EA


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domingo, 8 de noviembre de 2020

María José Mentana

    Hoy me toca rendir tributo a esta cantante que ha desarrollado una gran trayectoria en el tango. Una vida consagrada al género porque empezó de niña, con 9 años, asombrándonos a todos con su desparpajo, sus dotes artísticas y las conexiones emocionales con el mismo.  Lo que sería para siempre el cordón umbilical que la consagraría no sólo en Argentina sino en también en numerosos países de varios continentes, en los cuales dejaría profunda huella..

   La conocí precisamente cuando arrancó en Canal 9, de televisión,  en el exitoso programa Grandes valores del tango. Por aquel entonces yo actuaba en programas del Canal, era Jefe de deportes y hacía también los noticiarios. A veces terminaba y me quedaba un ratito viendo en vivo aquel desfile de grandes del Tango, conducido entonces por Silvio Soldán, en el cual actuaban cantores, músicos y ahí me puse a descubrirla con aquel desparpajo y carisma que ya mostraba de pibita, asombrándonos a todos.

                        


   Lo suyo fue una epifanía nacida junto a su padre que le hacía escuchar junto a él, en radio alguna orquesta o cantor que a él le gustaban especialmente. Pero la niña llevaba el pájaro cantor dentro y lo demostraba permanentemente, entonando por toda la casa esos temas que surgían del aparato radial. Además entonaba con buen gusto y asimilación temprana de esos versos que anidaban en su precoz alma tanguera .

   Sus padres salían con frecuencia a comer fuera, y los llevaban a ella y a su hermano. Entonces María José acostumbraba, al estilo de los  cantores de barrio, salir a cantar por las mesas ganándose aplausos jóvenes y motivando a su padre que buscaba devolverla a la mesa familiar. En una de esas salidas, fueron a comer ravioles en un restaurante frente al Club Atlético San Isidro, en su barrio natal.

   Y allí, la pícola María José arrancó con su sonrisa vital y  sus conexiones emocionales con el tango, a mostrar su temprana afición, para deleite de los clientes del lugar. Y dio la casualidad que la escuchó un productor de publicidad del canal 9 que se acercó a la mesa, conversó con su madre y le preguntó a la niña si le gustaría trabajar en televisión. Y ella, claro, desbordaba de alegría cuando respondió el espóntaneo "¡Sí!".

   Al día siguiente, a las 8 de la mañana, Rosana Inés Mentana (su nombre real) se presentó en el Canal, la escuchó mi amigo, el productor Alfredo Gago, cuando ella cantó una parte del tango Madreselva y de inmediato arregló para que debutara en el programa estrella. Como hacía poco que se había estrenado Rosanna Falasca, para no coincidir, decidieron cambiarle el nombre artístico y entre Beba Bidart, Juan Carlos Thorry y Rodolfo Lesica, la bautizaron artísticamente como María José.

                               


   Su consagración fue temprana aunque no respondió el caso de tantos artistas que arrancaron jovencitos y se fueron perdiendo entre las sombras a medida que se hacían adultos. María José, con su variedad de matices, caudal de voz, musicalidad y el don de la interpretación poética, hizo crisol de sus ejecuciones. Se iría transformando en María José Mentana y maduraría rápidamente, nutriéndose junto a Mariano Mores, Néstor Marconi, Osvaldo Piro, el Sexteto Mayor, Atilio Stampone, Armando Cupo, y otros grandes del tango que la acogieron con los brazos abiertos por sus excelentes dotes interpretativas, unidas al encanto personal y la belleza, que sumaban ingredientes decisivos en su historia..

   Así fue cómo entró a viajar tempranamente por Latinoamérica, siguió por Europa, Japón (se presentó en 55 ciudades), China, Turquía, como cabeza de compañía junto a orquestas como las nombradas. El éxito la acompañó siempre y ella agradece haber podido estar con tantos personajes históricos del tango que la ayudaron a formarse y consolidarse en aquella panorámica de la época, confirmando todo lo que esbozaba el embrión. Aquel pichón de cantora que apareció en Canal 9 en febrero de 1970.

                                

Acá estoy con María José y Roberto Mancini en Los 36 billares.

   Supo adaptarse a los distintos estilos de cada orquesta que la acompañó y nunca desmejoró. En Venezuela tuvo un éxito impresionante. Trabajó en teatro, televisión y grabó varios discos. Incluso actuó con la Orquesta sinfónica Nacional de dicho país y se grabó en vivo aquella presentación. Es de destacar que nunca perdió la frescura de su voz y de su interpretación, ha grabado numerosos discos y sus interpretaciones son toda una llamada a las esencias del género.

