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viernes, 13 de septiembre de 2024

Fugitiva

    Como repetía Pichuco "las letras de los tangos tienen viejas memorias", remedando a Julián Centeya. Y nada más cierto que ello, pues al recorrer versos de tango cantados, nos encontramos una y otra vez con esa resurrección del pasado, a través de relatos amorosos, rupturas que golpearon fuerte, vivencias del barrio, de los amigos, de la novia aquella.  

   En el caso de Fugitiva, por ejemplo, compuesto en en 1952, el calor del paisaje nostálgico vivido entre ambos integrantes de la pareja, lleva al poeta a la consideración melancólica, o sea, la añoranza de lo que pudo ser y no fue. La energía que brota de esa historia con los versos esperanzados, ingrávidos, marcan la letanía y el callejón sin salida, cuando comienzan a divergir. La letanía poética es esperanza.                                                                              


Nada más que tu paso por el sueño
el beso de morir entre la niebla,
y la fuga de amor entre tus manos
perfumadas de olvido y madrigal.
Voz de mágica nostalgia y lejanía
en mi ternura, tan tímida y secreta,  
te espero como ayer en el milagro
de este ser o no ser y lo fatal.   

   Realmente, la pluma poética de Lamadrid se eleva en la expresión y en la sentimentalidad del tango.  El duelo entre la vida empírica y la real conducen al desesperanzado a estas notas melancólicas. La efusión del amor con sus esplendores  y grisuras intensas. En un alarde de fantasía poética, el autor de los versos, depurando las formas, logra  retratar con verismo la distancia insalvable de la pareja. Y la resiliencia del perturbado amante, sumido en los recuerdos...

¿Para qué?...
Fugitiva de otoño,
te amaré...
Danzarina en la tarde,
con tu velo violeta
en el tema de adiós.
¿Para qué?...
si en la luz inmutable y astral,
en que sueñan la espuma
y la furia del viento,
se arrodilla mi amor.
 
Turbio sueño total, noche y deseo,
se fue tu drama azul por las cenizas,
anunciadas de páginas fugaces
en el roto mensaje de tu fe.
Las arenas te nombraron en su vuelo
de aleluyas trágicas y solas,
y sé que ya fugó por esa nada
tu misterio, tu voz y tu laurel.

   Astor Piazzolla le puso música a estos versos distintos. El tango fue grabado por Edmundo Rivero, acompañado por la orquesta de Carlos Figari. Piazzolla que hizo el arreglo, acompañó con su orquesta a María de la Fuente en la versión grabada, con su quinteto. Ella, incluso lo grabó con Héctor María Artola en 1952. Osvaldo Fresedo con Héctor Pacheco también lo llevaron al disco. Escuchamos la versión de María de la Fuente con Piazzolla en 1952.

                                         

 


                                                                             

jueves, 5 de septiembre de 2024

El tango y la pasión

                          

