El
tango encierra historias maravillosas y anécdotas
imprescindibles.
Hoy
nos vamos a deleitar con las variaciones que constituyen el deleite de
los buenos bailarines, aunque, parece que en las milongas porteñas se olvidaron
de este postre tan deseado antaño.
Y seguramente coincidiremos en que el tango que mejor representa a las variaciones, es
sin duda: Canaro en París.
Lo
compusieron el bandoneonista porteño Alejandro Scarpino (1904/1970) y el
siciliano Juan Caldarella (1891/1978). José Scarpino, hermano de Alejandro le
adosaría una letra infumable que quedó
olvidada.
Scarpino
contaba que el tango lo compuso en el Café “Noce” de la Boca y Caldarella aseguraba que los
hermanos Scarpino tomaron la melodía de una vieja mazurca italiana. El tango fue
registrado por los Scarpino en La Biblioteca Nacional
(previo a SADAIC) el 6 de mayo de 1927. Luego, -se dice comúnmente-, que
agregaron a Caldarella como una gentileza para con el guitarrista y ejecutante
de serrucho, pero la realidad es distinta.
El
Chula Clausi contó que estaba presente en los fondos de un café, un pequeño
patio al aire libre y que “…de repente el
loco de Caldarella agarró un peine, lo envolvió en papel de celofán
(era muy común entonces) y se
puso a tocar el tango, con una variación que se le ocurrió en ese
momento…”.
Y
que fue el gran golazo y la joyita para todos los
bandoneonistas.
Incluso
se le ocurrió el título del tango, según le contó a García Jiménez. “Estaba
tirado en la cama y en el suelo un ejemplar del Diario Critica, doblado, tenía como
encabezamiento: Canaro hace declaraciones
en París sobre el tango.
Desde
la cama, sólo veía la punta de la página: Canaro en París. "Dí un salto en la
cama y ahí mismo lo titulé sobre el
pentagrama”.
La
historia de Caldarella es insólita como la de tantos inmigrantes. Tenía 15 años
cuando llegó a Buenos Aires, a trabajar en lo que fuera. “Vivía en una piecita
en Lavalle y Junín (¡Fijate que barrio equivocado para un siciliano!) Enfrente
había una casa de música y en su vidriera una mandolina que me tenía embelesado.
Yo quería ser músico. Todos los días al salir, me quedaba contemplándola...
Había ganado unos pesos a pulmón y los tenía para comprarme una frazada por el
frío que hacía. De repente, cambió la temperatura. Se vino “el veranito de San
Juan”. ¡Madonna santa!. Me metí en la casa de música y me compré la
mandolina”.
Tiempo
después tendría su propia orquesta característica con el nombre artístico de Ian
Kaldar. También trabajó como actor radial en “Chispazos de
tradición”.
Con
Scarpino compondrían otro temazo instrumental: Seguime si podés, aunque muchos tangueros
obvian la co-autoría de Caldarella. Otro regalo inmortal para los
milongueros.
Les
dejo como broche final estos dos tangazos. Por Juan D’Arienzo, grabado el 21-11
1940 y por Osvaldo Pugliese el 6-10-1953 (ignoro porque los tags salen con esos
textos)
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