   Todo lo que ha aprendido, le han ido enseñando a lo largo de su extensa carrera, lo ha volcado a la docencia y trata de transmitirlo con vocación y generosidad. En 2015 la declararon Personalidad destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Desde 2019 es Académica titular de la Academia Nacional del Tango. Actualmente tiene también un estudio de grabación y sala de ensayo junto a su hijo Lucas. Aparte, produce Espectáculos y realiza seminarios enfocados en la interpretación poética del tango. Algo que sirve para aquilatar y valorar aún más su figura. y todo lo que representa en el tango. Creo que merece largamente el reconocimiento de los tangueros por su permanencia y logros en el devenir del tiempo. Además,  esta abuela de seis nietos, sigue siendo una belleza, madura, con esa simpatía que irradia a raudales. Se lo ha ganado a pulso.

Podemos escucharla y apreciarla cantando el tango de Aníbal Troilo y Cátulo Castillo: Desencuentro, acompañada por la orquesta dirigida por Armando Cupo en Canal 9.

                         


 O en este valsecito de Homero Manzi y Aníbal Troilo: Romance de barrio

                                            


viernes, 6 de noviembre de 2020

El pensamiento vivo de Aníbal Troilo

 Al cabo de casi un año de inactividad, "de pensar constantemente", una de las mayores deidades porteñas filosofa sobre los temas que más lo preocupan, y recorre su pasado, al que le es fiel porque allí nacieron sus amores de siempre. Pausado y sedentario ("soy un gordo medio holgazán"), discurre sobre sí mismo y advierte que algún día él mismo decidirá retirar a Pichuco de circulación

Aníbal Troilo está sentado muy erguido en una silla del comedor de su casa (en realidad, dos departamentos unidos entre sí, que ocupa con Zita, su mujer, en la calle Talcahuano, a metros de la avenida Córdoba). A tono con la tarde, bochornosamente calurosa, el maestro opta por la comodidad y la frescura: salió a recibirme con piyama tipo bermudas y chinelas.

La primera parte de la entrevista, que consta de dos, transcurre en el impecable living, que desemboca en un largo y coqueto balcón techado —es un ventilado décimo piso a la calle— y tiene como ocasionales espectadores a la cantante de tangos Alba Solís, al compositor Cátulo Castillo y la ex actriz Amanda Ledesma, todos amigos de Pichuco. Zita Troilo oficia de coro casi sin parar: su voz afectuosa y sus gentilezas de buena anfitriona impregnan el living: "¿Querés un cafecito, nena? —me dice—. Y vos Pocholito, ¿con sacarina, no?"

                                 


El hogar de los Troilo suele ser muy concurrido, y aunque Pichuco se empeñe en suponer que es fácil localizarlo, "porque estoy siempre en casa", la realidad supo demostrarme lo contrario. Este reportaje fue hecho, como dije, en dos encuentros, y entre una y otra cita transcurrieron tres semanas. Es que, en el ínterin, la pareja debió viajar un par de veces a Mar del Plata para organizar sus vacaciones, que según me contó luego Troilo se interrumpirán el 20 de febrero: debe regresar a Buenos Aires.

A pesar de la aparente calma chicha que parece rodearlo, don Aníbal estuvo muy activo en los últimos tiempos, ocupado en preparar su próximo espectáculo —Simplemente Pichuco— que habrá de estrenar el 12 de marzo en el porteño teatro Odeón. Será un reencuentro con la escena y con el público, tras nueve meses de obligado reposo a causa de su operación en la cadera; Troilo está impaciente bajo su máscara de deidad oriental.

Campechano, para nada me pareció un hombre simple. Es más, me sorprendió su prolijidad a la hora de recordar fechas y detalles, y la extrema atención con que escuchaba mis preguntas. Es obvio que a él no se le escapa nada, aunque regale un aire de señor impertérrito. Hombre de pocas palabras y gestos mínimos, sólo de tanto en tanto se permite entornar sus ojitos, que pueden ser expresivos, como para enfatizar alguna respuesta. Parece gustoso de juguetear con sus manos pequeñas, muy pulcras, extremadamente blancas.

De frente a una enorme fotografía que exhibe un primer plano de su cara veinte años atrás, de pronto recita en voz baja (que es una manera de hablar) el monólogo que prologará su próximo espectáculo teatral:

"Buenos Aires, 1914 —Troilo muerde cada sílaba—, Cabrera entre Laprida y Anchorena. Una casa humilde, pobre. Adentro un racimo de viejos amigos al lado de don Aníbal; esperando, claro. Y llegó: ¡Macho!, dijo la partera. Don Aníbal golpeó la mesa, dicen, y se derramó lo que tal vez fuera una premonición, el vino. Había nacido Pichuco. ¡Simplemente Pichuco!".