   En las clases de tango me encuentro con multíplices personalidades. Me gusta
topármelas en agraz, enseñarles que en los recintos de baile no serán solamente un
complemento prêt-à-porter, sino unas deidades sensuales que despertarán la intensidad
y ansiedad de sus fugaces compañeros de ruta. Intento inyectarles el tango en vena,
fecundar la pasión y exorcizar las tensiones. 
   Para el prólogo eludiremos los estereotipos que traen en su imaginación, descartaremos lo irrelevante y nos zambulliremos en el misterio que nos acecha en la pista cotidiana. El paisaje indescifrable de nuestros pasos debe estar en el goce de la calma, buscando la sustancia, ardiendo las suelas contra el
piso, ondulando como un viento en los giros y molinetes, entre la afanosa hilera de fieles que se dejan penetrar por la cristalina resonancia musical. 
   Mis afanes por trabajar con alumnos primarios envueltos en su propia vulnerabilidad, no se fundamentan en un discurso teórico, sino en las palpitaciones inscriptas en la memoria genética. El tango es una emoción intensa. Deben saber amansar a ese guerrero que todos llevamos dentro y
para ello es necesaria la sobriedad expresiva, que no está reñida con la elocuencia gestual y corporal. 
   El canon desdeña la artificiosidad gratuita, la provocation, y manejamos de inicio figuras de escasa complejidad, creando un misterio, armando retazos que en forma imaginaria de collage nos irán acercando a la obra de arte final.
   Destilando siempre unas energías oscuras, un sentimiento intenso que nos oprime el
corazón y, en senderos que se bifurcan, nos lleva a un estado de excitación, en el que el
yo aparece hibridado con lo colectivo, conduciéndonos a inmortales noches de pasión y
entrega espiritual sin límites.
   En Níger las mujeres bori se dejan cabalgar por los espíritus después de ensayar
minuciosamente los pasos de la danza de posesión.
   Un sentimiento afilado como un punzón demostrará la reflectante belleza de lo
inestable, de lo imprevisto, porque esa es la atmósfera del tango bailable. Jamás deberán
caer en lo banal, amanerarse; por el contrario deben restallar en su determinismo, con
una sensorialidad perceptiva y exornos de gran belleza.
   Buscarán las notas con sus pies, en la hondura del hombre que las conduce entre una
encendida orquesta de pájaros rituales.
   Deben ser como esos frutos envasados y macerados en alcohol y almíbar: Codiciadas,
llamativas, seductoras, deseadas, sugerentes, derramantes, dulces, impregnantes,
vaporosas, jugosas, fuertes, adictivas, con un post gusto inolvidable.
   Despertando el deseo insaciable de volver a saborearlas inmediatamente.
   Y cuando descubran la fiebre interna que produce el tango, la himnodia interior, su alma
se desmayará irremisiblemente en los brazos del hombre.

“Sólo la música puede crear una complicidad indestructible entre dos seres”.
Emile Cioran (filósofo rumano)

(De mi libro ArTango, con pinturas de Isabel Carafi.)

lunes, 2 de septiembre de 2024

Pichuco y sus comienzos

    El bandoneón                                                                                                                                                   El primero que tuve se lo compramos a un ruso. El trato fue de 12 cuotas de 10 pesos. Pagamos las cuatro primeras y el ruso no vino más. Ese bandoneón todavía lo tengo. Yo lo llamo cadenero porque cincha conmigo esta dura barrera de la ida y de la muerte desde hace cuarenta años.

   El primer maestro                                                                                                                                         El jorobadito Goyo, que trabaja en el Correo, me llevó a casa de Amendolaro. Él fue mi primer maestro pero me duró poco. Era más sacador de piezas que músico. Recuerdo su buen oído y su fatiga por enseñarme, de manera que había que clavarse o había que irse. Yo me fui. Eso ocurrió en 1925.  

                                  



   El debut amistoso                                                                                                                                        Fue una trampa de amigos. Me llevaron al cine Petit Colón, que estaba en Córdoba, entre Agüero y Anchorena, prometiéndome que tocaría un par de tangos escondido entre las bambalinas. Me lo creí y fui.  Mi intervención debió haberle gustado al dueño del cine porque conversó con mi madre y le propuso que formar el trío que ejecutaba música mientras pasaban películas mudas. Mi madre aceptó la propuesta con la condición de que estuviera de vuelta en casa antes de la medianoche, porque a la mañana tenía que ir al colegio. Era un sacrificio muy grande para mi edad. En el colegio siempre tenía sueño. Yo estaba en tercer año y había que elegir. Y elegí: largué el colegio nacional.  

    El debut oficial                                                                                                                                             Ocurrió en el café Ferraro, en Pueyrredón y Córdoba. Yo tenía 13 años y los bolsillos llenos de miedo. Se trataba de una orquesta de señoritas, que en ese entonces eran muy comunes en los cafés de barrio y en las confiterías del centro.  Eran cuartetos pero se les decía "Orquesta de señoritas". El piano siempre lo tocaba una gorda. El violín estaba en poder de una flaca. En toda orquesta de señoritas había un hombre. También eso parecía una cosa obligatoria. No sé porqué debía ser así, pero el hecho es que siempre fue así. Entonces, yo pasé a ser el hombre de aquella orquesta. Creo que estuve un par de semanas. De allí me arrancó Eduardo Ferri, cartel de primer orden en aquellos tiempos, cuya orquesta ejecutaba cuatro ritmos: tango, fox, folklore y algo con aspecto de cosa internacional, como ser el vals vienés, la canzoneta napolitana, el pasodoble español y la chançon del viejo París. Con Ferri también estuve poco tiempo porque formé mi primer conjunto. Un conjunto reducido con el que conseguí trabajo en un palco también hundido en la penumbra, el del cine Palace Medrano. En el piano de aquella orquestita estaba un amigo y un gran músico, Héctor Lagna Fietta, que desde hace año está radicado en Brasil y colecciona sucesos como hombre de jazz. En ese cine, entre película y película se producía el entreacto y era nuestro momento. Ahí tocábamos. 

   Pichuco II                                                                                                                                                      Duré bastante en el Palace Medrano. Sentía como si estuviera ubicado en el umbral mismo de la calle Corrientes. Tenía el Lacroze a mano, de modo que en cualquier momento cerraba la jaula -como Julián (Centeya) llamaba al bandoneón-, metía la mano en la manija y derecho hasta los metros finales donde estaban los cafés de tango. En ese sala cinematográfica, me definí frente a la vida. Ahí empecé a ser esto: Pichuco. Uno. Yo mismo. Me hice, y esto es lo importante. Me di a mí mismo, arrancando desde aquel palco en sombra cuando tenía trece años, vestía pantalón corto, calzaba medias negras, largas. Era el tiempo en que Julio De Caro imponía su figura fabulosa de músico que había sabido crear la otra cosa y que por ser otra era nueva y como tal, todo lo renovaba. Tallaba Juan Maglio, Pacho, cuyos discos Columbia salían en cantidades fabulosas, copando el país. Yo nací tanguísticamente cuando todo esto ocurría

   Pacho                                                                                                                                                             Juan Maglio venía de arrastre largo, con una fama que iba desde el Gariboto hasta las pulperías sureñas. De pronto se encontró con un problema en cuanto a la modalidad, estilo y formas que iba adquiriendo el tango. Pacho era el ayer habanerado, con todo el coraje que se necesita para deshojar un repertorio a la parrilla, vale decir, sin someter la partitura original al proceso de una instrumentación. Por ahí andaba De Caro con reminiscencias de Eduardo Arolas, con otro tango. Maglio -y era el año 1929- entendió que había que entregarse al nuevo ejercicio y decidió formar un sexteto moderno, con gente joven. Reunió: a Mérico Figola, que era un excelente bandoneón. Pensó en los violines y optó por Doroteo Guisado y Benjamín Holgado. Había un muchacho flaco que dominaba con extraordinaria destreza el contrabajo y lo fue a buscar. Se llamaba Ángel Corleto. Faltaba otro bandoneón y Pacho se acordó de un pibe gordito, de pantalones cortos, que había visto en el cine Medrano y me mandó a buscar. Me hablaron en un entreacto y acepté. Debutamos en el Germinal. Era sábado. 

   Vardaro-Pugliese                                                                                                                                          Elvino Vardaro y Osvaldo Pugliese habían formado un quinteto en 1929. En el 30 lo renovaron. Siguieron ellos dos, Corleto en el contrabajo, Miguel Jurado como bandoneón y entramos  Alfredito Gobbi y yo. Los dos nos fuimos en el 32. Yo me fui con Ciriaco Ortiz al cabaret Casanova y y Gobbi se abrió para ir con Pugliese al Moulin Rouge. Al mismo tiempo yo grababa para la Victor con Ciriaquito, Kalisay (Vicente Gorrese), Germino, Vardaro, Corleto y Francia.                                                                                                                           

   

domingo, 25 de agosto de 2024

El yacaré

   Éste es Elías Antúnez, uno de los más destacados jockeys de los principales hipódromos argentinos en una época de oro para el turf, por las multitudes que acudían a los recintos de Palermo, San Isidro y La Plata.  