"Gracias a Dios este fin de año me pescará bien parado, con la cadera sana y unas ganas bárbaras de trabajar. Resulta que yo soy reumático desde que tenía diez años, pero iba tirando. Hasta que el año pasado la cosa se puso fea porque me descubrieron una pequeña artrosis en la cadera: ahí empezó mi calvario. Como yo tenía que trabajar durante sesenta días en Mar del Plata, me ametrallaron con un tratamiento a base de cortisona: ciento veinte inyecciones que terminaron por devorarme la cabeza del fémur. Ya no sabía qué hacer con mi pobre cuerpo: si me sentaba veía las estrellas, si me paraba dolía todavía más. Así que de regreso en Buenos Aires tuve que operarme. El equipo médico que me atendió era extraordinario. ¿Quiere creer que no sentí nada ni durante ni después de la intervención? Recuerdo que mi mujer me acompañó hasta la puerta de la sala de operaciones y que mientras ella charlaba para entretenerme, yo tenía la mirada perdida en el techo. Al rato, mejor dicho cuando yo creía que había pasado un rato, pregunté: Y, ¿cuándo me acuchillan? Entonces un médico me dijo que ya había pasado todo. No podía creerlo... Pero, ¿de veras que no la aburro con todo esto? Bien, entonces le sigo el cuento.

"Permanecí cuarenta días en el Hospital Italiano, con Zita a mi lado, como un vigía. Médicos y enfermeras me mimaron como a una criatura. Un día se reunieron veinte doctores alrededor de mi cama para hablar de tango. Por poco sabían más que yo, me enloquecieron a preguntas y recuerdos. La convalecencia fue larga y me mantuvo apartado del trabajo casi todo el año. Pero ya estoy con fuerzas para reanudar la actividad.

"Le tengo fe al nuevo espectáculo. Será sencillito, puro tango. Pero quisiera que guste por la gente que me acompañará; todos ellos profesionales que conocen su oficio. La animación, a cargo de Juan Carlos Palma; actuarán el ballet de Juan Carlos Copes, Alba Solís, Edmundo Rivero, Tito Reyes, mi orquesta y el cuarteto. Tengo planeado hasta el mínimo detalle. ¡Cómo será que por las noches me desvelo y sigo pensando, corrigiendo ideas! Eso sí, en el trabajo soy muy exigente; detesto la improvisación. Imagínese, ya tengo sesenta años y llevo cincuenta en este asunto. El bandoneón me atrapó de pibe: fue un amor a primera vista que nació por pura casualidad un día de picnic.

"Siento verdadero fanatismo por el teatro, tanto que soy un convencido de que mis últimos días transcurrirán sobre un escenario. Pero falta mucho para eso, creo que tengo para rato; yo mismo decidiré el momento de retirar a Pichuco. Sin embargo, durante buena parte del 74 no hice sonar el bandoneón para nada, ni ganas tenía. De veras me sentí muy mal.

"Eran otros tiempo, los músicos trabajaban sin parar desde las seis de la tarde hasta las seis de la mañana. Cabarets, clubes, la radio. Tocábamos hasta que se iba el último mamado. Yo he vivido más con los músicos que con mi mujer. Hasta los domingos a mediodía se trabajaba; el público llenaba las radios. Después, bastante tarde íbamos a comer ravioles a la casa de doña Felisa, mi madre. Ella amasaba para toda la barra de amigos, grande y ruidosa. Después íbamos a la cancha, a ver a River. Desgraciadamente, soy hincha de este equipo... pero ya no voy a la cancha. Dejé hace cinco años, cuando murió mi gran amigo Paquito. Murió en mis brazos el pobre, y vea qué cosa: Paquito era de Racing, pero como estaba siempre conmigo, de puro solidario me acompañaba. Las carreras también fueron mi debilidad. ¡La pucha! Entre la rula y los caballos se me fueron las tres cuartas partes de lo que gané en mi vida. Yo entraba al casino y jugaba a lo que viniera, creo que hasta a la bolita. Pero, menos mal, me Mamé a sosiego hace rato. Vea, yo fui un volcán y a mi señora le hice mil perrerías; pero ya hace como diez años que soy otra persona. Sólo abandono mi casa para ir a trabajar o cuando decidimos comer afuera; después, la rutina.

"La gente ahora está un poco desapegada, antes era distinto. Todo era distinto: la manera de tocar, la manera de sentir, las mujeres... Yo me acomodo a la época y tengo buenos amigos, más jóvenes, de otra generación. Sin embargo reconozco que en los afectos la cosa es distinta. Será porque yo soy muy cariñoso, muy afectivo. Antes las sobremesas eran un rito y los amigos de fierro. Hasta la noche cambió. ¡A mí no me va a decir que lo de hoy merece llamarse la noche porteña ¡Vamos! Antes se tocaba a la parrilla, sin escribir ni instrumentar. Ahora, y desde hace más de treinta años, los muchachos estudian, se preocupan, se perfeccionan. En este sentido la música se ha beneficiado.

"Tal vez usted tenga razón, estoy algo nostalgioso, pero hay una realidad: la comunicación antes era más sólida, se rendía culto a la amistad. ¡Qué quiere que le diga, en muchos aspectos me siento fuera de onda! Yo soy un gordo tranquilo, medio holgazán, y hoy todo el mundo está apurado, todos corren, se atropellan. A veces me asomo al balcón y ver la calle me asusta: gente que se insulta, que se trompea, bocinazos a toda hora, choques, aglomeración. Años atrás era un placer ir al hipódromo: las carreras servían de excusa para almorzar con amigos, para charlar y bromear.

Daba gusto ese solcito.

"Mar del Plata me gusta mucho; dentro de unos días nos instalaremos allí para pasar las vacaciones. Zita es una enamorada de este balneario, tanto que allí no le duele nada. Nos vamos a playas apartadas para respirar aire puro y tomar sol; claro, yo tengo que cuidarme porque mi piel es muy delicada. De todos modos, siempre voy a la playa bastante protegido; soy muy coqueto, ¿sabe?, y excesivamente pudoroso. Es que tengo conciencia de mis kilos y no me gusta que me estén mirando. Allí la gente no me deja tranquilo, por eso debo moverme en auto aunque prefiera caminar. Calcule, hay veraneantes que vienen del interior del país y que no tuvieron oportunidad de ver personalmente a la gente del espectáculo. Entonces se acercan a uno, le hablan, le dicen cosas lindas. A mí me halaga que la gente me reconozca, me hace sentir muy bien... Viera los chicos qué cariñosos son: me dicen que me quieren mucho, me besan, me agarran de la mano. Yo tengo un imán especial con los chicos, siempre me han seguido.

"Al cine voy poco, de fiaca nomás. El otro día, cuando me fui por un fin de semana a Mar del Plata, estuve por ver 'Dos contra la ciudad', una película con Jean Gabin y Alain Delon. La verdad, me interesaba conocer a Delon porque nunca lo vi actuar, pero hizo un frío bárbaro aquella noche y me quedé en casa; no había llevado abrigo.

"Resulta que mi mujer estaba entusiasmadísima con un hermoso chalet frente a la playa; era grandísimo, con diez camas y un jardín de sueño. Yo traté de disuadirla porque ella iba a trabajar como loca. Usted no la conoce a Zita; quiere hacer todo sola: cocinar, limpiar, cuidarme... y no se puede. Mírela, esta planchando una camisa, ya sirvió el café, atiende el teléfono... Tenemos dos mucamas: una salió a comprar el diario hace tres días y todavía no volvió; la otra viene cuando le da la gana.

"Con la cuestión de que tenía que operarme, me sometieron a una dieta estricta: bajé doce kilos y me desintoxiqué. Ya ni recuerdo el gusto del whisky; ha de ser porque en esta etapa no tenía compromisos de trabajo. La noche es larga, generalmente liego una hora antes al sitio en que actúo y para hacer tiempo tomo una copa; a veces dos, tres. Créame, el whisky me entona, contribuye a que me sienta más seguro. Sí, no me mire de esa manera, le digo la verdad. Siempre estoy nervioso antes de empezar un espectáculo: como el primer día. Pienso que por una cuestión de responsabilidad, de respeto al público."

—En su orquesta han cantado muchos de los mejores intérpretes de tango. Eso se debe, averigüé, a que usted también sabe cantar, y muy bien.
—Y sí, antes entonaba bastante bien y a los que cantaron conmigo los fui haciendo a mi manera. Trabajábamos juntos en los arreglos, en las adaptaciones. Fueron trece y cada uno en su estilo resultó excelente; le haré el itinerario: Fiorentino, Amadeo Mandarino, Alberto Marino, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Jorge Casal, Raúl Berón, Aldo Calderón, Ángel Cárdenas, Roberto Rufino, Roberto Goyeneche, Elba Berón y Nelly Vázquez.

—A pesar de ser usted el papá artístico de tantos excelentes vocalistas, ¿es de los que creen que como Carlos Gardel no hubo ni habrá otro igual?

—Sí, por supuesto. Estoy convencido. Ese hombre era un superdotado: tenía rostro, figura, talento, simpatía y una voz fuera de serie. Creo que mientras se escuchen los discos de Gardel nadie podrá hacerle sombra. Además, él era un adelantado a su época hasta en la manera de vestir. ¿Se fijó que en las fotos y películas sus trajes parecen modernos? Pensar que tenía planeado abandonar su carrera para dedicarse a producir películas. .. Naturalmente lo conocí: me lo presentó el maestro De Caro en 1932; yo era un pibe cuando se estrenó 'Melodía de arrabal' en el Porteño, de la calle Corrientes. Aquella tarde sufrí un accidente en la entrada del cine: una señora que descendía de un taxi me golpeó con la puerta y por poco me mata. Tuvieron que llevarme a la Asistencia Pública, pero no bien me curaron fui a vérmelo a Carlitos y le conté lo que me había pasado. Todavía me parece verlo, tan simpático, divertido por cualquier cosa. Hablaba en capicúa. Decía, por ejemplo: ¿Qué te parece, pibe, qué te parece? ¿Vio esa sonrisa de costelete y la dentadura que tenía? ¡Cómo para olvidarlo!  