                             

     Así como Ireneo Leguisamo era "El Pulpo" o "El Maestro", a Antúnez se lo conocía popularmente como "El Yacaré", debido a su procedencia. Había nacido en un pueblo de la provincia de Corrientes, en la cual estos animales abundan.

   Se trata de El yacaré overo o yacaré ñato (Caiman latirostris) que es una especie de cocodrilo de la familia Alligatoridae.. Es endémico de las regiones subtropicales y tropicales de Sudamérica, que puede superar los tres metros de longitud. Y en Argentina es muy común adosarle a las personas un mote por su procedencia o especialidad.

   Antúnez había ganado  tres estadísticas anuales. Dos veces ganó  el Premio Internacional José Pedro Ramírez. En  1951 triunfó  con el crack Penny Post. Desde 1933 triunfó en cuatro Pollas de Potrancas, dos Pollas de Potrillos, fue tres veces vencedor del Jockey Club, ganó otras tres el Gran Premio Nacional, en dos ocasiones se adjudicó el Carlos Pellegrini y nueve veces se quedó al tope del marcador en el Gran Premio de Honor.

    Fue galardonado en 1980 con el Diploma al mérito por la Fundación Konex, en deportes. Una calle de la localidad de Batán, cerca de Mar del Plata, lleva su nombre. Falleció a los 50 años de edad. El locutor-presentador-poeta Mario Soto escribió los versos de un tango que musicalizó el bandoneonista Alfredo Attadía, dedicado precisamente a este inolvidable maestro de las pistas, que consagraría Ángel Vargas con D'Agostino.
   
Es domingo, Palermo resplandece de sol,
cada pingo en la arena llevará una ilusión.
En las cintas los puros alineados están
y a la voz de “¡Largaron!” da salida un afán.
En el medio del lote, conteniendo su acción,
hay un jockey que aguarda con serena atención,
ya se apresta a la carga... griterío infernal.
Emoción que desborda en un bravo final.

¡Arriba viejo Yacaré!
Explota el grito atronador.
Todos castigan con rigor,
pero no hay nada que hacer,
en el disco ya está Antúnez.
Sabés sacar un perdedor,
ganar un Premio Nacional...
Muñeca brava y al final
el tope del marcador
siempre es tu meta triunfal.

   El tango tiene una primera bis que  Ángel D'Agostino descartó, como sucedió en tantas páginas. Pero logró una gran aceptación y sigue sonando en las milongas de tantas partes del mundo.  Porque realmente tiene gancho y la interpretación de orquesta y cantor realzan el mérito de los autores. Lo grabaron el 12 de diciembre de 1941.

                                                                                 
                              



   

martes, 20 de agosto de 2024

Troilo habla de Perón

    "Voy a hablar del Perón de la primera presidencia. Tuve la suerte de conocerlo. ése, del que la historia de Buenos Aires va a tener que hablar... La historia de la Argentina... Era entrador, simpático. Y con un talento extraordinario.

   En una época lo veía día por medio... Yo trabajaba en el Tibidabo con mi orquesta y él, sí, iba día por medio... Era coronel. Años más tarde me llamaron para hacer El patio de la morocha. Yo dije que, tratándose de esa obra, lo más lógico era que la hiciera Marianito (Mores), el autor de la música. Yo creía eso, ¿no?

Aníbal Troilo, «El colmo del afecto» | Meer
En la imagen están Perón, Troilo y un ministro

                                    

   Pero viene Cátulo (Castillo) y me dice que en la Subsecretaría (de Prensa y Difusión), querían que fuera yo. Más todavía: si yo no aceptaba, la obra no se hacía. Al fin, acepté. Éramos ciento cuarenta y seis personas en la compañía. Yo no era peronista. Ni anti-peronista, porque yo me sentí libre y me siento libre, ninguna idea política pudo , todavía, corromper mis sentimientos. 

   Entonces, de los ciento cuarenta y seis, ciento cuarenta y cinco se pusieron rigurosamente el escudito peronista en la solapa del saco. Yo no. ¡Y nunca me dijeron una palabra! 

   Para el día del debut yo tenía una pintusa bárbara. Esmoquin...y había hecho régimen, había adelgazado 14 kilos. Cuando salí al escenario vi que el viejo estaba en el palco con Delia Parodi. con mi gran amiga Delia Parodi....

   Bueno, al verme en línea, Perón le dijo a Delía: "Oiga, dígale que me dé la receta, que me la sarpe..."

   Bien lunfa. Dijo "sarpe", que quiere decir "pase". ¡Se las sabía todas!".                                                

                                                  

                                     

                                   

miércoles, 14 de agosto de 2024

Bajo el cielo azul

    Este valsecito de Ivo Pelay y Francisco Canaro nació en 1941, creado por ambos para la obra teatral "La historia del tango". Lo cantaba Francisco Amor que interpretaba el papel de Ángel Villoldo en la misma. Y sigue haciéndonos disfrutar en la pista al ritmo que le da Pirincho Canaro con su orquesta, o Francisco Lomuto que lo llevó al disco con su cantor Fernando Díaz.

   La relación plácida de la pareja activa el mito romántico sin melindre costumbrista. Y en el merodeo de los detalles, poéticamente eficaces, la aprehensión del entorno en el que se vivifica el amor de la pareja, le da vuelo a la poesía. El valsecito tiene algo de folklórico, su legado musical subvierte los códigos del tango envolviéndonos en su melodía. Y mezclando lo interior y exterior, nos transporta...

                                    

 

   Pelay se instala poéticamente en la falda de la montaña y va pintando "una taperita nacarada", que viene a ser una especie de ranchito donde se consuman el amor y los sueños de la pareja. En medio de la geografía musical va mostrándonos  la belleza de los ojos de ella, la mujer de sus sueños. Que son los que inspiran la paleta autoral de los versos.

Bajo el cielo azul de mis montañas
Hay, allá en la falda, acurrucada
Una taperita nacarada
Plena de luz, plena de sol, plena de fe y amor
Junto a la humildad de sus terrones
Y entre sus vergeles soñadores
Hay unos ojazos tentadores
Que embrujan al brillar, fascinan al reír y besan al mirar.
 
    Lo cierto es que si bien la música de Canaro es enganchante, contagiosa, con muy poco Ivo Pelay logra que los efluvios de la pareja le sirvan para el derroche de frases pegadizas en el detalle del supuesto narrador. Y entonces se produce la continuación de los detalles que impulsan a la fantasía, la ternura, el momento epifánico en la taperita de los sueños, bajo el cielo azul.

Son los ojazos de mi bien
Los bellos ojos de mi amor
Que cautivaron mi querer
Con su cegante resplandor
Son las pupilas de quien es
La dueña de mi corazón
La bien amada, fiel, la compañera ideal
Con labios de clavel y risa de cristal
 
Para ella mi canción febril
Para ella mi cantar triunfal
Las alas de mi inspiración
En un divino madrigal
Es ella, bajo el cielo azul
La diosa que, en mi soledad
Me lleva hasta el radiante edén de mi felicidad.

   
   (Una vez más escuchamos la versión de Francisco Canaro y su cantor de entonces, el bahiense Francisco Amor. Lo grabaron el 9 de mayo de 1941.)

                                




martes, 13 de agosto de 2024

" A LA URUGUAYA"

  
FOTOS CON HISTORIA
 

RICARDO BONAPELCH el “más hincha de todos los hinchas” de “El Mago”.
 