—Y de las mujeres que cantan tango, ¿cual le gusta?
-—Nelly Ornar. Es Gardel con polleras, se ofenda quien se ofenda.
—¿Comparte la evolución que ha hecho Astor Piazzolla?
—Como músico sí, como tanguero no. Se ha apartado del tango completamente. Ya en la época que hacía arreglos para mí se perfilaba como un genio. Pienso que la mayor virtud de Astor es haber sido consecuente consigo mismo, cosa que trae muchos dolores de cabeza. Claro que el estilo de Piazzolla dio lugar a que surgieran un montón de cuartetos y sextetos que no se sabe lo que tocan. Yo no creo en el tango pasado de moda y en el tango nuevo. Tango hay uno solo: el buen tango. A los jóvenes les gusta y les gustaría más si se lo promocionara más. En vez, se le da manija al tralalá y a esos espantosos jingles que atrofian el oído. A mí, personalmente, me sacan de las casillas, con todo que soy pachorriento.
—¿Qué opina de Los Beatles?
—No los conozco.
—¿No tuvo curiosidad de escucharlos?
—Es que esa clase de música no me importa. Aparte del tango me intereso por el folklore. Me gusta escuchar a Yupanqui, a Mercedes Sosa; oír la guitarra de Falú. También me gusta la música clásica. Antes iba a los conciertos, cuando venía Rubinstein o Tchaikovsky. Hará unos veinte años, o más, me regalaron un par de entradas para ver dirigir a un niño precoz: se llamaba Pierino Gamba. El concierto se realizó en el Gran Rex. ¡Bárbaro! El pibe tenía a los de la orquesta en jaque, ya que los músicos se le querían avivar. A mí me impactó mucho el muchachito, que ahora es un director del montón; ha de tener más de cuarenta años. Tanto me impresionó que aquel día fui caminando por !a platea hasta el escenario, sin darme cuenta, para admirarlo y aplaudirlo de cerca. 

"Para mí nunca estuvo separada la noche del día; porque soy un tipo esencialmente familiar, querendón y afectivo. En eso mi madre me apoyó mucho, con todo que yo vivía al revés. Pero ella era maravillosa, comprensiva, amiga de mis amigos; esa clase de ser humano que se alegra con la alegría de los otros. Usted me pregunta qué otra debilidad tengo además de la música. Le diré: Zita es mi otro gran amor. Hace treinta y seis años que estamos juntos y nos casamos cuatro veces. Vía México, por civil, por iglesia, ¡qué sé yo? Ella me acompañó siempre con una gran dignidad y eso que no fui un santo; ya le dije que los hombres de la noche somos querendones. Así y todo mi familia me quiere mucho. Está la hija de Zita de su anterior matrimonio, que es como mía, que creció a mi lado; están los nietos que ella nos dio y que me adoran. Yo me comunico muy bien con los pibes, y con mis nietos descubrí que además de cariño les inspiro admiración: por mi manera de pensar y de sentir, porque me saben justo, incapaz de una mala acción... Es que a mí me pasaron las mejores cosas y yo soy agradecido. Quien no sabe agradecer es un mal tipo.

"Mientras estuve internado pensé mucho, ¡Bah!, yo siempre pienso mucho, tengo una maquinita en el cerebro. Pero quiero decirle que permanecer en cama me permitió recapacitar acerca de infinitas osas. El hospital me a la gente que sufre, entendí lo que significa estar enfermo, depender de otros. En agradecimiento a todos esos médicos que luchan para aliviar el dolor de sus esperanzados pacientes, compuse Caliente, poema que recitaré en el Odeón. Le daré un pequeño anticipo, comienza así:

Milonga linda, chiquita,
bien empilchada, rasposa,
caliente como baldosa
que le da el sol de verano;
caliente como aquel tano
que lo afanaron debute,
como el loco farabute
que dijo macho y dio el grito;
caliente como Benito
pintando en Pedro Mendoza.

—¿A usted le gusta escribir?
—Sí, tengo muchas cosas sin publicar. Estoy dispuesto a contar mi vida en un libro que se encargará de coordinar Horacio Ferrer He vivido tanto, tengo tantas anécdotas... Tuve la suerte de ponerle música a las letras de Homero Manzi y Cátulo Castillo, grandes poetas. Hace un rato, justamente vino a verme Cátulo; por una vez hice a la inversa: compuse primero la música y ahora él escribirá la tetra.
—Esta especie de reposo del guerrero que estuvo obligado a llevar por razones de salud, ¿no le produjo aburrimiento?
—Ya lo creo. Me aburrí mucho, sobre todo durante la convalecencia, porque me costaba andar y moverme. Y eso que ésta es la casa del pueblo; ya se habrá dado cuenta de que siempre viene gente. Y sí... leí bastante, escuché música, miré algo de televisión, poquito porque es un desastre la televisión, ¿Vio?
—¿Qué lee?
—Los diarios. Es una obligación estar informado, aunque más valdría vivir en el limbo. Uno se siente tan impotente leyendo los diarios; el panorama cada vez es más oscuro, de manera que me cuesta dejar de ser pesimista. Aparte de los diarios leo los libros que me trae Augusto Bonardo, gran amigo. El suele dar en la tecla: me elige novelas entretenidas, historias policiales, cosas que me distraigan, que me hagan pasar el rato.
—¿Por qué ha viajado tan poco?
—No me gusta, prefiero quedarme aquí; eso de hacer valijas y trasladarme me da pereza. Conocí  Colombia, Nueva York, Washington, Madrid.
—Y ya que estuvo en España, ¿no sintió curiosidad por conocer a París?
—Fíjese que no. Es que Madrid me decepcionó, la vi muy provinciana... Con todo que siempre fui un admirador del movimiento artístico español. Le hablo de la época en que era popular 'La niña de los peines', Manolo Caracol y tantas otras figuras de renombre. Vea, creo que a la primera orquesta que intentaron contratar para ir al Japón fue a la mía, de eso hará unos veinte años. Siempre me negué. Resulta que el contrato estipulaba permanecer allí setenta días y viajar otros tantos. Hace poco estuve con Carlitos García, el gran pianista, que estuvo en Japón dos meses y medio y me contaba que algunos días recorría no menos de mil kilómetros. ¿Se da cuenta? ¡Mil kilómetros por día! Claro, las rutas serán formidables y los transportes muy cómodos, pero yo no estoy para esos trotes. Y aunque lo hubiera estado, ya le dije, prefiero quedarme en mi país, no salir de casa. Como dice el tango: a mí dejame en mi barrio.
—O sea que usted puede ser definido como un hombre de gustos simples, sin mayores ambiciones.
—Eso es. Me conformo con lo que tengo; nunca tuve veleidades, pero tampoco jamás me privé de nada. Si me hubiera interesado el dinero me habría preocupado de no quemarlo en el juego... Me gusta vivir bien, en una casa cómoda, tener ricos vinos y mejores cigarros. Soy goloso, adoro la buena mesa y aquí se come muy bien porque mi señora cocina como los dioses. Ahora ya menos porque con este físico la ropa no me cae bien; pero de muchacho era loco por las pilchas. Llegué a tener cien trajes y me cambiaba tres veces por día. Siempre tuve al mejor sastre. Hoy, ya ve, soy menos pituco, prefiero andar así, en piyama.
Dionisia Fontán . Fotos: Osvaldo Dubini
Revista Siete Días Ilustrados ("Mágicas Ruinas") 
17.01.1975


miércoles, 4 de noviembre de 2020

Cuando la milonga era una pasión popular

Los que peinamos canas y tuvimos la tremenda suerte de recorrer las milongas de los años cincuenta en numerosos clubes de los barrios porteños, amén de las Confiterías céntricas, podemos dar fe de que aquellas eran unas fiestas populares de difícil repetición. Porque eran masivas, actuaban las grandes orquestas típicas y con ellas las de jazz, compartiendo unas veladas inolvidables y multitudinarias. 

Bastaría ver las carteleras que he publicado en numerosas oportunidades para comprobar que los sábados se convertían en una gran fiesta. porque además de la gran atracción de semejantes orquestas y cantores, el precio de las entradas estaban al alcance de cualquier muchacho o muchacha que trabajase normalmente, sin necesidad de un desembolso importante y el placer que de ello se desprendía.

Como dice el tango, me largué por esos barrios a encarnar el espinel, tempranamente, una vez realizado el normal período de aprendizaje y adquirido las horas de pista necesarias para no derrapar en aquellas milongas  de relumbrón que fui recorriendo con esas ansias jóvenes que me impulsaban. Curiosamente el milonguero no buscaba el levante, la cita posterior con esa pareja casual, con la cual se había establecido un anclaje casi ideal, sino que iba impulsado por el tremendo disfrute del baile. Ayudados por esas páginas que inundaban las radios, las prácticas en el recinto barrial, y el chamuyo diario con los integrantes de la barra, que eran hinchas de orquestas y cantores como si se tratase de equipos de fútbol.    