Uno de los hechos mas sonados en la crónica roja uruguaya de los años treinta fue la muerte de José Salvo . Hoy los invitamos a recordar esta crónica del Inolvidable JUMA y de paso recomendarles la Novela de Hugo Burel editada este año: El Caso Bonapelch, en donde la ficción se mezcla con hechos reales con muy buen resultado.
JUMA narraba con su estilo:
El 19 de abril de 1933 cuando salía del cine Alzáibar en la Avenida Agraciada, luego de presenciar la función de estreno de la película "King Kong", fue atropellado por un automóvil el conocido empresario montevideano don José Angel Salvo, miembro de una familia de hondo arraigo en la sociedad contemporánea y quien llevara adelante además, el emprendimiento de la construcción del palacio en la Plaza Independencia que inmortalizó su apellido.
Las heridas recibidas por el impacto fueron de tal magnitud que pocos días después fallecería como consecuencia de ellas. El vehículo que lo atropelló era conducido por Artigas Guichón, quien luego de las tramitaciones judiciales de estilo y tras llegarse a la convicción de que no había existido intencionalidad en el caso, recuperó su libertad.
Sin embargo los familiares de Salvo y sus allegados más íntimos nunca se conformaron con este dictamen, y sostuvieron siempre que el accidente no había sido tal. Muchos se animaban a sugerir que detrás de todo ese asunto había alguna oscura premeditación, e incluso algunos decían en voz baja que no sería ajeno a ella Ricardo Bonapelch, yerno del infortunado empresario con quien éste mantenía una relación muy “tirante” ya que aquel lo definía como un “caza dotes” que había enamorado a su hija María Luisa solamente para hacerse de su herencia y dilapidar la fortuna que a él tanto le había costado -según sus dichos- conseguir.

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Un año trágico
1933 fue para nuestro país un año trágico en el orden institucional. El 31 de marzo se produjo el golpe de Estado que llevó a Gabriel Terra a la Presidencia y el mismo día en una actitud que sería su más trascendente herencia de dignidad, Baltasar Brum se suicidaba en la puerta de su domicilio antes de ser detenido por las fuerzas de represión dictatoriales. Fueron largas horas de angustia ya que el ex presidente había anunciado que si la dictadura pretendía detenerlo, así lo haría antes de entregarse. Fue en esos días también que en el antiguo camino a Pando, un retén policial asesinó a balazos al joven Héctor Grauert, de apenas 31 años que regresaba de un mitin político en Minas. En los Estados Unidos se abolía la llamada “Ley seca” y en la vecina Argentina, a los 81 años de edad fallecía don Hipólito Irigoyen.

Bonapelch y Gardel
¿Pero quién era en realidad Ricardo Bonapelch? Había nacido en las cercanías de Villa Muñoz. Desde muy niño manifestó una profunda devoción por Carlos Gardel que en aquellos años era el artista más famoso del Río de la Plata. En sus años de juventud y bohemia solía pararse en la vereda de una casa de música que había en Villa Muñoz (encargado de la cual era Vernazza, quien con los años llegaría a ser uno de los grandes dibujantes de este país) y allí se pasaba las horas escuchando los discos de Gardel que se irradiaban en una de aquellas (por entonces modernísimas) vitrolas RCA Victor.
Cuentan que solía decir: “El día que tenga plata los voy a comprar todos…”. Vernazza, tratando de complacer a aquel muchacho tan apasionado por Gardel, pasaba un disco tras otro mientras lo veía allí en la vereda ensimismado. Un día el joven admirador del “Zorzal Criollo” desapareció del barrio y nada más se supo de él por un buen tiempo.
El propio Vernazza contaría luego que tras esa larga ausencia, un buen día paró un coche en la puerta de la casa de música y de él bajó un “doble” de Carlos Gardel, peinado a la gomina igual que él, con un gacho gris en su cabeza requintado sobre la frente, traje con idéntico corte, corbata al tono y hasta polainas en los zapatos. Era aquel muchacho, Ricardo Bonapelch, que venía a cumplir su promesa. Compró todos los discos de “El Mago” y la mejor ortofónica “Victor” para escucharlos.
Se supo después que su suerte había cambiado al contraer nupcias con María Luisa Salvo, una de las herederas más ricas del país, hija justamente de don José Salvo de cuya muerte refiriéramos al principio de esta historia. Bonapelch viajó a Buenos Aires y por medio de conocidos comunes logró que le presentaran a Gardel. Entre ambos nació una sincera amistad y el muchacho de Villa Muñoz se jactaba ante todos de ser el “más hincha de todos los hinchas” de “El Mago”.
 