                                    

Agenda Club América del Sud, en Banfield. 1942

Arranqué con 16 años en dos clubes de Parque Patricios y me diplomé más tarde en las hermosas y grandes pistas del Club Atlético Huracán, en la Avenida Caseros, frente al Parque Patricios.  Los domingos bailábamos con grabaciones y muchos sábados la velada con orquestas de primer nivel. Los carnavales eran tremendos, multitudinarios... Huracán tenía la pista grande, muy moderna y la que llamábamos chica, que era  enorme. Y los muchachos y muchachas se instalaban de motu proprio según sus habilidades. La grande para los buenos y la chica para los menos buenos o flojitos.  

Vale la pena señalar que en aquella época los ahora llamados discjockeys no tenían nombre ni apellido. Eran todos desconocidos para los que estábamos en la pista. En la mayoría de los clubes que recorrí se daba exactamente esa situación. El rol del que ponía la música no tenía como ahora sello de autor. Pero era muy difícil que le erraran en la selección porque si la música no acompañaba venían los malos gestos,  las quejas, y en los clubes eso se cuidaba mucho.  

                      

Velada milonguera en el Club 1º de febrero, años 50

Y vuelvo a aquellos carnavales porque en Huracán se habilitaban numerosas pistas y siempre había más de mil personas, algunas disfrazadas. Con la barra nos hacíamos una camisa de colores -yo compraba la tela y le encargábamos la confección a una modista del barrio-. y salíamos en grupos hacia nuestra guarida habitual. Venían barras de muchos barrios, incluso de Avellaneda, Lanús, San Cristóbal, Puente Alsina, Pompeya  y otros, y jamás tuvimos problema alguno. Recuerdo tres típìcas que nos acompañaron en esos años 50 las siete-grandes noches- siete, de carnaval: Osvaldo Pugliese, Alfredo Gobbi y Carlos Di Sarli. 

Podríamos apuntar algunos datos. Por ejemplo en 1944, Aníbal Troilo con Fiorentino y Marino, Carlos Di Sarli con Rufino y Ricardo Tanturi con Enrique Campos, en los siete grandes bailes carnestolendos de Independiente, Racing y Huracán, respectivamente, percibieron veinte mil pesos cada uno por animar aquellas grandes fiestas. En el caso de Independiente y Racing, las orquestas actuaban en la sede central que cada club tiene en Avellaneda y en las filiales de entonces, en Flores y Villa del Parque, debiendo movilizarse durante la jornada nocturna a uno y otro lugar. 


Las cifras eran cuantiosas. Ángel D'Agostino, con Ángel Vargas recibió, por ejemplo, 18 mil pesos por compartir los bailes en Independiente. Miguel Caló, con Raúl Iriarte y Alberto Podestá cobraron 16.500 pesos por sus presentaciones en el Club A. Lanús. Alfredo De Angelis, con sus cantores Floreal Ruiz y Julio Martel recibieron 9.200 pesos en el club Sportivo Pereira, de Barracas al cual concurrí en algunas oportunidades, en los años cincuenta.

 Si hablamos de D'Arienzo, se cansó de batir récords con su orquestas y sus cantores. Vale la pena apuntar como lo recordaba el bandoneonista Carlos Lázzari. 

-Hemos llegado a hacer más de 30 bailes por mes, entre matinée y vermouth: terminábamos a la una de la mañana y el representante ya tenía calculados los tiempos para que llegáramos al cabaret, con una vuelta menos. El cabaret nos daba franco los sábados porque ese día los bailes en los clubes eran veladas, es decir, que terminaban a las tres de la mañana. Todos los clubes tenían espacio, si no llovía hacían baile al aire libre. Pero la gente también ha llegado a bailar bajo la lluvia, descalza y con paraguas, y han puesto un toldo donde tocaba la orquesta.  ¿Quién se movía de ahí? 

Era un éxito despampanante. Cuánta gente, no sé. Lo único que puedo decir es que cuando volvíamos a tocar en el mismo club, de un año al siguiente, siempre nos encontrábamos con alguna mejora que habían hecho gracias al bordereaux de D'Arienzo. Un éxito espantoso. En todos lados había hinchas, de frac o de zapatillas. Subía ese hombre al palco y era una cosa de locos, la de gritos y aplausos, a tal punto que a veces empezaba a tocar la orquesta y no nos oíamos entre nosotros...

                          

Acá se puede ver las orquestas y cantores que actuaron en Villa Malcolm desde 1938 a 1959.

Y yo personalmente me fui a bailar a otros clubes que fui descubriendo, antes de pasar a las confiterías como Montecarlo, la Nobel, Dominó y otras del centro. Podría nombrar a Terremoto de Barracas, Unidos de Pompeya, Pinocho, Centro Asturiano, Sportivo Buenos Aires, Villa Malcolm, Sin rumbo, Estrella de Oriente, Palacio Rivadavia, Oeste, Estrella de Maldonado,,Villa Sahores, Premier, Sunderland, Pista de Lima, Glorias argentinas, Social Rivadavia, Unione e Benevolenza, salón La Argentina, Palacio de las flores... 