Lo obsequió de varias formas, incluso comprándole la famosa casa de la calle Pablo Podestá. Cuando el cantor viajaba a Montevideo, Ricardo lo esperaba en el puerto y le daba su auto para que lo utilizara. Gardel sentía por él un sincero afecto y muchos dicen que Bonapelch se sabía su repertorio íntegramente de memoria y agregan que cantando sus temas fue lo más parecido al “Morocho” que se escuchó por aquellos tiempos. Su pinta, su fama de “bon vivant” y su simpatía le habían dado una “buena reputación” en los círculos tangueros y los piringundines de la ciudad, donde solía pasar largas ” tenidas” entre copas, amigos, mujeres y, por supuesto, tangos de Gardel.
Su tren de vida escandalizaba a la familia Salvo y a todos los círculos sociales a los que ella pertenecía y se dijo que afligía enormemente a su esposa, quien vivía torturada por esa faceta de su marido de la cual antes de casarse no tuvo noticias. Esta era una de las principales razones por las cuales don José Salvo no apreciaba en absoluto a su yerno, aunque había consentido en su matrimonio por imperio de las circunstancias. Por ello muchos creían que el émulo gardeliano algo tenía que ver en aquella muerte y más aún al enterarse que Guichón, el protagonista del accidente, era compañero de juergas suyo y asiduo concurrente al bar Jauja como él, con mujeres ” de vida alegre”. Aunque esos rumores ganaron la calle desde el principio, nada pudo probarse. Pasaron los años y solamente los que tenían intereses en la herencia de Salvo no cejaron en su empeño de inculparlo.

Guichón “se arrepiente”
Dos años después, en 1935, la tragedia de Medellín conmovería al mundo con la muerte de Carlos Gardel en un accidente aéreo. El golpe emocional para Ricardo Bonapelch fue enorme. El lo había acompañado en el Teatro Macció de San José donde dio su último recital en estas tierras el “Morocho del Abasto” y en su auto lo había llevado hasta el puerto para despedirlo allí con un abrazo que ninguno de los dos imaginó que sería el último. Se le vio por entonces más que antes en los piringundines del Bajo, canturreando tangos de Gardel en voz baja, aplastado por el dolor de la pérdida de su amigo y por los rumores que la familia Salvo había echado a andar sobre su responsabilidad en la muerte de su suegro.
Ocho años después de ello, y cuando ya casi nadie recordaba el accidente frente al cine Alzáibar, Guichón (que tenía ganada buena fama de no ser “trigo limpio”) se presentó “voluntariamente” ante la Justicia y declaró que él había matado a José Salvo atropellándolo con su coche, a instancias de Ricardo Bonapelch. Sin ninguna otra prueba que estas declaraciones, éste fue detenido, juzgado y condenado a 24 años de prisión.
 

En 1955, cuando cumplió 55 años de edad y afectado por un cáncer terminal, Bonapelch fue autorizado por la Justicia a volver a su viejo Barrio Reus para morir allí, cosa que pasó días después en medio de la pobreza, la misma pobreza de cuando “con la ñata contra el vidrio” (como el botija del tango) escuchaba en la vereda los discos de 78 RPM del “Mago” que Vernazza hacía girar en la vitrola a manija, soñando tener un día mucha plata para “comprárselos todos”.
En la opinión pública quedó siempre la gran duda sobre la justicia de su condena. Los herederos de Salvo, lograron al fin que uno menos participara del reparto. *
Fuente: http://www.lr21.com.uy/
 

Foto: Carlos Gardel y Ricardo Bonapelch (primero a la izquierda) Fuente: El País