Luego vendrían el rock, el bolero, El Club del clan y fueron arrinconando al tango. Nos quedarían Caño 14, El Viejo almacén y otros reductos donde escucharlo. Las milongas se acabaron, a los veintiséis años ingresé en el periodismo y las cosas cambiaron. Pero ahora, cuando repaso aquellas andanzas milongueras que tanto placer y trasnochadas me produjeron, creo que valió la pena. Fue una época dorada, maravillosa, impagable. Y que ya no volverá con esa polenta, esas orquestas, cantores y legiones de milongueros de ambos sexos que disfrutábamos al mango de nuestra gran pasión tanguera y milonguera. Cuando Buenos Aires era una gran fiesta de Tango.



                                                                                       

lunes, 2 de noviembre de 2020

Yo no sé porque te quiero

   Este tango de Francisco Canaro e Ivo Pelay lo crearon en 1934 para la obra teatral "La canción de los barrios", que se estrenó el 17 de julio de dicho año en el teatro Sarmiento, situado en la calle Cangallo, entre Carlos Pellegrini y Cerrito (ya desaparecido). Se trataba de una de las tantas comedias musicales que supieron tejer entre ambos.

   El elenco de intérpretes estaba constituido por celebrados artistas como Alicia Vignoli, Manolita Poli, Amanda Falcón, Benita Puértolas, Marcelo Ruggero, Francisco Charmiello, Héctor Calcaño, Francisco Álvarez, Vicente Climent, Miguel Gómez Bao y la actuación especial de los celebrados cantores: Ignacio Corsini y Ernesto Famá.

                       

Parte del elenco teatral de la obra. A la derecha Corsini y Alicia Vignoli

   En esta comedia musical, la orquesta de Canaro estrenó las siguientes páginas que llevaban su firma: La canción de los barrios (marcha), Los amores con la crisis (ranchera), Un jardín de ilusión (vals), El tango de la mula (tango humorístico), El casamiento no me interesa (fox trot), El Tigre Millán (tango) y la página de la que hoy me ocupo. 

   El propio Canaro en su libro Mis memorias, recuerda precisamente los detalles de la obra y una anécdota, muy curiosa y divertida, ocurrida precisamente con Yo no sé porque te quiero:

   -Una novedad no común daba mayor realce: se trataba de un concurso de tangos que iba realizándose a través de las representaciones de "La Canción de los Barrios", certamen en el que obtuvo el primer premio Francisco Lomuto con su hermoso tango Churrasquita. La obra conquistó un exitazo sorprendente. 

   La canción de los Barrios, marcha también de singular sensación, se cantaba en coro por toda la compañía. Los amores con la crisis, fue cantada por Amanda Falcón. Un jardín de ilusión, vals cantado a dúo por Alicia Vignoli e Ignacio Corsini, quienes también cantaban en pareja Yo no sé porque te quiero. 

                                       


   Una noche mientras Corsini le cantaba a la Vignoli en plena escena, ocurrió un episodio muy gracioso para los que estábamos en la gaffe, y no para el público en general, pues sólo pudieron apercibirse de ello los espectadores de las primeras filas y los de los palcos avant-scéne que oyeron la graciosa ocurrencia de Alicia Vignoli dicha por lo bajo.

    Resulta que la letra del tango repite muchas veces la frase "yo no sé por qué te quiero", "yo no sé por qué te quiero...", esto y lo otro... Y resultó que esa noche Corsini se equivocaba en la letra y no salía de "yo no sé por qué...", esto y lo de más allá. La verdad era que el hombre no acertaba a completar la frase y se había embalado en la repetición de las mismas palabras, ante lo cual la Vignoli, muy oportuna, le dijo por lo bajo:

-Vos lo que no te sabés es la letra, Ignacio...

   Y los espectadores que pescaron esta salida de la actriz, la festejaron con carcajadas.

   El Tango de la mula, cantado por Famá fue muy celebrado, y cantó además el tango-canción Te quiero, compuesto y estrenado por mí en París, con gran aprobación. La comedia La canción de los Barrios, llegó con sostenido y aplaudido éxito a las 348 representaciones. y hubo de ser suspendida porque el teatro Sarmiento fue clausurado judicialmente por pleitos contra la sucesión Carlos Realí. Entonces nos vimos obligados a salir de gira por el interior de la República y Montevideo.

Podemos escuchar la interpretación de Yo no sé por que te quiero, por Ernesto Famá con la orquesta de Pirincho Canaro. Grabado el 4 de mayo de 1934.